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Misterios y leyendas de La Perla de La Paz

Fotos: Monumento Histórico La Perla de La Paz (Facebook)

California Mítica

Por Gilberto Manuel Ortega Avilés

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). La Perla de La Paz, también conocida como Casa Ruffo, fue una importante casa de comercio fundada en 1860 en la localidad mexicana de La Paz, Baja California Sur. Catalogada como Patrimonio Histórico en 1986 por el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México. En 2006 sufrió un incendio que destruyó la mayor parte del edificio y en la actualidad solo permanece en pie la fachada.

La Perla de La Paz fue fundada en el año de 1860 por Antonio J. Ruffo Santa Cruz. El edificio inició llamándose Don Antonio Ruffo, tiempo después fue cambiado a Ruffo Hermanos para terminar llamándose La Perla de La Paz, en honor a la famosa perla encontrada en las aguas de la Bahía de La Paz, que, según una leyenda local, fue usada posteriormente en la corona de la Reina de Inglaterra.

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El edificio se destinaba al comercio de todo tipo de bienes: abarrotes, ropa, calzado, ferretería y panadería,​ y también a la importación de productos europeos, perlas y conchas finas.

Cuenta la leyenda que la perla de origen sudcaliforniano que –de acuerdo a otra leyenda sin confirmar– lleva la reina de Inglaterra en su corona, fue comprada en primer lugar por el señor Ruffo a un pescador de perlas; con la ganancia de la venta de esa perla a la soberana, el comerciante fundó su negocio y por eso le puso en su nombre La Perla de La Paz.

Antiguos trabajadores afirman que los famosos túneles ocultos debajo de la ciudad, también interconectan La Perla de La Paz; aunque muchas personas afirman ser testigos de esto, hasta la fecha no hay evidencia alguna.

Se dice que, además de tienda, en sus sótanos se llevaban a cabo otros eventos como fiestas de la alta sociedad; algunos aseguran que, incluso, estos espacios eran utilizados para apuestas ilegales.

Un hecho curioso y desconocido se llevó a cabo cuando el norteamericano Wesley E. Matheus pisó tierras sudcalifornianas para presentar un novedoso descubrimiento que revolucionaría – aseguraba él mismo–   el mundo del transporte.

Wesley E. Matheus, de 53 años de edad, nacido en Estados Unidos, en la ciudad de Cisco Texas; realizó sus estudios de 3 años en la escuela normal de Ida Oklahoma, en la que se graduó como ingeniero mecánico, donde estudió con especial atención la química. Tras 2 años estudiando y buscando la fórmula para producir un combustible mucho más barato, aseguraba haberla encontrado. Pretendió vender la fórmula en los Estados Unidos, siendo que la Internacional Carbin People Co. ofreció 25,000 dólares por su invención.

Para presentar su producto, realizaba una vistosa presentación privada ante selectos personajes, durante la cual, en un pequeño frasco de vidrio, de esos que sirven de envase para mermeladas, llevó un líquido incoloro con un ligero olor a álcali. Le paso corriente eléctrica por espacio de 12 minutos tomando un color amarillo anaranjado. Vertió sobre ese líquido, en dos partidas con un intervalo de 5 minutos, aproximadamente 50 centímetros cúbicos de éter. Estuvo moviendo esa mezcla por unos instantes y en seguida tomó una pequeña cantidad en un vaso chico y le acercó un fósforo encendido. Levantó una llama y estuvo ardiendo cerca de 10 minutos sin consumir el líquido, después con un trapo apagó la llama; al introducir un dedo en el líquido, se sentía un frio notable en el contenido del frasco.

Aseguraba que, con un costo de 77.20 dólares, podía producir 300 mil galones, lo que quiere decir que cada galón cuesta 10 centavos de dólar, cuando al momento la gasolina tenía un costo de  .23 dólares. Para demostrarlo, presentaba dos planos: uno del aparato y el otro del gabinete de refinación.

Aseguraba también que ya había realizado un viaje de 666 millas en un motor nuevo con 23 galones de su combustible, sin carbón, es decir, realizó este recorrido por un costo total de 2.3 dólares.

