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Dune: épica y somnolienta

FOTOS: Internet.

Kinetoscopio

Por Marco A. Hernández Maciel

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). En el desértico panorama cinematográfico que arrastramos desde que arrancó la pandemia, la nueva producción a cargo de Denis Villeneuve tenía la pinta de un esplendoroso oasis. Retrasada casi un año por las condiciones que ya todos conocemos, nuestras almas sedientas de espectáculos audiovisuales veían esos parajes desérticos, esas batallas entre la arena, esos seres extraños y poderosos, así como a unos aguerridos ojiazules como una rehidratación para nuestras marchitadas almas cinéfilas. Lastimosamente, todo fue un espejismo.

Denis Villeneuve ha construido una carrera sólida en Hollywood y nos ha entregado producciones de alta manufactura que le han labrado un nombre de prestigio en la industria. Podemos mencionar Sicario (2014) donde desmenuza la tensa relación que existe entre los gobiernos mexicano, estadounidense y los cárteles que dominan la frontera, metiendo las manos en el lodo y obligándonos a meter la cabeza con él para ver lo que no queremos ver. Después llegó Arrival (2016), una pieza casi perfecta de ciencia ficción en la que consigue conceptualizar el tiempo y el espacio de una manera diferente. Finalmente llego Blade Runner 2049 (2017), una secuela del clásico de culto ochentero que logró renovar la historia y darle una digna continuación.

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Por ello las expectativas sobre Dune eran altas. Basada en una novela clave de la ciencia ficción escrita por Frank Herbert en los 60, ha sido referencia obligada para ese género a partir de entonces. Sin embargo, la primera señal de alarma llega desde los primeros segundos de la película, cuando en los créditos vemos que el título completo es Dune: Parte Uno. Se dice que la película será de dos partes, pero no hay seguridad sobre ello. Aunque hay que decirlo, el inicio es épico. Se ve y se oye como un espectáculo digno de una sala de cine. Pero más allá de que los logros audiovisuales estén fuera de toda discusión, el problema radica en la narrativa y en las decisiones tomadas en el cuarto de edición.

La película está contada de tal forma que la emoción inicial se va diluyendo poco a poco, pasando del ¿a qué hora va a pasar algo? hasta al ¿a que hora se va acabar?, terminando en ¿y eso fue todo?, no sin dejar escapar algunos bostezos en el proceso. Los personajes, en vez de ir ganando protagonismo lo van perdiendo, y sus acciones en vez de ser más relevantes se convierten en juguetes de la casualidad. La tensión y emoción que se supone deberíamos de sentir por lo que viven los personajes en pantalla nunca llega, y el final es un cliffhanger tan débil y poco bien logrado, que no quedan muchas ganas de ver la segunda parte. De igual forma, las partes donde se construyen los motivos de la historia son obviados y cortados, dando la impresión que se les olvidó filmarlos o por alguna extraña razón se quedaron guardados en la sala de edición.

En ello parte de todo es que el reparto se siente desperdiciado: Javier Bardem, Jason Momoa, Josh Brolin son un poco más de cameos y el protagónico, Timothee Chalamet, es imposible verlo como la figura principal de esta épica espacial. No hay ninguna evolución en su interpretación y realmente no logramos explicarnos cuál es la relevancia de su personaje en la cinta.

Dune más que una película en sí misma, parece más un muy ambicioso episodio piloto de una serie. Las bases de la historia están sentadas, los personajes definidos y la atmósfera sólidamente construida. El problema es que estamos ante un episodio piloto que dura dos horas y media y sólo constará de dos capítulos.

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AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digita




Crítica: Blade Runner 2049

FOTOS: Internet.

Kinetoscopio

Por Marco A. Hernández Maciel

Calificación: ***** Clásico imperdible

La Paz, Baja California Sur (BCS). ¿Por qué el cielo es azul? ¿Por qué el agua moja? ¿Estamos solos en el universo? ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Cada civilización tiene sus preguntas que le permiten seguir adelante, que le permiten evolucionar, que le permiten mirar hacia donde no había mirado y buscar la respuesta que la acerque un poco más a desentrañar el misterio de nuestra existencia. Y entre esas preguntas, por ahí de 1968, al escritor Phillip K. Dick se le apareció la pregunta de los sueños de los androides y el resultado fue una distopía que engendró la saga fílmica de Blade Runner.

