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Técnicas de cacería de los Antiguos Californios

 

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Mucho se ha especulado en los últimos años sobre la forma de vida de los antiguos pobladores originarios de la media mitad sur de la península de Baja California. Por lo general la mayoría de la gente es afecta a creer en relatos fantásticos sobre estos grupos étnicos, que leer los libros de crónicas que fueron escritas por gente que convivió con ellos, y que afortunadamente han llegado hasta nuestros días. El tema que hoy vamos a comentar es sobre sus técnicas de cacería.

Los guaycuras, cochimíes y pericúes, habían sobrevivido por miles de años en esta península desértica. Muchos de estos grupos se especializaron en la recolección de moluscos, mariscos, pequeños mamíferos marinos y aves que poblaban por miles nuestros litorales; otra buena parte de estos grupos se dedicaron a la recolección de frutos y semillas de la flora desértica, así como a la cacería de insectos y diversas aves y mamíferos que poblaban por miles en todas las sierras y praderas de esta gran lengua de tierra.

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En los momentos de ocio o cuando se daban encuentros entre las diversas rancherías, los integrantes de las mismas compartían sus técnicas y herramientas de cacería. Intercambiaban puntas de flecha, lanzas, cuerdas elaboradas con tendones y tripas de venado, entre otros. Las técnicas de cacería por lo general se compartían a través de relatos o invitándose los diferentes grupos a jornadas de cacería en donde podían observar in situ estas técnicas e incluso practicarlas.

El jesuita Francisco Javier Clavijero, realizó una gran investigación en los escritos que dejaron algunos de los misioneros que vivieron en la California, con estos relatos, el padre Clavijero realizó una obra titulada Historia de la Antigua o Baja California en donde consignó detalles muy interesantes como el que a continuación comparto, y que nos describe una de las herramientas de cacería más utilizadas por los californios: Estas son las flechas de que usan ordinariamente para la caza de los pájaros y cuadrúpedos pequeños; pero para los ciervos, leones y otros animales semejantes, así como para la guerra, arman la punta de pedernal á fin de que las heridas sean más grandes y las fleches no se desprendan fácilmente del cuerpo. Como podemos darnos cuentas, los nativos no utilizaban flechas con punta de pedernal para cazar cualquier animal, al contrario, realizaban una economía de las mismas puesto que elaborar una buena punta de flecha les llevaba varios días, así que había que utilizarlas sólo para cazar presas de gran tamaño, o como dice el relato, para hacer la guerra a sus enemigos.

El padre Clavijero nos describe una técnica para la cacería que empleaban los californios, la cual es muy compleja y de gran efectividad. Esta se describe a continuación: “Para cazar los ciervos usan de una estratagema curiosa. Toma un indio una cabeza de ciervo conservada con este fin, y poniéndosela sobre la suya, se esconde tras de los matorrales, de modo que no se les vea más que la cabeza postiza, la cual mueve de manera que parezca viva. Los ciervos engañados al verla se acercan, y son fácilmente matados por otros cazadores que los acechan”. Esta técnica es probable que se fuera construyendo con el paso de muchos años, en donde los cazadores compartían las observaciones que hacían de las costumbres de los venados y sus hábitos gregarios. Esta técnica era transmitida de generación en generación a través de relatos orales, e instruyendo a los más jóvenes de cómo realizarla directamente en las expediciones de cacería.

El padre Clavijero comenta en su obra, otra técnica de cacería que empleaban los californios para cazar animales pequeños: Para cazar liebres, á mas de los lazos y redes de que usan ordinariamente, se valen los cochimíes de un modo más sencillo y más fácil, sin otro instrumento que un palillo curvo de casi pié y medio de longitud. Cuando caminando ven una liebre le arrojan con tal destreza aquel palillo arrastrado sobre el suelo, que va derechamente á romperle las piernas; y de este modo suelen coger muchas sin interrumpir un momento su camino”.

