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Celebración del Día del Ingeniero en México

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Explicaciones Constructivas

Por Noé Peralta Delgado

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Imaginarse un extenso territorio nacional sin vías de comunicación, es como dejar a la suerte del olvido terrenos que sean poco habitables o deshabitados. La República Mexicana, con sus cerca de 2 millones de kilómetros cuadrados y que ocupa el puesto décimo tercero más grande del mundo y el tercero más grande de América Latina, por detrás de Brasil y Argentina, fue un país que, aún a principios del siglo pasado, tenía vastas regiones incomunicadas, sobre todo al noroeste (península de Baja California) y el sureste (península de Yucatán).

Aún se recuerda que en la etapa del Porfiriato, y dentro de lo poco rescatable de Don Porfirio Díaz, fue la introducción masiva de los ferrocarriles, que realmente tenía la finalidad de poder sacar toda la producción de enormes tierras propiedad de latifundistas y sobre todo de empresas mineras extranjeras. Desde aquel entonces, la labor de los ingenieros en México era muy importante, ya que el hacer los trazos de las vías del tren, teniendo en cuenta todos los accidentes topográficos de la geografía nacional, era un enorme reto, incluso el proyectar un túnel o un puente por donde fuera inaccesible los traslados de material.

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En lo particular, recuerdo muy bien la ya clásica película mexicana Viento Negro (estrenada en 1964), que protagonizó el gran actor David Reynoso, José Elías Moreno, Enrique Lizalde y Fernando Luján; estos dos últimos jóvenes actores en aquel tiempo, y que daban vida a los personajes de dos ingenieros recién egresados de la Universidad con todas sus energías y ganas de ejercer la profesión. Ambientada en el desierto de Altar, estado de Sonora, y con un final trágico en la película, la intención del gobierno federal era unir por tren a Mexicali y la península de Baja California con el centro del territorio nacional, se dice que estuvo basada en hechos reales y que gracias a la construcción de esta importante obra, se evitó que los vecinos del norte se apropiaran del territorio.

Pero volviendo al tema, la ingeniería civil es una ciencia, o disciplina, que se encarga de estudiar, utilizar y aplicar técnicas para solucionar problemas del ser humano con su entorno, dicho de otra manera, el ingeniero civil hace que la vida del ser humano en el planeta sea más adaptable y menos complicada, con la construcción de estructuras para la vida cotidiana.

México ha aportado grandes ingenieros a la humanidad, que lograron hacer trabajos que hicieron que la vida de nosotros cambiara armónicamente; un ejemplo de la época porfiriana lo tenemos con al gran ingeniero sudcaliforniano Modesto C. Rolland, que estudió en la Escuela Nacional de Ingenieros en 1903, y se interesó por las investigaciones del concreto armado, que en esos tiempos estaba poco extendido su uso en México. Dentro de sus obras se encuentran la construcción del estadio Heriberto Jara en la ciudad de Jalapa y la monumental Plaza de Toros México, su obra cumbre.

Pero, ¿cómo celebrar, o cómo rendir tributo, a todos los ingenieros civiles que han logrado aportar sus talentos, conocimientos y capacidad para lograr desarrollo en el país? Pues en México, en el año de 1974, cuando el ingeniero veracruzano Eugenio Méndez Docurro era el Secretario de Comunicaciones y Transportes del país, a este se le ocurrió festejar y conmemorar un día al año la gran labor de los ingenieros, y propuso que el día 1 de julio de cada año se celebrara. La razón del día, es que precisamente en esa fecha, pero de 1776, se emitió en la Nueva España la cédula de creación de la Escuela de Minería, con sus primeros planes de estudios, naciendo así las primeras escuelas de ingeniería en el continente americano.

Según estudios, fue hasta 1886 cuando comienza de manera formal a formarse la primera asociación de ingenieros civiles en México; la ingeniería civil es considerada como la madre de todas las ingenierías, ya que fue la primera que se separó de la ingeniería militar, y tuvo un enfoque más ciudadano o civil, y que por fin pudo ser ejercida por personas no militares.

Y hablando de ingenieros civiles mexicanos, no podríamos dejar de mencionar, al gran Heberto Castillo, que aparte de dejar grandes aportes a la ingeniería estructural mundial, fue un destacado activista a favor de un México más justo y menos corrupto. Sus inventos sobre la tridilosa (losas estructurales con más uso de acero en lugar de concreto), fueron una gran aportación en la economía de la construcción de puentes, principalmente, y que en su tiempo el gobierno de la República Mexicana no valoró, por sus ideas activistas.

Para concluir, dedicamos este espacio a tres ingenieros civiles mundiales que marcaron un paradigma en la construcción: el francés Gustave Eiffel (1832-1923), pionero en la construcción de trenes, utilizando sus conocimientos de cálculo estructural metálico; el checo Karl Von Terzaghi (1883-1963), padre de la mecánica de suelos, que es una rama tan importante como la de estudiar la resistencia del suelo al momento de soportar una estructura; y el ingeniero irlandés Robert Manning (1816-1897), que realizó importantes aportaciones a la ingeniería hidráulica, con el estudio de canales e hidrología, muy famosa la fórmula de Manning, para la resolución de problemas hidráulicos.

