El último liberal: Márquez de León frente al poder y la traición

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). José Manuel María Márquez de León nació el 5 de marzo de 1822 en el poblado minero de San Antonio, situado al Sur de la península de Baja California, en el actual estado de Baja California Sur. Proveniente de una región de carácter rural y minero, su entorno desde el nacimiento estuvo marcado por el trabajo duro, la vida austera y una cercanía cotidiana con los desafíos propios de un territorio aislado y poco articulado al resto de la República Mexicana.

Su infancia y adolescencia transcurrieron en el poblado de Todos Santos, una comunidad cercana a su lugar de nacimiento, que fue fundamental en la conformación de su carácter. En este ámbito local, el joven Márquez de León desarrolló una temprana conciencia sobre las condiciones de vida de su tierra natal, sobre las dificultades que enfrentaban sus habitantes y sobre la necesidad de defender la soberanía del territorio frente a las amenazas externas e internas. La educación formal en la península durante la primera mitad del siglo XIX era limitada; sin embargo, Márquez de León cultivó una formación autodidacta, alentado por su entorno familiar y social. Mostró desde muy joven una notable inclinación hacia las armas, la disciplina militar y la vida pública, elementos que confluirían más adelante en su sólida vocación política y patriótica.

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A la edad de 21 años, movido por este profundo sentido de servicio a la nación y por el deseo de formación militar, ingresó a la Marina Nacional, uno de los pocos cuerpos armados disponibles entonces para mexicanos con aspiraciones de carrera castrense. Fue asignado como Segundo Comandante de la goleta Anáhuac, embarcación que lo introdujo de lleno a la vida naval y que representó su primer destino oficial dentro de la estructura de la Marina de Guerra.

El paso por la Anáhuac le permitió familiarizarse con el funcionamiento táctico y operativo de las fuerzas navales, al mismo tiempo que lo puso en contacto con otras regiones del Pacífico Mexicano, particularmente el puerto de Mazatlán, desde donde, poco tiempo después, iniciaría su participación activa en los conflictos bélicos que marcarían la historia del siglo XIX en México.

Participación en la guerra contra Estados Unidos (1846–1848)

La destacada participación de José Manuel María Márquez de León en la guerra entre México y los Estados Unidos (1846–1848) representó la consolidación de su carácter como militar comprometido con la defensa de la soberanía nacional. Este conflicto, desencadenado por la invasión estadounidense y la pretensión de anexarse vastos territorios del Norte Mexicano, encontró en Márquez de León a uno de sus más valientes y decididos defensores, especialmente en el litoral del Pacífico.

Desde su posición como oficial de la Marina de Guerra Nacional, y específicamente durante su destacamento en el puerto de Mazatlán, Márquez de León participó en diversos combates clave en la defensa de la costa Noroeste. Destacan, entre ellos, las acciones desarrolladas en los frentes de Olas Altas, Puerto Viejo y Urías, donde mostró habilidades tácticas y gran valentía en el enfrentamiento directo con las fuerzas estadounidenses que intentaban ocupar puntos estratégicos de acceso marítimo.

Una de las hazañas más notables de este periodo fue la captura de la embarcación Natalia, procedente de Valparaíso, Chile, y con destino a las fuerzas estadounidenses. Esta nave transportaba enseres y suministros destinados al ejército enemigo, por lo que su aprehensión constituyó una victoria militar y un golpe logístico que afectó la operatividad del invasor.  Asimismo, en este mismo periodo, enfrentó la amenaza del comodoro estadounidense Thomas Catesby Jones, quien pretendía anexarse por la fuerza la península de Baja California. Márquez de León organizó una expedición para apoyar a las fuerzas rebeldes que luchaban en este territorio. Por sus actos de heroísmo y eficacia en el campo de batalla, le fueron otorgados dos ascensos militares, reflejo del reconocimiento institucional por sus méritos en combate y su conducta ejemplar.

Concluida la guerra en 1848, y tras haber prestado servicio con honor y distinción, Márquez de León se retiró temporalmente de las actividades castrenses. Decidió entonces regresar a su tierra natal, instalándose primero en Todos Santos y más tarde en San Antonio, donde emprendió diversas actividades productivas. Se dedicó a la minería, la agricultura y el comercio, industrias fundamentales para la economía regional en ese periodo. En la explotación minera de San Antonio logró reunir una considerable fortuna, la cual, lejos de destinar a fines personales, empleó posteriormente al servicio de la nación, financiando movimientos armados patrióticos y organizando fuerzas civiles en momentos de amenaza para el orden republicano.

Lucha contra el filibusterismo y papel en la Guerra de Reforma (1853–1860)

Durante el convulso periodo comprendido entre 1853 y 1860, José Manuel María Márquez de León reafirmó su papel como defensor de la soberanía nacional y de los principios republicanos, enfrentando tanto amenazas extranjeras como conflictos internos que pusieron en riesgo el proyecto liberal en México.