La llegada a Baja California Sur del señor Matheus se cuenta como una curiosa historia. Wesley Matheus y su tío, en 1944, se introdujeron sin papeles a México porque venían de vacaciones a Ensenada, ahí se embriagaron y, sin afán de romper la ley se introdujeron hasta el Arco donde se les tronaron las llantas; ahí se quedó su tío, pero él se fue a Santa Rosalía a buscar llantas. Por el estado en que se encontraba, borracho hasta las trancas, se complicó su estado legal en el país.

En la cárcel recibieron el ofrecimiento de La Perla de La Paz para presentar su invento en presencia del Gobernador del Estado; a pesar de que tenían problemas para comunicarse con las autoridades por no hablar español, todo indica que esta presentación si se llevó a cabo, a todo lujo y utilizando motores nuevos; como prueba están los planos y documentos resguardados en el Archivo Histórico Pablo L. Martínez.

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El infierno que destruyó La Perla más querida de La Paz

FOTO: Internet

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). El día jueves 12 de octubre del año 2006 será una fecha que quedará grabada para la posteridad en la mente de miles de paceños. Aquel día se desató uno de los incendios más voraces que haya ocurrido en la ciudad de La Paz y que acabó con la tienda de mayor prestigio del Noroeste de la República Mexicana, La Perla de La Paz.

De acuerdo a los reportes del Cuerpo de Bomberos del Municipio de La Paz, el incendió dio inicio a las 10:00 horas. Durante los días anteriores se habían realizado labores de mantenimiento del edificio y precisamente se había agendado, por parte de los herreros, el soldar diferentes materiales en el departamento de damas (algunas personas afirman que era en el sótano). Aparentemente —y eso suponen los peritos en siniestros de este tipo—, el incendio de la tienda inició con las chispas que saltaron por los efectos de la soldadura y que cayeron sobre la ropa y demás materiales que había cerca del lugar donde se trabajaba. En cuestión de segundos, y debido a que los artículos en exhibición eran de materiales sumamente inflamables, se desató un incendio que no pudo ser controlado por los trabajadores del negocio. Se hizo uso de los extintores, pero ya el fuego se había extendido y se volvió incontrolable.

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A la hora en que llegaron los bomberos y demás equipos de emergencia el fuego ya se había  propagado a la bodega del local y a las demás áreas de la tienda. El total de bomberos que acudieron al lugar fueron 80, además de que se solicitó la colaboración de la Marina Armada de México para hacer labores de evacuación de clientes y trabajadores de la tienda así como acordonar el sitio. Se utilizaron varias pipas extras llenas de agua las cuales fueron proporcionadas por el Sistema de Agua Potable y Alcantarillado de La Paz (SAPA), lo anterior debido a que las reservas de los carros cisterna del Cuerpo de Bomberos fueron insuficientes desde el principio.

FOTO: Internet

Las acciones de control de este gran incendio fueron coordinadas por el comandante del Cuerpo de Bomberos, Raúl Sánchez Castro. Afortunadamente y gracias a su experiencia y la preparación del equipo de bomberos ante este tipo de siniestros, sólo hubo cuatro personas intoxicadas por inhalar el mortal humo, dos de ellos eran tragahumos. Es importante resaltar que muchos ciudadanos apoyaron en labores de cargar las mangueras y dar ánimos a los equipos de profesionales que trabajaban por abatir las llamas. Finalmente el incendio pudo ser controlado hasta las 16:00 horas, y a las 18:00 horas se dio por concluido y se retiraron los equipos de rescate así como el operativo instalado.

Lamentablemente el terrible incendio abarcó el segundo piso del local, justo donde se encontraban los libros que daban cuenta de todo el movimiento de la tienda desde hacía más de 145 años. Todo se quemó. Es importante mencionar que esta prestigiada negociación vio la luz en el año de 1860 llamándose en un principio Don Antonio Ruffo para posteriormente, con el tiempo, cambiar su denominación a Casa Ruffo, Ruffo hermanos y finalmente a La Perla de La Paz, nombre con el que actualmente la reconocemos. Esta negociación inicialmente se dedicaba a la venta de abarrotería; se podían encontrar desde alimentos, equipo para pesca, construcción e incluso para minería. Con el paso del tiempo diversificó sus ventas y amplió los espacios de la tienda vendiendo pan, artículos de farmacia y ropa de importación. También era común encontrar en el lugar telas, vajillas, electrónicos, papelería, mercería y muchísimas cosas más.