Las habilidades de rastreo de las huellas tanto de animales como de otros seres humanos era algo que tenían muy desarrollado los antiguos habitantes de la California, seguramente una costumbre que se enseñanza desde la niñez y que se iba perfeccionando en el transcurso de la vida, siendo muy útil para la subsistencia en estas zonas desérticas. Aquí la describimos Es verdaderamente admirable la perspicacia de los californios en reconocer las huellas de los cuadrúpedos para seguirlos y en distinguir a los hombres por las suyas. Si el hombre que ha pasado por el camino es de su tribu é iba descalzo, en la huella conocen infaliblemente quién era. Con la misma facilidad distinguen las flechas de los individuos de su tribu, las cuales por más semejantes entre sí que parecen á los españoles, son conocidas por los indios en algunas señales casi imperceptibles, y por ellas vienen en conocimiento del dueño de cada una, así como nosotros venimos en conocimiento del escribiente por la forma de letra.

Nuestros antiguos habitantes peninsulares poseían un nivel muy avanzado de relación con su entorno, tanto en la tierra como en el mar, lo cual les permitió sobrevivir por miles de años y adaptarse de forma armónica con este medio ambiente tan difícil. Es importante que estos y muchos aspectos más de la vida de nuestros grupos étnicos originarios sean estudiados y difundidos con el propósito de fortalecer nuestra identidad sudcaliforniana.

Bibliografía:

Clavijero, F. J. (1852). Historia de la Antigua ó Baja California. 252p.

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El cuidado de los viejos entre los antiguos californios

 

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Los antiguos californios, al igual que todos los demás grupos humanos, desarrollaron costumbres y tradiciones con el transcurrir del tiempo. En el caso del trato hacia los ancianos, estos relatos se deben de interpretar a la luz del proceso de desarrollo histórico en que se encontraban (paleolítico) y propiamente de lo que hacían los grupos cazadores-recolectores.

La información más abundante que nos ha llegado hasta nuestros días sobre la forma en que se trataba a los viejos entre los Californios, ha sido la consignada en informes y relatos elaborados por los misioneros jesuitas que a través de más de 70 años desempeñaron su vocación entre ellos. Es importante hacer la observación que muchos de estos sucesos son narrados desde la perspectiva Europea, y matizados constantemente con la visión de hombres dedicados a la evangelización, por lo que hay que realizar un ejercicio de interpretación sin caer en creer a pie juntillas en lo que se relata.

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Miguel del Barco, misionero que por más de 32 años vivió en la Misión de San Francisco Javier Vigge-Biaundó, menciona que cuando se elaboraba la famosa tatema de mezcales para ser consumido, los restos de estos mezcales, los cuales ya eran desechados por estar casi secos, eran reutilizados de la siguiente manera: Este bagazo no siempre se pierde; porque los viejos y viejas (que aunque les den de comer, siempre tienen hambre), suelen recoger estos tacos que están tirados en el suelo; y estando bien secos, los muelen entre dos piedras y, así, hechos polvo, los comen. También menciona lo siguiente Otros, especialmente los viejos, que son los más hambrientos, no perdonan a las correas muy secas y de muchos años, sacadas de cuero de toro; porque, tostadas y golpeadas con piedras, las hacen accesibles a sus dientes. Lo anterior nos lleva a pensar que en estos grupos nativos, los ancianos hasta una edad muy avanzada buscaban su propio sustento, el cual obtenían por su cuenta, de los desechos de la alimentación, y del vestuario, del resto de los integrantes del grupo.