Uno de los momentos más destacados de esta etapa fue su participación decisiva en la defensa del puerto de La Paz contra la invasión filibustera de William Walker, en 1853. Walker, aventurero estadounidense con aspiraciones expansionistas, desembarcó en Baja California con la intención de establecer una república esclavista independiente bajo la bandera de la supremacía anglosajona. Ante esta amenaza directa a la integridad nacional, Márquez de León se alzó como uno de los principales líderes civiles y militares en la resistencia sudcaliforniana, organizando fuerzas locales para repeler a los invasores.

En reconocimiento a su patriotismo y capacidades políticas, fue electo diputado al Congreso Constituyente de 1856–1857, órgano encargado de redactar una nueva carta magna para el país. Desde esta tribuna, Márquez de León defendió con firmeza los postulados liberales que habrían de quedar plasmados en la Constitución de 1857, especialmente aquellos relacionados con la organización republicana del Estado, la soberanía popular y las garantías individuales.

Como parte de su contribución al fortalecimiento del liberalismo armado, organizó y financió la creación del Batallón “Cazadores de California”, una unidad militar compuesta por elementos sudcalifornianos leales a la causa republicana. Este cuerpo, con disciplina y eficacia, intervino en diversos escenarios de la guerra civil que enfrentó a liberales y conservadores a partir del estallido del Plan de Tacubaya en diciembre de 1857, promovido por el general Félix Zuloaga en un intento por derogar la Constitución y restaurar el régimen conservador.

Márquez de León se alineó sin titubeos con los sectores liberales constitucionalistas, oponiéndose al golpe conservador e integrando las fuerzas republicanas del interior del país. En este periodo, asumió el grado de coronel de la Guardia Nacional, desde donde coordinó acciones militares en defensa del orden constitucional, participando en diversas campañas y colaborando con las autoridades federales leales al gobierno del presidente Benito Juárez.

Defensa de la República durante la Intervención Francesa (1861–1867)

La etapa comprendida entre 1861 y 1867 marcó uno de los momentos más significativos y gloriosos en la vida de José Manuel María Márquez de León, al consolidarse como un líder militar republicano de primera línea durante la Intervención Francesa y la imposición del Segundo Imperio Mexicano.

Ante la amenaza del expansionismo europeo en México, el presidente Benito Juárez, en uso de sus facultades extraordinarias, designó a Márquez de León como gobernador y comandante militar del Estado de Sinaloa. Esta doble investidura le confería amplias atribuciones políticas y militares en una región estratégica del Noroeste Mexicano, particularmente ante el avance de las tropas intervencionistas por el Pacífico y su intención de controlar puertos como Mazatlán.

Desde esa posición, organizó la resistencia republicana en Sinaloa, articulando fuerzas regulares y voluntarios, reforzando los cuerpos civiles armados y coordinando operaciones conjuntas con líderes liberales de entidades vecinas. Su capacidad como estratega se desplegó en diversos frentes, con una presencia activa en los combates de Durango, Jalisco y la Sierra Madre Occidental, regiones que durante la ocupación francesa se convirtieron en bastiones insurgentes ante el avance imperialista. Márquez de León no sólo comandaba tropas: también garantizaba el abasto, el orden interno, la moral combativa y la fidelidad ideológica a los principios de la República.

Su participación se distinguió en batallas clave que marcaron la recuperación del territorio nacional. En Mazatlán, en 1866, se enfrentó de manera directa a las fuerzas aliadas al Imperio, logrando importantes avances en la liberación de la ciudad. Asimismo, combatió en escenarios como Zamora, Querétaro, Mascota y Segundo Cielo, lugares donde los republicanos ofrecieron resistencia heroica frente a tropas mejor equipadas y entrenadas.

Durante estas campañas, entabló una estrecha amistad con el general Porfirio Díaz, quien, al igual que Márquez de León, representaba a la nueva generación de militares liberales que se forjaban en el campo de batalla y que sostenían al país en sus horas más críticas. Esta relación, construida en el frente de guerra y basada en la afinidad política, la confianza táctica y la comunión ideológica, sería determinante en la etapa posterior de su vida pública.

Carrera política y conflicto con el porfirismo (1867–1879)

Tras la restauración de la República en 1867, Márquez de León transitó del campo de batalla al escenario político, consolidándose como una figura de alto prestigio dentro del liberalismo triunfante. Su reputación como militar leal a la causa juarista y defensor de la soberanía nacional lo proyectó hacia funciones públicas de importancia estratégica, tanto en el Congreso como en la administración militar del noroeste del país.

