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Se realizan actividades educativas, deportivas y culturales

FOTO: Archivo

San José del Cabo, Baja California Sur (BCS). Por medio de un boletín de prensa se dio a conocer que, en conmemoración del 216 aniversario del natalicio del Benemérito de las Américas, Benito Juárez García, el Gobierno de Los Cabos realizó diferentes actividades donde se fusionaron la educación y la cultura para recordar a uno de los mexicanos más trascendentales, quien representa un ejemplo para todas las generaciones a través de su obra legislativa y humanitaria.

Las actividades dieron inicio desde las 12:30 de la tarde con los eventos deportivos en la cancha de la colonia Ampliación Juárez de Cabo San Lucas, con cuadrangulares de voleibol femenil, así como una kermés para niñas y niños, con la presencia de la reina de las fiestas de la colonia Juárez, Yaiko Matzunaga González. Posteriormente, a las seis de la tarde en la misma locación, autoridades municipales e integrantes de la sociedad civil organizada desarrollaron un emotivo homenaje en honor a Benito Juárez, donde se contó con la participación del presidente de la Asociación Yenekamú, Felipe de Jesús Marrón Rosas, quien destacó la valiosa aportación del Benemérito de las Américas, con sus frases célebres que han logrado traspasar la barrera del tiempo y en la actualidad hacen vibrar los corazones de los mexicanos.

Continuando con el programa, se contó con la participación de la profesora María Faustina Wilkes Ritchie, nativa de Cabo San Lucas, quien cautivó a las personas asistentes con una remembranza sobre la historia de la Cancha Juárez, que incluyó anécdotas de la niñez de esa época y que hoy en día se han transformado en grandes líderes cabeños. Posteriormente, se realizó una ofrenda floral en el busto de Benito Juárez García.

Para culminar el evento, se realizaron diversas presentaciones artísticas-culturales con la participación del ballet folklórico Mejiel Tammia de la Casa de la Cultura de San José del Cabo Alfredo Green González, interpretaciones de Danna Inzunza, Roberto Castro y Daniel Castillo, así como Los Internacionales Cadetes de Linares y el grupo Morada Live Music, concluyó el boletín de prensa.




AMLO y sus símbolos. A un año de su triunfo (I)

FOTOS: Internet.

Colaboración Especial

Por Raúl Carrillo Arciniega

 

Cómo se lee un logotipo

Charleston, Carolina del Sur (EE.UU.). Las democracias están en peligro. La sociedad actual apenas si recuerda los vicios de las dictaduras que asolaron a millones de personas en los países subdesarrollados. En México, en donde se había simulado todo, ha terminado por construirse algo que aquellos que se llaman de izquierda, han visto como la oportunidad para que haya una cuarta transformación (4T). López Obrador ha ganado la elección en lo que los analistas califican de la más abrumadora victoria desde las mejores épocas priístas, donde no había un solo voto en contra. AMLO ha ganado con un número elevado de votos y ahora argumenta es tiempo para la 4T.

Como la política mexicana es rica en símbolos ha mandado hacer un logo, que pretende dar una revisión histórica del paso del colonialismo a la vida independiente de México, es decir, su transformación, de ser un mero remedo de país a uno verdadero. En su emblema vemos en primer plano y al centro a Benito Juárez asido a una bandera, a su derecha a Miguel Hidalgo y a la derecha de éste a José María Morelos. A la izquierda de Juárez vemos la imagen de Madero y por último la figura de Cárdenas. Entendemos que en ellos se basa el proyecto simbólico de AMLO.

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Le ha llamado la Cuarta transformación porque arguye que han pasado tres antes que él, a saber por el dibujo, la primera La Independencia de México, representada por Hidalgo como el iniciador del movimiento, aunque no haya sido en contra de la Corona Española como bien se sabe, y un Morelos que lo único que sabemos de él es que usaba una pañoleta en la cabeza. Así el discurso que plantea la 4T es el de la heroicidad.

Visto en términos heroicos, La Independencia es la primera etapa después de la muerte del padre, aunque no haya sido consolidada ni establecida por ninguno de los dos próceres que se muestran en el logotipo del nuevo gobierno. Pero dentro del país de la simulación, la imagen icónica es más que suficiente. El gobierno en turno, que emana de una tradición de rico presidencialismo tlatoánico priísta, sabe perfectamente que la simulación es más importante que la verdadera transformación. En ese sentido, AMLO ha puesto el dedo en la llaga de toda una tradición que icónicamente se malentiende. La Independencia fue el proyecto de invención de un México que no podía ser como el que se tenía.

