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José Manuel María Márquez De León, un héroe ante el olvido de las autoridades

 

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja Califonira Sur (BCS).Baja California Sur ha sido tradicionalmente una parte del territorio nacional que, se ha distinguido por contar con los hijos e hijas más amantes de su patria, que a pesar del olvido tan tradicional y reiterado en que se nos ha tenido por parte del Gobierno de nuestro país, los sudcalifornianos siempre nos hemos mostrado fieles a nuestra mexicanidad y a las instituciones de la República Mexicana.

Un ejemplo del valor de los hijos de la primera California, fue el héroe José Manuel María Márquez de León, el cual, durante toda su vida se destacó por enarbolar las causas republicanas y la defensa de la soberanía de su Estado y su país. Sin embargo, pese a estar a unos cuantos días de conmemorar el CC Aniversario del natalicio de nuestro máximo héroe sudcaliforniano, las autoridades de gobierno no han sabido (o querido), promover este magno evento con actividades que demuestren la veneración y respeto que se supo ganar a pulso, nuestro gran General Márquez de León.

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José Manuel María Márquez de León, fue un destacado militar, político y pensador mexicano, nacido en el poblado de San Antonio, en lo que hoy es el Estado de Baja California Sur, un 5 de marzo de 1822. A la edad de 22 años inició su carrera militar como Segundo Comandante de la goleta Anáhuac. Al declararse la guerra entre México y Estados Unidos, combatió en varias ocasiones, logrando destacar en las batallas de Mazatlán, particularmente en la de Olas Altas, Puerto Viejo y Urías. Logró capturar la embarcación Natalia que procedía de Valparaíso y que venía cargada de enseres para los enemigos.

Mientras disfrutaba de un breve licenciamiento de la marina, se trasladó al pueblo de Todos Santos en donde realizó trabajos de cultivo en las huertas. En el año de 1853, el  filibustero estadounidense William Walker tomó el puerto de La Paz con la pretensión de crear en la península y en Sonora la República de las Dos Estrellas. Márquez de León, con el dinero que tenía, se dio a la tarea de sostener una de las compañías completas de la Guardia Nacional para enfrentar a los invasores, logrando que huyeran. En la Guerra de Reforma, Márquez de León, suministró armamento y útiles necesarios para la formación de un Batallón de Artillería con 226 plazas, y además, alistó los buques Suerte, Confianza y Perla, empuñando la espada como jefe de las tropas, y en un acto de destreza, tomó el puerto de San Blas que estaba defendido por ocho cañones y el barco Santiago, que poseía otros dos.

Fue diputado al Congreso Constituyente de 1857 y durante la intervención francesa luchó contra las tropas invasoras que avanzaban sobre la Sierra Madre Occidental. Márquez se replegó al norte, como Juárez, y resistió los embates cerca de la frontera con los Estados Unidos. Se integró a la línea de batalla, en el Ejército de Oriente en Puebla, donde trabó amistad con Porfirio Díaz. Llegó a participar en varias batallas como por ejemplo las de Mascota, Mesa de la Ramura y Segundo Cielo. También se le encomendó el asalto de Mazatlán por el lado del Astillero, la madrugada del 12 de noviembre de 1866. Más tarde tomó la plaza de Zamora y participó en el memorable sitio de Querétaro, donde el Gral. Mariano Escobedo logró apresar a Maximiliano. En 1871 fue Jefe de la División de Occidente y Comandante Militar de la región constituida por los Estados de Sinaloa, Sonora y Territorio de Baja California.

En el año de 1876, secundó el Plan de Tuxtepec, donde combatió al lado del Gral. Porfirio Díaz. Fue nombrado Encargado de la Aduana de San Blas, después Comandante General de la Mar del Sur y Comandante General de las Fuerzas Federales en Sinaloa.

Sin embargo, a sólo 3 años de la llegada de Díaz a la presidencia, empezaron a darse desencuentros entre Márquez y el dictador. En el californiano privaba el enfado por la falta de cumplimiento del Plan de Tuxtepec, el cual señalaba que la Baja California, tendría un estatuto orgánico que organizaría su vida política. La falta de respeto de Díaz ante sus compromisos exasperó al californiano, hasta el punto de que, poniéndose de acuerdo con varios militares y políticos en distintos lugares del país, planeó una revuelta para imponer los principios por los que se ha combatido históricamente el liberalismo mexicano. Además, el militar sudcaliforniano, presentó su renuncia al cargo de Comandante General del Mar del Sur que el propio Díaz le había conferido.