Fue electo diputado por el V Distrito de Sinaloa, cargo que desempeñó hasta 1871, desde el cual promovió una agenda liberal orientada al fortalecimiento de las instituciones republicanas, la descentralización del poder y la organización de las regiones más alejadas del centro político nacional. Su visión política, profundamente influenciada por el ideario federalista, lo llevó a defender la necesidad de reconocer la autonomía administrativa de los estados y garantizar las libertades individuales consagradas en la Constitución de 1857.

Simultáneamente, fue nombrado Jefe de la División de Occidente y comandante militar de las plazas de Sinaloa, Sonora y Baja California, cargos en los que desplegó su experiencia militar para consolidar la presencia del Estado en regiones donde el poder federal era aún precario. Su labor incluyó no sólo la defensa del territorio, sino también la pacificación de zonas conflictivas, la organización de las milicias locales y la supervisión de los mandos militares subordinados.

A pesar de su fidelidad al proyecto republicano, Márquez de León cuestionó la reelección de Benito Juárez en 1871, considerándola contraria al espíritu de renovación democrática del liberalismo. Por esta razón, se adhirió inicialmente al Plan de La Noria, proclamado por Porfirio Díaz, cuyo objetivo era impedir la continuidad de Juárez en el poder. Aunque el movimiento fue derrotado, esta adhesión temprana reveló la preocupación de Márquez de León por los signos de centralismo y permanencia prolongada en el poder, rasgos que consideraba antitéticos al ideal republicano.

La misma lógica lo llevó, años más tarde, a apoyar el Plan de Tuxtepec, también encabezado por Díaz, ahora contra la reelección de Sebastián Lerdo de Tejada. El plan proclamaba la no reelección presidencial como principio fundamental, y prometía restaurar la legalidad y depurar la administración pública. Márquez de León creyó en esos postulados y brindó su respaldo al levantamiento tuxtepecano, convencido de que se trataba de un nuevo intento por salvaguardar el espíritu democrático de la Constitución liberal.

En reconocimiento a su lealtad, Porfirio Díaz —una vez en el poder— le otorgó dos cargos de relevancia estratégica: lo nombró encargado de la Aduana de San Blas, uno de los puntos clave del comercio en el Pacífico, y posteriormente lo designó Comandante General del Mar del Sur, función que le confería autoridad sobre las fuerzas navales y costeras de la región. Estos nombramientos, sin embargo, pronto revelaron una distancia ideológica creciente entre ambos hombres.

A medida que el régimen de Díaz se consolidaba, Márquez de León advirtió un progresivo alejamiento de los principios fundacionales del Plan de Tuxtepec, particularmente el de la no reelección. El nuevo gobierno, lejos de promover una República auténticamente liberal y representativa, comenzó a dar señales de centralismo autoritario, represión de la disidencia y subordinación del poder legislativo al ejecutivo. Márquez de León, fiel a sus convicciones, rompió públicamente con Porfirio Díaz, acusándolo de traicionar la causa que decía defender.

Su crítica fue especialmente virulenta porque provenía no de un opositor externo, sino de uno de sus antiguos aliados militares y políticos, un hombre que había luchado junto a Díaz durante la Intervención Francesa y que había arriesgado su capital, su prestigio y su vida por defender el orden republicano. Para Márquez de León, el nuevo porfirismo representaba una regresión peligrosa hacia formas de gobierno autoritario, disfrazadas de legalidad, que instrumentalizaban la Constitución sin respetar sus principios esenciales.

Rebelión liberal: El Plan Revolucionario de El Triunfo (1879–1880)

La ruptura definitiva entre José Manuel María Márquez de León y el régimen porfirista tomó forma concreta y combativa con la proclamación del Plan Revolucionario de El Triunfo, el 22 de noviembre de 1879, en la localidad minera de El Triunfo, ubicada en el entonces Territorio de Baja California. Este documento constituyó una acusación ética y política contra el gobierno de Porfirio Díaz, al que Márquez de León consideraba ilegítimo, centralista y traidor a los principios republicanos y antirreeleccionistas del Plan de Tuxtepec, que él mismo había apoyado unos años atrás.

Desde El Triunfo, donde contaba con simpatías populares y prestigio personal, Márquez de León encabezó una insurrección armada en nombre del liberalismo democrático y del respeto a la Constitución de 1857. Reunió a civiles, mineros, campesinos y antiguos militantes republicanos, estableciendo una base de operaciones en el Sur de la península. En un acto de organización institucional, tomó el puerto de La Paz, capital del territorio, y designó como Jefe Político a su sobrino Clodomiro Cota, un joven también identificado con los ideales liberales y comprometido con el movimiento revolucionario. Este acto fue más que simbólico: fue una declaración de soberanía popular frente al régimen porfirista, al cual se le negaba autoridad moral y política sobre los sudcalifornianos.