Al centro del logo, construyendo el proyecto de nación, está Juárez como reformista. Su política de reformador no importa mucho, porque desde el punto de vista simbólico sólo se atiende a su fenotipo, a sus facciones y a su extracción indígena; es decir, es el triunfo de La Independencia, aunque haya sido el único caso de un presidente que haya venido desde una base indígena oaxaqueña. AMLO ha dicho admirarlo porque vivió en Palacio Nacional y porque practicaba la honrosa medianía, además de haber separado La Iglesia del Estado, aunque sólo de manera simbólica porque no fue eso, sabemos, lo que aconteció con su supuesta separación entre La Iglesia y El Estado. Además, la imagen de Juárez opera muy bien en la proyección de un movimiento racial, de un movimiento que va hacia la reivindicación del indígena que puede llegar a ser todo lo que se proponga, gracias al esfuerzo personal y una serie de aciertos cósmicos y de buenas relaciones, como casarse con Margarita Maza, dando un braguetazo histórico.

Así, esa idea icónica de lucha por la igualdad es la que domina el paradigma simbólico de su logo. Ésta, entendemos, es la segunda transformación: La Reforma. El ciudadano común no comprende en realidad cuál ha sido la grandeza de Juárez más que por una frase que se encuentra en la Alameda central de la capital del país: Entre los individuos como entre las naciones el respeto al derecho ajeno es la paz, previamente usada por Kant. Así la operación es más simbólica que otra cosa. El propio AMLO ha dicho que Juárez es su modelo a seguir, aunque no sepamos a qué se refiere específicamente. Su proyección obedece a un modelo de identificación con el que se quiere equiparar, para entrar dentro de la historia que está dispuesto a dictar.

A la izquierda de Juárez vemos a quien parece ser Madero, mismo que fue el autor intelectual de La Revolución Mexicana, cuando menos con la consigna de Sufragio efectivo. No reelección. Escribió La sucesión presidencial y era espiritista. Aparentemente los espíritus le dictaron el libro y lo impulsaron a asumir su rol como presidente, antes de ser asesinado por el general Huerta en una emboscada mientras salía de Palacio Nacional, donde fue secuestrado para su bien por el mismo Huerta. En la película de Kazans es mostrado como un pusilánime que no entiende el verdadero sentir del pueblo y de lo que representaba la consigna de Tierra y libertad esforzada por El Zapatismo y El Villismo.

Ninguno de ellos logró consolidar nada, porque a ambos les gusta echar bala y temieron convertirse en una figura dictatorial como Díaz, contra quien pelearon con gallardía y mesianismo. Por tanto la visión de Madero se entendería en la voluntad de que el voto cuente, del sufragio efectivo. La visión del sufragio no se entiende muy bien. Sufragar no es el verbo que se use para ejercer la democracia; sufragar es ayudar o apoyar en algo en las primeras acepciones. Creo que cuando la gente que vota, aquella sin que pueda razonar su voto, cuando alguna vez se le presenta con esa frase, no comprende qué es lo que le están diciendo, sólo ponderan la necesidad de votar por aquel que le haya dado más beneficios reales.

Bajo ese esquema de pensamiento las huestes de AMLO podrían argumentar que les gusta el respeto al voto, hacerlo efectivo siempre y cuando se vean favorecidos en el número de sufragios. Por otro lado, el voto efectivo se consolida como la voz de una masa amorfa que pide y sabe. Ya sabemos por las múltiples afirmaciones de AMLO que el pueblo es sabio. Se refiere a la masa amorfa que lo vitorea y quien votó de acuerdo a los intereses que AMLO proyecta. La reelección entonces parece ser parte de un discurso que se aventura, una especie de grupo de enfoque donde se van midiendo las posibilidades en la sociedad para asestar el golpe de la imposición de los candidatos.

Por último, en el logo de la 4T aparece Lázaro Cárdenas. Éste se nos revela como un epítome de la reciedumbre gubernamental, quien luchó para privatizar el petróleo y devolvérselo a los mexicanos. Emanado del PRI pero opositor del gobierno despótico, Cárdenas inaugura la bonanza de México al reapoderarse de petróleo mexicano. Aquí habría que hacer una matización. La reposesión del petróleo ha sido muy mal entendida por la población mexicana. La consigna de que el petróleo es de los mexicanos ha generado una serie de denuestos y agravios entre todos los partidos políticos y sus simpatizantes. El petróleo nunca ha sido ni será de los mexicanos. Para decirlo concretamente: el petróleo es del gobierno en turno. PEMEX es un transnacional que explota el petróleo de México y cuyo ingreso y ganancias van directamente a las arcas gubernamentales, desde donde se utiliza para financiar costos de urbanización y, sobre todo, salarios y prestaciones burocráticas.

