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De dinosaurios y odios

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La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Justo después de la Guerra de Secesión de los Estados Unidos, dos de los más célebres paleontólogos protagonizaron una farsa, ejemplo de falta de ética total, odios y pasiones envenenadas, que tuvo como marco el descubrimiento de las más célebres especies de dinosaurios. Este episodio se conoce en la historia paleontológica como La Guerra de los Huesos.

Othniel Charles Marsh descubrió más de  80 especies, describió 12 familias y 5 subórdenes de dinosaurios, reptiles marinos, aéreos y mamíferos de la era Cenozoica.  Entre sus más famosos descubrimientos se encuentra el Apatosaurio, el Alosaurio, el Triceratops, el Diplodocus, el Camarosaurio, el Hesperonis y muchos más. Su trabajo sugirió que las aves evolucionaron a partir de los reptiles y describió la evolución de los equinos. El mismo Darwin, ya anciano, le felicitó en una carta y Thomas Huxley le honró también.

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Por su parte, Edward Drinker Cope ostenta todavía el récord de entre todos los científicos como un escritor fecundo: 13 000 mil organismos descritos, cerca de 1400 artículos científicos, una teoría evolutiva, y 56 dinosaurios descubiertos.

Uno podría pensar en dos gigantes de la ciencia; y en efecto, ambos lo eran, pero también fueron sendos egoístas que hicieron todo lo posible para destruir la carrera y hasta la vida del otro.

Su conflicto comenzó en la década de 1870. Los Estados Unidos salían de su Guerra de Secesión, el oeste estaba casi virgen para la exploración. El gobierno masacraba a los nativos para apropiarse de sus tierras, buscaba llegar al Pacífico como designio divino según sus políticos a través del Destino Manifiesto y encontraba grandes riquezas en los territorios conquistados a México. En este teatro explotó el conflicto entre Cope y Marsh.

Marsh era nueve años más viejo que Cope. Marsh era geólogo, Cope era biólogo autodidacta. Marsh era sobrino del magnate George Peabody que le financió casi toda su vida, mientras que Cope heredó una fortuna de su padre que dilapidó sabiamente en sus aventuras científicas. Cope era un cuáquero pacifista de Filadelfia mientras que Marsh era neoyorkino. Cope era lamarckiano y hasta desarrolló una curiosa teoría de la evolución en contra de la noción de la selección natural, mientras que Marsh era un darwinista de cepa. Cope escribía sus artículos, Marsh explotaba a sus alumnos. Cope era guapo y furioso, Marsh calvo y sosegado. Cope era racista y misógino, Marsh era ególatra e ingrato.

Ninguno luchó en la Guerra Civil. El padre de Cope le envió a Europa para evitar las levas y Marsh no pudo pelear por la Unión debido a una intensa miopía.

Ambos fueron corruptos. Marsh compró su plaza como profesor en la Universidad de Yale como condición de que su millonario tío financiara el museo de la universidad. Por su parte, Cope robó un esqueleto completo del Museo de Zoología Comparada.

Hubo un tiempo en que eran amigos. Incluso Cope nombró el fósil de un anfibio como Ptyonius marshii en honor a Marsh.

Pero todo acabó cuando comenzó la carrera hacia el oeste. El desarrollo del ferrocarril de la Union Pacific permitió al gobierno financiar exploraciones. Y allí fueron Marsh, con sus alumnos y trabajadores contratados por medio de Yale, y Cope, con su ayudante y su pico, para cavar y desenterrar fósiles en los estratos de Wyoming, Texas y Nuevo México.

Entre las guerras indias, ambos paleontólogos hablaban lenguas nativas y los indios les permitieron pasar por sus tierras. Durante años viajaron al oeste a desenterrar huesos gigantes, acampaban bajo tormentas de flechas y relámpagos, iban armados, amenazados por los guerreros que deseaban sus cabelleras y por los osos. Debían defenderse. A veces les escoltaba la caballería, a veces personajes legendarios como Búfalo Bill.

El que publica primero gana el reconocimiento. Marsh tenía a su disposición el American Journal of Science de Yale mientras que Cope compró la revista American Naturalist para ser su propio editor. ¿Quién les rechazaría un trabajo?