Sin embargo, la respuesta del gobierno federal no se hizo esperar. El presidente Díaz envió una expedición militar encabezada por el general Lorenzo Torres y, posteriormente, al general Higinio Carbó, con el propósito de sofocar la rebelión. A pesar de la organización y el fervor popular de los insurgentes, el movimiento carecía de recursos bélicos suficientes para sostener una resistencia prolongada frente al ejército regular. En consecuencia, Márquez de León se vio obligado a abandonar La Paz y retirarse al interior del territorio, desplazándose hacia el norte con el objetivo de reorganizarse y mantener viva la causa.

Durante su huida, el veterano liberal mantuvo una serie de escaramuzas, siendo las más relevantes las ocurridas en Los Algodones (territorio del actual Valle de Mexicali) y en Ures, Sonora, donde encontró resistencia de las fuerzas federales. Aunque sus acciones no lograron revertir la superioridad militar del gobierno, demostraron la persistencia de su espíritu combativo y su negativa a rendirse ante un poder que consideraba ilegítimo. Para Márquez de León, el exilio era preferible a la claudicación, y la resistencia moral equivalía al cumplimiento de su deber como patriota.

Finalmente, tras la derrota de su movimiento en tierra mexicana, se vio forzado a exiliarse por segunda vez en su vida en los Estados Unidos, estableciéndose en San Francisco, California, entre 1880 y 1884. Durante este periodo de expatriación, vivió en condiciones económicas modestas, pero mantuvo una vida activa en el plano intelectual y político. Desde el exilio escribió, reflexionó y denunció la consolidación del régimen porfirista, preparando el terreno para sus posteriores obras críticas y filosóficas, que verían la luz tras su retorno a México años después.

Retiro, escritura y muerte (1884–1890)

Después de cuatro años de exilio en la ciudad de San Francisco, California, y tras el fracaso militar de la insurrección liberal del Plan de El Triunfo, José Manuel María Márquez de León recibió en 1884 el beneficio de la amnistía otorgada por el gobierno de Porfirio Díaz, lo que le permitió regresar a México en condiciones de relativa seguridad. Este retorno no supuso una reconciliación política con el régimen, pues Márquez de León nunca renunció a su postura crítica ni a sus convicciones liberales; sin embargo, sí marcó el inicio de su retiro de la vida pública y su tránsito hacia la reflexión intelectual y el testimonio escrito.

Durante sus últimos años de vida, se dedicó a la redacción de obras de carácter filosófico, político y moral, que sintetizan su pensamiento como hombre de Estado, militar republicano y ciudadano ético. En 1885, publicó el volumen titulado En mis ratos de soledad, una obra que constituye una profunda meditación sobre los principios del liberalismo, el sentido del deber, la moral republicana y el destino de México como nación soberana. Este libro, alejado de la retórica bélica y del discurso ideológico inmediato, ofrece una visión madura y reposada de los ideales que guiaron toda su trayectoria, revelando además una notable formación autodidacta, capacidad analítica y hondura moral.

De especial importancia resulta también la redacción de su texto Don Benito Juárez a la luz de la verdad, una obra crítica en la que expresa su decepción hacia el rumbo tomado por el liberalismo institucionalizado tras la muerte de Juárez. Si bien reconocía al Benemérito de las Américas como una figura central en la defensa de la República, Márquez de León no ocultaba su incomodidad frente al culto excesivo a su figura y, sobre todo, frente a la tergiversación de sus principios por parte de quienes se proclamaban sus herederos políticos. Este ensayo constituye un valioso testimonio del debate interno entre distintas corrientes del liberalismo decimonónico, así como una advertencia sobre los peligros de la concentración del poder y la traición a los ideales fundacionales.

Su retiro fue austero, pero no silencioso. Vivía rodeado de sus libros, notas, reflexiones y recuerdos, conservando una actitud vigilante frente al devenir del país. Fue hasta el último momento un republicano convencido, profundamente comprometido con la verdad, la justicia y el deber cívico.

El 27 de julio de 1890, falleció en la Ciudad de México, víctima de un enfisema pulmonar. Su muerte pasó sin honores oficiales, en parte por su posición crítica frente al gobierno de Díaz, pero fue profundamente sentida en los círculos liberales y en su tierra natal, donde su legado comenzaba a ser reconocido con más fuerza. Su figura quedó entonces inscrita como la de un hombre íntegro, combatiente incansable y pensador lúcido, cuya vida fue consagrada al servicio de la patria, no desde el acomodo, sino desde la convicción y el sacrificio.

Décadas más tarde, en 1985, sus restos fueron trasladados con honores a la Rotonda de los Sudcalifornianos Ilustres, en la ciudad de La Paz, Baja California Sur, donde hoy reposan como símbolo de la gratitud y el reconocimiento de su pueblo. Este acto constituyó una reparación histórica y una consagración póstuma a quien, en vida, luchó sin descanso por los ideales de libertad, legalidad y soberanía, y cuyo nombre permanece como uno de los más insignes en la historia política y militar de México en el siglo XIX.