Inmediatamente se levantó en armas en el Territorio de la Baja California con el Plan Revolucionario de El Triunfo, el 5 de noviembre de 1879, como protesta por lo que él ya vislumbraba como una larga era dictatorial. Márquez de León, logró apoderarse del puerto de La Paz en diciembre de 1879, haciendo que el Jefe Político de ese entonces, Andrés L. Tapia, huyera con el resto del Gobierno Federal al puerto de Mazatlán. Márquez, nombra a su sobrino Clodomiro Cota como Jefe Político, quien mantiene el control del territorio hasta finales de enero de 1880. Ante el descubrimiento de la conspiración en Sinaloa, los apoyos del general Terrones, que esperaba a Márquez de la contracosta, nunca lograron llegar a territorio peninsular; además, el gobierno porfirista mandó que la tropa de la comandancia militar destacamentada en Sonora al mando del Gral. Guillermo Carbó, se trasladara a La Paz para someter la revolución marquista.

Ante las desventajas físicas y militares, el Gral. Márquez de León, opta por escapar hacia el norte de la península, tratando de encontrar mejores condiciones de dar pelea en la Frontera. De abril a mayo de 1880 cruza hacia los Estados Unidos, en mayo ingresa de nuevo a territorio nacional por Sonora, libra algunas batallas cerca del Río Colorado, Los Algodones y finalmente es frenado en Ures. Regresa a los Estados Unidos y vive desterrado en San Francisco, California, hasta que se le permitió su regreso a México en 1884. Muere de enfisema pulmonar en la Ciudad de México el 27 de julio de 1890. Su cuerpo permaneció sepultado desde esa fecha en el Panteón Dolores de la capital del país, hasta el año de 1985, que fueron trasladados sus restos a La Paz para ser depositados en la Rotonda de los Sudcalifornianos Ilustres.

Hoy, el recuerdo del general José Manuel María Márquez de León, a doscientos años de su natalicio y ciento treinta y dos de su fallecimiento, continúa librando batallas pero esta vez ante el OLVIDO Y LA INDOLENCIA de las autoridades de gobierno, las cuales deberían ser las primeras en enarbolarlo como un estandarte que defienda nuestra identidad y amor por Sudcalifornia. Sin embargo, al parecer a la comisión de cultura y  artes del Congreso del Estado y el poder Ejecutivo de B.C.S., no les interesa recordar, como se merece, a esta gran figura de nuestra historia sudcaliforniana.

Es incongruente y lamentable que, a otras figuras que no han aportado ni la centésima parte de lo que dio a su Estado y país, Manuel Márquez de León, se les reconozca con concursos de ensayo, semanas de festejos, pomposas publicaciones en medios electrónicos e impresos y demás actividades. Sin embargo, eso ya no debería de sorprendernos.

La figura egregia de José Manuel María Márquez de León sigue vigente, y mientras existamos sudcalifornianos que amemos nuestra historia y no nos cansemos de difundirla entre nuestros conciudadanos, no tocará el olvido su memoria. La gratitud es un valor, y ante personajes que dieron todo por sus hermanos sudcalifornianos, incluso arrostrar la muerte misma, siempre debemos agradecerles que con su ejemplo, nos den una luz para seguir luchando en tiempos complicados.

Bibliografía:

Amao Manríquez, J. (1985). En busca de Manuel Márquez de León. La Paz, Gobierno de Baja California Sur.

Reyes Silva, L. (1985). La vida y la obra de Manuel Márquez de León. Estudio monográfico. La Paz, Gobierno del Estado de Baja California Sur.

Reyes Silva, L. (2009). Tres hombres ilustres de Sudcalifornia. México Municipio de La Paz.

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Ildefonso Green Ceseña, en la entraña del liberalismo

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Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS).  Hablar de Ildefonso Green es remontarse a la esencia de los primeros colonos de la California; cabe señalar que los personajes que sostuvieron la independencia de estas tierras calisureñas, desde el fin del Virreinato hasta las luchas armadas del siglo XIX, fueron los descendientes de extranjeros que se avecindaron en nuestras tierras durante la época colonial, algunos de ellos unieron su vida con naturales y esto dio origen a un mestizaje que perdura hasta la actualidad. Green Ceseña era descendiente directo de un pescador de ballenas de nacionalidad inglesa —aunque algunas fuentes mencionan que era sueco—; el pescador se casó con una mujer de ascendencia española, quien se había establecido en la región austral de la California.