En 1872 ambos desenterraban fósiles similares en estratos del Eoceno, Cope en Washakie, Marsh a 100 millas de distancia en Bridger. Consciente de esto, ¡Cope telegrafió el artículo científico a Filadelfia! Por supuesto que el documento final fue un revoltijo de nombres en latín y descripciones confusas. Para colmo, el artículo de Marsh fue publicado sospechosamente dos días antes que el de Cope, y el crédito a los descubrimientos fue suyo. Digo sospechosamente, pues durante toda su carrera, ambos autores se acusaron uno al otro de falsear las fechas de sus artículos.

Un año después, Cope también excavaba en Bridger y Marsh se ofendió, pues consideraba que aquella cuenca era su dominio privado. Cope desenterró cráneos de dinocerados bautizados como Uintaterios, quizá ungulados cornudos de 3.5 m de largo. Publicó 16 artículos sobre estos animales y Marsh le atacó burlándose de su interpretación anatómica.

Cope había dibujado una trompa en el cráneo del uinaterio relacionándolo con los elefantes. Marsh dijo que ese era un animal de las mil y una noches, además de acusarle de haber falsificado datos. Ahora los paleoartistas dibujan a estos animales sin trompa y confirman la tesis de Marsh.

La anécdota más famosa y que encendió el odio de Cope fue la siguiente:

En 1868 recibió un cargamento de fósiles de Kansas. Se apresuró a reconstruir un reptil marino desconocido hasta entonces al que nombró Elasmosaurus platyurus. Era un curioso animal con un pequeño cuello y una larguísima cola. Se apresuró a publicarlo y el esquema original que dibujó se muestra en la figura 1.

Cuando Marsh leyó el artículo notó que había un error. Cope colocó el cráneo en la cola en lugar del cuello. Antes de difundir la falla, Marsh pidió consejo a su colega, el gran Joseph Leidy, quien confirmó la pifia. Marsh hizo ver a Cope como un chapucero sin entrenamiento anatómico, incapaz de colocar las vértebras de forma correcta.

Cope intentó borrar las huellas, publicó de nuevo el esquema corregido (Figura 2) compró todas las copias que pudo de la revista donde salió su artículo y las quemó pero no pudo evitar su descrédito.

Desde entonces el rencor de Cope se acrecentó, mientras que el ego de Marsh lo hizo un enemigo formidable.

Marsh también tuvo sus yerros. Describió un enorme dinosaurio al que nombró Brontosaurio y después, con pocos elementos describió otro llamado Apatosaurio. En 1903 otros paleontólogos decidieron que eran el mismo género. Hay que subrayar que en 2015 nuevamente se han separado, considerando a estos dos dinosaurios nuevamente como distintos.

Marsh también propuso una teoría muy revolucionaria. Al pensar que era imposible que los enormes saurópodos tuvieran un cerebro minúsculo (es como si un buque fuese dirigido por una taza de azúcar), propuso que tal orden de dinosaurios tenía otro cerebro en el ensanchamiento de la cadera. ¡Dos cerebros! Este último, llamado sacro, coordinaría los movimientos de la parte posterior de estos dinosaurios. Ni cabe decir que Cope se burlaba de esta teoría, para él tan absurda.

Las acciones deshonestas plagaron la vida de ambos.

Marsh contrataba espías para seguir a Cope y revelar los lugares donde había fósiles. ¡En alguna ocasión mandó dinamitar toda una veta de fósiles para que su rival no la pudiera hallar!

Ambos fueron sospechosos de plagiar, falsificar, cambiar las fechas de sus publicaciones. Marsh tenía un ejército de alumnos y trabajadores que se afanaban por él, escribían sus tratados y a los que no daba crédito. Cope tuvo un criado llamado Jacob Geismar al que no pagaba con regularidad y llegó a deberle cientos de dólares. Marsh cerraba la colección de Yale a otros investigadores, les negaba el acceso y también se retrasaba en los pagos a sus trabajadores.

