1

Después de Zapata, no somos machos pero somos muchos

FOTOS: Internet.

La Última Trinchera

Por Roberto E. Galindo Domínguez

 

Ciudad de México (CdMx). Pintar a Zapata desnudo y con un cuerpo a medias entre lo masculino y lo femenino, imitando por igual a un travesti que a una mujer, usando tacones con punta de pistola, con un sombrero rosa y cabalgando en una posición sensual y tan lasciva que sugiere que el jinete sin género se masturba —todo lo anterior de acuerdo al autor es mostrar su lado femenino—, no atenta contra el héroe nacional, pues lo que representa la pintura es la interpretación de una persona; ahora se dice que sobre un personaje histórico, a mi me parece que es la proyección del autor.

La construcción de la identidad nacional sobre figuras históricas ha sido usada por la derecha y la izquierda; no dudo que Andrés Manuel López Obrador, quien cimenta su proceder y su discurso en la constante mención de los héroes que nos dieron patria, haya hecho un esfuerzo inmenso en conciliar con los ofendidos descendientes del revolucionario y en respetar la interpretación feminizada del Caudillo del Sur manufacturada por Fabián Cháirez; aunque permitir montar una placa de protesta por parte de la familia Zapata junto al dibujo coloreado no es lo más acertado, pues la figura del General zapatista es pública y todos tienen derecho a interpretarla como sea; y aunque a muchos no nos agrade ver a Emiliano Zapata feminizado, eso no debe impedir ver que es una expresión válida del ilustrador, por que de pintor Cháirez tiene lo que Zapata de Drag queen.

También te puede interesar: Jugar en un país feminicida mientras el lobo no está

Si Emiliano Zapata, siendo más hombre que cualquiera, tuvo una relación homosexual como se registra en el diario de Amanda Díaz, hija de Porfirio Díaz, quien menciona una relación entre el que sería asesinado en Chinameca y su esposo Ignacio de la Torre y Mier, ya no es algo que nos toque a nosotros juzgar; Zapata está muerto y no nos podrá decir si el dibujo de calendario le agrada, si él así hubiera querido cabalgar la pradera revolucionaria. Además, no es la primera vez que se hace mención a la diversidad sexual de Zapata; en la novela homónima de Pedro Ángel Palou se refiere la relación del revolucionario con de la Torre y Mier, aunque el escritor ficcionaliza a un caballerango activo y a un terrateniente pasivo.

Lo anterior me recuerda la película El lugar sin límites, basada en la novela homónima de José Donoso, en la que Gonzalo Vega representa a Pancho, el macho homosexual y Roberto Cobo a La Manuela, un homosexual travesti y muy femenino; esa, la de La Manuela, es la figura que el crayolista de marras representó, sólo que le quitó el vestido. El dibujo coloreado no atenta contra Emiliano Zapata, ni expone como han sugerido varias mujeres, entre ellas Ana Clavel, la fragilidad masculina; al contrario, ha expuesto la fragilidad de los feminismos más recalcitrantes que han salido a alabar el cuadro pero no han visto que atenta contra la mujer y los homosexuales, pues mediante la figura del que se dice es el prócer revolucionario, Cháirez los sienta —literal— sobre un macho de verga larga, éste sí macho total y, como el lindo corcel está inmensamente excitado y no hay otro motivo que el sujeto que lo monta y este representa lo femenino, pues no es difícil concluir que la figura femenina u homosexual es la que causa el erguido falo del animal, luego entonces se sugiere una relación zoofílica, pero que no es la de lo masculino sino la de lo femenino.

No es un macho lo que se representa, es la mujer y la femineidad, sólo que el autor se valió de manera oportunista del nombre de un héroe nacional para obtener reconocimiento, eso en su discurso, pues el rostro en la pintura se parece más al de Cháirez que al de Zapata.

Antes de ser parte de la exposición Zapata después de Zapata el coloreado sólo se llamaba La Revolución y puede representar la revolución sexual del pintorcito —pero nada más—, sí, así chiquito, como la valía estética de su pintura: desproporcionada en las figuras, el caballito parece el de una lotería o el de un carrusel pero más falso, volando en el aire, que aunque de trazo de brocha gorda, se pierde por lo simple, igual que el cuerpo plano y andrógino del jinete, todo sobre un fondo llano. En todo caso la ilustración reduce a la mujer y a lo femenino a un cliché de calendario de carnicería o de taller de mecánica, en donde ella o los atributos femeninos son usados para vender, sólo que en el caso de la obra —cualquier elaboración manual puede serlo, lo que no implica que tenga calidad— primero está el disfrute del animal y después la mirada del público.

