Llevemos al terreno político la palabra California

FOTOS: Internet.

El librero

Ramón Cuéllar Márquez

Lo que no se nombra, no existe.

Claudia Sheinbaum Pardo

La Paz, Baja California Sur (BCS). Cuando México perdió más de la mitad del territorio nacional con la invasión estadounidense de 1846-1848, incluyó la pérdida de la Alta California y con ello la apropiación de la palabra California por parte de EEUU, pues una vez dueños de la tierra fue fácil tumbarle el «Alta» al nombre. Por su parte, luego de eso, México y los bajacalifornianos tuvieron que defender el territorio ante los constantes intentos bélicos y amenazas políticas estadounidenses de quedarse también con la península. El Gral. Márquez de León fue defensor cuando el comodoro Jones intentó anexarse la península por la fuerza en 1946, y luego enfrentó en 1853 al navegante filibustero William Walker, quien pretendía crear la «República de las Dos Estrellas»; asimismo, Lázaro Cárdenas en el siglo XX ordenó la colonización de Baja California con mexicanos nacionales y mexicanos provenientes de Estados Unidos en los años 1935-1939 para evitar su vulnerabilidad ante la codicia extranjera.

No obstante, al final, por otro lado, tuvimos que conformarnos con que la península se quedara con «Baja» California, es decir, no hicimos como EEUU, no eliminamos el «Baja» sino que lo conservamos y lo volvimos oficialmente parte del nombre. Ese, pienso, fue un error. Ya conocemos cómo es que «California» se volvió nombre de un territorio al que llegaron los españoles, porque por aquellos años circulaba un libro de Garci Rodríguez de Montalvo, Las sergas de Esplandián, donde se contaba de una isla California llena de oro y joyas, riquezas inmensas, esas cosas que a los españoles de la conquista volvía locos. Hernán Cortés creía que esa historia era cierta y por ello, cuando arribó, pensó que se trataba de la California de «Las sergas…» (se topó con la realidad de unas tierras desérticas).

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Y así se llamó. Por cierto, en algún momento Loreto se convirtió en la capital de las tres Californias, lo cual confirma la fortaleza nominal histórica. Luego los investigadores en su rescritura de la Historia de la península la llamaron «Antigua California» y a los indígenas originarios (hoy por completo desaparecidos) «antiguos californios» o solo «californios«. La Baja California se dividió en dos, la Sur y la Norte. Ambas fueron Distritos, Territorios y al final Estados constitucionales, donde Baja California eligió llamarse de ese modo primero, como aparece desde la promulgación de su Constitución Política desde el 16 de enero de 1952. En el caso de la Sur tardó unos años más en convertirse en estado, el 8 de octubre de 1974, y asumió el nombre de Baja California Sur, un nombre por demás largo, donde el gentilicio se antoja imposible. Sin embargo, los habitantes de BCS se autodenominan «sudcalifornianos», una manera de aferrarse y apegarse a California, un nombre no oficial que da cierta identidad.

Ciento setenta y seis años después de que se cediera más de la mitad del territorio nacional (Tratado Guadalupe-Hidalgo, firmado el 2 de febrero de 1848, en la Villa de Guadalupe Hidalgo, Ciudad de México), los estadounidenses a la Baja California le dicen «Baja» y al Golfo de California le dicen «Mar de Cortés», donde desaparece la palabra California. Incluso en México, en el caso de BCS, dicen «Baja Sur»; de remate, muchos oriundos del Estado dicen «La Baja». En La Paz hubo un hotel que se llamó o se llamaría «Hotel Gran Baja» o la famosa carrera off-road la llaman «Baja Mil» (durante un tiempo se intentó llamarla «Baja California Mil», pero se volvió al mismo, aunque para serles franco, no sé si se sigue llamando «Baja California Mil» y le dicen «Baja Mil» por asuntos comerciales; huelga decir, «La Baja Mil» fue una hechura gringa: creada por Dave Ekins y Bill Robertson Jr. en 1962, cuando partieron de Tijuana, Baja California, en dos motocicletas Honda con destino a La Paz, BCS).