PEMEX paga el salario de todos aquellos que han encontrado en el gobierno una forma de vida. Nunca ha sido la recaudación fiscal, puesto que los esfuerzos por renovarla no han dado ningún fruto. La austeridad republicana que clama AMLO es, al final, una buena intención en el mar de las desgracias gubernamentales.

Así, el logo de la 4T enuncia un discurso falaz en todo sentido. Sin embargo, sí pretende establecer una narrativa que integre una serie de buenas intenciones históricas, para tratar de cambiarla. Por años ha quedado como una expresión del despotismo del Gobierno priista en turno. Ahora, el área del petróleo se ha convertido en un proyecto estratégico tanto de facto como simbólico. El nuevo gobierno pretende reestructurar PEMEX y otorgarle el centro de su proyecto, como el principal medio para hacerse de recurso y reestablecer esa bonanza que el propio Cárdenas trazó en su nacionalización. Ahora AMLO ha lanzado la iniciativa de construir una refinería, que a todas luces tiene un valor simbólico más que económico.

Sin embargo, desde la trinchera en la cual ha decidido estructurar su discurso, esto es bastante coherente. Pretende construir un país mental, un país discursivo que muestre cualquier configuración faraónica desde la cual pueda edificar su proyecto, una prueba fehaciente de que el Gobierno invierte recursos en un bienestar imaginado. Así, la 4T es una puesta en escena de la representación de un poder ancestral que busca consolidar sus instrumentos simbólicos, porque la política mexicana, dado que está corrompida y podrida desde sus adentros, no es más que una posición desde donde se puede improvisar y una tribuna desde la cual se puede decir cualquier cosa.

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La Concesión Leese. ¿Una traición de Benito Juárez a Baja California?

Benito Juárez y Jacob Primer Leese. FOTOS: Internet.

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Sabido es por todos aquellos que hemos dedicado tiempo para analizar la historia de nuestra California Original, que el gobierno estadounidense, desde que se constituyó en Estado, ha mantenido una actitud colonizadora y expansionista, buscando de todas las formas posibles, desde la compra hasta la infame invasión filibustera, agrandar su territorio. México, por su colindancia con esta nación ha sufrido múltiples embates, en todos ellos hemos perdido más de la mitad del territorio que teníamos desde 1821 hasta 1848. La península de Baja California por su ubicación estratégica en el océano pacífico, ha sido codiciada por los estadounidenses, los cuales buscaban quedarse con ella en las negociaciones del Tratado Guadalupe-Hidalgo, así mismo se tienen documentos en el Archivo General de la Nación —por lo menos, más de 20— en donde solicitaron se les vendiera. En todas esas ocasiones fueron firmemente rechazados.

Sin embargo, existe un impase dentro de la historia de la California del Sur, en donde algunos historiadores sostienen que prácticamente la península fue “vendida”, por el entonces gobierno de don Benito Juárez a un empresario  estadounidense. Estamos hablando de la famosa Concesión Leese. A continuación vamos a describir de forma clara y concreta lo que ocurrió en ese tiempo y cómo se resolvió este controvertido asunto.

Corría el año de 1864. México se encontraba sumergido en una nueva guerra invasora por parte del imperio francés al mando de Maximiliano de Habsburgo. Desde el año de 1862, habían llegado miles de soldados enviados por Francia con el pretexto de cobrar al gobierno mexicano un adeudo que se tenía, sin embargo detrás de todo ello estaban por un lado los altos jerarcas de la iglesia mexicana sumamente disgustados por haber perdido sus propiedades y privilegios con la promulgación de las Leyes de Reforma; y por otro lado, los deseos expansionistas de Napoleón III el cual estaba deseoso de ampliar sus dominios hasta América y construir un imperio en México.