Que el bosquejo revolucionario forme parte de la exposición Zapata después de Zapata en el Palacio de Bellas Artes, al lado de obras de verdaderos artistas como Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Jorge González Camarena, Alberto Gironella y Arnold Belkin, entre otros, es la verdadera ofensa y sólo se explica desde la perspectiva de una estrategia mercadológica. Con esta trastada el director del Museo de Bellas Artes, Miguel Fernández Félix, y la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, ya llevan dos; la otra fue conceder el recito al pederasta y líder religioso Naasón Joaquín de la iglesia La Luz del Mundo.

Aunque debe reconocerse que el dibujo ha causado controversia y que le ha dado sus 15 minutos de fama al autor, logrando dividir al público entre los que defienden la obra y los que nos parece un bodrio; los hombres que la criticamos más allá de la virilidad de Zapata no somos machos pero somos muchos. Mientras la leyenda y el legado del héroe cabalgan en la historia veremos si Cháirez da el ancho como pintor después de su dibujito.

__

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.

 




¡Qué viva Zapata!

FOTOS: Internet

Agenda Comunitaria

Por Frank Aguirre

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). El pasado 10 de abril se cumplió un siglo del asesinato del Caudillo del Sur, mejor conocido como Emiliano Zapata Salazar, quien fuera campesino, labrador, arriero, prófugo, rebelde y uno de los líderes militares más importantes de La Revolución Mexicana. Hace 100 años, en Chinameca, Morelos, Zapata fue traicionado, emboscado, engañado y asesinado arriba de su afamado caballo “el As de Oro. A sus 9 años —dice la historia— sufrió una experiencia que lo marcaría para el resto de su vida; un recuerdo de la infancia que sirvió de aliciente para el alma rebelde que se forjó y que alimentó la búsqueda de la abolición del arrebato de tierras. Tomo de otro autor el siguiente texto:

El dueño de la hacienda  vecina de Cuahixtla se hizo de las tierras de Anenecuilco a la fuerza y de forma violenta. Algunos campesinos, los dueños, ofrecieron resistencia, pero la fuerza a la que se enfrentaron era superior, por lo que tuvieron que huir. Su padre, angustiado debido al despojo de sus tierras, entre el llanto le comentó al pequeño Emiliano que nada se podía hacer. “¿No se puede?”, contestó el niño Emiliano. “Cuando yo sea grande, haré que se las devuelvan”. El futuro Caudillo del Sur quedó consternado luego de que su progenitor declarara que no peleaban contra los abusivos porque eran poderosos. Se prometió a sí mismo que de grande se encargaría de que les devolviesen lo que es de ellos.

También te podría interesar: Foro “Un México Más Fuerte, Pilares de Paz Positiva”; preguntas por responder

El Emiliano de carne y hueso estudió hasta sexto de primaria e inició la vida política desde joven. A sus 23 años se hizo líder campesino de Cuautla, donde comenzó a defender la tierra de los contra los hacendados. Tuvo nueve esposas, 16 hijos de distintos “amoríos”, y a finales de 1910 se metió en graves problemas al tomar por la fuerza ciertas tierras que habían sido robadas a los pobladores, haciéndose acreedor del nombre de “forajido”, gracias al gobierno de ese entonces. Ese mismo año se unió a Francisco I. Madero para derrocar a Porfirio Díaz, sin quitar de la vista sus objetivos principales: una revolución de tierras laborables que favoreciese a los más pobres.

Tierra y Libertad era una de las máximas de Zapata —aunque el crédito de la frase es de Ricardo Flores Magón— y sus seguidores, que al verse traicionados por el olvido de Madero se levantaron en armas contra éste, y contra quienes les traicionaron: Victoriano Huerta, Venustiano Carranza y Álvaro Obregón. La congruencia en la búsqueda de lograr sus objetivos fue lo que lo convirtió en un icono inolvidable de La Revolución Mexicana, recordado hasta la fecha como fuente de inspiración para el legado de la lucha campesina mexicana contemporánea.

