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Dr. Sleep: el nuevo viejo Stephen King

FOTOS: Internet

Kinetoscopio

Por Alejandro Aguirre Riveros

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). A diferencia de otras profesiones, en la escritura la experiencia no es sinónimo de calidad. Para muestra clara Gabriel García Márquez: Memorias de mis putas tristes fue la última novela publicada por el premio nobel tras cuarenta y nueve años de carrera literaria y es quizás la peor de todas. Ejemplos similares abundan en el mundo de las letras: Hemingway, Carlos Fuentes, Tolstoi o Mario Vargas Llosa por mencionar algunos.

Stephen King, lamentablemente, forma parte de este desdichado club de escritores: sus obras más terroríficas, las más aclamadas y adaptadas al cine pertenecen a sus inicios. Recordemos que son precisamente los títulos publicados en las décadas de los setentas y ochentas los que le dieron fama y gloria como maestro del terror: Carrie, El Resplandor, Cujo, La Torre Oscura, Christine, Cementerio de mascotas, Los chicos del maíz, La niebla y ESO. Una época en la que la escritura, como confiesa el mismo King en su libro Mientras escribo, iba acompañada del abuso del alcohol y las drogas. Adicciones que de algún modo sirvieron como marco de referencia para crear situaciones tan aterradoras como alucinantes y originales.

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La pesada sobriedad acompaña al autor desde la década de los noventas con la publicación de una serie de novelas que no logran estar a la altura de sus grandes éxitos: ¿quién ha escuchado hablar de Joyland, Colorado Kid, Insomnia, La tienda, Buick 8: un coche perverso, La historia de Lisey, Revival, Mr. Mercedes, Duma Key, El instituto o Elevation? Y aunque quizás haya algunas excepciones en esta segunda etapa del autor, como lo pueden ser la Milla Verde, El cazador de sueños o La cúpula; lo cierto es que lo más destacado de su obra ha quedado en el pasado.

En este contexto Dr. Sleep, la secuela del Resplandor, publicada en 2013, aparenta ser el esfuerzo de un Stephen King que en plena decadencia busca revivir su carrera a costa de uno de sus más grandes hits: Dan Torrance, el niño protagonista de El Resplandor, ahora de mediana edad, se recupera de un alcoholismo heredado por su padre y las pesadillas del Hotel Overlook, mientras trabaja como asistente en un asilo, donde usa su resplandor para ayudar a los más ancianos a dar el temible paso hacía el más allá.

En esta vida decadente hace amistad con Abra Stone: una chica de doce años, cuyos poderes sobrenaturales, le recuerdan a su propia infancia. Amistad que no tarda en complicarse cuando ella comienza a ser acechada por el Nudo Verdadero: una secta de vampiros arcanos, de juventud eterna, organizados como una comunidad nómada, que viaja por todo Estados Unidos en sus enormes casa rodantes para alimentarse del resplandor oculto en los niños que han nacido con un don especial.

Dr. Sleep, como novela, es una gran secuela: la figura original de Jack Torrance funciona a la perfección como la búsqueda de Stephen King por explorar su relación con la literatura, el alcoholismo y la lucha con su demonios internos; búsqueda que es heredada por Dan Torrance, quien al convertirse en el Doctor Sueño, se aferra a la sobriedad como un ejercicio de madurez personal para quien ha visto el mal a los ojos y ahora debe aprender a vivir con ello.

Sin embargo, como película se enfrenta a un reto descomunal: ¿cómo superar o incluso mantener la calidad del discurso cinematográfico de un genio como Stanley Kubrick?

El Resplandor (1980) ha sido llamada como una de las obras maestra del terror: un clásico en el que Kubrick imprime su sello en el género de horror para convertir una simple historia de fantasmas, en una disertación audiovisual sobre la relación entre la vida y la muerte, la sanidad y la locura, el amor y el odio; a través de una serie de escenas tan distintivas e icónicas, que sumadas a la excepcional interpretación de Jack Nicholson, convierten la cinta en una de las experiencias cinematográficas más extrañas y profundamente espeluznantes.