El sacerdote Juan Jacobo Baegert, que misionó por espacio de 17 años entre los Guaycuras de la misión de San Luis Gonzaga Chiriyaqui, menciona lo que pudo observar sobre el cuidado de los ancianos moribundos, por parte de los Californios de su Misión: Es de temerse que entre los que caen enfermos en el campo y no son llevados a la misión, haya algunos que sean enterrados vivos, especialmente cuando se trata de ancianos o de personas que tienen pocos parientes, pues acostumbran cavar la fosa dos o tres días antes que se aproxime la agonía del enfermo; parece que les es molesto quedarse sentados al lado de un viejo, aguardando su fin, ya que desde hace tiempo ya no sirve para nada o sólo les es un estorbo y que, de todos modos ya no podrá seguir con vida. Conozco a una persona que resucito, con una buena dosis de chocolate, a una muchacha que según la usanza del país, ya estaba envuelta en un cuero de venado amarrada y lista para ser enterrada, y que después sigma viviendo por largos años. A una anciana ciega y enferma, los cargadores le retorcieron el pescuezo para no cargar con ella unas cuantas leguas más, hasta la misión. Otro individuo murió asfixiado, porque, para protegerlo de los mosquitos que nadie quiso ahuyentarle, le cubrieron de tal manera que le cortaron la respiración. A pesar de que este tipo de prácticas nos parecen horrendas, es importante mencionar que todos los grupos sociales del mundo las llevaron a cabo en la etapa paleolítica, incluso en la actualidad aún existen grupos humanos que viven en regiones apartadas, y que llevan a cabo estas prácticas.

Las bateas eran unas cestas y recipientes en los cuales, las mujeres tostaban las semillas. Aquí se menciona quién las elaboraba: Los hombres son los que hacen las bateas y principalmente se aplican a esto los viejos que aún tienen alguna robustez, mas no están ya hábiles para la casa de venados (Miguel del Barco). Aquí podemos darnos cuenta que los Californios sabían aprovechar la experiencia y paciencia adquirida por los ancianos para elaborar este tipo de enseres que eran de gran importancia en su vida diaria.

Finalmente, en los informes de los jesuitas se da cuenta que los ancianos, en los diferentes grupos que habitaron la California, fueron los más difíciles de convencer para acepar la evangelización, así como para abandonar sus antiguas costumbres. Los sacerdotes mencionan que no bien un nativo acababa de recibir el bautismo y de renegar de sus antiguas creencias, que ese mismo día o al día siguiente acudían a su hechicero para que los curara de enfermedades o los aconsejara sobre cómo actuar en determinados sucesos cotidianos. Incluso Miguel del Barco menciona que a pesar de que en las Misiones se construían pequeñas chozas para que habitaran las mujeres, niños y ancianos, estos últimos nunca aceptaron pernoctar en ellas, ya que su costumbre ancestral era dormir al aire libre, en el suelo.

Aún falta mucho por investigar en los Archivos que existen en México y el mundo, donde se encuentran documentos que narran las costumbres y sucesos que acontecieron en el tiempo que aún vivían la mayoría de los Californios, tarea es de los historiadores el acudir a estos sitios y darlas a conocer a todos los interesados.

Bibliografía:

Clavijero, Francisco Xavier. (1731-1787). Historia De La Antigua Ó Baja California. Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2010. Original: Méjico, Imprenta de Juan R. Navarro, editor, 1852.

Barco, Miguel del, Historia natural y crónica de la antigua California. Adiciones y correcciones a la noticia de Miguel Venegas (formato PDF), 2a. ed. corregida, estudio preliminar, notas y apéndices por Miguel León-Portilla, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 1988, 482 p., dibujos y mapas (Serie Historiadores y Cronistas de las Indias 3)

Baegert, J. (1942). Noticias de la Península americana de California/por el Rev. Padre Juan Jacobo Baegert. Introducción P. Kirchhoff; traducción P. R. Hendrichs. México, Antigua Librería Robredo de José Porrúa e Hijos.

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Los Antiguos Californios

 

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS).  En las sociedades actuales, sobre todo con las que compartimos el modelo económico de las potencias Europeas, se considera que si un individuo no se integra a una actividad de las denominadas como productivas, esto es, agricultura, pastoreo, industria, etcétera, es un haragán y que en nada contribuye al desarrollo de la sociedad y el mundo en el que existe. Esta fue la visión a través de la cual se percibió a los antiguos pobladores de la California, dejando hasta la actualidad una impresión de que eran personas flojas y renuentes a realizar cualquier actividad productiva.

