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¿Cuándo los piropos se volvieron acoso? Respuesta rápida: siempre lo han sido

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Sexo + Psique

Por Andrea Elizabeth Martínez Murillo 

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Piropos callejeros, miradas que incomodan, comentarios desagradables sobre tu cuerpo o el ajeno, son sólo algunas de los comportamientos que las mujeres tenemos que soportar de amigos, familiares, compañeros de trabajo, jefes: hombres en general. Algo incomoda, pero tal vez no puedo explicar que es, algo me ofende, pero era tan sólo una broma; el acoso sexual es —tristemente— mucho más frecuente de lo que pensamos. Pero, ¿qué se puede considerar que es y qué no?

Para la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el acoso sexual es: cualquier comportamiento —físico o verbal— de naturaleza sexual que tenga el propósito o produzca el efecto de atentar contra la dignidad de una persona; en particular, cuando se crea un entorno intimidatorio, degradante u ofensivo1. Puede ser expresado de varias maneras, tal como comentarios sobre su cuerpo o actividad sexual, chistes sexuales, pedidos de favores sexuales, presión para citas, manosear, agarrar, miradas no favorables, carteles que degraden a las mujeres, asalto sexual o violación. Un acosador puede ser un compañero de trabajo, un amigo, un familiar y puede ser del sexo opuesto o del mismo sexo que Usted.

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Según el Grupo de Investigación de Estudios de Género de la Universidad de las Islas Baleares, el concepto surge ligado a una reivindicación feminista. Desde este enfoque, se trata un ejercicio de poder, aunque superficialmente tenga apariencia sexual (Bosch et al., 2009). Las autoras mencionan el primer uso del término en 1974, por un grupo de feministas en la Universidad de Cornell “para analizar sus experiencias con los hombres en el mundo laboral y referirse al comportamiento masculino que negaba su valor en ese mundo”2.

El concepto de poder es central para explicarlo. Cuando un hombre piropea en la calle a una mujer, sabe que ella no va a voltear y decirle Tu piropo acaba de hacer que me enamore de ti, ¡sin embargo, es una conducta sumamente común! Lo es por dos razones fundamentales: la primera, el hombre sabe que incomoda y ejerce poder sobre ella y su cuerpo al emitir una opinión no deseada y, en segundo lugar, cuenta con que la mujer no haga nada, sólo camine más rápido y huya, porque se siente más fuerte que ella.

Es por esto que constituye una manifestación de discriminación basada en el género, y un acto violento respaldado por pautas culturales y sociales. Es ampliamente reconocido que afecta fundamentalmente a las mujeres. Si bien los hombres también pueden ser objeto de acoso sexual, la mayoría de las víctimas son mujeres ya que están mucho más expuestas al vivir en una sociedad machista que nos enseña que no tenemos poder, que somos el sexo débil, que siempre nos tienen que proteger y que el respeto es algo que se gana, no que se tiene.

¿Por qué ocurre? El Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES) creó el micrositio de Cero Tolerancia, como un esfuerzo para unir y construir una cultura que denuncie y erradique el hostigamiento y acoso sexual, en dónde nos comparte algunas de las múltiples causas que existen3:

Machismo

Cuando predominan ideas, creencias, refranes, canciones, mensajes y comportamientos que reafirman un rol dominante de los hombres hacia los cuerpos, la sexualidad y la vida de las mujeres: hablamos de “machismo”. Los piropos, actos de asedio sexual, chistes, burlas o insinuaciones sin consentimiento o reciprocidad, son conductas de hostigamiento o acoso sexual, que son permitidas y alentadas como parte del ser hombre y, por tanto, son comportamientos considerados como “naturales, normales e inevitables” en sus relaciones con las mujeres.

Abuso de poder

En nuestra sociedad, los hombres ostentan mayor poder que las mujeres, lo que las coloca en posiciones de desigualdad y mayor vulnerabilidad. Por ejemplo, en algunos espacios laborales se tiende a imponer horarios de trabajo y de salida muy prolongados; exigencia de presencia en lugares fuera de las oficinas o instalaciones de trabajo; decisiones o reglas arbitrarias, generando climas propicios a la afectación de derechos, al silencio, la omisión o incluso la complicidad con las o los jefes ante conductas hostiles o violentas que incluso pueden constituir hostigamiento.