 

Referencias:

http://www.cultura.pri.org.mx/SabiasQue/Sabias.aspx?y=2795

https://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_M%C3%A1rquez_de_Le%C3%B3n

http://www.sudcalifornios.com/item/personajes-celebres-sudcalifornios-manuel-marquez-de-leon

https://oem.com.mx/elsudcaliforniano/analisis/manuel-marquez-de-leon-paradigma-de-la-sudcalifornidad-19958994

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En Mulegé, rehabilita Gobierno del Estado acceso a poblado Benito Juárez

La Paz, Baja California Sur (BCS). En seguimiento al compromiso del gobernador, Víctor Manuel Castro Cosío, con habitantes de la comunidad de Benito Juárez en el municipio de Mulegé, la Junta Estatal de Caminos (JEC), inició los trabajos de rehabilitación del camino de acceso, generando una inversión de 3.5 millones de pesos, informó el titular de esta institución, Jorge Alberto Cota Pérez.

Al respecto, a través de un boletín de prensa, explicó que estas labores son importantes, ya que permitirán mejorar la movilidad y el transporte de los productos que se producen en esta localidad ubicada a 23 kilómetros al Sur de Guerrero Negro, en la cual se atenderá de manera general una longitud de 3 kilómetros.

Dicha actividad comprenderá la reconstrucción de 4 mil metros cuadrados con carpeta asfáltica, base hidráulica y riego de impregnación en tramos aislados, así como la construcción de muro de protección de concreto armado y la colocación de señalamiento horizontal.

Cota Pérez realizó un llamando para que la ciudadanía tome sus precauciones al transitar por la zona de trabajos, respetando el señalamiento preventivo y atendiendo las indicaciones del personal que se encuentra en la zona.




Se realizan actividades educativas, deportivas y culturales

FOTO: Archivo

San José del Cabo, Baja California Sur (BCS). Por medio de un boletín de prensa se dio a conocer que, en conmemoración del 216 aniversario del natalicio del Benemérito de las Américas, Benito Juárez García, el Gobierno de Los Cabos realizó diferentes actividades donde se fusionaron la educación y la cultura para recordar a uno de los mexicanos más trascendentales, quien representa un ejemplo para todas las generaciones a través de su obra legislativa y humanitaria.

Las actividades dieron inicio desde las 12:30 de la tarde con los eventos deportivos en la cancha de la colonia Ampliación Juárez de Cabo San Lucas, con cuadrangulares de voleibol femenil, así como una kermés para niñas y niños, con la presencia de la reina de las fiestas de la colonia Juárez, Yaiko Matzunaga González. Posteriormente, a las seis de la tarde en la misma locación, autoridades municipales e integrantes de la sociedad civil organizada desarrollaron un emotivo homenaje en honor a Benito Juárez, donde se contó con la participación del presidente de la Asociación Yenekamú, Felipe de Jesús Marrón Rosas, quien destacó la valiosa aportación del Benemérito de las Américas, con sus frases célebres que han logrado traspasar la barrera del tiempo y en la actualidad hacen vibrar los corazones de los mexicanos.

Continuando con el programa, se contó con la participación de la profesora María Faustina Wilkes Ritchie, nativa de Cabo San Lucas, quien cautivó a las personas asistentes con una remembranza sobre la historia de la Cancha Juárez, que incluyó anécdotas de la niñez de esa época y que hoy en día se han transformado en grandes líderes cabeños. Posteriormente, se realizó una ofrenda floral en el busto de Benito Juárez García.

Para culminar el evento, se realizaron diversas presentaciones artísticas-culturales con la participación del ballet folklórico Mejiel Tammia de la Casa de la Cultura de San José del Cabo Alfredo Green González, interpretaciones de Danna Inzunza, Roberto Castro y Daniel Castillo, así como Los Internacionales Cadetes de Linares y el grupo Morada Live Music, concluyó el boletín de prensa.




AMLO y sus símbolos. A un año de su triunfo (I)

FOTOS: Internet.

Colaboración Especial

Por Raúl Carrillo Arciniega

 

Cómo se lee un logotipo

Charleston, Carolina del Sur (EE.UU.). Las democracias están en peligro. La sociedad actual apenas si recuerda los vicios de las dictaduras que asolaron a millones de personas en los países subdesarrollados. En México, en donde se había simulado todo, ha terminado por construirse algo que aquellos que se llaman de izquierda, han visto como la oportunidad para que haya una cuarta transformación (4T). López Obrador ha ganado la elección en lo que los analistas califican de la más abrumadora victoria desde las mejores épocas priístas, donde no había un solo voto en contra. AMLO ha ganado con un número elevado de votos y ahora argumenta es tiempo para la 4T.

