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Bojack Horseman, temporada 6: el final de un clásico moderno

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Kinetoscopio

Por Alejandro Aguirre Riveros

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). La emblemática serie animada de Netflix ha llegado a su fin con una última y contundente sexta temporada. La odisea de Bojack Horseman, el caballo antropomorfo que triunfó en una popular comedia televisiva de los noventas, encuentra un reclamo de redención, conforme expone en carne viva las inquietudes del mundo moderno: el miedo a la muerte y la ansiedad por trascender en una alienante sociedad de masas.

La primera mitad de la temporada fue estrenada el 31 de octubre del año pasado y, en ella, se mostraba a un Bojack dando sus primeros pasos hacía una vida de sobriedad alcanzada a través de un extenuante proceso de rehabilitación.

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Después de conocer su lado más oscuro, nos sorprendía dejando atrás su característico egoísmo y megalomanía para avanzar hacia un intento por enmendar sus errores y mostrar una sorprendente madurez emocional. Al mismo tiempo, el ensamble de personajes secundarios ampliaban su arco dramático hacia un punto de inflexión en el cual sus demonios interiores amenazaban con derrumbar un precario equilibrio personal: Princess Carolyn haciendo malabares entre su recién estrenada maternidad y su extenuante vida profesional, Diane Nguyen volviendo a empezar en Chicago junto a su nuevo novio, Mr. Peanutbutter sobrellevando el éxito de su vida profesional con los altibajos de una relación encaminada hacia una adúltera apertura de total sinceridad, y Todd Chavez iniciándose en los avatares de una relación íntima tan asexual como él mismo.

Al final de la primera mitad de temporada todo parecía indicar que la felicidad — una felicidad adulta alcanzada a través de la conquista de los errores propios —, se avecinaba a la vuelta de la esquina. Así parecía para todos los implicados en la elaborada trama excepto para un Bojack que, convertido en maestro universitario en la misma universidad que su media hermana Hollyhock, es asediado por una pareja de reporteros dispuestos a develar el más oscuro de todos sus secretos y, con ello, tirar por la borda sus aspiraciones por mantenerse sobrio; un peligro que, para muchos, se antojaba como la antesala del suicidio, como portazo final para un serie que esconde por debajo de la colorida comedia un oscuro drama de tintes existencialistas.

¿Bojack muere? Sin ánimos de hacer spoiler puedo afirmar que la respuesta a esta pregunta deja satisfecho al más acérrimo de los fans.

El 31 de enero del presente año se estrenó la segunda mitad de la sexta y última temporada y en ella quedó plasmada la capacidad de la serie para reflejar los elementos más oscuros de la experiencia humana y nuestra capacidad para superarlos. Los episodios finales (en especial los últimos dos) dan fe de una gran ambición por parte de sus creadores, para dar una conclusión a la serie tan real como humana. El cierre es uno de los mejores en la historia de la televisión, al mostrar que el crecimiento personal implica una visión adulta de cuidado personal, compasión y amor maduro. A esto se suma la profundidad de un discurso que escapa al cliché o al sermón sentimentaloide, para dar un adiós que resulta tan entrañable como honesto. Así, entre risas y suspiros, pasamos la última página de una serie animada con dibujos que parecen sacados de un libro infantil y que, al mismo tiempo, esconde una de las narrativas más profundas y mejor logradas de los últimos años.

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