En la Constitución Política de BCS, desde el 31 de diciembre de 1982 está prohibido que oficialmente se omita California de eventos, instituciones o en giros comerciales, que en el caso de estos últimos de poca cosa ha servido porque por todos lados vemos anuncios con la palabra «Baja» y jamás se les sanciona ni se les llama la atención: «Ley para que en lo sucesivo se utilice en nombre completo de Baja California Sur y se suprima el calificativo ‘Baja’«.

Existe un cierto arraigo al nombre de BCS, porque cuando nos confunden con la Baja California, de inmediato gritamos «¡Suuuuur!» para recordar que no somos lo mismo (lo cual da una idea de separación eterna irrenunciable). He de decir que se me antoja una Baja California unida, como Vietnam y otras naciones lo hicieron, tumbarle el «Baja» y quede solo California: los californianos mexicanos en una sola pequeña patria. Pero ese es un debate intelectual que sólo se da entre historiadores, académicos, ensayistas, poetas, narradores (un círculo vicioso perenne que no lleva a ningún lado), no entre los políticos, o al menos no he escuchado que se den acalorados debates públicos al respecto o que exista una propuesta oficial al respecto (al parecer ni siquiera quieren arrancar para ponerlo en la arena pública).

Se les ha planteado a los gobernantes a través de medios escritos, de voz a voz, que se cambie la Constitución local y federal para tal efecto, pero replican que «hay cosas más importantes que atender»; me da la impresión de que no quieren tocar el asunto por razones políticas ¿por temor a EEUU?, ¿para no mover el tapete?, ¿por indiferencia? De este modo, como vemos, al momento de perder la Alta California también el nombre se ha ido difuminando poco a poco hasta que, puede ser, nos llamemos en el futuro, en efecto, Baja Norte y Baja Sur y seamos Bajeños, hasta que la ocupación e invasión territorial se complete con la apropiación cultural (y robo nominal) de la palabra California.

Estoy convencido de que California, su espíritu, su historia, su identidad deben politizarse, defenderse y ganarse en el terreno político, abrir la discusión pública, es decir, el vocablo como si se tratara del mismísimo territorio, porque, a mi parecer, estamos muy conformes y acomodados a que en la palabra vayamos perdiendo la batalla, donde sólo nos queda despotricar cada que alguien omite California, pero en la realidad nos quedamos sumisos y sin mayores aspavientos perdiendo con ello la cuestión identitaria. Siento que este alegato no ha concluido: 29 estados de la República tienen un nombre con el que se identifican de inmediato, entonces, ¿por qué no llevar al terreno político la palabra California? ¿Cómo llamarnos de tal modo que California abarque más allá de su Golfo?

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Decreto 374 de la Constitución de Baja California Sur. 38 años de letra muerta

IMÁGENES: Cortesía

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Hace unos días leía distraídamente una de esas revistas muy populares en donde se exhiben fotografías de eventos de moda y que viene con una gran cantidad de publicidad. Ante mi sorpresa, fui descubriendo poco a poco cómo la palabra baja aparecía en los nombres de varios negocios así como en eventos a los que se estaba convocando. El adjetivo baja era utilizado como una sustitución, ya sea del nombre de nuestro estado o de la península.

Qué lejos parece estar aquel tiempo en que decir en su totalidad el nombre de este Estado, sin omitir la palabra California, era motivo para henchir el pecho de orgullo. ¿Qué es lo que nos ha llevado a caer en esta insana costumbre? ¿Qué es lo que ganamos al sustituir el nombre de nuestro Estado y península por un adjetivo? En las siguientes líneas pretendo dar una respuesta.

