Bojack Horseman: del absurdo solipsismo al nihilismo existencial metamoderno

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FOTOS: Internet

Kinetoscopio

Por Alejandro Aguirre Riveros

Me metí en el mundo del espectáculo porque me encantan las historias. Nos consuelan, nos inspiran, hacen un contexto de cómo experimentamos el mundo. Pero también, debes tener cuidado, porque si pasas mucho tiempo con las historias, comienzas a creer que la vida es solo historias, y no lo es. La vida es vida, y eso es muy triste, porque hay muy poco tiempo y… ¿qué estamos haciendo con él? – Princess Carolyn.

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Bojack Horseman, llega a su fin con la primera mitad de la sexta y última temporada estrenada el pasado 25 de octubre. Una temporada en la que nuestro caballo humanoide favorito intenta encontrar la redención a través de la sobriedad, aunque todo apunta a que ni siquiera el dejar de lado la botella podrá salvarlo de sus errores del pasado.

Siguiendo con el tono oscuro y un tanto pesimista de la serie quizás estemos ante un final en el que Bojack se verá acorralado y terminará por elegir la opción más radical. Después de todo: ¿puede una serie tan existencialista como Bojack Horseman tener un final feliz sin traicionar su propia premisa?

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El arte de la depresión

La serie animada original de Netflix fue estrenada el 22 de agosto de 2014 y su protagonista es BoJack: un caballo antropomórfico que solía ser la cara un popular programa de la televisión en los años noventa llamada Horsin Around. Esta versión hípica de Papá Soltero lo convirtió en una gran celebridad pero, dieciocho años después, su fama a caído en decadencia. Sumido en el alcoholismo y la depresión decide escribir un libro de memorias en un intento desesperado por revivir sus años dorados; dicho libro dará inicio a la serie expandiendo a través de seis temporadas una incesante búsqueda por dar respuesta a sus más inquietantes vacíos existenciales.

Caricaturas para adultos

Se trata de una de las series animada más adultas y ambiciosas de los últimos años: divertida, profunda y con un estilo narrativo muy original. Aunque mantiene el tono de una comedia, por debajo del humor se esconden situaciones y dilemas que resultan tan emotivos como catárticos.

Con una estética sacada de un libro infantil en la que humanos y animales antropomorfos conviven en un despliegue incesante de figuras, detalles y colores; se esconde un emotivo relato que apela a las inquietudes de una generación marcada por las complejidades del cambio de milenio, las redes sociales y la frivolidad del capitalismo norteamericano.

Entre celebridades, personajes mundanos y no tan mundanos

Uno de sus mayores aciertos es la manera en que explora las diferentes posturas que el alienante vacío de la sociedad contemporánea puede suscitar. Utilizando a Hollywood y el mundo de la farándula como trasfondo, nos invita a conocer un mosaico de personajes y posturas con las que no resulta difícil sentirse identificado: Diane Nguyen, una escritora vietnamita estadounidense, intelectual incomprendida y feminista de la tercera ola de Boston, que inicia una relación cercana con Bojack al ser contratada como la escritora fantasma responsable por su libro de memorias; Princess Carolyn, una gata persa rosa antropomórfica y que es la ex novia y ex agente de BoJack Horseman, quien a lo largo de las seis temporadas debe lidiar, como la mamá de los pollitos, enderezando la vida profesional del resto de los personajes mientras hace malabares entre el trabajo, su vida personal y el despertar de un profundo instinto maternal; Todd Chavez, un milenial veinteañero, vago, un tanto flojo, desinteresado, creativo, asexual y sumamente amigable que vive sin pagar alquiler con BoJack en el sofá de su casa al comienzo de la serie; y por último Mr. Peanutbutter, un labrador Retriever, cuya actitud contrasta directamente con BoJack, por ser extremadamente positivo, del tipo tú eres lo que vibras-atrae la abundancia-nunca dejes de sonreír-la vida es lo que haces con ella y por haber protagonizado un show muy similar al de Horsin Around en los noventas.

Bojack y Sísifo

Despéjame la agenda, que tengo que empujar una roca en una colina y después hacerla rodar por encima de mí una y otra vez sin ninguna consideración por mi bienestar, dice Princess Carolyn en un momento de la serie. Con esta frase hace referencia al mito griego de Sísifo presentado por Albert Camus en el ensayo del mismo nombre. En este sentido, la cita apunta hacia el único patrón común entre los personajes de Bojack Horseman: la búsqueda de la felicidad y de la identidad.

Dicha búsqueda es la columna vertebral de la filosofía del absurdo: ¿es posible encontrar un sentido al curso con el que llevamos nuestras vidas? Interrogante con la que Camus da inicio al ensayo el mito de Sísifo y que resulta ser una referencia constante dentro de Bojack Horseman: el babuino que corre colina arriba junto a la casa de nuestro protagonista todas las mañanas; el final de la temporada tres cuando Bojack encuentra una alternativa al suicidio al ver a una manada de caballos antropomórficos inmersos en la absurda labor de correr sin dirección ni sentido pero felices y plenos; y la cita de Princess Carolyn mostrada anteriormente por mencionar algunos ejemplos.

Para Camus el universo es irracional y sin sentido; aun así los seres humanos estamos desesperados por encontrar un sentido en él; esta es, en resumen, la filosofía del absurdo. Cuando una persona es consciente de dicho absurdo tiene tres opciones: distraerse, suicidarse y aceptar al absurdo; posturas que son abordadas en diferentes momentos, tanto por Bojack como por sus amigos, para conformar un reparto de personajes cuya complejidad psicológica resulta una proyección multidimensional del pensamiento existencialista.