El zapatismo ha tenido en México varias etapas. Anteriormente describí sus primeras dos; durante El Porfiriato, en el gobierno de Francisco León de la Barra, así como la que sucedió en el breve periodo de Francisco I. Madero. Ambas etapas con procesos de lucha con una amorfa tendencia socialista, pues la búsqueda de justicia social del movimiento liderado por Emiliano Zapata, representaba las aspiraciones del campesino mísero y despojado de aquellos tiempos. Asimismo, no podemos dejar de lado en esta conclusión,que la recuperación de las tierras, el otorgar derechos agrarios, así como garantizar los derechos laborales, son características de todo progresismo revolucionario que busca fortalecer a las comunidades, en pocas palabras, son características de un movimiento libertador de izquierda.

Figuras políticas posteriores al asesinato de Zapata y al inicio de la “revolución Institucional”, retomaron la otra revolución, la de los campesinos tras el Plan de Ayala, como es el caso de Felipe Carrillo Puerto en Yucatán, quien colaboró con el zapatista Manuel Palafox, secretario en el Cuartel General de Zapata, y posteriormente Ministro de Agricultura. Carrillo Puerto creó un gobierno abiertamente socialista (1922-1923), el cual luchó contra la explotación en la industria henequenera. De la misma manera, durante el sexenio de Lázaro Cárdenas se llevó a cabo la distribución de tierras a miles de campesinos; cabe mencionar que no se hubiera entendido la necesidad de una Reforma Agraria de no haberse dado la lucha del Ejército Libertador del Sur.

En tiempos contemporáneos —de 1994 a la fecha—,  habitantes de los pueblos originarios del Sur del país, más precisamente de Chiapas, tomaron las armas y salieron a la luz pública por primera vez como el llamado Ejército Zapatista de Liberación Nacional, retomando así del mismo Emiliano Zapata la lucha de los explotados, de los olvidados, de los ninguneados. Los años y los siglos pasan, pero el mito, sus planes e ideales seguirán vigentes hasta que no deje de existir la desigualdad en el campo. Pues siempre habrá un niño que sufra las consecuencias del despojo y el abandono rural,  siempre habrá un niño al que su sufrimiento lo inspire y lo active para luchar por sus hermanos campesinos.

¡Zapata vive!

__

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




El ejido mexicano: su historia y aportación a la economía nacional (I)

FOTOS: Noé Peralta Delgado.

Explicaciones Constructivas

Por Noé Peralta Delgado

 

La Paz, Baja California Sur (BCS).  Hablar de los ejidos y ejidatarios en México es tema muy controversial por ser parte importante de la historia del siglo XX, y también por ser en la actualidad un lugar de “dudosas” actividades de desarrollo económico. Al menos en lo que respecta a Baja California Sur, se observa que la mayoría de los ejidos aún viven en el atraso económico, al mismo tiempo que los ejidatarios poseen amplias superficies de tierra improductivas, y si encontramos algún ejido que aparentemente se encuentre estable, es por tener un padrinazgo gubernamental.

Breve historia

Si pudiésemos hablar de una tierra donde la propiedad colectiva está por encima de la propiedad privada, estaríamos hablando del ejido en su esencia, y a su vez nos trasladaríamos a la América precolombina. Los aztecas tenían una división de clases y ciertas jerarquías, asimismo, separaban la propiedad privada de la tierra colectiva. De esa forma, en sus constantes guerras, los mexicas iban adquiriendo más terrenos para el monarca. Las tierras llamadas tlatocalli eran propiedad absoluta del rey, el pillali abarcaba los terrenos que el rey repartía entre los nobles y guerreros, y también existían los calpulli, extensiones de tierra comunal donde los jefes de familia se repartían las parcelas para cultivarlas. Antes de la llegada de los españoles, el monarca podía quitar y ceder cuando quisiera los territorios que dominaba.

También te podría interesar: La nomenclatura de las calles y el número oficial, ¿para qué sirven?