Ildefonso Cipriano Green Ceseña, nació el 23 de enero de 1830 en Cabo San Lucas. Sus padres fueron Esteban Rufino Green y María de Jesús Ceseña Ojeda. Realizó sus estudios primarios en San José del Cabo, y en 1844 emigró con su familia a la Alta California, cerca del puerto de San Francisco; en ese entonces, su madre había contraído segundas nupcias con Salvador Castro. En 1847, en plena guerra de invasión estadounidense, un amigo de la familia y oficial de la marina norteamericana invitó al joven Ildefonso a seguir estudiando y preparándose en la ciudad de Nueva York, invitación que fue aceptada de manera gustosa. En dicha ciudad estudió el College, donde aprendió a hablar y escribir de manera fluida el idioma inglés; en el año de 1849 retornó con su familia al recién fundado estado de California, el cual fue arrebatado al igual que la mitad del territorio de nuestro país en esta injusta lucha expansionista de los yankees.

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Durante su estancia en aquel país del norte, Green Ceseña pudo percatarse de las injusticias y humillaciones que sufrían los mexicanos por parte de los estadounidenses; sin embargo, también tuvo contacto con grupos de mexicanos que luchaban contra esos atropellos y abusos, como fue el caso del famoso Joaquín Murrieta, conocido también como “El Zorro” o “El Patrio”. Murrieta era un mexicano que tenía una gavilla de bandoleros que a través de la guerra de guerrillas mantenían viva la flama de la independencia,  y reclamaban la pertenencia de sus territorios a México. Estos ejemplos de lucha calaron hondamente la personalidad de Green Ceseña, por lo que siempre procuró seguir, en todos los actos de su vida, los ideales de justicia que le fueron sembrados.

Cuanto este sudcaliforniano ilustre tenía 20 años, su familia regresó a Cabo San Lucas, alternando su residencia entre este puerto y el rancho de Santa Gertrudis, en San José del Cabo; no obstante, los tiempos de paz no duraron mucho. En 1853, Ildefonso Green se enteró de la llegada del filibustero estadounidense William Walker, quien arribó a la ciudad de La Paz y proclamó el surgimiento de su famosa República de Baja California y Sonora, con esto, Walker buscaba separar de la República Mexicana a los Estados mencionados y colocarlos bajo la tutela de Estados Unidos. Ante este descarado ataque a la soberanía nacional, Green convocó a los rancheros del sur de la península, conformando un destacamento al que le puso el nombre de “Rifleros de Cabo San Lucas”, y así decidió atacar a las fuerzas anexionistas que habían llegado a dicho puerto a cargar agua. William Walker, enterado de que este grupo armado se dirigía hacia sus posiciones para hacerle frente, huyó de manera rápida para no enfrentarlo. Días después la fallida expedición filibustera, Walker fracasó y volvió con la “cola entre las patas” a su país. Green Ceseña fue reconocido por su valentía y recibió el grado de Capitán de la Guardia Nacional.

El insurgente sudcaliforniano enarboló los principios del Gobierno legítimo encabezado por Benito Juárez García, por ello, en 1858 reunió un ejército de 500 combatientes, al cual nombró nuevamente como “Rifleros de Cabo San Lucas”, con el objetivo de revelarse en contra de Diego Castillo, gobernador del Territorio, quien se había unido a la causa de Ignacio Comonfort, desconociendo la Constitución de 1857. Cuando Green Ceseña llegó a La Paz, el Gobernador ya se había embarcado rumbo a Sinaloa, dejando acéfala la gubernatura del territorio. De inmediato Ildefonso Green se reúne junto a otros combatientes para organizar la dirigencia del Estado, siendo electo Teodoro Riveroll para ocupar dicho cargo. Sin embargo, debido a la inestabilidad de este periodo y a las ambiciones personales de caciques que buscaban adueñarse de la gubernatura, Green Ceseña entró de nuevo a la contienda armada para deponer y sustituir a los gobernadores que perdían rápidamente el rumbo republicano. Tal fue el caso del mismo Riveroll, Manuel Clemente Rojo, Gerónimo Amador y Pedro Magaña y Navarrete. Era tan conocidas las habilidades guerreras de Cipriano Green que durante la intervención francesa ningún contingente de la contracosta se atrevió a venir a Baja California con el fin de disputar el territorio para el ejército francés, por lo que nuestra tierra quedó fiel a los principios de la república que lideraba el presidente Juárez.