Débil cultura de denuncia

La falta de confianza en las autoridades, la vulnerabilidad mientras se realizan los procesos de justicia, la falta de respuestas adecuadas ante las quejas, el excesivo tiempo que toma la justicia, el miedo a los despidos, la expulsión de los entornos escolares, el señalamiento público como personas conflictivas, así como los procedimientos engorrosos y largos justifican la débil cultura de la denuncia, lo cual favorece la impunidad y la tolerancia al hostigamiento y al acoso sexual.

¿Cómo reconocer que es acoso sexual y que no? En el cuadro siguiente se presentan los estudios del Instituto de la Mujer de España (2006) y de Calle, González y Núñez (1998).

NO es siempre NO

Durante muchos años se ha culpado a las víctimas, en especial a las mujeres de provocar a los hombres, ya sea por su vestimenta, por su actuar o simplemente por existir. Sin embargo, jamás es culpa de la víctima. Considero muy peligroso el pensamiento que dice que Nos tenemos que dar a respetar, cómo si el respeto fuera algo que nos tenemos que ganar y no exigir simplemente por ser personas. No tendríamos que solicitar respeto, es un derecho fundamental y no hay nada, ningún comportamiento que nos reste respeto. El acoso sexual es algo que miles de mujeres vivimos a diario, es un delito y no debería de tolerarlo, ni en mi persona, familia o ambiente laboral.

Bibliografía

  1. (2014). Guía para la intervención con hombres sobre el acoso sexual en el trabajo y la masculinidad sexista.

https://www.ilo.org/sanjose/publicaciones/WCMS_239603/lang–es/index.htm

  1. Larrea, M. (2018). ¿Cómo se mide el acoso sexual? 

http://redinvestigacionfeminista.org/archivos/Encuesta_de_prevalencia_motodologia.pdf

  1. (2021). Cero Tolerancia. http://cerotolerancia.inmujeres.gob.mx/

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La feminista, la que te incomoda

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Colaboración Especial

Por Diana Reneé Amao Esquivel

La Paz, Baja California Sur (BCS). Este texto puede hacerte sentir incómodo/a al leer su contenido, y esa es precisamente la intención: incomodar para reflexionar, cuestionar los privilegios de un orden social desequilibrado llamado patriarcado. Este texto también busca empatizar con las mujeres, particularmente con aquellas que nos asumimos como feministas, porque adoptar el feminismo como forma de vida no siempre resulta un proceso fácil.

Sí, soy feminista. No sigo los chistes machistas en las reuniones de oficina; tampoco le sigo el juego al pariente machirul que en navidad se sienta como patrón a que le sirvan y le limpien todo; tampoco tolero la comunicación violenta; ni tampoco tengo mucho aguante en esas fiestas en las que las mujeres están por un lado a cargo de la comida y los niños/as mientras ellos, los varones, se dedican a beber.

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No, ahí no hay espacio para las feministas como yo. Porque no me quedo callada, creo que el silencio ha sido el mejor aliado del patriarcado. Éste ha sellado los pactos más injustos y ha permitido que la balanza del poder se siga inclinando hacia ellos. Eso significa que voy a cuestionar los patrones de género, el orden familiar y trataré de establecer límites, y eso no es algo que caiga bien a la gente, porque todos/as quieren reír y hacer como que no pasa nada para llevarla “suave”, pero sí pasa y es por eso que yo decidí ser la hermana, prima, cuñada, la tía que incomoda, esa a la que no le tiembla la voz para decir: “lava tus platos” o “podrías ayudar más” o “tranquilo, estás gritando” esto me ha valido la antipatía de muchas personas en mi familia. También hace que mi lista de amigos/as sea reducida, no le caigo bien a varias personas en la oficina o en los pasillos de la escuela. Soy esa, la feminista que incomoda.