Es así como el legítimo gobierno de la República Mexicana, se encontraba sin dinero para sostener al ejército nacional en la lucha por expulsar de nuestras tierras a estos invasores, sin capacidad para comprar armas y municiones. En esas horas desesperadas para el gobierno juarista surge la propuesta, encabezada por el comerciante Jacob P. Leese para colonizar los terrenos baldíos de la Baja California en un área que abarcaba de los 24 hasta los 31 grados lat. Norte. A cambio de esta colonización, el Sr. Leese se comprometía al pago de 100 mil dólares. Algunas de las cláusulas del mencionado contrato eran las siguientes:

7ma. Dentro del término de 5 años, contados desde el día de aprobación de este proyecto de colonización, los empresarios introducirán en el territorio doscientas familias de colonos cuando menos…..

8va. Las salinas Ojo de Liebre y San Quintín, que al presente son rentadas por el gobierno, cuando el contrato presente haya expirado, serán rentadas a dicha colonia por el término de 20 años, con la condición de que serán pagados al gobierno 20 reales por tonelada de sal que sea exportada…..

10mo. Los colonos serán independientes en su administración municipal, en virtud de lo cual se les otorgará el poder para poder organizar libremente todas las instituciones que consideren adecuadas…..

El acuerdo fue firmado y durante los siguientes 7 años Jacob P. Leese y sus socios trataron de cumplir de formas chapuceras con el mismo. Difundieron en las principales ciudades de Estados Unidos carteles donde prometían la entrega inmediata a cualquiera que deseara dirigirse hacia la Baja California, de cientos de hectáreas de tierra, la cual era tan fértil que producía pasto el cual crecía tanto que podría sobrepasar la estatura de un caballo. Mencionaba que había una gran cantidad de caudalosos ríos los cuales bañaban las tierras y producían en cantidad sin necesidad de cuidarlas. Obviamente, cuando los pocos colonos estadounidenses engatusados llegaban a estas tierras de la California y se daban cuenta del engaño, exigían de inmediato ser devueltos a sus lugares de origen. Muchos de ellos fueron abandonados a su suerte en los Llanos de la Magdalena y de no ser por el socorro de los sudcalifornianos, hubieran muerto. Durante este tiempo, Leese descubre que en los llanos de la Magdalena o de Hiray crecía una gran cantidad de una planta tintórea de gran demanda en ese entonces en el mercado londinense, la orchilla, y decide dar un giro a sus propósitos empezando su explotación industrial.

Una vez restaurada la República, y ya estando Benito Juárez en posibilidad de atender a todos los asuntos que le demandaban desde todos los rincones del país, realiza una evaluación de la concesión que se hizo con el Sr. Leese, y al ver que éste no había cumplido con lo prometido, se rescinde el contrato de forma inmediata. Sin embargo, el chapucero Sr. Leese no queda conforme con esta decisión y presiona a través del gobierno de su país para ser “compensado” por los daños que se le ocasionaron por la cancelación de la Concesión; no queriendo entrar en una nueva confrontación bélica con los Estados Unidos, Juárez le ofrece un contrato para que explotara la orchilla.

Durante los siguientes 6 años, Leese y sus socios trabajaron estos productos en los llanos de Magdalena o Hiray. Al vencer este contrato, en el año de 1878, y ya siendo presidente de la República el general Porfirio Díaz, los terrenos orchilleros pasaron a poder del inglés Josep P. Hale.

Para efectos prácticos, la famosa Concesión Leese jamás puso en riesgo la soberanía mexicana ni tampoco estipulaba la “venta” de la península de Baja California. Simplemente era una forma en la cual el gobierno encabezado por Benito Juárez, se hacía de recursos para afrontar al peligro real que se cernía en ese entonces sobre nuestro país, la ocupación francesa. Incluso puedo apostar que Benito Juárez tenía conocimiento de los grandes retos a los que se enfrentaría Leese y sus socios al querer colonizar a la antigua California: la escasez de agua para fundar y sostener nuevos poblados, las dificultades para sembrar y hacer producir esos terrenos que aunque fértiles, carentes de agua, el clima extremoso. En fin, todas aquellas circunstancias con las que lucharan los jesuitas y los primeros colonos para continuar con la vida en esta región de México, y a la que los estadounidenses no estaban acostumbrados.

La California del Sur, esta tierra de ensueños y grandes retos, ha sido codiciada por un sinnúmero de naciones, sin embargo, pésele a quien le pese, ha sido, es y seguirá siendo orgullosamente mexicana.




La Batalla de Puebla y su eco en Baja California

Coronel Clodomiro Cota. Foto: Internet.