Durante la etapa de la Colonia, en la Nueva España la propiedad de la tierra no cambió su organización de manera drástica,  ya que los indígenas aún no podían tener sus propios terrenos, los cuales eran asignados a los españoles, y a su vez, ellos explotaban a la población para trabajar los campos y obtener los beneficios de la producción. Una vez alcanzada la Independencia en 1821 —cuando España finalmente la reconoció—, después de 11 años de lucha armada, el México Independiente no puso cuidado en la reglamentación de la tierra. Fue el 25 de junio de 1856 cuando el presidente Ignacio Comonfort decretó una ley denominada Ley de Desamortización de Fincas Rústicas y Urbanas de las Corporaciones Civiles y Religiosas, llamada coloquialmente como “Ley Lerdo”, por ser Miguel Lerdo de Tejada el Ministro de Hacienda que la elaboró, y además ser su principal promotor.

Esta nueva ley tenía la función primordial de incrementar el movimiento económico del Estado, buscando los logros del pujante desarrollo agrario que ocurría en los Estados Unidos, donde la producción agrícola estaba en su mayor apogeo. Uno de los sectores que más se opusieron a esta ley fue el religioso, ya que incluía también una separación de la iglesia y la propiedad de tierra. Durante el Porfiriato se emitieron dos ordenamientos fundamentales: el decreto sobre colonización y compañías deslindadoras, esto el 15 de diciembre de 1883, y la ley sobre la ocupación de terrenos baldíos, emitida el 26 de marzo de 1894. Esta última ley abría la posibilidad que compañías principalmente extranjeras, pudieran adquirir a precio simbólico grandes extensiones de tierras que el Gobierno consideraba se tenían que explotar. Hubo casos de compañías deslindadoras que compraron superficies exageradas, incluyendo a las localidades y habitantes que se hallaban dentro de sus predios.

Entre las famosas compras de grandes extensiones de tierra, se encuentra la llevo a cabo el magnate estadounidense Wiliam Randolph Hearts, quien fue popularizado en la película Ciudadano Kane, el cual adquirió millones de hectáreas en el estado de Chihuahua. Asimismo, la península de Baja California fue vendida a varios personajes y compañías, entre ellas Colorado Rivers Land Company, empresa que daba un trato explotador a los mexicanos que trabajaban en las grandes cosechas de algodón del Valle de Mexicali.

Cuando estalló la Revolución Mexicana en 1910, con los caudillos liderados por Emiliano Zapata, se pensaba que habría un reparto agrario justo y que se acabarían los grandes latifundistas, algo que Francisco I. Madero incumplió. Como es sabido en la historia nacional, vinieron las revueltas que tantas muertes y atraso generaron en el país, a causa de la inestabilidad política generada por el golpe de Estado que orquestó Victoriano Huerta. Se puede decir que oficialmente la figura del ejido mexicano surgió el día 6 de enero de 1915, con la pronunciación de una ley que declara nula las concesiones hechas a latifundistas y se ordena la restitución de tierras a través de la recién fundada Comisión Nacional Agraria; esta ley toma para sí los postulados del Plan de Ayala de los zapatistas, los cuales se plasmarían de manera contundente en la Constitución de 1917, bajo el auspicio de Venustiano Carranza.

La Ley recién creada por la fracción carrancista en Veracruz, marcó el comienzo de la Reforma Agraria más grande de México y América Latina; a lo largo de un periodo inicial de paz social que va desde 1920 hasta 1934, tiempo en el que el general Lázaro Cárdenas tomó posesión como Presidente de la República, la repartición de predios no se hizo tan efectiva y fue precisamente Cárdenas quien hizo repartos masivos de tierras a personas de localidades atrasadas económicamente. Esto inició históricamente el día 6 de octubre de 1936 y lo siguieron haciendo los presidentes posteriores, hasta que casi se terminaron los terrenos por repartir. En 1992, con Carlos Salinas de Gortari como mandatario, entró en vigor una ley que ponía fin al reparto agrario —me pregunto si es que aún quedaban tierras—, incluso se “volteó la tortilla” drásticamente con la inclusión de la”privatización del ejido”, lo cual consistía en convertir al productor ejidal en empresario.

Se estima que más de dos terceras partes de terrenos y bosques fueron distribuidos. En la actualidad existe un gran debate sobre la magnitud de los costos, los vicios, las aspiraciones y los fracasos en el reparto masivo de tierras, lo que formó una determinada cultura en los campesinos, quienes hoy en día son carne de cañón en las aspiraciones de muchos políticos que sólo buscan lograr sus objetivos; tal como dijimos al principio, éstos convierten a los ejidatarios en dependientes del padrinazgo en turno.