Escribanos a…noeperalta1972@gmail.com

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AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




¡Qué viva Zapata!

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Agenda Comunitaria

Por Frank Aguirre

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). El pasado 10 de abril se cumplió un siglo del asesinato del Caudillo del Sur, mejor conocido como Emiliano Zapata Salazar, quien fuera campesino, labrador, arriero, prófugo, rebelde y uno de los líderes militares más importantes de La Revolución Mexicana. Hace 100 años, en Chinameca, Morelos, Zapata fue traicionado, emboscado, engañado y asesinado arriba de su afamado caballo “el As de Oro. A sus 9 años —dice la historia— sufrió una experiencia que lo marcaría para el resto de su vida; un recuerdo de la infancia que sirvió de aliciente para el alma rebelde que se forjó y que alimentó la búsqueda de la abolición del arrebato de tierras. Tomo de otro autor el siguiente texto:

El dueño de la hacienda  vecina de Cuahixtla se hizo de las tierras de Anenecuilco a la fuerza y de forma violenta. Algunos campesinos, los dueños, ofrecieron resistencia, pero la fuerza a la que se enfrentaron era superior, por lo que tuvieron que huir. Su padre, angustiado debido al despojo de sus tierras, entre el llanto le comentó al pequeño Emiliano que nada se podía hacer. “¿No se puede?”, contestó el niño Emiliano. “Cuando yo sea grande, haré que se las devuelvan”. El futuro Caudillo del Sur quedó consternado luego de que su progenitor declarara que no peleaban contra los abusivos porque eran poderosos. Se prometió a sí mismo que de grande se encargaría de que les devolviesen lo que es de ellos.

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El Emiliano de carne y hueso estudió hasta sexto de primaria e inició la vida política desde joven. A sus 23 años se hizo líder campesino de Cuautla, donde comenzó a defender la tierra de los contra los hacendados. Tuvo nueve esposas, 16 hijos de distintos “amoríos”, y a finales de 1910 se metió en graves problemas al tomar por la fuerza ciertas tierras que habían sido robadas a los pobladores, haciéndose acreedor del nombre de “forajido”, gracias al gobierno de ese entonces. Ese mismo año se unió a Francisco I. Madero para derrocar a Porfirio Díaz, sin quitar de la vista sus objetivos principales: una revolución de tierras laborables que favoreciese a los más pobres.

Tierra y Libertad era una de las máximas de Zapata —aunque el crédito de la frase es de Ricardo Flores Magón— y sus seguidores, que al verse traicionados por el olvido de Madero se levantaron en armas contra éste, y contra quienes les traicionaron: Victoriano Huerta, Venustiano Carranza y Álvaro Obregón. La congruencia en la búsqueda de lograr sus objetivos fue lo que lo convirtió en un icono inolvidable de La Revolución Mexicana, recordado hasta la fecha como fuente de inspiración para el legado de la lucha campesina mexicana contemporánea.

El zapatismo ha tenido en México varias etapas. Anteriormente describí sus primeras dos; durante El Porfiriato, en el gobierno de Francisco León de la Barra, así como la que sucedió en el breve periodo de Francisco I. Madero. Ambas etapas con procesos de lucha con una amorfa tendencia socialista, pues la búsqueda de justicia social del movimiento liderado por Emiliano Zapata, representaba las aspiraciones del campesino mísero y despojado de aquellos tiempos. Asimismo, no podemos dejar de lado en esta conclusión,que la recuperación de las tierras, el otorgar derechos agrarios, así como garantizar los derechos laborales, son características de todo progresismo revolucionario que busca fortalecer a las comunidades, en pocas palabras, son características de un movimiento libertador de izquierda.

Figuras políticas posteriores al asesinato de Zapata y al inicio de la “revolución Institucional”, retomaron la otra revolución, la de los campesinos tras el Plan de Ayala, como es el caso de Felipe Carrillo Puerto en Yucatán, quien colaboró con el zapatista Manuel Palafox, secretario en el Cuartel General de Zapata, y posteriormente Ministro de Agricultura. Carrillo Puerto creó un gobierno abiertamente socialista (1922-1923), el cual luchó contra la explotación en la industria henequenera. De la misma manera, durante el sexenio de Lázaro Cárdenas se llevó a cabo la distribución de tierras a miles de campesinos; cabe mencionar que no se hubiera entendido la necesidad de una Reforma Agraria de no haberse dado la lucha del Ejército Libertador del Sur.

En tiempos contemporáneos —de 1994 a la fecha—,  habitantes de los pueblos originarios del Sur del país, más precisamente de Chiapas, tomaron las armas y salieron a la luz pública por primera vez como el llamado Ejército Zapatista de Liberación Nacional, retomando así del mismo Emiliano Zapata la lucha de los explotados, de los olvidados, de los ninguneados. Los años y los siglos pasan, pero el mito, sus planes e ideales seguirán vigentes hasta que no deje de existir la desigualdad en el campo. Pues siempre habrá un niño que sufra las consecuencias del despojo y el abandono rural,  siempre habrá un niño al que su sufrimiento lo inspire y lo active para luchar por sus hermanos campesinos.

¡Zapata vive!

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