Asimismo, se cuenta que en 1874, durante el Gobierno que encabezaba Sebastián Lerdo de Tejada, siendo jefe político del Territorio de la Baja California el general Bibiano Dávalos, hubo un pronunciamiento en San José del Cabo  encabezado por el sinaloense Ramón Valdez, para deponer a Dávalos, el cual fue secundado en el poblado de Santiago. Green se encontraba en un lugar de la costa llamado El Pulpo, al frente de su negocio de buceo, y hasta este sitio fueron a darle noticias de los sucesos, informándole que los sediciosos —alrededor de 40 o 50 personas— estaban cometiendo atropellos y extorsionando al comercio; él se trasladó rápidamente a Cabo San Lucas y con cinco hombres sorprendió y derrotó la fuerza de Valdez. El sinaloense murió en el combate que sostuvo con Green, quien lo venció por tener la ventaja de ser un gran tirador; con esto quedó sofocada la intentona promovida por Valdez, que no tenía más móvil que el robo.

En 1879, Green Ceseña se unió al Plan Revolucionario de El Triunfo para luchar al lado de Manuel Márquez de León, Clodomiro Cota y otros valientes sudcalifornianos en contra de la dictadura de Porfirio Díaz, no obstante, al ser derrotados, Green tuvo que huir a la parte Norte de la Baja California. A principios de 1900 regresó a Cabo San Lucas, y en 1913, tras el asesinato del presidente Francisco I. Madero y el vicepresidente José María Pino Suárez, volvió a las armas para defender al Gobierno legítimo producto de la Revolución. A sus 83 años se colocó al lado del constitucionalismo bajo las órdenes de Félix Ortega y Urbano Angulo. Al triunfar la lucha armada y deponer al traidor Victoriano Huerta, Ildefonso Ciprinao Green recibió el grado de Mayor en el ejército, por parte del Gobierno encabezado por Venustiano Carranza.

Ildefonso Green estuvo casado con Dominga Castro Acevedo, Carolina Álvarez Araiza, Rosa Avilés y  Rita Amador Araiza, de las cuales enviudó; con ellas procreó los siguientes hijos: Jose Tiburcio Green Avilés, Gustavo Green Amador, Manuel Miguel Green Amador, Ramon Fidel Green, Josefina Green Álvarez, Carolina Green Álvarez, Rufino Green Álvarez, Agustín Green Álvarez, Jesús Green Álvarez, María Rita Green, Flora Green Álvarez, Otilio Green, Fidel Green Castro, Marina Livia Green Castro, Esteban Green Castro, Juana Green Castro, Victoria Green, Idelfonso Green Castro, Amelia Green Castro, Yrinea Green e Irene Green.

En sus últimos años, Ildefonso Cipriano siguió luchando incansablemente por la repartición de tierra a los rancheros que habitaban la parte Sur del territorio. Falleció en su rancho Santa Gertrudis el 27 de marzo de 1932 a los 102 años de edad, y a partir de 1986, sus restos descansan en la Rotonda de los Sudcalifornianos Ilustres. Ildefonso Green fue un hombre de su tiempo, un ser humano con raíces profundas en las bases del sistema republicano, pero también un adversario recalcitrante contra las injusticias. Amante de su tierra, la cual nunca olvidó, incluso viviendo 6 años en un país con mayores oportunidades y en una situación económica desahogada, nunca dejó escapar el terruño y el mar que había abrazado con su primer aliento en Cabo San Lucas. Una vida digna de ser contada y recordada por las nuevas generaciones de sudcalifornianos.

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Rosaura Zapata, la única mujer en la Rotonda de los Sudcalifornianos Ilustres

FOTOS: Facebook Rosaura Zapata Cano

Sexo + Psique

Por Yaroslabi Bañuelos 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Empecemos por el final. Rosaura Zapata Cano, la única mujer cuyos restos descansan en la Rotonda de los Sudcalifornianos Ilustres, murió el 25 de julio de 1963. En aquellos días, más de mil 500 kilómetros de montañas y mar separaban su cuerpo de la reseca tierra que albergó su infancia. Apenas ocho veranos antes, el 3 de julio de 1955, las mujeres mexicanas acudieron a las urnas y gozaron del derecho al voto por primera vez en la historia de este país, después de una ardorosa lucha que convirtió el sufragio femenino en una realidad.  No era una época fácil para las mujeres, pero, ¿cuándo lo ha sido?