Ser la pariente o la amiga feminista, significa que tu mundo va a cambiar, que las relaciones como antes las concebías ya nunca serán las mismas porque ahora eres consciente y tus ojos afilados por el morado de las gafas feministas no toleran la violencia, el abuso y la injusticia ¡tremenda cosa! Porque en el camino me llegué a sentir rechazada, incomprendida, ignorada, en algunos momentos sola e incluso he sido violentada por señalar los privilegios y las cárceles que vivimos cotidianamente como sano/as hijos/as del patriarcado.

Ser feminista significa que si estás pensando en tener una pareja has de ser exigente con lo que deseas de tu compañero y que desde las primeras citas tienes que indagar si no es un potencial manipulador, golpeador, feminicida, o de esos de que se dicen deconstruídos [1] y que terminan siendo más de lo mismo… Y de pronto te enfrentas a que tu lista de posibilidades para tener un compañero se ha reducido de forma tremenda, porque tristemente, los varones en el proceso de cuestionar su lugar privilegiado en este sistema social que se llama patriarcado no han empezado aún su tarea o se ha tardado demasiado —a esos pocos que ya empezaron, sigan así, falta mucho por trabajar. Es así como tantas mujeres que ya abrimos los ojos y empezamos el cambio ya no encontramos el puente para el encuentro con los compañeros y preferimos estar solas aunque nuestro deseo es en realidad construir un lazo significativo libre de violencia machista.

Cuando has adoptado el feminismo como una forma de vida la relación con nuestros cuerpos cambia, también cambia nuestra idea de la maternidad, del trabajo, de nuestro lugar en los espacios públicos y privados. Así, de pronto, llega un momento en el que te miras al espejo y te das cuenta que nuestros cuerpos se encuentran llenos de las expectativas de una sociedad patriarcal en la cual los cuerpos de las mujeres han sido moldeados por estereotipos que hacen que nos rechacemos a nosotras mismas hasta matarnos: tienes arrugas, sobrepeso, imperfecciones, usa maquillaje, ve al gimnasio, vístete bien, píntate el pelo, usa tacones, uñas de gel y minifalda. Las revistas, las redes sociales y los medios de comunicación usan imágenes de mujeres delgadas y blancas, ese es el estereotipo de belleza, nada más alucinante como ese espejismo, las mujeres reales venimos en empaques de muy diversos en tamaños, colores, proporciones y texturas, negarlo hace que las mujeres terminemos odiando nuestros cuerpos. Ser feminista implica romper con eso y abrazar nuestros cuerpos, reconocernos como únicas y especiales.

Así que cuando empecé a abrir los ojos y la conciencia a las relaciones de poder desiguales entre hombres y mujeres no me di cuenta que era un camino sin retorno, que ya no vería los roles de género de una manera tradicional y que me iba a cuestionar todo; no sólo a mi, sino también a quienes me rodean, el feminismo es como una avalancha que transforma nuestra vida, y en el camino no estamos solas, en el camino de pronto te encuentras a una gran colectiva de mujeres que estamos en el mismo proceso y entonces dejas de sentirte el bicho raro de la familia, ahora tienes un grupo de amigas que se ha tejido contigo, conmigo, como una red que nos abraza y sostiene.

Me di cuenta que en el camino del feminismo hay muchas mujeres que lo viven de maneras muy diversas, aquellas que son artistas, las que pintan, danzan y cantan con su voz para denunciar o sanar; aquellas que han decidido irse por el camino de las leyes y las políticas públicas; aquellas que han decidido acompañar a otras mujeres que han vivido violencia; aquellas que han sido tan violentadas por el patriarcado que simplemente no quieren tener nada que ver con los hombres; hay mujeres de 60 años despertando así como chicas de 15 años, hay divorciadas, casadas, lesbianas y LGBT+ hay todo un arcoíris de mujeres que nos estamos inventando día a día el cómo vivir siendo feminista.