Escríbeme a noeperalta1972@gmail.com

__

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




La epidemia en La Revolución Mexicana

FOTOS: Internet.

Colaboración Especial

Por Jorge Peredo

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). ¿Cómo interpretar esas miradas que parecen a punto de apagarse tras una última chispa? ¿Puede ser desesperación y dolor lo que se transluce en ese retrato de cuatro hombres y un cadáver? Uno de ellos mira hacia el cielo, otro observa de manera oblicua a un alguien que bien puede ser el mismo espectador al otro lado del tiempo; es una mirada que eternamente pregunta ¿por qué? Los otros dos se ven como quienes ha perdido algo sin saber exactamente qué; ellos mismos se pierden, así se ven: extraviados.

El quinto, el que ya no es hombre sino su despojo, yace entre ellos, carne salpicada de sangre; carne profanada por las balas. Parece que los otros lo abrazan, que no quieren dejar ir esos restos. Rostros oscuros, del color de la tierra. La tierra por la que el luchó y en la que terminarán sus huesos. La tierra fue la que lo recuperó a él. Cuando estuvo vivo sobre la cabeza pesaban los nombres, Atila del Sur, Caudillo, General, Héroe, Calpulelque de Anenecuilco, Miliano, Zapata, Emiliano.

También te podría interesar: La violencia como género literario: ‘Indio borrado’ de Luis Felipe Lomelí

El que luchó hasta la muerte por quienes siempre estuvieron en la oscuridad, seres orillados por el poder a una zona limítrofe entre lo humano y lo animal, aquellos cuya vida podía ser dispuesta sin que esto fuera crimen o sacrificio; quién buscó reivindicarlos, devolverles su dignidad, obligando a los otros a reconocerlos como seres pensantes, sociales y políticos con derecho a ser más que peones, a ser los dueños de su tierra y de su trabajo, finalmente, había caído bajo las balas de sus enemigos.

Miedo y compasión

La Revolución Mexicana que inicia el 20 de noviembre de 1910 puede verse desde la perspectiva de un romanticismo tropical; el pueblo que se levanta en armas para luchar contra la tiranía opresora y triunfar sobre ellos; el sentido perfecto que se encuentra a sí mismo en la metáfora nacional: el águila devorando a la serpiente.

Esa es la mitología que da lugar a las historias que nos han contado; mitología en el sentido que le da Roland Barthes al término; discursos narrativos construidos desde la ideología. Podemos pensar que esa misma Revolución tuvo un principio y un fin y que ese fin es el que siempre persiguió. Podemos pensarlo y decirlo porque desde morros nos educaron así, nos dejaron pensar que todos esos sombrerudos eran compas y que fueron copartícipes dentro de una misma historia teleológica; de un proyecto, de un destino. Creemos —o eso lo que parece que quieren que creamos— que el sistema político actual, que la libertad y la democracia son una realidad resultado directo de ese mismo acontecimiento; cosa que puede ser puesta en duda. También podemos pensarla como una guerra entre facciones que tenían proyectos distintos para el país; no era sólo cosa de quitar de la silla al dictador sino de tener el poder para proteger los propios intereses.

A menos de un año de iniciada la guerra, Porfirio Díaz, el dictador, aceptó la voluntad del pueblo y  Francisco Madero subió al poder, las cosas debieron terminar en ese punto, pero no lo hicieron. Su gobierno comenzó a tomar decisiones que a ojos de algunos de los caudillos que lo apoyaron resultaron ser traiciones. Si bien, Madero en un principio contó con el apoyo de Zapata, luego empezó a darle las largas con la ansiada repartición de las tierras; lo que es más, le pidió el desarme y licencia de sus hombres. El Atila del Sur puso como condición principal que se cumpliera con el Plan de Ayala; esto no pasó, Madero atacó e intentó desintegrar a su ejército.

Sin congraciarse con ninguna fuerza, tomando decisiones tibias. Sin decidir exterminar a la resistencia de una vez por todas, molestó a unos y a otros; a Villa, a Zapata, a los hacendados, a los estadunidenses; a sus allegados les dio un pretexto para traicionarlo. Victoriano Huerta se asoció con Félix Díaz —sobrino de don Porfirio— quién ya se había enfrentado, junto a Bernardo Reyes, al gobierno Maderista. El conflicto no daba señales de acercarse al fin, la ansiada estabilidad parecía una quimera y a los ojos de muchos: esto era culpa de Madero.

