Las guerras entre los grupos étnicos originales de la California

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Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). La península de Baja California es hermosa en paisajes tanto al interior como en sus costas. Sus sierras y llanos contrastan con el maravilloso blanco-azul de sus playas y mares, lo cual lo hace un lugar idóneo para habitarse desde hace miles de años. Sin embargo esta belleza que se aprecia aún hoy en día no bastaba para mantener en paz a sus habitantes sino que de forma frecuente se trababan guerras entre ellos con no pocas víctimas.

Al interior de las bandas o rancherías de pericúes, guaycuras y cochimíes se establecía un equilibrio más o menos permanente debido a la consanguinidad de los integrantes. Por lo general el grupo consistía en los ancianos que eran los ascendientes vivos más antiguos de este grupo y los demás hombres y mujeres eran sus hijos y nietos. También a estos grupos se sumaban hombres y mujeres de otras bandas que se unían a través de ceremonia de casamiento  o con una simple manifestación de intención de estar juntos. Lo anterior favorecía por un lado la renovación genética a efecto de evitar la concepción consanguínea, y por otro lado permitía el establecimiento de alianzas entre estos grupos lo que garantizaba el acceso a fuentes de alimento, agua y territorios que de otra forma estarían vedados.

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En ocasiones, las diferencias entre las bandas o rancherías se originaba por parcialidades y rencores de unas contra otras, como menciona Miguel del Barco. El origen de ellos eran, por poner algunos ejemplos, las relaciones sexuales no consentidas entre integrantes de diferente grupo, el penetrar en territorios y convertirse en competidores serios de los escasos recursos de alimento y bebida que había en ellos. Los jesuitas comentan en sus escritos que a veces estos conflictos eran por situaciones tan pueriles como negarse el saludo o tomar momentáneamente un objeto que pertenecía a otra persona. Una vez que se iniciaba el agravio las situaciones iban subiendo de tono ya que uno de ellos le infería alguna hostilidad o daño al contrincante y así sucesivamente. Al final, cuando alguno de los pendencieros consideraba que se le había infringido demasiado daño o que él estaba en desventaja para ofender al rival entonces procedía a llamar en su socorro las rancherías amigas, para dar todas juntas sobre las contrarias.

Los californios, sabedores de las graves consecuencias que podría acarrearle para su salud el hecho de ser herido en estos combates (rozones, heridas graves, luxaciones, fracturas, etc.) procuraba rehuir el enfrentamiento físico lo más posible. Simplemente hay que imaginarnos que en aquellos años, los diferentes grupos étnicos originales requerían de tener todos sus miembros y sentidos corporales en buen estado para arrancar al desierto el alimento y bebida necesaria, ya sea en el mar, la sierra o la llanura, y el hecho de tener alguna lesión los exponía a dejar de conseguir alimento mientras se curaban, o en el peor de los casos, a sufrir de una infección que desencadenara una gangrena o septicemia. Es por lo anterior que cuando los grupos habían decidido enfrentarse con otro, se encargaban de publicar a los cuatro vientos, de forma estruendosa, que estaban haciendo acopio de flechas, arcos, pedernales y demás herramientas, para hacer la guerra, y cerciorarse que la banda enemiga lo supiera. En muchas ocasiones este tipo de estrategia daba el efecto deseado y la banda menos fuerte ponía pies en polvorosa, huyendo.

Cuando se realizaba el combate entre estos grupos, el hombre más hábil para el manejo de las armas o conocedor del terreno donde pelearía y de técnicas de guerra, era el que tomaba el liderazgo (que sólo duraba durante este periodo de guerra). Los hombres, de cada bando, se organizaban en pelotones, los cuales se dirigían al terreno seleccionado para pelear entre grande algazara y gritería con el fin de intimidar a sus oponentes. Después de unos minutos en que ninguno de los bandos demostraba miedo o deseos de retirarse, venía la confrontación armada: por turnos, los pelotones delanteros iniciaban la lucha cuerpo a cuerpo o lanzándose flechas y otros objetos, y cuando este grupo se cansaba, se le acababan las flechas o simplemente se retiraban, el pelotón siguiente pasaba al frente a enfrentar al grupo oponente.

Según el jesuita Miguel del Barco, nos comenta en sus crónicas que las armas que utilizaban estos grupos para la guerra eran: el arco y la flecha, que dicho sea de paso, la mayoría de ellos eran expertos y podían acertar a objetos a distancias grandísimas, también utilizaban largos palos, como lanzas, a los cuales les endurecían la punta al ponerlas al fuego. Los cochimíes que vivían en las inmediaciones de la Misión de San Borja, y más al norte, también utilizaban una especie de picadera de cantero; por un extremo con pico y por otro la boca o hachuela de corte. También estos mismos grupos utilizaban una garrucha de pozo, de un palmo de diámetro, con su canalita en medio, y con su cabo, de palmo y medio de largo.

Durante estas guerras había muertos y heridos por ambos bandos, y si tomamos en cuenta que estos enfrentamientos eran constantes, podemos decir que constituían un mecanismo de selección natural en donde los fuertes, diestros y más hábiles sobrevivían. En conclusión, el sacerdote Miguel del Barco, el cual residió durante casi 32 años en la Misión de San Francisco Javier de Vigge-Biaundó, comenta que en estas batallas vencía, no quien tenía más destreza o más pujanza y valor, sino quien se mantenía más firme contra el miedo propio, o acertaba a infundirle al enemigo. Así crecían, y se hacían generales los rencores, las parcialidades y las guerras, al paso de unos y otros se disminuían con recíprocas muertes. Como bien comentamos al principio, la presión emocional y psicológica sobre el enemigo era el factor determinante para el triunfo de estos enfrentamientos, tal como lo es ahora.

 

Bibliografía

Historia General de Baja California Sur. I. La economía regional. Dení Trejo Barajas (Coordinación general). Edith González Cruz (Editora del volumen).

 

 

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Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

Profesor de Educación Primaria, Licenciado en Educación Especial y Maestro en Ciencias de la Educación. Labora en la Secretaría de Educación Pública y comparte su tiempo con su pasión por la historia de la California del Sur. Administra el grupo de Facebook “Conociendo Baja California Sur”. Nació el 22 de septiembre de 1969 en Puerto Vallarta, Jalisco, pero radica en Sudcalifornia desde hace 44 años. Actualmente, es Director de la Unidad de Servicios de Apoyo a la Educación Regular No. 17 y Maestro de Comunicación del Centro de Atención Múltiple “Gilberto Vega Martínez” en La Paz. Escribió la antología (Ebook) “Piratas, Corsarios y Filibusteros en la Antigua California”. Mención Honorífica en el VII Premio Estatal de Periodismo “Jesús Chávez Jiménez”, en Entrevista, por su trabajo “Graciela Tiburcio Pintos, la leyenda de la biología de las tortugas”. 

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