También hay mujeres que dicen que no son feministas aunque sean más feministas que la misma Simone de Beauvoir, pero su lucha es distinta, su apuesta es por una vida mejor para las mujeres, y aunque no se llamen feministas a sí mismas, su actuar es de lo más feminista que te puedas imaginar, como el grupo de mujeres en un barrio de la ciudad o en una comunidad rural que ha formado un grupo de apoyo y escucha para mujeres que han vivido violencia. Así que no importa si te reconoces o no como feminista, si vas o no a las marchas o si estás en una colectiva de mujeres o no; si usas un pañuelo verde, uno morado o los dos o ninguno, lo que nos hace feministas es buscar una vida buena, digna y justa para todas las mujeres y la lucha por esa vida se pelea en lo cotidiano, en la cama o la mesa del comedor con tu pareja, con la familia, con los compañeros/as en el trabajo, con las amistades, ¡vaya, con toda la gente con la que interactuamos!

Lo que importa es que vayas tras la idea de que podemos hacerlo mejor como mujeres. Dicho todo lo anterior, entonces sí, sí soy feminista y sí, soy incómoda para muchas personas, pero eso me ha liberado de una gran carga, la de las expectativas de la sociedad, y caminar sin ese peso es el mejor regalo que me ha dado el feminismo; también el derecho al voto, a la educación, a decidir sobre mi cuerpo, mi identidad sexual, a usar pantalones, y bueno la lista se puede hacer muy larga, lo importante es reconocer que todo eso ha sido gracias al feminismo incómodo que tiene más de tres siglos de lucha.

[1] En el contexto de la ruptura de los roles de género y la adopción de la mirada crítica feminista, hablar de deconstrucción, tanto para hombres como para mujeres, significa un proceso que conlleva primero el cuestionamiento de los privilegios propios y de las personas, instituciones o símbolos que ostentan mayor poder; segundo, buscar otros patrones de comportamiento que equilibren la balanza de poder; y por último, aplicar esos patrones y vivir con ellos de manera congruente.

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Qué es y qué no es la sororidad

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Hilo de media

Por Elisa Morales Viscaya

 

La Paz, Baja California Sur (BCS).  En los últimos años se ha popularizado el término “sororidad”, y desde el 2018, la RAE la incorporó bajo la definición de agrupación que se forma por la amistad y reciprocidad entre mujeres que comparten el mismo ideal y trabajan por alcanzar un mismo objetivo.

El término sororidad proviene de la palabra inglesa sisterhood, utilizada en los años 70 por Kate Millet, referente del feminismo de la segunda ola y autora de Política sexual. Años más tarde, la académica mexicana Marcela Lagarde utilizó la versión en español, sororidad, por primera vez desde una perspectiva feminista tras verlo en otros idiomas, “encontré este concepto y me apropié de él, lo vi en francés, ‘sororité’, y en ingles, ‘sisterhood’”, explica.

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La sororidad es un término sobre el que la comunidad feminista se hermana y que es clave para crear redes de mujeres que caminen juntas hacia la igualdad convirtiéndose así en una propuesta política para que las alianzas entre mujeres sean posibles y, juntas, encabezar movimientos por y para la mujer.

Es también una forma de rebeldía, de rechazar aquella patriarcal sabiduría popular que reza que “el enemigo de una mujer es otra mujer” y que “mujeres juntas ni difuntas”. El reconocimiento de que la mujer de al lado es hermana y ha vivido los mismos elementos de opresión que una misma, para descubrir que el sistema pretende ponernos en competencia para evitar enfrentarse al poder de nuestra alianza. Aliadas, en lugar de contrincantes, como pretende imponernos el patriarcado.

Pero esto no es en absoluto un pacto patriarcal a la femenina. Mucho se confunden los términos. Ser sorora no implica ser ciega ni muda ni manca ante las acciones individuales de otras mujeres, es apoyarnos y hermanarnos en las cuestiones género. No se busca romantizar a todas las mujeres y sus relaciones, ignorando las individualidades.