En la península de California, sus habitantes nativos habían desarrollado un complejo sistema de interrelación con el medio ambiente, en donde sus actividades diarias estaban enfocadas a proveerse de alimento y agua necesaria para su subsistencia, es por ello que se les puede denominar en la categoría de sociedades no industriales o no pecuniarias. Las actividades de todos los grupos étnicos nativos estaban adecuadas a las características de los ecosistemas donde habitaban. Los que vivían en la sierra o las llanuras, se dedicaban a la recolección de frutos, de ciertas hojas y plantas comestibles, y complementaban su dieta con la cacería de insectos y animales pequeños. Los playanos habían desarrollado un alto nivel de adaptación hacia la recolección de mariscos, peces, mamíferos y aves marinas. En estas actividades no utilizaban grandes inventos tecnológicos, más que los necesarios para poder desempeñar lo mejor posible estas actividades.

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Este tipo de actividades económicas, denominadas de apropiación (La economía de aborígenes de Baja California. Rosa E. Rodríguez T.) como eran la caza, pesca y recolección, les llevaban prácticamente la mitad de su jornada diaria, el resto del tiempo lo dedicaban a ahorrar las escasas energías acumuladas por la ingesta de los alimentos recolectados o capturados. En estas actividades participaban hombres y mujeres, incluso en las crónicas jesuíticas se menciona que cuando los niños ya eran capaces de caminar los padres los enviaban a conseguir su propio alimento. Tomando en cuenta lo anterior, podemos aseverar, que los antiguos Californios fueron grupos sumamente trabajadores. Si bien es cierto, sus actividades distaban mucho de lo que el concepto europeo consideraba como trabajar, no por ello podemos concluir que no realizaban estas laboras, las cuales en la actualidad están plenamente argumentadas en las teorías económicas.

Cuando llegaron los primeros colonos europeos a la península y se establecieron contacto con los grupos nativos originarios, se dieron diversos choques en cuanto a concepciones sobre múltiples aspectos de la vida, lamentablemente hasta la fecha han subsistido los documentos en los que solamente se aprecia la visión europea, por lo que predomina la concepción de que nuestros Californios se la pasaban flojeando todo el tiempo, tirados y negándose a trabajar. Muy diferente sería la percepción de las actividades de los indígenas Californios, si los exploradores y los sacerdotes se hubieran dado el tiempo de entrevistarlos y pedirles que abiertamente les dijeran cómo ellos visualizan lo que los recién llegados conceptualizan como trabajo, sus motivos para ser renuentes a hacerlo, entre otras cosas. Pero lamentablemente, esto no se hizo y he ahí la grave incomprensión sobre estas culturas primigenias de la California.

FOTO: Mujer pericúe

Otro punto importante a mencionar, y que actúa a favor de lo trabajadores que eran nuestros Californios, es que, además de dedicar una buena parte de las primeras horas del día a recolectar alimento; el resto del tiempo lo dedicaban a prácticas sociales, políticas y religiosas, elaborando complejos rituales y ceremonias, las cuales se conocen en la actualidad gracias a las escuetas referencias que quedaron en ciertos diarios e informes. Se ha podido encontrar una gran cantidad de pinturas rupestres y petroglifos a todo lo largo y ancho de nuestra península, lo que nos da cuenta de la laboriosidad de nuestros indígenas, los cuales destinaban largas horas del día e incluso varios días para realizar estas manifestaciones culturales que afortunadamente han podido llegar hasta el presente.

Finalmente, es importante mencionar que en la actualidad, en nuestra península, aún existen comunidades que realizan en gran medida las actividades de apropiación, tal como lo hacían nuestros Californios, y que lamentablemente han sufrido el mismo estigma por parte de visitantes ocasionales, que desconociéndolas, se atreven a aseverar que son unos flojos y que se la pasan la mayor parte del tiempo sin hacer nada. Sin embargo, al analizar datos económicos que arrojan las actividades que se practican en estos poblados pesqueros y agricultores, nos damos cuenta que son muy productivos, y que si no pueden realizar actividades durante 8 horas diarias, en todo el año es por condiciones que escapan a su control, y que alterarlas, causaría un grave daño en el medio ambiente y sus actividades productivas.

