Las pinturas rupestres de la cueva El Ratón, en San Francisquito de la Sierra

FOTOS: Noé Peralta Delgado.

Explicaciones Constructivas

Noé Peralta Delgado

 

Ciudad Constitución, Baja California Sur (BCS). El arte rupestre se refiere a las manifestaciones artísticas que se daban en la era prehistórica de la civilización humana; entendiéndose que la prehistoria es el periodo de tiempo donde aún no existían sociedades de humanos como organización. La palabra rupestre se acuñó derivado del latín rupestris, que significa «sobre roca». En todo el mundo, cuando aparecieron los primeros homínidos, estos se sentían atraídos por dejar plasmados en cuevas y cavernas, todo lo que miraban a su alrededor de su vida cotidiana. Utilizando materiales del lugar, fabricaban pinturas principalmente de color rojo y negro, para elaborar vistosos murales sobre roca.

En México también se dibujaron murales prehistóricos sobre cuevas, siendo las más espectaculares por su tamaño y belleza las que se encuentran en el Estado de Baja California Sur, sobre todo en los municipios de Comondú y Mulegé, siendo éste último donde mejor están conservadas y desarrolladas actualmente como atractivo turístico.

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En el periodo de Semana Santa de este año, tuve la fortuna de regresar después de muchos años, al pequeño pueblo de San Francisco de la Sierra, enclavado en las alturas de la sierra de San Francisquito, precisamente. En la actualidad, existe un recién pavimentado camino de acceso al pueblo de manera que, en menos de una hora, se puede llegar desde la carretera transpeninsular, desde el km. 117 del tramo Santa Rosalía a Guerrero Negro. El pueblo de San Francisco de la Sierra tiene una población de 1,136 habitantes (según censo 2020) y está en las coordenadas geográficas de 27°35’51» Norte y 113°00’54» Oeste.

Estando investigando sobre el pueblo y su fama a nivel mundial por las pinturas rupestres elaboradas por los antiguos californios, se tiene que el fundador del poblado fue don Buenaventura Arce, que era un soldado que cuidaba de las misiones, hasta que durante la expulsión de los jesuitas en el año de 1767, según se sabe, fundó el rancho de San Francisco en la cumbre de la sierra, y que con toda su descendencia se logró formar un pueblo. Muy posiblemente este personaje sabía de la existencia de los murales rupestres, pero no fue hasta su nieto Cesáreo Arce (Tacho Arce), quien las dio a conocer hacia el exterior. Ya en el siglo XX fue el escritor y fotógrafo estadounidense Erle Stanley Gardner en 1962 con su revista y fotografías, y W. Crosby a través de su libro The Rock Art, Baja California, quienes le dieron notoriedad a nivel mundial.

Para llegar al pueblo se debe subir desde el desierto de Vizcaíno (200 metros sobre el nivel medio del mar), por una carretera pavimentada en excelentes condiciones, hasta llegar al lugar que se encuentra a 1150 msnm. Esto significa que el ascenso es de casi mil metros de altitud. Esto nos indica porque, en el pueblo se tiene un clima muy agradable, y qué según pláticas con los lugareños, en temporada invernal llega a escarchar el agua de las pilas y tener temperaturas bajo cero.

También es importante aclarar, que la pintura rupestre más famosa a nivel mundial, es el gran mural que se encuentra en la cueva La Pintada dentro del cañón de San Pablo; pero en el lugar se encuentran más lugares qué visitar para admirar estos impresionantes recuerdos prehistóricos.

Para visitar todo el complejo de murales rupestres se ocupa de acampar varios días y sobre todo, tener habilidad para el senderismo extremo y manejo de mulas o caballos. En el pueblo de San Francisco de la Sierra, existen una oficina del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

La única cueva que está totalmente accesible desde la carretera es el sitio denominado cueva El Ratón. Si no se dispone de mucho tiempo, estas pinturas rupestres son totalmente recomendadas; desde el lugar donde se deja el vehículo se camina en escalones muy bien construidos a una distancia de poco más de 100 metros en subida. La cueva está protegida por una malla ciclónica, para que los visitantes tengan que ir forzosamente a comprar los boletos de acceso hasta el pueblo, ubicado a una distancia de 1,400 metros del lugar.

La cueva del Ratón, se encuentra a una altitud de 1,170 msnm y está en las coordenadas geográficas de 27°35’27» Norte y 113°01’27» Oeste. Los murales que se pueden observar están de muy buen tamaño y según el guía de nombre Francisco Arce, nos comentó que le pusieron de nombre Ratón, porque en el mero centro del mural se encuentra un dibujo que asemeja un ratón, pero en realidad es un león americano ó puma.