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Gracias a los buenos oficios de los historiadores como Carlos Lazcano Sahagún, Miguel León-Portilla, Eligio Moisés Coronado, Leonardo Reyes Silva y muchos más, ahora sabemos que el origen de la palabra California es incierto, así como su significado. Muchas personas siguen especulando con aquella idea de que esta palabra tiene su origen en la frase en latín Cálida Fornax que según pronunció Hernán Cortés durante su estancia en esta península; con ella, según dicen, quiso poner en realce el calor insoportable que sintió y al cual comparó con un “horno caliente”, pero por alguna extraña razón, en lugar de decirlo en su idioma nativo, el castellano, prefirió decirlo en latín. Esta explicación del significado de la palabra California ya ha sido desechada desde hace varios años por los historiadores que han profundizado en este tema, y en la actualidad se acepta solamente que su referencia más remota se encuentra en el poema “El cantar (o canción) de Roldán (o Rolando)” escrito a finales del siglo XI, en donde aparece la palabra Califerne. Posteriormente en otro libro denominado “Las sergas de Esplandián” escrito por Garcí Rodríguez de Montalvo en el año de 1496 o 1510; en este libro aparece el siguiente párrafo: Sabed que a la diestra mano de las Indias hubo una isla llamada California, muy llegada a la parte del Paraíso terrenal. Este libro era muy popular entre los conquistadores militares que llegaron a América y posteriormente a nuestra península, quienes le impusieron el nombre de California, porque seguramente creyeron haber hallado a esta mítica isla y las riquezas que entrañaba. En la actualidad, siguen existiendo más hipótesis al respecto y seguramente algún día sabremos la verdad histórica.

El anterior preámbulo es lo que da significado al sentimiento de orgullo y beneplácito que tenían todos aquellos nacidos en esta hermosa península, quienes día a día luchaban a brazo partido para obtener el alimento para sus familias e ir forjando su futuro en esta tierra. Muchos hombres y mujeres valiosos sentían latir en sus corazones el amor por esta tierra, el darse cuenta que poseían una identidad que los aglutinaba con el sólo escuchar la frase “¿Eres de Baja California?”. Cuántas personas que llegamos de otras partes del mundo fuimos seducidos por el embrujo de esta bella tierra, por su nombre y por sus memorables atardeceres en donde el mar y el cielo daban fruto a una coloración que es envidiada en todas partes del orbe, y decidimos quedarnos en alguno de los bellos pueblos o ciudades de la península para forjar nuestro futuro y formar nuestras familias.

Precisamente fue ese amor por la identidad Sudcaliforniana lo que impulsó a los diputados del Congreso de Baja California Sur para que el 15 de diciembre de 1982 acordaran el decreto No. 374 que se tituló: “LEY PARA QUE EN LO SUCESIVO SE UTILICE EL NOMBRE COMPLETO DE «BAJA CALIFORNIA SUR» AL EJERCITARSE EL DERECHO DE PETICION ANTE CUALQUIER AUTORIDAD QUE RESIDA EN LA COMPRENSION POLITICO-GEOGRAFICA EN ESTA ENTIDAD Y AL MISMO TIEMPO QUE SE SUPRIMA EL CALIFICATIVO «BAJA» CONFORME AL TEXTO DE LA PRESENTE LEY”. En ese entonces el Presidente del cuerpo legislativo era el diputado Alfonso Ledesma Alcántar y el secretario el Profr. León Cota Collins.

En este documento, se fijaba de manera enérgica y contundente el reclamo por contrarrestar la malsana costumbre que estaba cundiendo en nuestro Estado de denominarlo como baja, la creciente propagación de comercios que sustituyeran el nombre del Estado con este adjetivo y, peor aún, el que muchos eventos deportivos y sociales también tuvieran en su denominación este limitado y despectivo título de “baja”. Esta deplorable postura tuvo su origen en los turistas extranjeros, en su mayoría estadounidenses, los cuales a partir de los años cincuentas empezaron a venir con mayor frecuencia a disfrutar de las playas y pueblos casi vírgenes de nuestra península, y como para ellos la única California que existe en el universo es el Estado que se encuentra geográficamente en su país, pues empezaron a utilizar el término baja o lower para denominar a nuestra bella tierra.

Culpables también de esta pérdida de una parte de nuestra identidad (el nombre de un lugar conlleva no sólo la ubicación geográfica sino que es un símbolo que define y aglutina a todos sus habitantes, da sentido a sus creencias y cultura e incluso sirve como lazo de hermandad) son una buena parte de la gente que trabaja en el sector del comercio y servicio enfocado al turismo. En su deseo de congraciarse con los extranjeros y buscando verse beneficiados con su dinero, no dudan un segundo en imitar la denominación de baja para usarla en sustitución del nombre de nuestro Estado e incluso, pomposamente, la colocan en los nombres de sus negocios o los eventos que organizan.