Como la política mexicana es rica en símbolos ha mandado hacer un logo, que pretende dar una revisión histórica del paso del colonialismo a la vida independiente de México, es decir, su transformación, de ser un mero remedo de país a uno verdadero. En su emblema vemos en primer plano y al centro a Benito Juárez asido a una bandera, a su derecha a Miguel Hidalgo y a la derecha de éste a José María Morelos. A la izquierda de Juárez vemos la imagen de Madero y por último la figura de Cárdenas. Entendemos que en ellos se basa el proyecto simbólico de AMLO.

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Le ha llamado la Cuarta transformación porque arguye que han pasado tres antes que él, a saber por el dibujo, la primera La Independencia de México, representada por Hidalgo como el iniciador del movimiento, aunque no haya sido en contra de la Corona Española como bien se sabe, y un Morelos que lo único que sabemos de él es que usaba una pañoleta en la cabeza. Así el discurso que plantea la 4T es el de la heroicidad.

Visto en términos heroicos, La Independencia es la primera etapa después de la muerte del padre, aunque no haya sido consolidada ni establecida por ninguno de los dos próceres que se muestran en el logotipo del nuevo gobierno. Pero dentro del país de la simulación, la imagen icónica es más que suficiente. El gobierno en turno, que emana de una tradición de rico presidencialismo tlatoánico priísta, sabe perfectamente que la simulación es más importante que la verdadera transformación. En ese sentido, AMLO ha puesto el dedo en la llaga de toda una tradición que icónicamente se malentiende. La Independencia fue el proyecto de invención de un México que no podía ser como el que se tenía.

Al centro del logo, construyendo el proyecto de nación, está Juárez como reformista. Su política de reformador no importa mucho, porque desde el punto de vista simbólico sólo se atiende a su fenotipo, a sus facciones y a su extracción indígena; es decir, es el triunfo de La Independencia, aunque haya sido el único caso de un presidente que haya venido desde una base indígena oaxaqueña. AMLO ha dicho admirarlo porque vivió en Palacio Nacional y porque practicaba la honrosa medianía, además de haber separado La Iglesia del Estado, aunque sólo de manera simbólica porque no fue eso, sabemos, lo que aconteció con su supuesta separación entre La Iglesia y El Estado. Además, la imagen de Juárez opera muy bien en la proyección de un movimiento racial, de un movimiento que va hacia la reivindicación del indígena que puede llegar a ser todo lo que se proponga, gracias al esfuerzo personal y una serie de aciertos cósmicos y de buenas relaciones, como casarse con Margarita Maza, dando un braguetazo histórico.

Así, esa idea icónica de lucha por la igualdad es la que domina el paradigma simbólico de su logo. Ésta, entendemos, es la segunda transformación: La Reforma. El ciudadano común no comprende en realidad cuál ha sido la grandeza de Juárez más que por una frase que se encuentra en la Alameda central de la capital del país: Entre los individuos como entre las naciones el respeto al derecho ajeno es la paz, previamente usada por Kant. Así la operación es más simbólica que otra cosa. El propio AMLO ha dicho que Juárez es su modelo a seguir, aunque no sepamos a qué se refiere específicamente. Su proyección obedece a un modelo de identificación con el que se quiere equiparar, para entrar dentro de la historia que está dispuesto a dictar.

A la izquierda de Juárez vemos a quien parece ser Madero, mismo que fue el autor intelectual de La Revolución Mexicana, cuando menos con la consigna de Sufragio efectivo. No reelección. Escribió La sucesión presidencial y era espiritista. Aparentemente los espíritus le dictaron el libro y lo impulsaron a asumir su rol como presidente, antes de ser asesinado por el general Huerta en una emboscada mientras salía de Palacio Nacional, donde fue secuestrado para su bien por el mismo Huerta. En la película de Kazans es mostrado como un pusilánime que no entiende el verdadero sentir del pueblo y de lo que representaba la consigna de Tierra y libertad esforzada por El Zapatismo y El Villismo.

Ninguno de ellos logró consolidar nada, porque a ambos les gusta echar bala y temieron convertirse en una figura dictatorial como Díaz, contra quien pelearon con gallardía y mesianismo. Por tanto la visión de Madero se entendería en la voluntad de que el voto cuente, del sufragio efectivo. La visión del sufragio no se entiende muy bien. Sufragar no es el verbo que se use para ejercer la democracia; sufragar es ayudar o apoyar en algo en las primeras acepciones. Creo que cuando la gente que vota, aquella sin que pueda razonar su voto, cuando alguna vez se le presenta con esa frase, no comprende qué es lo que le están diciendo, sólo ponderan la necesidad de votar por aquel que le haya dado más beneficios reales.