Mike Flanagan, director de Dr. Sleep (2019), se enfrenta así al descomunal reto verse obligado a estar a la altura de dos maestros: Kubrick y King. Utilizando su experiencia en el género, con películas como Oculus (2013), Ouija: el origen del mal (2016) o El juego de Gerald (2017), intenta crear su propia visión del desenlace ocurrido Hotel Overlook y la familia Torrance. El resultado es un thriller sobrenatural cargado de acción y efectos especiales. Un relato fantástico que conjuga la épica con el horror y cuya estética termina por canibalizar el trabajo de Kubrick.

Pero que a pesar de dichos desatinos, resulta ser una de las mejores adaptaciones de Stephen King: a través de la originalidad de sus personajes, pero sobre todo de sus villanos, explora la raíz del mal como solo el maestro del terror sabe hacerlo.

Rose The Hat, la líder de los vampiros, logra así dar voz a una de las interrogantes más ancestrales en la psique humana: ¿qué lleva a los demonios de carne y hueso a realizar sus atroces crímenes? La respuesta termina por dar redondez al leitmotiv que atraviesa por completo todas las obras de Stephen King: desde Eso hasta Carrie pasando por Christine y Cujo.

En conclusión estamos ante una cinta que no está a la altura del genio creativo de Stanley Kubrick. Pero que se mantiene en pie como una pieza original en la que se exploran los elementos del terror ochentero desde la óptica del nuevo milenio; una historia original cuya narrativa te mantiene el filo de la butaca para traernos de vuelta lo mejor del viejo Stephen King.

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Cine de terror en La Paz

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Isabel Adjani y Sam Neill en “Posesión”. Fotos: Internet.

Colaboración Especial

Por Lefteris Becerra

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). En octubre organizamos en el cineclub Medusa un ciclo de cine de terror en el que programamos cuatro filmes de diferentes años, países de producción y creadores, que en contraste coinciden en dos características: son filmes de culto y de producción independiente, por fuera de la industria hollywoodense. Para abrir proyectamos el clásico de serie B, I Walked with a Zombie (1943) del prolífico director de origen francés Jacques Tourneur, inolvidable sobre todo por los tres filmes que dirigió producido por el legendario Val Lewton, entre los que se cuenta el mencionado. Ambientado en una isla caribeña, la película de Tourneur es un hito cinematográfico al que se le reconoce el aliento poético de la puesta en escena de un drama que involucra rituales del vudú. Quien desee saber más sobre este singular creador y este filme, debe consultar el estudio de Chris Fujiwara, Jacques Tourneur: The Cinema of Nightfall reimpreso en 2011.

La sede del cineclub es el Big Sur Café, ubicado en Zaragoza #40, entre Artesanos y 16 de Septiembre en la colonia centro, teléfono 1226806. Funciones todos los martes a partir de las 20:00 horas. Se puede consultar su programación en la página de Facebook de la Red de Cineclubes de La Paz y en la del Big Sur Café Orgánico.

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Continuamos con otros dos filmes de culto filmados en 1981, el primero en Francia bajo la dirección del director polaco Andrzej Żuławski, conocido en medios más undergrounds debido a su aproximación extrema, sin concesiones, al séptimo arte. Programamos Posesión (foto principal) con las actuaciones desquiciadas de la hermosa Isabel Adjani (Anna/Helen) y el neozelandés de origen irlandés Sam Neill (Mark). Se puede decir que se trata de una película de terror psicológico en el sentido de que todo lo que vemos puede ser interpretado como el producto de la mente desquiciada de Mark al confirmar sus sospechas de que su mujer Anna lo engaña. Cada secuencia de la película obedece a las ansiedades, terrores, pánicos, neurosis, delirios y demás alteraciones del equilibrio emocional cuyo origen está en la crisis de su matrimonio.

De hecho, Żuławski —tristemente fallecido el 17 de febrero de este 2016— experimentó por esos años una crisis similar a la de su personaje Mark, al ser abandonado por su esposa, la actriz Malgorzata Braunek, en fuga con un hombre que en la película se transmuta en el personaje de Heinrich —interpretado magistralmente por el actor alemán Heinz Bennent—; Malgorzata y Andrzej procrearon al ahora director de cine Xawery, quien tenía 9 años cuando se estrenó la película de su progenitor, dentro de la cual la paternidad tiene un espacio propio.