Es para tratar de combatir esta desafortunada y muy triste realidad que se promulgó este decreto y cobró fuerza de ley al ser publicado en el Boletín Oficial del Gobierno del Estado, el cual en ese entonces presidía el gobernador Alberto Andrés Alvarado Arámburo. En esta ley, se prohibía utilizar la palabra “baja” como sustituto del nombre de nuestro Estado en oficios enviados a cualquiera de las instancias del gobierno. También en su Artículo cuarto menciona Los giros comerciales, industriales, turísticos, sociales, los que realicen actividades culturales y en general los de cualquiera otra índole que ya están operando en el Estado de Baja California Sur y los que en lo sucesivo se establezcan, deberán suprimir de su correspondencia publicitaria, periodística, radiofónica y televisiva, el calificativo «BAJA» como identificación del Estado de Baja California Sur”.

Finalmente el Artículo quinto menciona lo siguiente Quienes continúen utilizando solamente calificativo «BAJA» para designar a nuestra Entidad, serán acreedores a las siguientes sanciones:

a).- Amonestación, apercibimiento o multa hasta de $ 25,000.00 (VEINTICINCO MIL PESOS 00/100 M.N.)

b).- Cancelación, de la autorización que hayan otorgado las autoridades del Estado, para el funcionamiento del comercio, industria o asociación que siga en franca desobedencia (sic) a este mandato y persista en la utilización del calificativo «BAJA«, para designar a nuestra Entidad”.

Así mismo, esta ley menciona a la instancia de gobierno encargada de hacer que esta legislación se cumpla: Compete a la Secretaría General de Gobierno vigilar el cumplimiento de esta Ley. En esa función serán sus auxiliares todas las Autoridades del Estado y Municipio, inclusive.

Cuántos desatinos, que actualmente se están convirtiendo en “vox pópuli”, se hubieran evitado si desde un principio se hubiese aplicado esta ley a todos los comercios y eventos que por ignorancia, seguramente, violentan esta ley y sobre todo el espíritu de los Sudcalifornianos que amamos nuestra denominación y que sabemos de la importancia de su respeto y perpetuación. Actualmente, en las redes sociales el hecho de que alguien defienda el nombre de este Estado o de la península es motivo de ataques, e incluso insultos, por parte de muchas personas que nacieron bajo esta permisividad e indolencia por cuidar nuestro legado centenario del nombre de Baja California Sur. Ya es momento de que se corrija el rumbo y se arreglen tantos equívocos que ha provocado la falta de aplicación del marco legal vigente. No necesitamos seguir perpetuando generaciones de sudcalifornianos que ignoren hasta su propio nombre y de dónde proviene. Lo anterior los está haciendo presa fácil de aquellos siniestros personajes que, a sabiendas de lo débil de su formación identitaria, se aprovechan para comprar lugares, monumentos, etc. que forman parte de la cultura de su Estado y que, lamentablemente, poco a poco se va perdiendo ante estas acciones ya descritas.

Baja California Sur, la extraordinaria isla de California, seguirá vigente mientras resuenen las palabras de aquellos hombres y mujeres que no claudicaron ni claudicarán en su esfuerzo por garantizar que esta península conserve su nombre así como nuestro bello estado.

 

Bibliografía

“LEY PARA QUE EN LO SUCESIVO SE UTILICE EL NOMBRE COMPLETO DE «BAJA CALIFORNIA SUR» AL EJERCITARSE EL DERECHO DE PETICION ANTE CUALQUIER AUTORIDAD QUE RESIDA EN LA COMPRENSION POLITICO-GEOGRAFICA EN ESTA ENTIDAD Y AL MISMO TIEMPO QUE SE SUPRIMA EL CALIFICATIVO «BAJA» CONFORME AL TEXTO DE LA PRESENTE LEY” – Constitución Política de Baja California Sur.

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