Bajo ninguna circunstancia implica que entre mujeres solapemos o consecuentemos a otra que haya violentado, herido o dañado sin razón o al servicio del patriarcado. Mucho menos quiere decir que una mujer feminista que predique la sororidad se encuentre incapaz de defenderse de otra que la ataque o la violente.

Sorora sí, indefensa ante la violencia policial no

Proclamarse feminista parece ser para muchos una invitación a escudriñar en cada gesto y palabra que emitimos, y en seguida suelen sacar su propio –y absurdo– feministómetro cuando una mujer no está de acuerdo con otra, cuando un grupo de mujeres se enfrenta a otro. Por poner el ejemplo más actual y sencillo, hablemos de las recientes manifestaciones feministas del 8M.

En redes abundan las imágenes de las mujeres que marchaban defendiéndose de los ataques policiacos y ¡Huy!, había mujeres policías entre ellas. Que si ¿dónde está la sororidad con las mujeres policías?, proclaman airados los patriarcas. Y bueno, en realidad lo que abunda son imágenes sacadas de contexto que hacen parecer que las manifestantes atacaban a la fuerza policial, ignorando que ellas se defendían de la represión policial.

La autoridad no es tonta, utiliza a las mujeres policía para reprimir y violentar la manifestación feminista, para influir en la opinión pública a través de los medios y señalar que las mujeres manifestantes “violentan” a otras mujeres: las policías, las que ellos utilizan para restringir o impedir el ejercicio de los derechos de manifestación y que reciben –¡como no!–, la respuesta de algunos sectores que se manifiestan.

Este tema ha sido recogido recientemente por Amnistía internacional, que ha expuesto en informes que, a pesar de ser mayoritariamente pacíficas, las manifestaciones feministas y en contra de la violencia de género contra mujeres, son estigmatizadas como violentas. Esta caracterización es perpetrada por las autoridades para deslegitimar el activismo y bajo este pretexto, se les facilita ejercer violencia en su contra, justificando las violaciones de derechos humanos que como fuerza policial ejercen. Y claro, cuando las manifestantes regresan el ataque, salen los terceros con su feministómetro a cuestionar si acaso “la sororidad de las feministas no alcanza para las mujeres policía”, y la verdad es que no.

En ese contexto, no. Cuando una mujer envestida de autoridad ataca a otra para reprimirla, mediante el uso innecesario, excesivo y desproporcionado de la fuerza como una forma de inhibir el derecho de reunión pacífica, pues no puede esperar que en nombre de una falsa sororidad las manifestantes no se defiendan. Que absurdo. Como si practicar la sororidad nos dejara mancas ante los ataques de otra mujer.

Y esto se replica en la vida cotidiana. No todas las mujeres vamos a caernos bien. No todas vamos a gustarnos. No vamos a ser todas amigas por el simple hecho de ser mujer. Pero definitivamente lucharemos sororamente porque a la otra el patriarcado no la violente ni se le trate injustamente en razón de su género –aunque no coincidamos en lo individual.

La sororidad no implica una sumisión a todo lo que las otras mujeres hagan, es actuar en hermandad con la conciencia de que todas nosotras somos parte de un sistema que de alguna manera a cada una nos tiene jodidas, y que ante ese sistema y sus privilegiados perpetradores, tenemos que aliarnos para defendernos.

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El miedo a ser mujer en México

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Sexo + psique

Por Andrea Elizabeth Martínez Murillo

Que tiemble el Estado, los cielos, las calles
Que tiemblen los jueces y los judiciales
Hoy a las mujeres nos quitan la calma
Nos sembraron miedo, nos crecieron alas.

Yo todo lo incendio, yo todo lo rompo
Si un día algún fulano te apaga los ojos
Ya nada me calla, ya todo me sobra
Si tocan a una, respondemos todas

Vivir Quintanilla.