Cuando Cope intentó publicar su segundo volumen de su obra magistral Los vertebrados de las formaciones terciarias del oeste, le fueron negados los fondos. Sospechó de Marsh, que ya entonces tenía un poder político considerable, era presidente de la Academia Nacional de Ciencias.

El 12 de enero de 1890 Cope tuvo su venganza, su amigo, el reportero amarillista Ballou publicó en el New York Herald un artículo, donde se exponían todas las acusaciones posibles contra Marsh. Eran veinte años de  denuncias. Entre otras, se destaca la imputación de que Marsh había plagiado su estudio sobre la evolución de los caballos de Huxley de un ruso llamado Kowalevsky. Lo acusó de corrupción, de establecer un monopolio científico político, de conspiración y muy sutilmente hasta de homosexual.

Marsh contraatacó. Acusó a Cope de robar fósiles que no le pertenecían, de rondar por Yale para extraer datos de otros y, respecto a Kowalevsky, le recordó que el ruso se había volado la cabeza de remordimiento, en cambió Cope seguía vivo sin arrepentirse.

El ataque de Cope lastimó realmente a Marsh. El congreso dejó de financiar sus investigaciones, pero la Academia de Ciencias francesa le otorgó el Premio Cuvier en 1897.

Cope, por su parte, murió solo en el mismo año que Marsh recibía su premio. Perdió su fortuna invirtiendo en una mina de plata que le dejó seco, perdió su casa hipotecada y a su esposa, que le había abandonado. Le encontraron rodeado de fósiles, con un dolor insoportable, agonizando a dosis de morfina y formol, con una grave afección renal. Hay una leyenda donde se asegura que Cope quiso ser el holotipo de la especie Homo sapiens. Donar su cadáver para ello. Recuerden que Linneo no describió al humano a partir de ningún espécimen. Pues Drinker Cope quiso serlo, pero no pudo debido a que le faltaban dientes.

Marsh le siguió dos años después, también solo. Jamás se había casado. El gobierno había confiscado su colección de fósiles en Yale y le habían despedido de su cargo.

Cuando en 1902 se publicó Leading American Men of Science, las biografías de Cope y Marsh carecían de estos datos, tan solo nombraban sus logros científicos, lo mismo sucede en enciclopedias actuales sobre dinosaurios. La llamada Guerra de los Huesos casi no se menciona, como si fuesen indiscreciones, como si los científicos fueran bronces sin pasiones, éticos absolutos, honorables hombres racionales. Nada más falso.

En 1890, un bromista escribió el epitafio de ambos paleontólogos: Así marcha la Ciencia, con paso sereno, su corona como un ramo de olivo, su meta solo la verdad sagrada y la ociosidad con dignidad.

Nada más falso.

Nota: Este sábado 24 de agosto en el Teatro de la Ciudad de La Paz a las 20 horas se representará “La Guerra de los Dinosaurios”, comedia sobre esta historia de egos y farsas.  Lector, estás cordialmente invitado.

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Comportamiento homosexual en animales no humanos (I)

FOTOS: Cortesía.

SudcaliCiencia

Por Marián Camacho

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). La perspectiva de análisis de esta nueva entrega de Sudcaliciencia está basada en el trabajo de los doctores Volker Sommer y Paul L. Vasey, en su libro Homosexual behaviour in animals. An Evolutionary Perspective. El Dr. Sommer es profesor de Antropología Evolutiva en la Universidad de Londres (University College London) y el Dr. Vasey es profesor del Departamento de Psicología de la Universidad de Lethbridge en Canadá.

 

La violación de una “ley” básica de la naturaleza

De acuerdo con Sommer y Vasey, a primera vista, el comportamiento homosexual parece violar una ley básica de la naturaleza: la procreación. La noción de que los organismos existen para reproducirse es un elemento básico de las formas precientíficas de interpretar el mundo, y la teoría evolutiva, desde sus inicios, ha sido elaborada sobre esta idea. En una visión estrictamente Darwiniana, los individuos buscarían maximizar el número de descendientes reproductivamente exitosos y, con esto, la representación de su propia información genética transmitida a las futuras generaciones.