La familia Zapata Cano vivió la misma trama que muchos hogares de la etapa prerrevolucionaria: un padre ausente, dificultades económicas y una madre que hizo milagros para no zozobrar en el hambre y el abandono. Por esta razón, a los 6 años, la pequeña María Rosaura partió a la Ciudad de México junto a su madre, Elena Cano, para así reencontrase con don Claudio Zapata, militar de profesión, quien hacía tres años había participado en la sublevación del general Manuel Márquez de León contra el régimen de Porfirio Díaz.

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Casa donde nació la maestra Rosaura Zapata

El libro Sudcalifornianos Ilustres de la Rotonda de Leonardo Reyes Silva, nos narra un detalle triste de este pasaje familiar; ya que cuenta que en aquellos años, cuando explotó el “Plan Revolucionario de El Triunfo”, el gobierno culpaba a Elena Cano de la actitud revolucionaria de su marido. Lamentablemente, no es raro que en la actualidad se siga responsabilizando a las mujeres de ciertas conductas por parte los hombres. Quizá la presión social fue el motivo principal, sumado a la serie de carencias que sufrían en La Paz, por el que la señora Elena y su hija se fueron a radicar a la Gran Ciudad, escapando de las penurias y reuniéndose con el capitán Claudio Zapata, que ya había sido indultado.

En el antiguo Distrito Federal,  la joven Rosaura estudió en la “Escuela Nacional para Profesores”, graduándose como maestra de educación primaria y convirtiéndose a través de los años en una pionera en la creación y consolidación de los primeros jardines de niños en México. En 1902 obtuvo una beca de capacitación pedagógica en San Francisco y Nueva York. En 1904, apoyada por Justo Sierra, viajó a Alemania, Francia, Bélgica, Suiza e Inglaterra para estudiar los sistemas de educación preescolar creados por Johann Heinrich Pestalozzi y Friedrich Fröbel. Cuando regresó a México, la maestra continuó con la promoción educativa e instaló un gran número de jardines de niños a lo largo del país, asimismo, aplicó en la enseñanza la metodología pedagógica que había aprendido en Europa.

Además de ser educadora y autora de diversos libros sobre educación preescolar, Zapata Cano fue Inspectora General de los jardines de niños de la Secretaría de Educación Pública (SEP). En 1952 fue distinguida con la “Medalla Ignacio Manuel Altamirano” por sus 50 años de servicio docente, y en 1954, año de su jubilación, se le concedió la “Medalla Belisario Domínguez” del Senado de la República, en reconocimiento a sus méritos en favor de la educación.

Cabe señalar que en el libro de Reyes Silva citado anteriormente, se indica que el gasto autorizado por el gobierno para los viajes de capacitación de Rosaura sólo fue de 400 pesos, mientras los consentidos del Porfiriato disfrutaban de paseos alrededor del mundo derrochando el erario público. También se dice que hubo un jefe que restringió los viáticos de la profesora, porque según él, ella tenía que consultárselo previamente.

Pionera entre la desigualdad

El hecho de que este funcionario desconocido haya relegado a la maestra no se refleja un comportamiento aislado ni fortuito, sino un fenómeno estructural en el ámbito social, académico y laboral que todavía se observa. Aunque hoy en día se ha avanzado en materia de equidad de género y derechos laborales a comparación de la situación que se vivía en el país hace algunas décadas, hay cifras que alarman y confirman que en México persiste la brecha salarial y la desigualdad entre hombres y mujeres. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en nuestro país el 60% de las mujeres trabajadoras carece de seguridad social y de protección a sus derechos laborales.

Datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) muestran que en La Paz, la tasa de participación económica por parte de la población masculina económicamente activa es de 74.1%, en cambio la participación femenina es sólo del 49.6 %. Por otro lado, la tasa de ocupación en el sector informal —aquellos trabajos que no cuentan con prestaciones ni seguridad social, como el ambulantaje— por parte de las mujeres representa el 22.3%, resultando más alta que la tasa que presentan los hombres, la cual es del 19.5%. Y en el caso de los sudcalifornianos que sufren de desempleo y tienen una edad entre 25 y 44 años, el 37.4% son hombres, pero un 50.3% de las personas desempleadas son mujeres. Es por ello que los logros y las luchas de mujeres profesionistas y trabajadoras adquieren una relevancia mayor ante estas condiciones sociales que hacen más duro el camino en la búsqueda de una mejor calidad de vida y el goce pleno de sus derechos.

