El amor es un trastorno psiquiátrico de Jorge Peredo

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FOTOS: Cortesía.

El librero

Por Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). El título de esta reseña, El amor es un trastorno psiquiátrico, es tan elocuente como el contenido del libro de su mismo nombre, que es un sacudimiento emocional, una exploración y caída humanas que dejan vestigios en quien lo lee y relee, pues el poeta y el narrador Jorge Peredo (Ensenada, B.C., 1982), han adquirido la capacidad de transmutarse en un demiurgo con voces bien diferenciadas, haciéndolo de un modo deslumbrante. Sus lectores podrán constatar la delicadeza, la mesura, el entusiasmo, la manera convincente en que nos imbuye en el ritmo poético, y en la historia de un soldado y su perro.

Dos productos en un mismo encuentro editorial, resultado de dos premios literarios, y que ahora podemos disfrutar gracias a la Editorial Paquidermo, pues de otro modo hubiera sido imposible, porque las administraciones municipales jamás se comprometen a publicar  a los poetas y narradores premiados.

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Sí, Jorge Peredo sorprende con su poesía, porque su narrativa ya había asentado sus huestes en anteriores publicaciones suyas. El amor es un trastorno psiquiátricoEditorial Paquidermo, 2018-, es un libro-plaquette, donde somos partícipes de dos expresiones literarias del escritor Jorge Peredo: poesía –El amor es un trastorno psiquiátrico– y cuento –Persistencia de la sombra-.

Por un lado, El amor es un trastorno psiquiátrico (premio Juegos Florales Leopoldo Ramos Cota de las Fiestas de Fundación de La Paz 2016), es el poemario de un narrador, que decidió desdoblarse para decirnos algo que, tal vez, en un relato no cabría, por ser tan íntimo, y por la necesidad de explorar más allá de la anécdota. El resultado es un conjunto de poemas líricos, que nacen más de la entraña que del oficio, que brotan más de la honestidad que del rigor estético y retórico, que emergen más de la cadencia interior que de la inflexión y reflexión poéticas.

Provisto de una voz cotidiana que linda con la plática, los poemas de Peredo pertenecen a esa estirpe que se deshace de la reglas, para hacer de lo coloquial, un canto sincero a los avatares de las relaciones humanas, especialmente las de pareja. No hay rebuscamientos, no hay metáforas, hay imágenes, que el poeta Jorge Peredo toma del instante que, por fugaz, se intenta atrapar en unos versos para que queden establecidos como memoria, que al mismo tiempo se vuelven un álbum de versos -en un sentido fotográfico-.

 

La gran influencia que Peredo tiene de sus lecturas de la cultura geek, de películas de ciencia ficción y viajes en el tiempo, queda perfectamente colocada en un par de poemas, volviéndolos piezas únicas, como un homenaje épico de las delicias cinematográficas que lo han influido a lo largo de su vida. En síntesis, el poemario en su unidad, su lenguaje, sus palabras, es un edificio lógico, circular, que va al punto, que nos cuenta de un modo rápido, lo que significa la naturaleza humana, quizá parte de su lado narrativo, del que no puede separarse del todo. No obstante, al leerlo desde los dos flancos —el narrativo y el poético— confirmamos que la escisión literaria que sufre Peredo es efectiva y real.

Por otro lado, Persistencia de la sombra (premio Juegos Florales Leopoldo Ramos Cota de las Fiestas de Fundación de La Paz 2018), es un cuento bien escrito, bien cuidado, en el que, por momentos, también se observa la parte del poeta en varias de sus líneas, pues el ritmo deja escapar, de pronto, imágenes que hacen volar no la imaginación, sino las emociones del que escribe y del propio personaje. Es como una crónica, que describe un momento histórico de la intervención francesa, la de un soldado belga y sus miedos frente a la circunstancia de la guerra, acompañado de su perro Sombra, un pastor alemán que en realidad es —paradójicamente— una metáfora de su vida, una extensión de sí mismo.

Quienes han visitado las construcciones de San de Ulúa, pueden recordar que aún se siente la vibra que impera en esos espacios, en los calabozos donde estuvieron presos muchos disidentes de la dictadura de Porfirio Díaz, e incluso ladrones populares como Chucho El Roto. Quien se siente en el suelo de una de esas mazmorras, podrá sentir el dolor, el sufrimiento y las torturas a que eran sometidos los prisioneros. Pues, bien, algo así ocurrió con el personaje del narrador Peredo, que queda atrapado dentro de sí mismo hasta la muerte. Un breve relato que goza de la sobriedad narrativa y que lo coloca en uno de los mejores del contexto local y nacional.

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Ramón Cuéllar Márquez

Nació en La Paz, en 1966. Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM. Actualmente se desempeña como locutor, productor y guionista en Radio UABCS, en programas como “En Consulta” y “Libreta Cultural”. Ha publicado los libros de poesía: “La prohibición del santo”, “Los cadáveres siguen allí”, “Observaciones y apuntes para desnudar la materia” y “Los poemas son para jugar”; las novelas “Volverá el silencio”, “Los cuerpos” e “Indagación a los cocodrilos”; de cuentos “Los círculos”; y de ensayos: “De varia estirpe”.

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