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La selección sexual es el marco teórico clave para interpretar el comportamiento sexual desde una perspectiva evolutiva. Darwin describió la selección sexual como un proceso de reproducción diferencial que ocurre porque los machos varían en su habilidad para adquirir compañeras reproductivas. Él identificó dos mecanismos básicos que influencian la adquisición de pareja. La competencia por pareja ocurre intra-sexualmente (entre los miembros del mismo sexo), entre machos que buscan conseguir hembras, y engloba peleas físicas y amenazas, así como despliegues rituales de cortejo. La elección de pareja ocurre inter-sexualmente (entre los miembros del sexo opuesto), y típicamente involucra hembras que seleccionan al competidor masculino más atractivo.

Por otro lado, las diferencias sexuales en los patrones de adquisición de pareja pueden explicarse en términos de la teoría de la inversión parental. En especies típicas, las hembras invierten más en la descendencia que los machos, dado que ellas no solo participan en la gestación y la lactancia (en el caso de los mamíferos), sino que también proveen la mayoría del cuidado postparto de la descendencia. Esta diferencia limita su tasa de potencial reproductivo, así que, en un momento dado, habrá menos hembras fértiles que machos reproductivamente activos en una población. Así que, en teoría, se espera que los machos compitan con otros machos por el acceso reproductivo a hembras y copulen relativamente sin discriminación. Las hembras deben discriminar entre los compañeros masculinos potenciales, en favor de aquellos que contribuyen más con la calidad y sobrevivencia de la descendencia.

En especies atípicas, como los caballitos de mar y varias especies de aves, los papeles se invierten: los machos proveen la mayor aporte de la inversión parental y son exigentes acerca de las hembras con las cuales copulan, mientras que las hembras compiten entre ellas por parejas masculinas.

Desde la perspectiva de la selección sexual y las teorías de inversión parental, uno puede tener la impresión de que el sexo es sinónimo de reproducción. La teoría de la inversión parental claramente predice que los individuos deben escoger y competir por parejas sexuales, que les confieran la mayor ventaja reproductiva. Así, cuando se tiene la opción, el sexo reproductivo debe preferirse sobre el sexo no reproductivo. Por lo tanto, las parejas del sexo opuesto deben preferirse sobre los compañeros sexuales del mismo sexo, y la competencia por pareja debe ocurrir intra-sexualmente.

Una realidad diferente

En la realidad, muchas especies se involucran en comportamientos homosexuales también. Sin embargo, los animales que se involucran en interacciones sexuales con miembros de su mismo sexo, obviamente, no están en una búsqueda inmediata de objetivos reproductivos, es decir, de procrear. Dado que el comportamiento homosexual parece socavar la reproducción, parece apropiado preguntar por qué los animales se involucran en estos comportamientos.

Los primeros estudios de comportamiento animal, tendieron a descartar la ocurrencia del comportamiento sexual entre miembros del mismo sexo como caprichos o peculiaridades, e incluso fueron clasificados como manifestaciones patológicas. El uso de sujetos de estudio enjaulados era lo más común y significaba que estas interacciones estaban caracterizadas, invariablemente, como productos anormales del encierro, a diferencia de lo que se encontraba en la naturaleza.

No obstante, más y más estudios detallados de animales en sus ambientes naturales, hicieron cada vez más difícil descartar todas las interacciones sexuales entre miembros del mismo sexo como excepciones, idiosincrasias, o patologías. Lenta, pero constantemente, una imagen muy diferente emergió. Se ha recabado una evidencia enciclopédica que el comportamiento homosexual se encuentra presente en cientos de especies de mamíferos, aves, reptiles, anfibios, peces, insectos, arañas y otros invertebrados. Claramente, lo que una vez se pensó como una aberración, actualmente parece ser un patrón de comportamiento que está ampliamente distribuido en el reino animal.

“Mejor no investigo para que no crean que soy gay”

Desafortunadamente, aunque la teoría acerca del comportamiento homosexual en animales avanzó significativamente, existe una pausa en la línea del tiempo de la investigación sobre el tema. La razón más citada al respecto es que los investigadores son temerosos acerca de reacciones homofóbicas. Algunos investigadores temen ser etiquetados correcta o incorrectamente como gays o lesbianas. Otros imaginan que sus carreras serán impactadas negativamente si sus nombres se asocian con este tipo de temas.