Como es sabido, la vida privada de Żuławski fue su principal fuente y, como Anna en la admirada secuencia en un túnel del metro, el artista polaco necesitaba expeler todo lo que guardaba en su alma enferma. El contexto y la búsqueda de un planteamiento más amplio que incluyera la dimensión política —la historia ocurre en un barrio de Berlín cuyo límite era el propio muro desde el que la policía de la Alemania socialista, escrudiña con aparatosos binoculares las vidas privadas de los alemanes occidentales; además, el propio Mark es un espía y está relacionado con ese submundo— y la metafísica, en su búsqueda por darle un rostro al mal y reflexionar sobre su naturaleza, no están fuera del filme, proveyéndolo de ese modo de una serie de capas y apuntes que le dotan de la densidad tan característica que posee y que sigue provocando la admiración —que puede manifestarse al mismo tiempo como fascinación y repulsión— a 35 años de haber sido pergeñada.

Aunque estrenada el mismo año que Posesión, 1981, Scanners o el descriptivo título con el que se le conoció en México, Telépatas, Mentes destructoras, se halla en otra exploración del género de terror. El artista David Cronenberg creó su séptimo largometraje como una más de sus extrañas exploraciones de fenómenos psíquicos atípicos, con potencial para hacer daño a escala masiva, en la línea de su interés por las epidemias y otros desastres humanos. Si Posesión es un filme sobre los tormentos de una pareja que se disuelve o divide, Scanners es sobre el potencial de unas supermentes para destruir y controlar a los otros.

Mientras todo en el filme europeo es, monstruo incluido, el producto del choque entre las psiques, en la película de Cronenberg los superpoderes de 237 individuos entre 4 mil millones de habitantes de la Tierra, mezclados con las perversas intenciones de uno, les convierten en monstruos. Empero, el terror que plantea el director canadiense está más relacionado con una fuente muy actual de poder y destrucción social: las corporaciones, específicamente las farmacéuticas. A la luz de lo que se avecina con el Tratado Transpacífico y su equivalente para el Atlántico, en el que los derechos de propiedad intelectual ocupan un lugar preeminente, en un panorama ocupado por instituciones como la Police Intellectual Property Crime Unit de Londres y el FBI gringo persiguiendo a personas que comparten libremente material cultural en Internet, los elementos planteados por Cronenberg son plenamente convincentes, pertenecen al ambiente de terror en el que vive el planeta entero, dominado por unas cuantas transnacionales capaces de todo con tal de ampliar su control y sus ganancias.

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Para cerrar, programamos un clásico del subgénero del ciberpunk, el filme japonés Tetsuo: el hombre de hierro, que es una especie de mezcla entre La metamorfosis de Kafka, Videodromo de Cronenberg y Ereaserhead de David Lynch. Shinya Tsukamoto realizó este filme de modo independiente con una cámara de 16 mm con una estética afín al videoarte que se practicó con intensidad en esa época en diferentes latitudes de la aldea global. Tetsuo encarna (y “enmetala”) todos los temores y ansiedades que la tecnología provoca en las personas, con una mezcla de fascinación pero también de la incertidumbre oscura del destino al que conduce el viaje tecnológico que no conoce freno o límites sino que está desbocado con el ímpetu característico de las máquinas. Si Kafka imaginaba una pesadilla en la que Gregorio Samsa despierta siendo una conciencia atrapada en el cuerpo de una cucaracha gigante, Tsukamoto escenifica en su filme la transformación de un oficinista en máquina, un hombre-máquina.

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Al igual que todas las películas del ciclo, Tetsuo también es una película sobre las relaciones de pareja —ya sea entre hombre-mujer o entre hermanos— y todos los terrores que anidan en ella. Es curioso que cuatro películas tan disímbolas, parten de los conflictos emocionales derivados de las desavenencias entre las personas. Es como si la comedia romántica, cuando se enfoca no en el idílico momento de la conquista o reconquista, sino en las sombras y los momentos poco gratos del amor y la fraternidad, resultara en las pesadillas que suele narrar el cine de terror.

Para concluir el mes dedicado a ese género, el cineclub Medusa ofrecerá una semana entera, del miércoles 26 al lunes 31, una selección diaria de seis películas de terror: Ju-On: The Grudge (Takashi Shimizu, 2002), Ringu (Hideo Nakata, 1998), Exterminio (Danny Boyle, 2003), Vampyr (Carl Th. Dreyer, 1932), La bruja (Robert Eggers, 2015) y La cosa (John Carpenter, 1982).

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