1

En el agua está toda la acción de la creatividad

FOTO: Phoebe Rudomino

El librero

Por Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Agatha Christie era de la opinión que para lograr armar una historia con estructura o para inspirarse a la hora de escribir, la mejor manera era lavar platos. La idea en sí parece una acción mecánica, como un modo de entrar pacientemente a un punto que es lavar los trastes, fijar la atención para que las ideas fluyan de modo natural.

Durante años he experimentado ese escenario: es verdad: las escenas, las palabras, las imágenes brotan. Sin embargo, también me he dado cuenta de que no sólo es al momento de lavar trastes, sino también cuando me baño o cuando me lavo las manos: sucede exactamente lo mismo. Es decir: no es solo cuando se lavan trastes. Es por el agua. El agua provoca que la mente comience a fluir de inmediato con lo que estamos haciendo, que en mi caso tiene que ver con la escritura creativa, cuando escribo un libro.

También te podría interesar: Sin lectura, no hay aventura: los cambios bruscos del mito del libro

Le he preguntado a varios —narradores, poetas, pintores— y me dicen que, en efecto, el contacto con el agua les hace pensar en lo que están haciendo, asocian, inventan los mejores modos de continuar con la faena creativa. Por supuesto, quizá solo sea casualidad, un deseo interno de que sea así. Pero durante tantos años de que me haya pasado, no lo creo. Cuando leí por primera vez la frase de Agatha Christie hice consciente de que lavar trastes sí inspiraba y ayudaba a destrabar la creatividad. Bueno, debo decir que la palabra “inspirar” no me gusta porque no creo que la inspiración sea un método de trabajo literario, no es una musa que baja y te toca para que escribas. En todo caso el agua lo sería.

Dicen que la sal es la sustancia más importante para los humanos. Dicen que porque nos recuerda nuestro origen marino, que el cuerpo necesita del mar a través de la sal. Hace años leí que habían descubierto una enorme burbuja en el universo que probablemente fuera agua, que tal vez estaba asociada al nacimiento de una estrella. Por otro lado, los cometas son traedores de agua y de vida, que así fue como se hicieron los océanos. Claro, todo mundo sabe que “el agua es la vida”, como rezó durante años un anuncio de Francisco King en Canal 10. No es nada nuevo porque es cierto. Nuestro cuerpo es agua en un casi ochenta por ciento.

Así que el agua tiene efectos en nosotros, no solo la de ser el líquido vital que sostiene la vida en el planeta. Se podría filosofar una y otra vez, de modo natural o forzado, sobre eso. Lo cierto es que el agua sí despierta la creatividad, ordena el universo de cosas que estemos haciendo. Un poeta dijo que el abrazo más completo era el del agua y es verdad: como si regresáramos a un estado placentario. Yo no creo la acción deba convertirse en un método, una fórmula, lo que digo es que el agua tiene más importancia de la que suponemos y de las accione reales que tiene sobre nosotros.  El contacto con el agua destraba la mente.

—–

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, ésto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




Crítica: Asesinato en el Expreso Oriente

FOTOS: Internet.

Kinetoscopio

Por Marco A. Hernández Maciel

Calificación: ***** Sólo si no tienes otra opción

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). No he leído el libro de Agatha Christie, ni tampoco he visto la película de Sidney Lumet estrenada en 1974, pero tener como director y protagonista a Kenneth Branagh y un reparto multiestelar con nombres como Judi Dench, Michelle Pffeiffer, Daisy Ridley, Johnny Depp, Willem Dafoe y Penélope Cruz auguraba un proyecto con muy pocas posibilidades de descarrillarse. Y en efecto, no se descarriló, pero tuvo varios sustos que estuvieron a punto de convertirse en catástrofe.

Lo que salva del barranco a esta producción, es la interpretación de Kenneth Branagh como Hercule Poirot —el mejor detective del mundo—, y esto a pesar de ser un personaje desarrollado en base a clichés de un ser perfeccionista, virtuoso y puro que le quitan credibilidad y está a un pelito de convertirse en una caricatura. Aunado a ello el guión se las ingenia para mantener una delgadísima línea de interés dramático que apenas se sostiene durante la proyección de la película.

También te podría interesar Crítica: Thor: Ragnarok.

Pero más allá de eso no hay mucho. El reparto multiestelar se siente apretujado e incómodo dentro de los vagones del que promete ser uno de los trenes más lujosos del mundo. Los emplazamientos de cámara llegan a ser en extremo claustrofóbicos y en algunos casos incoherentes, despertando unas ganas inmensas de cerrar los ojos, respirar profundo y terminar con el ataque de ansiedad que provoca tanto encierro dentro de la pantalla. Esa incomodidad que experimentan los actores, se transmite hacia el espectador, que si no fuera por que nuestro sentido de la justicia quiere genuinamente descubrir al asesino, ya hubiéramos bajado en la primera estación posible.

Porque el misterio a resolver es lo suficientemente interesante para mantenernos en la butaca, más por obligación moral que por satisfacción cinéfila, que además ofrece una de las ediciones más torpes que me he encontrado en la gran pantalla. Una escena de acción y persecución donde no sabemos que pasó; y una conversación que debería ser clave en la trama que se extiende en un plano largo e incómodo que sólo se explicaría haberlo hecho en un afán de aumentar el tiempo en pantalla del personaje en cuestión. Situaciones muy extrañas para un director con la trayectoria y experiencia de Kenneth Branagh.

Finalmente, quizás el verdadero misterio de la película sea porqué a pesar de un director destacado, un reparto envidiable y una historia a la que se le podría sacar mucho jugo, tiene como resultado una película sin sabor, torpemente dirigida y editada, con interpretaciones huecas y un desenlace que resulta sorprendente y a la vez intrascendente, por que a esas alturas lo que queremos es bajarnos del tren y respirar un poco de aire fresco para quitarnos la ansiedad de este viaje en primera clase con rumbo a la mediocridad.

La calificación de Kinetoscopio:

5 Estrellas: Clásico imperdible

4 Estrellas: Bien actuada, escrita y dirigida

3 Estrellas: Entretiene

2 Estrellas: Sólo si no tienes otra opción

1 Estrellas: Exige tu reembolso

0 Estrellas: No debería existir

Los invito a seguirme en Twitter y hablar de cine en @marcoaric