Corazón de madera

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FOTO: Internet

Concurso Carta Al Padre 2019

Carta ganadora del Tercer Lugar

Por Victoria Valery Vélez Valencia

 

Hay palabras que nunca se olvidan, más cuando vienen de las personas que más amas, pero son quienes, aunque les duela, nos ubican en la realidad. Por eso, aún resuena en mi mente cuando lo escuché decirme “Si ya no quieres trabajar, tendrás que dejar la carrera. No hay otra opción”, mi corazón se sintió abandonado y, obviamente, salí llorando de la habitación llena de furia; en mi mente sólo pensaba en ¿Por qué no me apoyaban?. Yo solo quería dedicarme a estudiar y a ser joven, como muchos de mis amigos.

Lo que no entendí en ese momento, es que me daban todo lo que estaba en sus manos, pero a la par me estaba enseñado, junto con mi madre, a vivir. Me demostraron que aunque me amaban, necesitaría poner de mi parte para lograr mis sueños.

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Él es un hombre sencillo, sus manos se han dedicado a dar forma a la madera, para crear todo aquello que viste los hogares de muchas familias, que aún valoran el esfuerzo de la carpintería, adora restaurar muebles y antigüedades, por eso cada vez que llegan a sus manos, se dedica ellos con amor y esa destreza de una vida, para renovarlas en hermosas piezas.

Heredó de sus padres el valor del trabajo y, desde su niñez, vivió el bullicio de una familia como las de antes, con un montón de hermanos con quien compartir, pelear y, ahora, recordar un sin número de proezas, tantas que hasta la fecha van surgiendo historias perdidas en las reuniones familiares.

Es de los hermanos sándwich, esos que solo llaman la atención de los padres con sus travesuras, y miren que en su haber tiene de todo, como aquél ratón que puso en la máquina de coser de mi abuela, quien entre el espanto solo alcanzo a gritar el primer nombre que vino a su mente en esos casos: Mauricioooo.

Claro que no estaba solo en esas aventuras, pero era quien no perdía oportunidad para hacer una broma, de hecho hasta la fecha no se le va una, y disfruta de dar carrilla. Y miren que es pesado, no perdona una, es parte de él, si no eres el sujeto de la broma es bastante disfrutable; ese carácter afable y bondadoso, lo hace el mejor padre que puedo tener.

En mi infancia disfruté de un padre que me enseñó a escalar montañas, correr en la playa hasta estar cubiertos de arena, nadar hasta cansarnos y soltar miles de carcajadas, estábamos solo él y yo, mi hermana nació hasta casi mi adolescencia, así que básicamente tuvimos un mismo padre pero en dos momentos muy diferentes de su vida.

Entre esos momentos, tuvimos que regresar unos años a nuestro lugar de nacimiento, pero nada fue igual; ya no éramos de ahí, la vida en una ciudad llena de complicaciones lo ponía triste, le tocaron de esos robos que con frecuencia se dan en autobuses, en los que la impotencia te va llenando de coraje, jornadas de salir de madrugada para llegar de noche a tu hogar, sin saber cómo están; si bien nos iba, no veníamos en la noche y los fines de semana. También hay buenos recuerdos, pues convivimos con familia que, estando al otro lado del mar, no habíamos tenido la  oportunidad de disfrutar, aun así su corazón estaba en La Paz.

En la primera oportunidad regresamos, mis padres venían cansados pero llenos de esperanza para retomar el paso, cosa que no fue fácil, pero aquellos clientes y amigos de toda la vida les dieron la pauta para volver a caminar; era nuestro hogar y habría que volver afanarse en los tablones, clavos y martillos, para recuperarlo.

Poco a poco nuestra vida avanzó, fue cuando tomé su mandato de seguir trabajando y, gracias a eso, el tiempo me abrió las oportunidades que llegaron con ese esfuerzo; en ese mismo transcurrir del tiempo, mi padre ha visto aparecer destellos de luz en su cabello y bigote, se convirtió del mejor papá, al mejor abuelo que mi hijo pueda tener.

Lo recibió con el doble de amor en sus brazos, un amor renovado de tener el orgullo de narrar sus primeras palabras, pasos y caídas; siguen pasando los años, y con ellos van siendo diferentes, abuelo y nieto, pero tienen un código que solo entiende la complicidad del día al día, por eso es nuestro Geppetto de gran corazón, nombre que de hecho significa José, su otro nombre.

Hoy sus manos no son tan fuertes como antes, pero siguen cargadas de energía y de un alma inquebrantable que lo ha hecho fiel a su familia, a sus convicciones y a si mismo, tiene piezas de hombre biónico, pero el principal, que es su corazón, para abrazar y adoptar a quienes llegan a su casa, es único.

Quiero mil años para seguir escuchando sus historias de sus travesuras, para que sea el mejor en juegos de mesa en los que pocas veces puedo ganar, para ser el mejor compañero en viajes; por eso lo quiero tan solo unos mil años a mi lado, como el gran árbol que es.

SEUDÓNIMO: VAVEL

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