FOTO: Boda de antiguos californios

Mi intención al realizar estas reflexiones sobre los grupos indígenas originarios de nuestra península, no es buscar la credibilidad a ultranza, sino el promover la duda en la mente de todos los lectores para que se acerquen a fuentes primarias o a libros realizados por verdaderos investigadores(as) en donde hacen caer mitos y malos entendidos sobre la vida de nuestros Pericúes, Guaycuras y Cochimíes de la parte austral de la península de California.

Bibliografía

Barajas, D.T.,  Cruz, E.G., Altable, F. (2002). Historia General de Baja California Sur. I. La economía regional. Seminario de Investigación en Historia Regional, Universidad Autónoma de Baja California Sur. México.

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Los Mezcales

 

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Los primeros pobladores de la California lograron un gran nivel de adaptación con su geografía. De acuerdo a cálculos realizados por los misioneros jesuitas que cohabitaron con cochimíes, guaycuras y pericúes durante 70 años, se cree que antes de la llegada de los europeos a estas tierras, la población de naturales era entre 40 a 50 mil, cantidad que para la extensión del territorio y su clima desértico es bastante numerosa. Dentro de este nivel de adaptación que mencionamos, los antiguos Californios tuvieron que adecuar sus hábitos alimenticios a las plantas y animales que encontraban, en este caso una de las plantas que fue ampliamente consumida por su gran valor energético fueron los agaves o mezcales.

El agave, mezcal o maguey es una planta muy extendida en todo el continente americano. Su nombre más conocido es el de maguey debido a que los españoles lo tomaron de la forma en que los indígenas del Caribe denominaban a esta planta. El naturalista sueco, Carlos Linneo, le dio el nombre de Agave cuando hizo su descripción para libros difundidos en Europa. La palabra Agave alude a algo de origen noble o admirable. Mezcal es la forma en que lo llamaban los grupos que hablaban náhuatl. En los informes que rendían los jesuitas que habitaban la California es común que los denominen como mezcales aunque ocasionalmente utilizan el nombre de magueyes. De acuerdo a diarios realizados por exploradores que llegaron a la península desde el siglo XVI, era común que los grupos étnicos de la California consumieran esta planta, y que como una manera de ganarse la amistad de los visitantes, les entregaran agaves cocidos para que los comieran. Estos exploradores comentan que estas plantas cocidas tenían un jugo muy dulce y agradable, pero que si las comían en demasía les producía laceración en el paladar (escaldar).

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Estas plantas son fácilmente distinguibles en el desierto, por sus hojas largas y carnosas, las cuales por lo general terminan en espinas. En su base tienen una especie de bola muy fibrosa a la que se denomina comúnmente como piña. Cuando esta planta logra una madurez de unos 5 o 6 meses empieza a producir un tallo al cual se le denomina comúnmente como jiote o quiote, del cual surgen flores comestibles y muy llamativas, que emanan un néctar dulce. Una vez que este tallo logra su madurez se seca y muere la planta. En diversos lugares de nuestro continente, antes de la llegada de los europeos, algunos grupos elaboraban, a partir de la savia del maguey, una bebida fermentada y con cierto grado de alcohol que se consumía con fines religiosos (pulque). Posteriormente a la llegada de los europeos y con la aplicación de técnicas de destilación, se empezaron a producir bebidas como bacanora, sotol y tequila, las cuales también se obtenían de distintas variedades de magueyes o agaves.

Pero continuando con el uso que le daban nuestros antiguos grupos étnicos nativos de la California, los sacerdotes jesuitas mencionan que quienes se dedicaban a recolectar estos agaves eran las mujeres. Nos dicen que por lo general esta planta se aprovechaba desde finales de septiembre hasta el mes de mayo, precisamente en las épocas de mayor escasez de alimento. Las mujeres salían en grupos hacia las faldas de los cerros, que era donde abundaban estas plantas, y cada una de ellas portaba una redecilla a la cual llamaban uañí, así como una cuña o escoplo de madera dura. Cuando encontraban un agave de buenas dimensiones procedían a cortarle las pencas u hojas, dejando solamente una pequeña protuberancia de unos 15 o 20 centímetros, el resto de la planta quedaba con la forma de una cabeza humana a la cual denominaban los sacerdotes como piña. Acto seguido tomaban la cuña y la colocaban, en su parte más angosta, en la base de la planta, tomaban una gran piedra y empezaban a golpear la cuña hasta que lograban arrancar la piña, y quedaba listo para ser transportado.