Conforme transcurrieron los días, la empresa ordenó limpiar el sitio y evaluar los daños a la antigua estructura; el resultado fue sumamente triste: el 90% de la estructura resultó dañada gravemente y era un peligro que se dejara en pie, debía de demolerse. De inmediato se iniciaron estas acciones. Sin embargo, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) detuvo los trabajos argumentando —y con razón—, que el edificio estaba considerado como Edificio Histórico y que se tenía que revaluar la estructura para determinar si sería posible dejar alguna de sus partes principales sin demoler. Para ello se contrató una empresa perteneciente al conocidoprofesor José Javier Farah de Anda, el cual realizó los cálculos que determinaron que la fachada principal del edificio podía rescatarse construyendo una estructura de metal que soportara todo su peso y con ello lograr su conservación. Y así se hizo.

Actualmente, al pasar por la calle Carlos M. Esquerro desde la esquina de Agustín Arriola hasta llegar al callejón Ignacio Bañuelos Cabezud, se puede apreciar la fachada de lo que antes fuera el orgullo de nuestra ciudad y la joya más preciada de todo nuestro territorio. Ahora da mucha tristeza ver sus portones de madera semidestruidos por el fuego o los muros de ladrillo cubiertos de cantera y cemento, agrietados, deformes, con un color cadavérico. Fue mucho el daño que hizo el fuego. La mayoría de los paceños piensan que sería mejor demoler lo que ahí quedó ya que representa un peligro latente de derrumbe además de restringir la circulación peatonal por la acera del lado de lo que fuera la fastuosa Perla de La Paz.

La tienda sigue funcionando, fueron habilitados los edificios, también propiedad de la familia Ruffo, que se encontraban enfrente de la entrada principal de la antigua tienda. Ahí siguen ofreciendo, aunque de forma más limitada, ropa y accesorios de vestido.

La Paz sigue su curso, el tiempo no se detiene por nada ni por nadie, pero aquellos que caminamos por los pasillos de esta tienda desde que éramos unos niños y hasta que llegamos a la adultez, jamás olvidaremos los olores, las texturas, las caras de aquello que vimos y vivimos en lo que fue uno de los edificios más maravillosos y representativos de las riquezas de esta tierra y de la gente que la hizo grande con trabajo y dedicación.




‘La Perla de La Paz’, más que un negocio un símbolo de Baja California Sur

FOTOS: Archivo Histórico “Pablo L. Martínez”.

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS).  La Paz de antaño: donde no existían más ruidos que pudieran interrumpir la tranquilidad del puerto que el chirriar de las llantas de las carretas y el de la maquinaria de los molinos de viento que extraían agua para regar las huertas; nuestro antiguo puerto, que alguna vez dio la bienvenida a Hernán Cortés, Sebastián Vizcaíno, Jaime Bravo, Clemente Guillén; en esta ciudad que estaba floreciendo como la cabecera del Territorio Sur de la Baja California, se plantó y creció una empresa que durante muchos años —casi 146—, dio trabajo y sustento a muchos paceños; que además fue proveedora de abarrotes, equipo para las minas, la pesca y el trabajo en los ranchos; y vendió perfumería, porcelana, brocados y vestidos franceses y estadounidense. Me refiero a la mundialmente famosa La Perla de La Paz.

Al hablar de esta tienda departamental no podemos dejar de mencionar a la familia que la creó y consolidó a través de los años: la familia Ruffo. Los fundadores, los señores Antonio Ruffo y Josefa Santa Cruz, se avecindaron en esta ciudad a partir del año de 1832, aunque desde 4 años antes realizaban constantes viajes a este puerto para comerciar abarrotes con los comercios que recién se abrían. En el año de 1849 fallece el patriarca y como sus hijos estaban pequeños no pueden hacerse cargo de los negocios y se nombran “agentes” para que los apoyen mientras cumplen la mayoría de edad.