La profesora Rosaura Zapata nació y creció en una época en la que las oportunidades de desarrollo intelectual, laboral y social para las mujeres, eran muy limitadas. Sin embargo, Rosaura logró desprenderse de las fauces de esta desértica península —casi isla— donde no existía más opción que pasar los días tejiendo el hastío o esperando noticias de ultramar; a principios del siglo XX, el destino habitual para las mujeres era únicamente ser la bonita mujer florero de un hombre acaudalado o la perfecta imagen de la “buena esposa” y la “buena madre”. Zapata Cano sorteó la soledad, las carencias y los desplantes machistas, pero sobresalió digna y luminosa en un mundo gobernado por la desigualdad.

No tuvo hijos y jamás se casó. Abrazar sus sueños y dedicarse con pasión a perseguir los propios ideales, construir un desarrollo profesional impecable y entregarse al quehacer comunitario fue un acto valiente, sobre todo al estar inmersa en una sociedad que desdeña a las mujeres “solas”, aquellas que eligen otra ruta de vida diferente a la maternidad y el matrimonio.

No obstante, ¿la maestra Zapata Cano es la única mujer ilustre que ha nacido en tierras sudcalifornianas? Baja California Sur alberga extraordinarias científicas, artistas, deportistas, profesoras, investigadoras, activistas y luchadoras sociales que, pese a las adversidades y a veces desde la invisibilidad, intentan construir una comunidad saludable, diversa y justa. Conviene reflexionar y reconocer a aquellas mujeres que tejen utopías y que crean con sus acciones un mundo menos hostil.

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Néstor Agúndez Martínez. Pido la palabra

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Este mes de febrero se conmemoran 94 años del nacimiento de uno de los hijos más renombrados de la media península, me refiero al profesor y poeta Néstor Agúndez Martínez, un todosanteño que supo poner en alto el lugar donde nació y con ello engrandecer a esta tierra sudcaliforniana; fue un hombre de ideales claros y decisiones persistentes, las cuales no temía expresar frente a quien se debiera. En su memoria, hoy pido la palabra para recordarlo.

El profesor Agúndez Martínez nació el día 27 de febrero de 1925 —aunque algunas versiones señalan el 27 de febrero de 1926 e incluso de 1932— no obstante, lo que sí es seguro es el lugar donde ocurrió su nacimiento, esto en el poblado sureño de Todos Santos, del cual fue incansable promotor y defensor. Sus padres fueron Benito Agúndez Manríquez y Margarita Martínez Sánchez. Realizó sus primeros estudios en la Escuela “Melitón Albáñez” No.7, la cual en ese entonces estaba albergada en lo que a la postre se convertiría en el recinto que fue su obra cumbre en las gestiones de su pueblo natal: el Centro Cultural Siglo XXI.

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Una vez culminada la educación secundaria, Néstor Agúndez procedió a inscribirse en la Escuela Regional Campesina ubicada en San Ignacio, de donde egresó para pasar a formar parte de la planta de docentes de la Escuela Primaria de Todos Santos. Es importante mencionar que una de sus grandes motivaciones para decidirse por la docencia fue la profesora Columba Salgado Pedrín, quien fue su maestra durante la educación básica, y a la que siempre mostró gran respeto y afecto. Algunas personas recuerdan la emoción que embargó a Néstor Agúndez al recibir la medalla “Rosaura Zapata Cano” que le otorgó el Gobierno del Estado, esto por sus 30 años de servicio educativo; en ese momento el poeta y docente renunció a la presea y la entregó a su profesora y amiga Columba Salgado como muestra de la gratitud que tenía por haberlo apoyado a definir su vocación como maestro.

Néstor Agúndez ayudó a construir la Escuela Secundaria de su pueblo natal, en la cual también formó parte de la planta de maestros fundadores; a la mencionada institución se le impuso el nombre de Educadores de Baja California. Motivado por desempeñar cada vez mejor su trabajo educativo, decidió inscribirse en la Escuela Normal Superior del Estado de Nayarit (1960) de donde egresó de la licenciatura en Lengua y Literatura española, obteniendo uno de los promedios más altos de su generación.

En la Escuela Secundaria ocupó el puesto de Subdirector, y también impartió las asignaturas de Lengua y Literatura española, Dibujo Técnico, Danza, Civismo, Geografía, Historia y Modelado. Asimismo, con los conocimientos adquiridos durante su formación superior y en los cursos y talleres de los cuales era entusiasta participante, formó el grupo de Teatro y Danza, y creó el taller de Artesanías y Pintura al óleo.

