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1987, el año que la iglesia destruyó patrimonio histórico sudcaliforniano

Fotos: Archivo Histórico Pablo L. Martínez

California Mítica

Por Gilberto Manuel Ortega Avilés

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). El 5 de enero de 1987 se dio una reunión entre el obispo Gilberto Valbuena Sánchez, titular de la Vicaría Apostólica de Baja California Sur, y un grupo de funcionarios públicos formado por el Lic. Moisés Coronado, entonces director de Cultura del Gobierno de BCS; el historiador Lic. Jorge Amao Manríquez, delegado en el estado del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH); el Sr. Juan Ramos Zepeda cronista del estado y director de acción social, cívica y cultural  del consejo municipal de Gobierno de La Paz, y el Arquitecto Salvador Hinojosa, especialista en arquitectura y restauración misional en Baja California Sur.

En esa ocasión se le comunicó al Obispo -ante el conocimiento extraoficial de que se pretendía modificar el piso de la Catedral– que mientras la dirección general del Instituto Nacional de Antropología e Historia no extendiera el permiso correspondiente con las observaciones al caso, no debería hacerlo, ya que el  mosaico, independientemente de estar en buen estado de conservación, era considerado un testimonio histórico, materia de estudio para investigaciones presentes y futuras, puesto que el edificio catedrático del que formaba parte integral, era manifestación de un estilo de la época, que a los estudiosos revela hechos y costumbres de sus tiempo.

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Por su parte el Obispo, de acuerdo a las versiones oficiales, indicó que ya era tiempo de modernizar la Catedral y a modo de presión dijo a los funcionarios que, si no se permitía el cambio de piso, él giraría órdenes a todas las parroquias del vicariato para que el siguiente domingo en las homilías se diera a conocer a los fieles esta actitud de las autoridades.

El delegado del INAH, ante esta postura del prelado, ese mismo 5 de enero envió una comunicación a este en el sentido de que no levantara el piso, ya que se consideraba parte integral de un patrimonio histórico del pueblo de Baja California Sur –como lo era la Catedral- y cualquier remodelación requiere autorización de la dirección general del propio INAH.

Después de entregados los debidos oficios a todas las dependencias gubernamentales, el día 12 de abril acudió un inspector del INAH al lugar, donde se percató que desgraciadamente el piso había sido cambiado, aun en contra de las órdenes de las autoridades.

Toda la investigación anterior fue rescatada del periódico “El Eco de California” del miércoles 18 de febrero de 1987. Las fotografías fueron del mismo periódico tomadas por Enrique Peña Moyron.

Es triste ver perdido patrimonio no solo estatal sino nacional por cuestiones personales de los dirigentes eclesiásticos, ya que las intenciones del cambio del piso histórico no tuvieron un fundamento real; desgraciadamente ante el hecho consumado ya no se pudo hacer nada. Es importante recordar este tipo de actos y no olvidar las pérdidas históricas que ocasionaron, para aprender a valorar nuestros edificios históricos y defenderlos cuando estos estén en riesgo de ser afectados o destruidos.

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De pie, ovacionaron el concierto ‘Alegría del mundo’ en Catedral de La Paz

FOTOS: ISC.

Por Modesto Peralta Delgado

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). En una ciudad donde a diario hay ejecuciones y en donde todos nos podríamos exponer a alguna balacera, presenciar un concierto que recuerda el nacimiento de Cristo —tengamos o no tengamos la religión que se quiera— y de este altísimo nivel, es como un bálsamo para el espíritu, y algo que francamente es necesario que ocurra más en nuestra media península, pues las actividades artístico culturales son también un alimento para la paz y la esperanza.

Fue el pasado viernes 15 de diciembre que se llevó a cabo el tradicional Festival por Navidades Alegría del mundo, organizado por el Instituto Sudcaliforniano de Cultura (ISC) y el Sistema Estatal DIF. Sólo unos minutos después de las 8 de la noche dio inicio el concierto de casi dos horas de duración, que logró convocar a cientos de personas en el interior y exterior de la Catedral de Nuestra Señora de La Paz, en esta capital.