La Paz, Baja California Sur (BCS). Alguna vez, estimado lector, ¿ha sentido miedo por ser quién es?, acaso ¿ha experimentado miedo de salir a la calle? ¿miedo de ir al súper o a la tienda de la esquina? ¿ha sido traicionado/humillado por las personas que juraban protegerlo o quererlo? Pues las mujeres sí, tenemos miedo de ser mujeres en un país que nos odia, que nos violenta, que nos desmiembra y desaparece. Y es por esto que el pasado 25 de noviembre se conmemoró el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, ¿sabes cuál es su importancia?

El 25 de noviembre de 1960 (UNESCO, 2020), las tres hermanas Mirabal: Patria, Minerva y María Teresa, fueron brutalmente asesinadas por órdenes del dictador Rafael L. Trujillo, por  ser mujeres y activistas políticas. Asesinadas por el crimen de defender sus derechos contra el dictador. Para 1981, en el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, celebrado en Bogotá, Colombia, se decidió marcar el 25 de noviembre como el Día Internacional de No Violencia contra las Mujeres, en memoria de las hermanas Mirabal.

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Ya en 1993, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Resolución 48/104 para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, en la que definió el término violencia contra la mujer como:

Todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada.

En consecuencia, para respaldar esta decisión, en 1999 la Asamblea General proclamó el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Sin embargo, pese a los esfuerzos de múltiples organizaciones, la violencia contra la mujer en el mundo y sobre todo en nuestro país sigue al alza.

El periódico digital Sin embargo, menciona que las cifras oficiales publicadas el pasado domingo 25 de octubre, revelan que la tendencia de feminicidios crece desde 2015, cuando se reportaron 411 casos. En 2016 subieron a 605, para 2017 la cifra ascendió a 741 y en 2018 subió a 892. En 2019 se registraron un total de 938 feminicidios y de enero a septiembre del presente año, suman 704 casos que involucraron a 724 víctimas.

Estos son los registros de cinco años, y hay que tomar en cuenta que son los casos denunciados y que, por cada denuncia, hay tres casos más que nunca saldrán a la luz. Por otro lado, no podemos olvidar que esos números no solo corresponden a las mujeres asesinadas, también nos hablan de las familias destruidas, de los hijos huérfanos, de los hijos que vieron como asesinaban a sus madres frente a ellos por —en su mayoría—  un familiar.

Mapa de feminicidios (2016-2020)

Y es que estamos demasiado acostumbrados como sociedad, a normalizar la violencia, frases como no es para tanto, son unas exageradas, ya no aguantan nada, entre otras, son las más frecuentes cuando exigimos respeto. No importa que violaran, desmembraran y mataran a mi hija/madre/hermana, para la vista de los demás, mostrar mi coraje y frustración ante un Estado que permite y fomenta la violencia contra las mujeres, solo recibe como respuesta el ya tan conocido esas no son las formas o peor aún, balazos por parte de las personas que nos deberían cuidar — como pasó en Cancún hace dos semanas—.

Por otro lado, nuestro estado no está exento de sufrir esta violencia, como se evidenció el pasado 23 de noviembre, en donde un hombre intentó arrollar a su expareja con su auto. Además de ser sumamente preocupante que tu expareja intente matarte, los medios de comunicación locales se conmovieron por las lágrimas del señor y no por la víctima arrollada, como lo podemos ver en la siguiente imagen.

Vía La Corregidora. @corrigiendotitulares

En fin, sé que con este artículo no se va a erradicar la violencia, pero cada uno tiene que luchar desde su espacio para poner límites y reflexionar sobre las acciones que permito o que realizo para con los demás, sobre todo, con las mujeres a mi alrededor.

Retomo la publicación de Katy Mátar en Facebook, en donde expone las diversas formas, comentarios o acciones que los agresores y posibles feminicidas utilizan para manipular o controlar a sus víctimas.