Bajo ese esquema de pensamiento las huestes de AMLO podrían argumentar que les gusta el respeto al voto, hacerlo efectivo siempre y cuando se vean favorecidos en el número de sufragios. Por otro lado, el voto efectivo se consolida como la voz de una masa amorfa que pide y sabe. Ya sabemos por las múltiples afirmaciones de AMLO que el pueblo es sabio. Se refiere a la masa amorfa que lo vitorea y quien votó de acuerdo a los intereses que AMLO proyecta. La reelección entonces parece ser parte de un discurso que se aventura, una especie de grupo de enfoque donde se van midiendo las posibilidades en la sociedad para asestar el golpe de la imposición de los candidatos.

Por último, en el logo de la 4T aparece Lázaro Cárdenas. Éste se nos revela como un epítome de la reciedumbre gubernamental, quien luchó para privatizar el petróleo y devolvérselo a los mexicanos. Emanado del PRI pero opositor del gobierno despótico, Cárdenas inaugura la bonanza de México al reapoderarse de petróleo mexicano. Aquí habría que hacer una matización. La reposesión del petróleo ha sido muy mal entendida por la población mexicana. La consigna de que el petróleo es de los mexicanos ha generado una serie de denuestos y agravios entre todos los partidos políticos y sus simpatizantes. El petróleo nunca ha sido ni será de los mexicanos. Para decirlo concretamente: el petróleo es del gobierno en turno. PEMEX es un transnacional que explota el petróleo de México y cuyo ingreso y ganancias van directamente a las arcas gubernamentales, desde donde se utiliza para financiar costos de urbanización y, sobre todo, salarios y prestaciones burocráticas.

PEMEX paga el salario de todos aquellos que han encontrado en el gobierno una forma de vida. Nunca ha sido la recaudación fiscal, puesto que los esfuerzos por renovarla no han dado ningún fruto. La austeridad republicana que clama AMLO es, al final, una buena intención en el mar de las desgracias gubernamentales.

Así, el logo de la 4T enuncia un discurso falaz en todo sentido. Sin embargo, sí pretende establecer una narrativa que integre una serie de buenas intenciones históricas, para tratar de cambiarla. Por años ha quedado como una expresión del despotismo del Gobierno priista en turno. Ahora, el área del petróleo se ha convertido en un proyecto estratégico tanto de facto como simbólico. El nuevo gobierno pretende reestructurar PEMEX y otorgarle el centro de su proyecto, como el principal medio para hacerse de recurso y reestablecer esa bonanza que el propio Cárdenas trazó en su nacionalización. Ahora AMLO ha lanzado la iniciativa de construir una refinería, que a todas luces tiene un valor simbólico más que económico.

Sin embargo, desde la trinchera en la cual ha decidido estructurar su discurso, esto es bastante coherente. Pretende construir un país mental, un país discursivo que muestre cualquier configuración faraónica desde la cual pueda edificar su proyecto, una prueba fehaciente de que el Gobierno invierte recursos en un bienestar imaginado. Así, la 4T es una puesta en escena de la representación de un poder ancestral que busca consolidar sus instrumentos simbólicos, porque la política mexicana, dado que está corrompida y podrida desde sus adentros, no es más que una posición desde donde se puede improvisar y una tribuna desde la cual se puede decir cualquier cosa.

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La Concesión Leese. ¿Una traición de Benito Juárez a Baja California?

Benito Juárez y Jacob Primer Leese. FOTOS: Internet.

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Sabido es por todos aquellos que hemos dedicado tiempo para analizar la historia de nuestra California Original, que el gobierno estadounidense, desde que se constituyó en Estado, ha mantenido una actitud colonizadora y expansionista, buscando de todas las formas posibles, desde la compra hasta la infame invasión filibustera, agrandar su territorio. México, por su colindancia con esta nación ha sufrido múltiples embates, en todos ellos hemos perdido más de la mitad del territorio que teníamos desde 1821 hasta 1848. La península de Baja California por su ubicación estratégica en el océano pacífico, ha sido codiciada por los estadounidenses, los cuales buscaban quedarse con ella en las negociaciones del Tratado Guadalupe-Hidalgo, así mismo se tienen documentos en el Archivo General de la Nación —por lo menos, más de 20— en donde solicitaron se les vendiera. En todas esas ocasiones fueron firmemente rechazados.

Sin embargo, existe un impase dentro de la historia de la California del Sur, en donde algunos historiadores sostienen que prácticamente la península fue “vendida”, por el entonces gobierno de don Benito Juárez a un empresario  estadounidense. Estamos hablando de la famosa Concesión Leese. A continuación vamos a describir de forma clara y concreta lo que ocurrió en ese tiempo y cómo se resolvió este controvertido asunto.

Corría el año de 1864. México se encontraba sumergido en una nueva guerra invasora por parte del imperio francés al mando de Maximiliano de Habsburgo. Desde el año de 1862, habían llegado miles de soldados enviados por Francia con el pretexto de cobrar al gobierno mexicano un adeudo que se tenía, sin embargo detrás de todo ello estaban por un lado los altos jerarcas de la iglesia mexicana sumamente disgustados por haber perdido sus propiedades y privilegios con la promulgación de las Leyes de Reforma; y por otro lado, los deseos expansionistas de Napoleón III el cual estaba deseoso de ampliar sus dominios hasta América y construir un imperio en México.