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Desde una hora antes, es decir, a las 7:00 de la noche, el interior del templo ya estaba abarrotado. Quien esto escribe llegó todavía una hora antes —a las 6— para alcanzar asiento. Y es que el tradicional concierto siempre tiene una gran afluencia, y al no poder despegarnos del sitio, no pudimos observar bien la ocupación de medio recinto para afuera; en la parte de adelante no cabía un alfiler desde una hora antes. Esto parece una buena noticia, pero en realidad, ante la probada convocatoria del concierto navideño, quizá debiera replantearse el lugar. Sabemos que la Catedral de La Paz tiene excelente acústica y que se hace un año aquí y al siguiente en el Teatro de la Ciudad —en realidad, ambos sitios se llenan—, pero dejamos a consideración de los organizadores que el templo podría estar dejando a varios afuera, incluso, que por esa razón ya ni siquiera se tomen la molestia en asistir.

Por supuesto, el templo lucía pulcro y debidamente adornado, por lo que el ambiente navideño estuvo presente desde que alguien ponía un pie adentro. No hizo mucha falta ni probar el equipo de sonido —salvo afinaciones de último momento— ni las luces, lo que habla de que todo funcionaba como relojito desde temprano. La iluminación especial para este evento, tanto afuera como adentro, aumentaron el esplendor del espectáculo que se avecinaba. Así, en cuanto terminó una boda oficiada por el Obispo, alrededor de las 7:00, la gente se ubicó rápidamente. Aunque eran más las mujeres adultas, hubo personas de todas las edades atentas al espectáculo que ocurrió sin ningún contratiempo.

Inició con una introducción de unos quince o veinte minutos, donde se agradeció a las autoridades por la organización del recital musical de Navidad, y en donde se hizo mención de los padres combonianos que hicieron su labor religiosa en Baja California Sur; la explicación más detallada corrió a cargo de Francisco López Gutiérrez, presidente de la Asociación de Escritores Sudcalifornianos. Fue visible en primera fila el Gobernador y su esposa, la presidente del SEDIF, así como el Director del ISC, pero afortunadamente, no hubo necesidad de que ellos o por ellos se extendieran palabras de bienvenida.

Cantando las canciones a coro o como solistas —descritos por los organizadores como “cuatro de las voces jóvenes más importantes del arte lírico de México”—, Alegría del mundo tuvo la presencia de la soprano Patricia Santos y la mezzosoprano Rosa Muñoz, del tenor Alan Pingarrón y el barítono Amed Liévanos; fue éste último, con su magistral voz, quien primero levantó al público con aplausos, que en más de una ocasión ovacionó de pie a los cantantes que ejecutaron desde villancicos en español como Ay del chiquirritín hasta temas clásicos navideños como O Holy Night.

Haciendo la música para el concierto, estuvo el ensamble de cuerdas dirigidos por el maestro Josef Olechowski, con los músicos europeos Sebastian Kwapisz Padziorko, Pavel Koulikov Beglarian, Paul Abbott, Valentín Lubomirov Mirkov y Dwyght L. Bryan Pennington. No hubo un solo tropiezo en el concierto a nivel musical, absolutamente bien coordinado de principio a fin.

Hemos de confesar que tuvimos envidia a una niña del público que en las primeras canciones se sentó casi al frente en el piso del pasillo y escuchó atenta: quizá ella tuvo la mejor vista de todos los asistentes; pero no podía durar todo el concierto allí, y es que para sorpresa de los espectadores, alrededor de las 9:30 de la noche, caminaron por el centro “José” y “María”, para entrar detrás de ellos el Coro Infantil de la Orquesta Esperanza Azteca, dirigidos por José Manuel Romero, dando así, el cierre del recital, con ovaciones de pie. Sabemos que gracias a los avances de la tecnología, se contó con transmisión en pantalla de alta definición por radio y televisión en Internet.

Apenas se salía de la Catedral de La Paz, se escuchaban los rumores de gente maravillada por lo que acaban de oír, y el andar por los alrededores de la cuadra que lucía completamente llena de carros. Fue una grata experiencia, de verdad, en un año que tristemente es más abundante en nota roja que en lo cultural. Observar y escuchar las reacciones del público no dejan lugar a dudas que, más allá de nuestras creencias o falta de ellas, la música nos puede reunir con ternura y alegría, y puede ir más allá de la función estética a dotarnos de la necesitada paz que los sudcalifornianos ocupamos más que nunca.