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Fue en 1982 cuando Ridley Scott se aventuró a adaptar la novela al cine, y lo que creó fue una cinta que hoy día es reconocida como una obra maestra de la ciencia ficción cinematográfica. Así que, 30 años después, el reto de hacer una secuela no es nada fácil, y hacer una secuela digna, es aún más difícil. En una época donde estamos hasta la coronilla de reboots, segundas y terceras partes y la originalidad va perdiendo poco a poco el piso, presentar la continuación de este clásico sonaba tanto a locura como a sinsentido; y si a eso le sumamos los cuestionados resultados de Ridley Scott al revivir la saga Alien, pues las cejas arqueadas se multiplicaban abundantemente ante este proyecto.

Por ello, el primer acierto de la producción fue darle la batuta a Denis Villeneuve, quien en 2015, al ser anunciado como director, tenía como carta fuerte aquella película protagonizada por Benicio del Toro y Emily Blunt llamada Sicario. Un impactante drama sobre el narcotráfico que sorprendió a muchos. Pese a ello, fue hasta el estreno de Arrival, con Amy Adams y Jeremy Renner, que  Villeneuve mostró que tenía los méritos suficientes para llevar a buen puerto la continuación de la historia de Rick Deckard, y vaya que lo consiguió.

Blade Runner 2049 es una joya audiovisual que logra dejar su huella, que logra ser original y única a pesar de ser una secuela. Y tan es así, que no es necesario haber visto la película de 1982 para disfrutar el espectáculo que se nos presenta, pero que sin duda es el complemento perfecto y una más que justificada continuación de la historia, que nos hará correr a buscar la primera parte (preferentemente, la versión del director estrenada en 2007).

Esta continuación sigue a un nuevo Blade Runner (Ryan Gosling) que se dedica a lo mismo que hacía Rick Deckard (Harrison Ford): cazar replicantes (réplicas humanas con mayor fuerza y agilidad pero con menos empatía) que son utilizados para trabajos que los humanos no estaban dispuestos a realizar, pero que en algún punto se rebelaban y por esta razón debían ser “retirados”. Es en una de estas misiones, donde este nuevo Blade Runner descubre una pista hacia un suceso que podría ser devastador para él y para ese mundo en el que existe.

Pero sólo bastan diez segundos para sentirse inmerso en la historia, para sentirte completamente abducido por un mundo que nos deja un futuro desolador, una vastedad de paisajes que ya no existen y días que se han extinguido. El mundo en 2049 no es un lugar al que queramos llegar, pero hacia al cual nos dirigimos a pasos veloces, y entonces es donde cada una de las situaciones planteadas nos proporciona una reflexión y una duda; y si bien el ritmo de la película se podría catalogar como lento, esa pasividad que vivimos durante la proyección del metraje sigue su curso hasta llegar a casa, hasta cerrar los ojos y descifrar si las ovejas con las que soñamos son eléctricas, o son un holograma, o son sólo sinapsis aleatorias de ideas que explotan y mueren a la velocidad de la luz en nuestras neuronas.

Además, la fotografía de Roger Deakins es estremecedora, apabullante, desgarradora pero con la pequeña luz de esperanza que necesitamos antes del fin. Cada plano está calculado al mínimo detalle, cada centímetro de pantalla es aprovechado y el movimiento lento, pausado pero perpetuo de la cámara nos hacen sentir sumergidos en un mundo pasmoso, donde la opción no es vivir ni sobrevivir, sino simplemente estar. La fotografía es parte de la historia, es parte del guión y es usado como un recurso narrativo pocas veces visto en otras producciones y un espectáculo a disfrutarse en la pantalla de cine más grande que puedan acceder, y si es en su idioma original, mejor aún.

La calificación de Kinetoscopio:

5 Estrellas: Clásico imperdible

4 Estrellas: Bien actuada, escrita y dirigida

3 Estrellas: Entretiene

2 Estrellas: Sólo si no tienes otra opción

1 Estrellas: Exige tu reembolso

0 Estrellas: No debería existir

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“La llegada”: ficción que hace ciencia

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Louise Banks es interpretada magistralmente por Amy Adams. Imágenes: Internet.