Dentro de sus actividades como incansable promotor cultural de Todos Santos, Néstor Agúndez logró a través de las gestiones con el general Francisco José Múgica Velázquez, en aquel entonces gobernador del Territorio, que se concretara la construcción de un teatro y cine para el disfrute de obras y demás eventos artísticos. Al mencionado edificio se le impuso el nombre de “General Manuel Márquez de León“, ya que nuestro poeta siempre insistió que el General liberal había nacido en Todos Santos,y por ello debía homenajearse su memoria como hijo pródigo y destacado del lugar.

Agúndez Martínez también ayudó a la recaudación de fondos para la construcción del hospital de la comunidad, el cual ya concluido llevó el nombre de “Dr. Pedro Cota Domínguez”. Promovió la fundación de la Casa del Estudiante de Todos Santos, esto como una opción para que los hijos de los habitantes de los ranchos y pequeñas comunidades cercanas pudieran contar con un sitio donde ser asistidos durante la semana de clases. El profesor Agúndez  se dedicó 20 años a la dirección de este internado sin tener paga alguna por los servicios que acuciosamente prestó.

Como ya hemos mencionado, Néstor Agúndez fue un narrador y poeta prolífico; se cuenta que escribió miles de versos, de los cuales sólo una pequeña parte ha sido impresa. Asimismo, una buena cantidad de personas de diferentes lugares de este estado, del país y del mundo, se pueden congratular de poseer documentos escritos y dedicados de puño y letra de Agúndez Martínez, quien con el gran desprendimiento y generosidad que lo caracterizó siempre, los regalaba sin el menor reparo. Entre sus obras publicadas destacan los libros: Voces del tiempo (1970), Huellas de nuestro tiempo (1977) y Sobre la piel del arroyo (1983), entre otras. La Orden Brasilera Dos Poetas da Literatura de Cordel le otorgó un reconocimiento por sus servicios prestados a la Clase Trovadoresca en 1983. También fue colaborador de las revistas La Cachora, Panorama y Pido la Palabra.

En su carrera como docente fue reconocido por el Gobierno de la República Mexicana a través de las medallas “Rafael Ramírez” e “Ignacio Manuel Altamirano” por 30 y 40 años de servicio docente respectivamente; sin embargo, su máximo orgullo fue presidir la dirección del reconocido Centro Cultural Siglo XXI por casi 30 años, al cual le dedicó sus afanes y desvelos, promoviendo espectáculos artísticos con personajes de la talla de Tania Libertad, Viola Trigo, Amparo Ochoa y muchos más, los cuales acudían por ser amigos personales de Néstor Agúndez y en todo caso, sus grandes admiradores.

Al interior de sus instalaciones, el Centro Cultural Siglo XXI exhibía una gran cantidad de fotografías históricas de Todos Santos, las cuales son únicas y de excepcional trascendencia. También reunió objetos pertenecientes a una de las mujeres insignes de este pueblo mágico, María Dionisia Villarino Espinoza, “La Coronela”, a la cual conoció personalmente y con la que cultivó una gran amistad. A este edificio, como un homenaje póstumo del pueblo y el Gobierno, se le impuso su nombre.

Nuestro gran personaje rindió tributo a la tierra el 26 de marzo del año de 2009, muchos fueron los que lo lloraron y su nombre aún se recuerda con respeto y nostalgia entre los cientos de ciudadanos que ayudó a forjar, así como por las decenas de bailarines, pintores, poetas y declamadores a los cuales enseñó esas bellas disciplinas con la pasión y entrega que demostraba en cada uno de sus actos.

Las obras quedan, los hombres se van, pero Néstor Agúndez Martínez aún sigue con nosotros; Baja California Sur le tiene una gran deuda que sólo podrá ser saldada cuando sus restos mortales descansen en el lugar que se merecen todos aquellos nombres y mujeres que han sido ejemplo para su pueblo, que han dejado con su vida una trayectoria a seguir, cuando ocupe su columna de honor en la Rotonda de los Sudcalifornianos Ilustres. Es por todo lo anterior que pido la palabra a nombre de nuestro gran poeta Néstor Agúndez Martínez, para que con su descanso en este hemiciclo de Sudcalifornianos Ilustres, rindamos un justo homenaje a su memoria y a su legado. El Gobierno… ¿tiene la respuesta?