Érase una vez

Por Pablo Reynosa

 

“Es dado al hombre, señor, atacar los derechos ajenos, apoderarse de sus bienes, atentar contra la vida de los que defienden su nacionalidad, hacer de sus virtudes un crimen y de los vicios una virtud; pero hay una cosa que está fuera del alcance de la perversidad, y es el fallo tremendo de la historia. Ella nos juzgará”, Benito Juárez en carta dirigida a Maximiliano (Monterrey, N.L. 1 de marzo de 1864).

La Paz, Baja California Sur (BCS). Es 5 de mayo, día en que se conmemora el aniversario de la Batalla de Puebla, ocurrida en 1862, pero además es el día en que México nació —no, desde luego que no me he olvidado del 5 de febrero de 1917—, si usted gusta acompáñeme y en las siguientes líneas le cuento por qué.

Una vez que concluyó la Guerra de Reforma en México, la principal problemática a la que se enfrentó el gobierno fue la insuficiencia de recursos económicos para establecer el orden en un país agotado por constantes enfrentamientos, cuartelazos y rebeliones.

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A efecto de brindarle posibilidades operativas al gobierno de Benito Juárez, el Congreso de la República decretó, el 17 de julio de 1861, la suspensión de pagos de todas las deudas públicas, ello originó que Inglaterra, España y Francia, acordaran, el 31 de  octubre, enviar una expedición a ocupar las principales fortalezas militares de las costas mexicanas, con el propósito de hacerse de los recursos económicos que ingresaran a través de las aduanas y cobrar la deuda de los tres países.

Diversos conservadores en México vieron en estas dificultades del gobierno la oportunidad para realizar sus objetivos, ya que desde la consumación de la independencia buscaron establecer una monarquía en este país.

El gobierno de Benito Juárez, que sólo quería una prórroga al pago de sus deudas, envió al general Manuel Doblado a Orizaba, donde expuso a los plenipotenciarios europeos el interés de evitar un enfrentamiento; el 19 de febrero de 1862, se acordaron en el poblado de La Soledad los preliminares, mediante los cuales se pactó que sería la negociación la vía de alcanzar acuerdos sobre sus reclamaciones.

Los preliminares de la Soledad fueron ratificados por el presidente Juárez y los representantes ingleses y españoles, mas no así por los franceses; el 5 de marzo de 1862, arribó a Veracruz el general Carlos Fernando de Latrille, Conde de Lorencez.

La noche del 4 de mayo de 1862, lucía sin esperanza para el general Ignacio Zaragoza, después de todo iba a combatir ante más de 5 mil soldados del ejército  más poderoso del mundo —baste recordar que no había perdido una batalla en medio siglo. Previo al inicio de la batalla, Zaragoza se reunió con sus lugartenientes; la consigna: combatir con todas sus fuerzas para morir con dignidad, recuerda José Emilio Pacheco en su Inventario 208 (Excélsior, 27 de octubre 1980)”.

La mañana del 5 de mayo de 1862, cuando los franceses atravesaron en columna el horizonte poblano desde el oriente, Zaragoza defendió la ciudad con hombres mal comidos y mal adiestrados, provenientes de Oaxaca, del Estado de México y de San Luis Potosí, además de un elemento que resultó decisivo para la victoria: los indios zacapoaxtlas y la caballería indígena oaxaqueña, que fungieron como reservas.

Batalla de Puebla.

Fue un 5 de mayo de hace 155 años que México vio la luz, porque sus habitantes decidieron, en su gran mayoría, hacer a un lado sus diferencias y plantar cara a aun oponente en común.

Napoleón III ordenaría después una segunda intervención a México, para ello envió a 28 mil elementos, más unos 28 mil del partido monárquico. La plaza Puebla fue declarada en sitio desde el 10 de marzo de 1863, hasta su rendición el 17 de mayo. Por su parte, la capital de la República también fue declarada en sitio y Benito Juárez trasladó su gobierno a San Luis Potosí.

El ejército francés entró en la Ciudad de México el 10 de junio de 1863, y en 1864 desembarcó en Veracruz Maximiliano de Habsburgo, que con el apoyo de grupos mexicanos conservadores, estableció el 2º Imperio en México.

Por lo que se refiere al Territorio de Baja California, la noticia sobre la Intervención Francesa y el establecimiento del imperio de Maximiliano, condujo al gobernador Felix Gilbert y a la asamblea legislativa a reconocer al gobierno imperial, bajo el argumento de que no existían recursos para evitar que las fuerzas francesas penetraran en la península.