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Por Marco A. Hernández Maciel

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Un día, cualquier día, mañana mismo, aparece en las noticias que han llegado 12 discos de más de 400 metros de diámetro en diversos lugares del planeta. Un acto innegable de que no estamos solos en el universo, que hay visitantes que vienen de otro planeta y no sabemos que quieren, ni sabemos como comunicarnos con ellos. Y mientras los gobernantes del mundo intentan decidir qué hacer, es en la calle afuera de nuestra casa donde el miedo va inundando el ambiente ante algo que nos imaginábamos, pero que no queríamos que fuera cierto.

Es ahí donde entra la especialista en lenguaje Louise Banks interpretada magistralmente por Amy Adams, quien haciendo equipo con el astrofísico Ian Donnelly, llevado a la pantalla por Jeremy Renner, son reclutados por el ejército estadounidense para intentar comunicarse con los visitantes y saber en principio porqué están aquí.

Con esta premisa, el director Denis Villeneuve (Sicario, 2014) intenta poner cordura ante una situación de caos y miedo. Se pone de lado de la inteligencia y experimenta con los límites de la razón y la paciencia humana ante un evento que puede significar el fin de nuestra era. Y entre recuerdos, pérdidas, emociones, ciencia y filosofía, nos invita de manera sutil y persistente a enfrentarnos con lucidez a un nuevo tiempo y una nueva historia.

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Y en ese sentido, pone al espectador a sentarse a su lado, a dirigir la película junto a él, a encaminar a los personajes al enfrentamiento decisivo ante seres que no entendemos, porque unos no hablan nuestro idioma, otros no entienden nuestro lenguaje y otros sólo captan lo que quieren atender. Y la lucha se pelea en varios frentes, en tierra y fuera de ella, así como habrá espectadores que estén ansiosos a observar cómo los aliens lancen su horda de xenomorfos o bichos súper poderosos para que los marines puedan llegar a poner en alto el nombre de los Estados Unidos y surja un héroe anónimo que nos salve de la catástrofe; o el otro espectador, que ansía un concierto de luces y colores que por fin pueda resolver el misterio de la llegada y nos deje todo como una peculiar pero intrascendente visita desde la galaxia vecina.

Pero Villeneuve se toma las cosas con mucha profundidad y una aparente serenidad. Aquí el espectáculo está diseñado para que cada uno de nosotros construya su propio aglomerado de experiencias. La cámara que nos acompaña nos lleva cadenciosamente a cada escena de la mano, con movimientos lentos, casi imperceptibles, prometiéndonos la gran respuesta a este embrollo lingüístico-extraterrestre  que eventualmente llega, pero no de la forma que hubiéramos esperado.

En resumidas cuentas, estamos ante un acercamiento científico, ideológico y filosófico a uno de los mayores preguntas que nos hemos hecho y que al parecer, aún no tenemos una respuesta de qué hacer cuando suceda. Un filme que más que explosiones y efectos especiales –que los hay, pero que son superados ampliamente por la trama– nos ofrece un viaje interior a nuestros propios deseos y temores. Reflexiones acerca de vida, muerte, tiempo, espacio y propósito. Los extraterrestres han llegado, ¿saldrás a la calle a robarte una pantalla del Costco, irás por fin a la misa del domingo, te lanzarás ahora si al bungee o le dirás a tu jefe todo lo que realmente piensas de él?

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Denis Villeneuve se erige como un maestro de narración cinematográfica en un tiempo donde la ciencia ficción se está anidando en los blockbusters y en las fórmulas exitosas y probadas. Se toma grandes riesgos creativos para diferenciarse y distanciarse de los abrumadores espectáculos de superhéroes, magia, explosiones e imaginación desbordada pero mercadológicamente calculada.

Villeneuve nos trae un resquicio de arte cinematográfico de ciencia ficción pura, que peligrosamente se estaba difuminando ante la maquinaria industrial de ideas que domina hoy por hoy las pantallas. Con una edición cautelosa y una fotografía sin muchos matices pero poderosamente diseñada, permite que los dos protagonistas sean los pilares de este viaje espacial introspectivo que no ofrece muchas respuestas, pero nos regala algo más importante y trascedente: preguntas; nuevas, frescas y trascendentes. Pero también eternas y viejas. Las mismas pero diferentes. Aquellas que se nos olvidan, pero aún así siempre estamos en busca de sus respuestas. Respuestas que seguimos buscando a pesar de haberlas conseguido, o a pesar de saber que no las obtendremos.