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A más de 100 años del nacimiento de Jesús Castro Agúndez. ‘El Canto del Caudel’

FOTOS: Internet

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

La Paz, Baja California Sur (BCS). Recordar la vida y la obra de los seres humanos que han dejado una profunda huella en nuestra sudcalifornia, es —además de un acto de justo reconocimiento— un homenaje a la calidad humana y al gran empeño que entregaron cada día de su vida para que Baja California Sur progresara y fuera un mejor lugar para vivir. Este es el caso de un hombre infatigable, educador connotado, deportista sobresaliente, político honorable y una de esas personas que te tocan el alma con su plática y ejemplo, me refiero al señor Jesús Castro Agúndez.

Castro Agúndez nació el 17 de enero de 1906 en el pueblo El Rosarito al sur de la Baja California, cuando el estado aún era un Distrito. Sus padres fueron el señor Valentín Castro Araiza y la señora Guadalupe Agúndez Avilés. Concluyó la educación primaria el 30 de junio de 1919, al año siguiente, fue seleccionado como parte del contingente de estudiantes que el gobernador Agustín Arriola Martínez envió a la Ciudad de México para dar cumplimiento a su principal ofrecimiento durante la campaña para ser electo como jefe político del Territorio: formar en las principales ramas de la ciencia a jóvenes sudcalifornianos con el propósito de que al volver a su tierra aplicaran sus conocimientos procurando el bienestar común.

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El profesor Castro Agúndez se inscribió en la Escuela Normal para Maestros en donde destacó—además de los estudios profesionales— en el atletismo, obteniendo primeros lugares en justas deportivas de lanzamiento de bala, jabalina, disco, asimismo, en las carreras de 400 y 800 metros; en 1926 concluyó la carrera de profesor de Educación Primaria. En el año de 1928 regresa esta ciudad de La Paz a trabajar como docente, y en 1930 es ascendido como inspector de la Cuarta Zona Escolar de primarias con cabecera en San José del Cabo.

Después,  Castro Agúndez permaneció por 3 años cumpliendo con gran diligencia y laboriosidad sus funciones, hasta que lo envían a la supervisión escolar en Todos Santos; un año después recibió su cambio al poblado de San Ignacio a realizar las mismas funciones laborales. Su vida personal da un giro en el año de 1932, ya que contrae matrimonio con la señorita Concepción Carrillo Chacón. Debido a sus grandes dotes como docente y liderazgo entre los pobladores de aquellas regiones de Mulegé, es nombrado Director de la Escuela Normal Regional Campesina de San Ignacio en el año de 1936.

Durante su incursión en el normalismo, Jesús Castro Agúndez fue Director de dos escuelas normales en el país y en 1943 fue nombrado por la Secretaría de Educación Pública (SEP) como Subjefe del Departamento de Internados de Enseñanza Primaria, posteriormente se le nombra Director Federal de Educación en el estado de Sinaloa, y en 1946, Director Federal de Educación en el Territorio de Baja California. Es en ese mismo año que decide formar los primeros internados de enseñanza primaria en Baja California Sur gracias a los cuales miles de niños han podido cursar su educación elemental sin mayores tropiezos y convertirse en ciudadanos útiles a su estado y a su país.

En el año de 1961 fue nombrado Supervisor General de Enseñanza Primaria en el país y también representante de la SEP ante la comisión del Río Balsas en el Sureste Mexicano; finalmente, en el año de 1965 funda el Patronato del Estudiante Sudcaliforniano y obtiene su jubilación después de haber prestado sus servicios ininterrumpidos durante 39 años al sistema educativo nacional.

En 1970 el profesor Castro Agúndez es invitado a formar parte del gabinete de Hugo Cervantes del Río como Director General de Acción Cívica Social y Cultural; al llegar a la gubernatura, Félix Agramont Cota lo designa como Cronista del Gobierno del Territorio de Baja California Sur. En 1974 fue electo como diputado del Congreso Constituyente del naciente estado de Baja California Sur, y un año después fue electo Senador por este Estado.

En los últimos años de vida, Jesús Castro Agúndez combinó su presencia en los actos cívicos sociales y culturales con la lectura y frecuentes viajes. Asimismo, escribió trece libros: Patria chica, Más allá del Bermejo, Medio Siglo de la Casa del Estudiante Sudcaliforniano en México, El Canto del Caudel, El Estado de Baja California Sur, Viajando por el Golfo de California, Resumen histórico de Baja California Sur, Mensaje a la juventud, Un viaje inolvidable, Ando en mis meras andadas y Autobiografía. El profesor falleció el 26 de Marzo de 1984 en La Paz, dos años después sus restos son reinhumados en la Rotonda de los Sudcalifornianos Ilustres.

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