Pese a la decisión política de entregar el Territorio de Baja California al segundo imperio mexicano, las tropas republicanas, al mando del coronel Clodomiro Cota, rescataron la península que permaneció fiel a la causa de México hasta que finalizó la intervención francesa.

Qué urgente resulta, como método ante la desesperanza actual, recordar que el 5 de mayo de 1862 los primeros hijos de México se unieron en Puebla, para enfrentar a un oponente, con medio siglo de batallas ganadas y vencieron.




Benito Juárez, el indígena zapoteco que llegó a la Presidencia de México

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Detalle del mural de José Clemente Orozco, Juárez “El clero y los imperialistas”. Museo Nacional de Historia – Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Érase una vez

Por Pablo Reynosa

“A propósito de malas costumbres había otras que sólo servían para satisfacer la vanidad y la ostentación de los gobernantes, como la de tener guardias de la fuerza armada en sus casas y la de llevar en las funciones públicas sombreros de una forma especial. Desde que tuve el carácter de gobernador, abolí esta costumbre usando de sombrero y traje del común de los ciudadanos y viviendo en mí casa sin guardia de soldados y sin aparato de ninguna especie, porque tengo la persuasión de que la respetabilidad del gobernante le viene de la ley y de un recto proceder, y no de trajes ni de aparatos militares propios, sólo para los reyes de teatro. Tengo el gusto de que los gobernantes de Oaxaca han seguido mi ejemplo”, Benito Juárez en Apuntes para mis hijos.                                                                                              

La Paz, Baja California Sur (BCS). ¿Quién ha pasado de largo frente a alguna de las pinturas de Benito Juárez, el Benemérito de las Américas? Es probable que nadie; su cara regordeta, su peinado impasible, al que tantas madres intentaron revivir en sus hijos en la década de los ochenta, pero sobre todo su proeza: pasar de ser un humilde indígena zapoteco, que pastoreaba borregos y que tocaba la flauta (según cuenta la historia) a ser el 27º Presidente de México —desde donde impulsó el respeto a la Constitución de 1857, la separación de la Iglesia y el Estado (Leyes de Reforma), la educación gratuita y laica, entre otros decretos y acuerdos—, son motivo suficiente para conmemorar su natalicio cada 21 de marzo.

El camino que transitó Benito Juárez en la presidencia estuvo lleno de vicisitudes, ahí están, para muestra, la Revolución Francesa, el cargo ejercido a bordo de una carreta, el intento de asesinato, hechos que para Juan Villoro en el relato Un sueño burocrático, contenido en el libro ¿Hay vida en la tierra?, implican, junto a otros, que “Nadie se ha superado tanto entre nosotros”, y tiene razón —de acuerdo al Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), siete de cada diez personas hablantes de lengua indígena se encuentran en situación de pobreza (CONEVAL, 2015)—.

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El paso que vivenció Benito Juárez, de un humilde indígena zapoteco a Presidente de México, está en relación con la educación que se procuró en la Ciudad de Oaxaca, donde convergieron, por un lado, las ideas liberales de la época, que suponían al indio ignorante sólo mientras estuviera sujeto a la vida comunal, toda vez que el quehacer cotidiano se nutría con prácticas mágico-religiosas y, por el otro, de la masonería, a través del Rito Nacional Mexicano, cuyos mandamientos son, a decir del historiador del Valle de México, Luis J. Zalce y Rodríguez: “amor fraternal, socorro y verdad”.

Para quienes vivimos en Baja California Sur, el temple de Benito Juárez se hace notorio cuando en 1859, Estados Unidos de América quiso comprar el territorio de Baja California, como parte del Tratado McLane-Ocampo, por el cual proporcionaba cuatro millones de dólares a Juárez, que en ese entonces combatía en la Guerra de Reforma contra los conservadores, a cambio del paso de mercancías y militares estadounidenses por el territorio mexicano, y el prócer se negó.

Así de grande fue el talante de Benito Juárez, hombre de un metro 37 centímetros de altura, en cuyo cuerpo se albergó un pastor de borregos, un flautista, un abogado, un político, un Presidente de México, al que los soldados se negaron a asesinar un 14 de marzo de 1858, cuando Guillermo Prieto les gritó, mientras cubría el cuerpo de Juárez con el suyo: “¡Alto, los valientes no asesinan!… sois unos valientes, los valientes no asesinan, sois mexicanos, éste es el representante de la ley y de la patria”.