  • Si sabe que te lastima y aun así lo hace
  • Si cuando se enoja, golpea cosas a su alrededor
  • Donde te hagan creer que estás loca o eres exagerada cuando externas tus emociones
  • Si decides callar para que no se enoje
  • Si te dice que nadie más te va a querer
  • Si se victimiza y te manipula
  • Si te dice es tú culpa, tu provocas que yo sea así para justificarse
  • Si sabe cómo te hacen sentir sus comentarios y aun así los dice
  • Si dejas de hacer lo que te gusta
  • Si hace que te dejes de amar
  • Si te grita o maltrata                                                             
  • Si solo te endulza el oído, pero sus actos te lastiman
  • Si justifica que su actuar es así y que no va a cambiar
  • Si siempre critica a tu familia y amigos
  • Si su frase es no me importa cuando estas involucrada
  • Si nunca se disculpa
  • Si te castiga ignorándote
  • Si estás pensando en darle otra oportunidad (otra vez)
  • Si tú dolor no le duele
  • Si te da miedo…

¡Corre, sal de ahí! La persona con la que estás, puede ser un posible feminicida.

Tristemente he escuchado la frase ahora resulta que todo es violencia… pues sí, la gran mayoría de las cosas que aceptamos, callamos, perdonamos y vivimos son violencia. El detalle es que las teníamos tan normalizadas que no las percibíamos así. Hoy, las mujeres de México y de Baja California Sur por fin alzan la voz, se hermanan y son sororas entre sí. Cada día hay más mujeres que se dan cuenta que no tienen que vivir en la violencia y hay hombres que descubren que existen diferentes alternativas ante la masculinidad.

 

 

Referencias

Coach Katy Mátar. Gobierna tus emociones.
https://www.facebook.com/Coach-Katy-M%C3%A1tar-105645791135048/photos/175807844118842
UNESCO (2018). Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las mujeres. Recuperado de:
https://es.unesco.org/commemorations/eliminationofviolenceagainstwomenday
Mapa de feminicidios. https://www.google.com/maps/d/u/0/viewer?mid=174IjBzP-fl_6wpRHg5pkGSj2egE&ll=24.292464217341667%2C-101.30421431230937&z=5
María Salguero. Los feminicidios en México. https://feminicidiosmx.crowdmap.com/
Sin embrgo. (2020). La violencia contra las mujeres crece en 9 meses: 704 feminicidios, 2 mil 150 homicidios dolosos. Recuperado de https://www.sinembargo.mx/25-10-2020/3883277
La corregidora. Post de Facebook. Recuperado de https://www.facebook.com/corrigiendotitulares/posts/1052290301864976

 




Impunidad encapuchada

FOTO PORTADA: Juan Carlos Alarcón (twitter)

FOTOS INTERIOR: Cortesía

Ius et ratio

Por Arturo Rubio Ruiz

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Con el pretexto de exigir justicia por el feminicidio de Alexis en Quintana Roo, un grupo organizado de mujeres encapuchadas, vestidas de negro y portando pañoletas verdes, el pasado viernes 13 de noviembre irrumpieron en las oficinas del Centro de Atención a la Violencia Intrafamiliar (C.A.V.I.) de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México (CDMX). Destruyeron los ventanales, sacaron las cajas de cartón en las que se archivan los expedientes que se tramitan en esa dependencia y los destruyeron, afectando gravemente los derechos de las víctimas de violencia intrafamiliar —mayoritariamente niñas y mujeres— que por los cauces legales tramitaban sus casos.

El Centro de Atención a la Violencia Intrafamiliar, coloquialmente conocido como CAVI, es una dependencia administrativa de la Procuraduría de Justicia de CDMX, cuyo principal objetivo es proporcionar atención integral a niños y niñas menores de doce años víctimas de los delitos de violencia familiar, sustracción y retención de menores, incumplimiento de la obligación alimentaria y omisión de cuidados, y a mujeres de hasta sesenta años de edad víctimas del delito de violencia familiar cometido por su pareja.