Es así como el legítimo gobierno de la República Mexicana, se encontraba sin dinero para sostener al ejército nacional en la lucha por expulsar de nuestras tierras a estos invasores, sin capacidad para comprar armas y municiones. En esas horas desesperadas para el gobierno juarista surge la propuesta, encabezada por el comerciante Jacob P. Leese para colonizar los terrenos baldíos de la Baja California en un área que abarcaba de los 24 hasta los 31 grados lat. Norte. A cambio de esta colonización, el Sr. Leese se comprometía al pago de 100 mil dólares. Algunas de las cláusulas del mencionado contrato eran las siguientes:

7ma. Dentro del término de 5 años, contados desde el día de aprobación de este proyecto de colonización, los empresarios introducirán en el territorio doscientas familias de colonos cuando menos…..

8va. Las salinas Ojo de Liebre y San Quintín, que al presente son rentadas por el gobierno, cuando el contrato presente haya expirado, serán rentadas a dicha colonia por el término de 20 años, con la condición de que serán pagados al gobierno 20 reales por tonelada de sal que sea exportada…..

10mo. Los colonos serán independientes en su administración municipal, en virtud de lo cual se les otorgará el poder para poder organizar libremente todas las instituciones que consideren adecuadas…..

El acuerdo fue firmado y durante los siguientes 7 años Jacob P. Leese y sus socios trataron de cumplir de formas chapuceras con el mismo. Difundieron en las principales ciudades de Estados Unidos carteles donde prometían la entrega inmediata a cualquiera que deseara dirigirse hacia la Baja California, de cientos de hectáreas de tierra, la cual era tan fértil que producía pasto el cual crecía tanto que podría sobrepasar la estatura de un caballo. Mencionaba que había una gran cantidad de caudalosos ríos los cuales bañaban las tierras y producían en cantidad sin necesidad de cuidarlas. Obviamente, cuando los pocos colonos estadounidenses engatusados llegaban a estas tierras de la California y se daban cuenta del engaño, exigían de inmediato ser devueltos a sus lugares de origen. Muchos de ellos fueron abandonados a su suerte en los Llanos de la Magdalena y de no ser por el socorro de los sudcalifornianos, hubieran muerto. Durante este tiempo, Leese descubre que en los llanos de la Magdalena o de Hiray crecía una gran cantidad de una planta tintórea de gran demanda en ese entonces en el mercado londinense, la orchilla, y decide dar un giro a sus propósitos empezando su explotación industrial.

Una vez restaurada la República, y ya estando Benito Juárez en posibilidad de atender a todos los asuntos que le demandaban desde todos los rincones del país, realiza una evaluación de la concesión que se hizo con el Sr. Leese, y al ver que éste no había cumplido con lo prometido, se rescinde el contrato de forma inmediata. Sin embargo, el chapucero Sr. Leese no queda conforme con esta decisión y presiona a través del gobierno de su país para ser “compensado” por los daños que se le ocasionaron por la cancelación de la Concesión; no queriendo entrar en una nueva confrontación bélica con los Estados Unidos, Juárez le ofrece un contrato para que explotara la orchilla.

Durante los siguientes 6 años, Leese y sus socios trabajaron estos productos en los llanos de Magdalena o Hiray. Al vencer este contrato, en el año de 1878, y ya siendo presidente de la República el general Porfirio Díaz, los terrenos orchilleros pasaron a poder del inglés Josep P. Hale.

Para efectos prácticos, la famosa Concesión Leese jamás puso en riesgo la soberanía mexicana ni tampoco estipulaba la “venta” de la península de Baja California. Simplemente era una forma en la cual el gobierno encabezado por Benito Juárez, se hacía de recursos para afrontar al peligro real que se cernía en ese entonces sobre nuestro país, la ocupación francesa. Incluso puedo apostar que Benito Juárez tenía conocimiento de los grandes retos a los que se enfrentaría Leese y sus socios al querer colonizar a la antigua California: la escasez de agua para fundar y sostener nuevos poblados, las dificultades para sembrar y hacer producir esos terrenos que aunque fértiles, carentes de agua, el clima extremoso. En fin, todas aquellas circunstancias con las que lucharan los jesuitas y los primeros colonos para continuar con la vida en esta región de México, y a la que los estadounidenses no estaban acostumbrados.

La California del Sur, esta tierra de ensueños y grandes retos, ha sido codiciada por un sinnúmero de naciones, sin embargo, pésele a quien le pese, ha sido, es y seguirá siendo orgullosamente mexicana.