Francisco no le creyó a su hermano Gustavo cuando le dijo que se preparaba un golpe en su contra; le ordenó que liberará al general Victoriano y que tuviera mucho cuidado con las acusaciones sin fundamento. Gustavo fue el primer Madero en ser asesinado; se burlaron de él cuando pidió que se respetara su fuero;  le escupieron, le sacaron el único ojo que le quedaba, lo agarraron a bayonetazos instándole a tragarse sus lamentaciones y ser hombre. El presidente terminaría por renunciar con la esperanza de poder huir del país; algún chofer-matón lo llevaría en un paseo hacia esa libertad eterna y le daría un tiro en la nuca. Madero tenía que morir para que volviera el orden.

Epidemia de violencia

El crítico y antropólogo René Girard en su obra, La violencia y lo sagrado, plantea que la violencia se contagia y se extiende de persona a persona hasta abarcar a cientos o miles de personas que sienten el impulso, el deseo y la necesidad de dañar a otros. Se trataría de una especie de  infección que si no es controlada, puede dar lugar a la gangrena y  hacer necesaria la amputación o si no, el cuerpo entero se descompone. La violencia elimina las diferencias; en ella y para ella, todos son iguales, cuerpos que destruir, vidas que dañar; no hay distinciones entre el campesino y el mandatario.

Surge porque uno quiere lo que el otro tiene, porque uno imita al otro; se trata de lo que el autor francés entiende como mimesis, la violencia también se imita. ¿Será que en La Revolución Mexicana, las facciones luchan por tener el poder?  El que está en la silla no ha logrado separarse de los que están abajo, sigue estando dentro de la violencia, es igual a ellos, no ha podido mantener su distancia, no se ha convertido en un soberano cuyo poder pueda separarlo de los otros; diferenciarlo, como propone el filósofo Giorgio Agamben.

De acuerdo a la teoría de Girard, la cura fue encontrada en una época que desaparece en las nieblas del tiempo, y es el acto de violencia que funda todo ritual y todo mito. Según entiendo, hubo entonces una comunidad en la que los individuos empezaron a hacer desmadre y a matarse unos a otros de manera descontrolada, pero no era posible encontrar al culpable o tal vez ya no había culpable, quizás ya habían sido víctimas. Se desató un hambre insaciable de retribución y  se abrió un ciclo que se anunciaba interminable. Hasta que… se encontró al verdadero causante o más bien ¿se construyó? Hubo un ser humano que se convirtió en depositario de la culpa y a la vez en su metáfora; de común acuerdo era él quién debía caer: se trata de la primera víctima propiciatoria o en otros términos el pharmakos de los griegos; el famoso chivo expiatorio. Se le da muerte, se le sacrifica y así se le pone fin a ese ciclo de destrucción. La propuesta es que la violencia detiene a la violencia; un agente patógeno que se utiliza para poner fin a la infección: pharmakon significa tanto veneno como medicina; es decir que el veneno es el antídoto.

Muchas cabezas cayeron en México, allá por principios del Siglo XX cuando todo era caos y se quería traer de vuelta el orden. Ningún sacrificio era suficiente. La barbarie y la brutalidad continuaban, los pueblos eran arrasados, los humildes pisoteados, desterrados, y sin embargo no existían diferencias. El poder no lograba separarse del peligro de ser desmembrado para que llegara otro falso poder a reemplazarlo.

Aunque Zapata no fue el último pharmakos; el ciclo final de su vida fue un martirologio que significó el inicio del final, comienza con su muerte el proceso de curación parcial, momentánea, temporal. No creo que uno de los mejores estrategas de la revolución haya caído en el engaño de Jesús Guajardo, el carrancista que dijo cambiarse de bando y que para ser convincente fusiló a decenas de soldados constitucionalistas. Morelos estabamde nuevo en las garras de los enemigos del campesinado; el plan de Ayala parecía una utopía. Zapata no peleaba por el poder como los otros; quería justicia y ley para los suyos, pero lo único que había obtenido era traición, muerte; destrucción. Quizás, voluntariamente abrió los brazos a su Judas y emprendió el camino a la muerte con la esperanza de poner fin a la violencia.

No fue así.

__

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.