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El plantel de servidores públicos está integrado por profesionales de las áreas jurídica, psicológica, médica y de trabajo social, y una vez que la víctima presenta su denuncia o querella ante el Ministerio Público, es canalizada a esta instancia, donde de manera gratuita se le brinda acompañamiento, orientación legal, y representación jurídica en materia penal; apoyo psicológico, atención médica, intervención en crisis, psicoterapia breve y de urgencia de corte grupal, elaboración de dictámenes victimales a petición de la autoridad ministerial o judicial para establecer si existe alguna afectación psicoemocional; valoración del estado psicofísico para determinar las condiciones de salud de las víctimas y, en su caso, tramitación de medidas de protección de emergencia previstas en la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia; gestionar ante instituciones públicas o privadas, los servicios que requieran; tramitación de albergues para mujeres que se encuentran en riesgo y/o a programas de apoyo social de otras instituciones gubernamentales o asociaciones civiles.

El CAVI brinda un servicio invaluable a todas aquellas víctimas de delito que no cuentan con recursos propios para sufragar los honorarios de profesionistas particulares, y en su funcionamiento, es modelo a seguir por otras entidades de la República, como Baja California Sur, donde las víctimas de delito no cuentan con este tipo de apoyo, o bien, lo reciben, pero de manera raquítica, esporádica y, por regla general, de manera excepcional.

Cuando las encapuchadas destruyeron los expedientes que sacaron de las oficinas del CAVI, a quienes más perjudicaron, a quienes dañaron, a quienes afectaron gravemente, fueron las niñas y mujeres víctimas de delito, que ahora verán seriamente afectada su pretensión de reparación del daño ante los tribunales pues, en muchos casos, los expedientes contenían dictámenes y comprobantes de gastos y otros datos de prueba, que difícilmente podrán ser recuperados. Algunas de las víctimas, cuyos expedientes fueron destruidos, llevaban más de cuatro años inmersas en litigios en busca de justicia retributiva. Ahora empezaran de nueva cuenta, desde cero, y con pobres posibilidades de recuperarse del terrible daño que las encapuchadas del pañuelo verde les han ocasionado.

Resulta paradójico que los únicos beneficiados tras el acto vandálico, sean los delincuentes que lesionaron los derechos de las víctimas cuyos expedientes fueron destruidos, pues ahora no podrán acreditar ante los tribunales el daño causado.

La legitimidad de la causa que enarbolan las encapuchadas, como en el caso, exigir justicia por el feminicidio de Alexis, se diluye por completo, cuando se convierte en un mero pretexto para dañar inmuebles, destruir expedientes, y perjudicar irreparablemente a niñas y mujeres, víctimas de la violencia intrafamiliar.

El derecho irrestricto a expresar las ideas, a manifestarse, a protestar, ha sido el pretexto propicio para que intereses perversos organicen grupos criminales, en el caso, integrado mayoritariamente por mujeres que, al amparo del anonimato, han convertido del vandalismo, el saqueo, la violencia contra particulares y agentes del orden, su modus operandi, y la escalada de violencia, que pasó de bailar y desnudarse mientras ocupaban arterias de vialidad, a golpear a reporteros, viandantes y elementos de la fuerza pública; de pintarrajear paredes y monumentos, a saquear tiendas de conveniencia y otros establecimientos comerciales; de bloquear accesos a oficinas públicas, a irrumpir en ellas y causar destrozos, que como en el caso, ocasionan daños irreparables a víctimas inocentes, totalmente ajenas al motivo de su queja y su violento activismo.

No puede el gobierno permitir que se siga utilizando un derecho humano irrestricto, como el de manifestarse, como pretexto para delinquir impunemente.

La pasividad y tolerancia oficial hacia estos grupos criminales organizados, que operan impunemente enarbolando el estandarte del feminismo radical, nos hace suponer que existe contubernio entre la autoridad y quienes lideran las acciones vandálicas y de rapiña a cargo de las encapuchadas.

La lucha ciudadana por la defensa de los derechos humanos, la expresión de las ideas y protesta ante abusos o injusticias, no puede seguir siendo el pretexto que incube la anarquía y la impunidad. No podemos permitir que se siga enviando a nuestra niñez y juventud, el ejemplo que envían estas criminales encapuchadas.

Ninguna causa justa justifica la realización de actos criminales, y menos, cuando se revictimiza a inocentes en el proceso.

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