Fue en el año de 1860 que se crea un negocio llamado González y Ruffo, conformado por la sociedad que formaron al casarse Miguel González y Soledad Ruffo Santa Cruz. Con el pasar de los años esta sociedad se deshizo y el negocio pasó a recibir sucesivamente nombres como Don Antonio Ruffo y Ruffo Hermanos. En este comercio se vendía infinidad de mercancías, lo cual se llevaba a cabo en mayoreo (para los comercios situados en la ciudad o en poblados cercanos a ella) y menudeo (para los pobladores de esta capital o aquellos que venían cada 15 días o cada mes de las rancherías circundantes).

En el año de 1899, el escritor J.R Southworth, realizó un interesante recuento, en su revista titulada Baja California Ilustrada, de los artículos que se podían encontrar en este comercio: “Y aquí se tiene un surtido completo de toda clase de mercancías generales, como son abarrotes, licores, cervezas, puros, telas, sedas, efectos de mercería, de cristal y surtido general de útiles para mineros, productos del país y extranjeros, semillas, harina etc. También hay allí un surtido de toda clases de maderas”. Posteriormente se amplió la tienda al incorporarle una panadería, la cual ofrecía un surtido y delicioso producto que era muy solicitado en toda la ciudad, y una farmacia o botica.

El nombre con el cual se conoció en el siglo XX a esta negociación, La Perla de La Paz, lo obtuvo, según una interesante narración que realiza el señor Casimiro Gadea Orozco en su página Navegante Californio, de una manera por demás imprevista y curiosa. En 1883, los buzos Juan Vacaseque Calderón y Antonio Cervera, ambos trabajadores de la empresa armadora González y Ruffo, S.A. sacaron de un sitio de extracción cercano a la isla Espíritu Santo, una perla del tamaño de “un limón regular”, de una belleza singular y de un oriente extraordinario. Al ser entregada a los dueños de la empresa le ponen el nombre de Carmenaida, en honor a las señoras Carmen y Adelaida Ruffo Santa Cruz. Se dice que durante varios años estuvo en el aparador de la tienda Ruffo Hermanos para deleite de los habitantes de esta ciudad así como de los visitantes.

Durante uno de los constantes viajes de Antonio Ruffo Santa Cruz a la ciudad de San Francisco, California, mostró la perla al embajador de reino unido en ese país, Sir Anthony Fein, el cual quedó altamente impresionado por la belleza de aquella joya. Intentó comprársela sin éxito al señor Ruffo Santa Cruz, el cual en un acto de gran desprendimiento decide regalársela al Rey Eduardo VII por intermedio de su embajador. Según cuenta el relato, la corona que actualmente porta la Reina Isabel II tiene engarzada en su parte frontal la mencionada perla, la cual fue rebautizada con el nombre de Great Lemon. Y es así, en honor a esta hermosa perla que fue obtenida de las aguas del Mar Bermejo y como un recuerdo de la empresa perlera que durante varios años diera fama y fortuna a la Familia Ruffo, que a partir de esa fecha se le llamó al negocio La Perla de La Paz.

El edificio que albergó a este prestigiado negocio, inició su construcción en el año de 1907, y al finalizarse la parte donde se encontraban las oficinas administrativas fue una muestra de lujo y elegancia pocas veces vista en esta ciudad. Tenía arcos de medio punto, balcones, pilastras con capitel, cornisas corridas, dinteles en arco y rectangulares y muchos detalles más que hacían a todos los paseantes detenerse a admirarlo. Lamentablemente, en el año de 2006, el 12 de octubre, un terrible incendio dio cuenta con prácticamente todo el edificio así como la mercancía que contenía. Debido al daño estructural tuvieron que demolerse las paredes que quedaron en pie y solamente la fachada, sostenida por una estructura metálica aún se puede observar en recuerdo de este soberbio edificio.

Nada es para siempre, reza aquel sabio refrán, sin embargo, como seres humanos, llenos de sentimientos y pensamientos contradictorios, quisiéramos que esta regla tuviera sus contadas excepciones, como en este caso sería la legendaria La Perla de La Paz.