Por otro lado, la carencia de investigación sobre el tema puede deberse a que relativamente pocas especies se involucran en comportamiento homosexual habitualmente, es decir, cotidianamente. Así, un investigador difícilmente puede esperar llevar a cabo un proyecto que busque estudiar un comportamiento particular, si para hacerlo necesita observar a la especie de estudio durante cientos de horas antes de observar un solo ejemplo de este tipo de comportamiento. Ningún fondo económico apoyaría tal investigación y ningún científico sería capaz de sostener una agenda como esa. Así, la mayoría de los estudios de comportamiento homosexual se genera en conjunto con investigaciones de otros temas.

El término comportamiento homosexual en animales

La subjetividad para definir comportamiento homosexual de acuerdo con el contexto, función y motivación, ha sido repetidamente cuestionada y criticada al ignorar la naturaleza multifacética de estas interacciones. Para Sommer y Vasey, el comportamiento homosexual se refiere a los despliegues de cortejo, montaje y/o contacto genital y estimulación entre individuos del mismo sexo. En consecuencia, el comportamiento o actividad homosexual se refiere a los actos o interacciones específicos o particulares. Como tal, este término no implica ningún patrón de por vida, de actividad o exclusividad homosexual, ni tampoco denota ninguna forma particular de relación sexual duradera o monogamia.

Es necesario enfatizar que el comportamiento homosexual en animales no humanos no es, y no debe ser, tomado como sinónimo de orientación sexual, identidad de orientación sexual, preferencia de pareja sexual o categorías de seres sexuales.

Orientación sexual (por ejemplo, heterosexualidad, homosexualidad, bisexualidad, asexualidad), se refiere al patrón general de atracción y excitación sexual (o carencia de) del individuo durante algún periodo definido (por ejemplo, adolescencia, adultez, el año anterior). Típicamente, este patrón está caracterizado por múltiples parámetros, incluyendo solicitudes sexuales, contacto sexual efectivo y flujo sanguíneo genital. En humanos, las fantasías sexuales también son utilizadas para caracterizar la orientación sexual, pero los investigadores que estudian a los animales no tienen medios para evaluar fantasías sexuales en sus sujetos de estudio, asumiendo que tal fenómeno exista.

Identidad de orientación sexual, se refiere a la orientación sexual que un individuo considera que tiene. Esta puede o no corresponder con los varios parámetros que caracterizan la orientación sexual de un individuo. Con excepción de los grandes simios, la evidencia de auto-reconocimiento en animales es débil. Por lo tanto, no hay razón para esperar que los animales desarrollen identidades personales basadas en un sentido introspectivo de orientación sexual.

Preferencia de pareja sexual se refiere a la predilección de un individuo por parejas sexuales de un sexo, o de otro, o de ambos, cuando se le da a elegir.

Finalmente, algunas culturas, pero no todas, han creado categorías de seres sexuales, clasificando a la gente basada en sus comportamientos sexuales y/o orientaciones sexuales. El desarrollo de tales esquemas de clasificación, típicamente involucra la presuposición implícita que los tipos particulares de comportamiento sexual y orientaciones sexuales encapsulan la esencia misma de un individuo. Clasificar a los individuos de esta manera resulta en categorías de seres sexuales construidas culturalmente (por ejemplo, el homosexual, el heterosexual, queer, lesbiana, gay, etc.). El comportamiento homosexual en animales no debe ser tomado como evidencia de membresía en alguna de estas categorías construidas culturalmente. No hay evidencia de que los animales no humanos clasifiquen a sus conespecíficos de esta manera, ni tampoco existe una razón particular para esperar que lo hagan.

De tal forma, sentados algunos conceptos teóricos fundamentales sobre el tema, en la segunda parte de este artículo abordaremos ejemplos de especies que se involucran en actividad homosexuales rutinarias y que poseen evidencia científica soportada con datos robustos.

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