Los sacerdotes mencionan que en una buena cosecha de agave, las mujeres regresaban con 6 o 7 piñas en su uañí, y era común observarlas cómo soportaban estoicamente la carga del peso de todas ellas, a través de distancias de 1 o 2 leguas (una legua son cinco kilómetros, aproximadamente). Además de lo anterior, en la uañí también metían pedazos de leña que encontraban en el camino. Una vez llegadas al campamento procedían a cocinar los magueyes, a este procedimiento se le denominaba tatema, una técnica de concina común entre los grupos nativos de nuestro continente. Todo iniciaba con la recolección de piedras de regular tamaño, las cuales iban reuniendo en un hueco que hacían en la tierra, sobre ellas arrojaban la leña y posteriormente la prendían. Cuando la leña se consumía casi en su totalidad, las piedras se encontraban al rojo vivo, en ese momento procedían a colocar las piñas de los mezcales sobre ellas, y finalmente cubrían todo con tierra. El proceso de tatema duraba, por lo general, dos noches y un día, como lo describe Miguel del Barco. Finalizado este tiempo, se procedía a retirar la tierra y las piedras, las cuales ya estaban casi frías, y extraían las piñas.

Para los que en alguna ocasión han probado un agave tal y como se encuentra en la naturaleza, mencionan que su sabor es sumamente amargo e intragable. Sin embargo, nuestros californios descubrieron, a través de la observación por  centurias, que la savia de estas plantas al someterse a altas temperaturas, se convierte en azúcares, por lo que a través del procedimiento de tatema, la piña amarga del maguey, se convierte en una alimento dulce y cargado de calorías. Las mujeres llamaban a los miembros de su familia, o en caso de que el preparado haya sido un trabajo colectivo del grupo o ranchería, se convocaba a todos para compartir este alimento. La forma de comerlo era cortar pedazos de la piña e introducirlos en la boca para masticarlos y absorber todo el dulce jugo que pudiera obtenerse. Una vez que quedaba reducido a bagazo lo escupían y tomaban un nuevo pedazo. En ocasiones, y sobre todo cuando había una gran hambruna y escasez de alimento, se recolectaba este bagazo, se dejaba secar completamente y se machacaba hasta convertirlo en pinole. Este pinole se guardaba para una futura ocasión y consumirlo.

Como podemos darnos cuenta, los antiguos pobladores de nuestra península lograron un óptimo nivel de adaptación a las diferentes regiones que habitaron en la península, y conocer cómo vivían y sus avances culturales hace que fortalezcamos nuestra identidad y el respeto por nuestras raíces ancestrales.

Bibliografía:

Miguel del Barco. (2020) Historia natural y crónica de la antigua California – (Ed. Miguel León-Portilla). Instituto de Investigaciones Históricas. UNAM. México.

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Cosmogonía de los antiguos californios

FOTOS: Internet

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

La Paz, Baja California Sur (BCS). Cada uno de los pueblos en el orbe han tratado de dar una explicación a las preguntas más trascendentales de la humanidad, las cuales son ¿de dónde venimos?, ¿para qué estamos aquí?, ¿quién nos creó?, ¿hacia dónde vamos?. Las respuestas que se han dado han sido condicionadas por su nivel cultural, su desarrollo, e incluso, por los intercambios con grupos con los que tuvieron contacto.

En el caso de nuestros californios, sí dieron respuesta a estas preguntas, lamentablemente, por carecer de un sistema de escritura no pudieron perpetuarlas hasta los tiempos modernos, siendo sólo consignadas, de forma parcial, tergiversada, y a regañadientes por los jesuitas. En nuestra parte sur de la península de California existieron diferentes etnias, las cuales fueron agrupadas en tres grandes grupos por los jesuitas. Cada uno de ellos tenía su propia forma de interpretar el mundo y cómo fueron creados. Las podemos resumir de la siguiente manera:

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Los pericúes creían que en el cielo habitaba un gran señor que creó el cielo, la tierra y el mar. Lo llamaban Niparajá —en algunos escritos aparece como Niparaya. Estaba casado con Anajicojondi, con la que había tenido tres hijos, uno de ellos de nombre Cuajaip —otros los escriben como Quaayaip—, vivió entre ellos y los adoctrinaba. Cada que él quería entraba debajo de la tierra y creaba a más hombres, a pesar de que él los ayudaba, los hombres se revelaron, le atravesaron la cabeza con un ruedo de espinas y lo mataron. El sacerdote Venegas escribió que: “dicen que su cuerpo se conserva como si estuviera dormido, manando constantemente sangre. Tiene un tecolote a su lado que le habla”.

También mencionaban que en el cielo vivió un gran personaje al que llamaban Tuparán —otros le decían Bac—, y que se conjuró contra Niparajá. Al final de la gran batalla, Tuparán y los suyos fueron vencidos y arrojados del cielo para encerrarlos en una cueva cerca del mar. Niparajá creó a las ballenas para que vigilaran la cueva y no los dejaran salir. Se tenía la creencia entre los pericúes que, aquel que moría en la guerra no iba al cielo con Niparajá, sino a la cueva con Tuparán. Creían que las estrellas eran de metal y habían sido creadas por un numen llamado Purutahui, y la luna por otro de nombre Cucunumic.

El jesuita Francisco Javier Clavijero menciona que, los “guaicuras” creían que en el norte vivía un espíritu de nombre Guamongo, el cual era maligno y enviaba a la tierra las enfermedades. También, mencionan que había un numen llamado Gujiaqui, quien sembró las pitahayas y dispuso los lugares donde se obtenía la pesca. Él les enseñó a tejer las capas con los cabellos de sus devotos. Tiempo después ya que hubo terminado su misión entre ellos, regresó al norte. Los “guaicuras” creían que el sol, la luna y los demás astros eran fogatas encendidas en el cielo por hombres y mujeres que diariamente caían al mar para volver a salir al día siguiente y encenderlas de nuevo.

En el caso de los cochimíes, Clavijero menciona que, creían en un gran señor que vivía en el cielo y al cual llamaban en su lengua “el que vive”. Este señor había concebido a dos hijos sin concurso de mujer. Ellos habían creado el cielo, la tierra, las plantas, los animales, el hombre, y la mujer. También, habían formado a unos seres invisibles que con el tiempo se volvieron contra ellos y contra el hombre, de tal forma que cuando uno de ellos moría, los metían debajo de la tierra para que no vieran a “el que vive”. Se menciona que creían en “Tamá ambei ucambi tevirichi”, esto es, “el hombre venido del cielo”, al cual rendían culto a través de una ceremonia especial muy particular.

Es muy probable que los californios de las diferentes etnias hayan tenido más creencias sobre diferentes dioses, así como rituales para celebrar diferentes situaciones como el inicio y fin del año, las diferentes temporadas, nacimiento, la muerte, casamiento, entre oros. Sin embargo, poco o nada quedó de la memoria de estos sucesos. Los jesuitas, que fueron los que por 70 años convivieron cotidianamente con ellos, sólo compendiaron algunas ideas incompletas e inconexas, ya que se negaban a ser muy específicos por las reservas que tenían para guardar la memoria de estos sucesos porque era una invitación a que en un futuro se rescatara y volvieran a practicarse. Además, todas estas prácticas las consideraban demoniacas y abominables.

Cuando los jesuitas fueron expulsados de la california, sólo quedaban con vida un poco más de siete mil californios, casi todos ya convertidos al cristianismo, hablaban español, vestían, y tenían las costumbres como los demás pobladores de la Nueva España. No existía ya californio que recordaran sus antiguas leyendas y cosmogonía, ni tampoco había quedado reseña escrita de ellas.

Bibliografía:

Historia de la Antigua ó Baja California – Francisco Javier Clavijero.

Historia natural y crónica de la Antigua California – Miguel del Barco.

Noticia de la California y de su conquista temporal y espiritual hasta el tiempo presente. 3 tomos. – Miguel Venegas.

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