Del absurdo a la trampa del solipsismo

“Entonces, ¿lo que estás diciendo es que todo es culpa de la sociedad y nosotros, como individuos, nunca necesitamos asumir responsabilidades por nada? Sí, me gusta, no hice nada malo, porque no puedo hacer nada malo, porque nosotros ¡Somos solo productos de nuestro entorno como canicas que rebotan en el juego de Hungry Hungry Hippos que es nuestro universo aleatorio y cruel! “, grita Bojack en el segundo capítulo de la primera temporada.

Esta perspectiva demuestra cómo, de la filosofía del absurdo al individualismo liberal o al egoísmo, existe una distancia muy corta: si nada tiene sentido entonces nuestros actos no tienen consecuencias. Es fácil caer así en la trampa del solipsismo: la realidad que aparentemente nos rodea es incognoscible y puede, por un lado, no ser más que parte de los estados mentales de nuestro propio yo. El ego atrapado en esta visión errónea de la realidad se obsesiona con la idea del final feliz. Sin embargo la vida, a diferencia de la narrativa, no tiene una conclusión: Bojack gana un Oscar y se siente insatisfecho; Diane y Mr. Peanutbutter se casan solo para encontrar más conflictos después del matrimonio; Princess Carolyn descubre que la maternidad no es la satisfacción que ella anhelaba. La serie nos muestra así que la vida es un constante escalar y que el pesado abismo del existencialismo no acepta visiones reduccionistas.

Nihilismo existencial

El nihilismo es lo que experimentamos cuando nos damos cuenta no hay un significado inherente a nuestras vidas; es nuestra responsabilidad crear significado en este vacío de significado a través de nuestras libertades y decisiones. Pero para crear valor debemos de elegirlo y sostenerlo: somos responsables de nuestra felicidad.

El término nihilismo fue acuñado por primera vez a finales del siglo XVIII por el filósofo alemán Friedrich Jacobi en respuesta al racionalismo de la Ilustración, que buscaba derrocar a la religión como fuente de saber. Este método racionalista asumía ser capaz iluminar cualquier espacio de incertidumbre o misterio en una sed insaciable por generar conocimiento y progreso. Uno de los primeros filósofos en pensar en las implicaciones del nihilismo fue Søren Kierkegaard; este filósofo danés planteó que la desesperación era una parte esencial de la experiencia humana, a lo que se refirió como la enfermedad mortal. Esta desesperación humana es dialéctica, lo que básicamente significa que siempre estás en desacuerdo contigo mismo.

Por ejemplo: estamos desesperados porque creemos que nada es posible y estamos desesperados por ser quienes somos; esta desesperación es la raíz de la melancolía que plaga gran parte de la experiencia humana y es la misma melancolía que vemos en casi todos los personajes de Bojack Horseman: de las preocupaciones de Todd sobre su sexualidad, a las ansiedad de princesa Caroline sobre la maternidad, a la búsqueda de Diane por ajustar su moralidad idealista a una sociedad en aparente decadencia y, por supuesto, Bojack, un personaje que parece tenerlo todo: una carrera exitosa, una hermosa casa, dinero y mujeres, placeres que no logra disfrutar, y al que incluso, cuando le suceden cosas buenas, se las arregla para sentirse decepcionado como sucede con su nominación al Oscar.

Para Kierkegaard, la única forma de superar esta ansiedad y desesperación es la aceptación del absurdo de la realidad y de vivir la vida a través de la fe, misma a la que define como el coraje para intentar una existencia significativa en la cara de un mundo sin sentido: a veces, debes asumir la responsabilidad de tu propia felicidad.

Bojack: ¿un rostro para la metamodernidad?

Cada generación tiene sus caricaturas y cada una de ellas refleja una cosmovisión y una ideología. En la década de los sesentas Los Picapiedra y Los Supersónicos hablaban de un idealismo desmesurado por la modernidad: nos podíamos burlar de nuestros ridículos antepasados cavernícolas y al mismo tiempo soñar con las impensables alturas a las que ascenderíamos de la mano de la ciencia, la tecnología y el progreso. En los noventas aparecen Los Simpson y anuncian la llegada de la postmodernidad a la cultura pop: la historia de un idiota sin aspiraciones a cargo de la seguridad de un reactor nuclear.

Veinte años después, la estafeta pasa Bojack Horseman y sus inquietantes cuestionamientos: ¿qué pasa cuando caemos en cuenta de que no hay utopía o vicio que pueda aligerar el agobiante peso de la existencia humana? La respuesta apunta hacia los valores de la metamodernidad: solo al hacernos responsables de nuestra felicidad podemos aspirar a una verdadera plenitud como individuos y como sociedad.

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Alejandro Aguirre Riveros

Originario de la Ciudad de México (30 de junio de 1985). Licenciado en Ciencias de la Comunicación por el ITESO. Ganó el premio al Mejor Documental en la Semana Municipal de Video de Guadalajara, obtuvo el primer lugar en la categoría Fotografía del Festival Universitario de la Comunicación y dirigió un corto experimental seleccionado por el Festival de Arte Chroma y el Tijuana Freakfilm Festival. Al egresar trabajó como videoasta y fotógrafo hasta que una enfermedad autoinmune devoró la superficie de sus ojos obligándolo a volcar su creatividad en la literatura. Premio Estatal de Cuento Ciudad de La Paz 2015 y finalista del Primer Torneo de Guión de Escribe Cine A. C. Actualmente dirige el taller de guión cinematográfico del Instituto Sudcaliforniano de Cultura.

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