Investigando en Internet, la Universidad de Barcelona hizo un estudio para hallar la edad, y se encontró que tiene una antigüedad de casi 5 mil años, en contraste con las otras pinturas rupestres que datan de hasta 8 mil años, lo que indica que posiblemente a los nativos se le acabaron las cuevas donde pintar y subieron hasta esta cueva. Las otras cuevas se encuentran muy por debajo de esta altitud, y tienen ojos de agua en donde pudieron vivir por largas temporadas; lo que llama la atención es que esta cueva de El Ratón, no tiene suministro de agua de los cerros, lo que hace suponer que un tiempo hubo un aguaje y aprovecharon los antiguos californios para asentarse en el lugar.

Visitar el lugar y apreciar los grandes murales prehistóricos, es una verdadera experiencia, y más que lo podemos hacer en un solo día llegando desde Guerrero Negro o desde San Ignacio en vehículo; este lugar se llama cueva El Ratón, que es testigo silencioso, de los grandes artistas que rodeados de una absoluta tranquilidad del desierto, y que nos quisieron dejar su mensaje a través de los grandes murales de pintura rupestre. Si tiene oportunidad visítelos y admírelos.

Escríbenos a noeperalta1972@gmail.com

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Destacan obra del Padre Kino en Congreso del Estado

FOTO: Congreso del Estado.

La Paz, Baja California Sur (BCS). El paso y la obra de Eusebio Kino por la península de Baja California es fundamental para la identidad de estados como Baja California Sur; no se imagina su actualidad sin su intervención, afirmó el historiador Carlos Lazcano Sahagún, quien impartió la conferencia “Eusebio Kino en California”, en el marco de la semana en su honor en el Poder Legislativo.

Está actividad extra legislativa fue impulsada por la Comisión de Cultura y Artes que preside el diputado Fabrizio del Castillo Miranda y la diputada Karina  Olivas Parra, iniciadora del homenaje a Kino en 2025.

Ante representes de asociaciones civiles, el historiador de las Californias hizo un breve recuento del arribo del misionero a México, desde su natal Italia en el año de 1681, y a la bahía de La Paz en abril de 1683, siendo el primer misionero en la región, fundador de la primera misión, además de que se inicia aquí su misión de evangelización.

El estudioso elogió el homenaje del poder legislativo al misionero, puesto que había estado olvidado pese a la trascendencia para la vida contemporánea de Sudcalifornia. Dijo que su investigación contenida en los libros de su autoría, son los primeros en plasmar la obra del Eusebio Kino.

A nombre de la Comisión de Cultura y Artes que integra junto con la diputada Lupita Saldaña y el diputado Martín Escogido, el presidente Fabrizio del Castillo Miranda comprometió seguir respaldando actividades extra legislativas que impulsen sus homólogos.

Por su parte, el doctor Sealtiel Enciso Pérez, de la Sociedad de la Antigua California, comentó que estas actividades han despertado gran interés a nivel internacional, del que se reconozca obra y vida de Francisco Kino. En Italia, ejemplificó hay gran expectativa, país de origen del misionero.




De Hamburgo a Las Vinoramas: La huella de los Möller en Baja California Sur

FOTOS: Cortesía.

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). A principios del siglo XX, cuando los vientos de Europa agitaban las rutas del Atlántico y los sueños migratorios empujaban a miles de personas hacia América, una pareja originaria de Hamburgo, Alemania, cruzó el océano con rumbo a México. Eran los bisabuelos de María del Rosario Castro Möller, maestra normalista e historiadora oral de su linaje, quien hoy da testimonio de una saga familiar marcada por el trabajo, la adaptación y el arraigo en tierras bajacalifornianas.

Corría la década de 1920, cuando Antonio Möller llegó a Guaymas, Sonora. Con él traía no sólo su idioma y costumbres alemanas, sino también un espíritu de aventura en compañía de una mujer de origen italiano: Guadalupe Lizardi. De esa unión surgiría una nueva generación, que integraría lo europeo con lo mexicano en una tierra de transición. Antonio y Guadalupe Möller-Lizardi descansan, aunque ya en tumbas perdidas, en el antiguo panteón de Guaymas. El paso del tiempo ha borrado muchas huellas físicas, pero la memoria familiar persiste. Su nieta, María del Rosario, recuerda que no sabe con certeza cuántos hijos tuvo Antonio, pero entre ellos destaca su abuelo, Adolfo Möller.

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La historia da un giro cuando Adolfo, ya adulto, recibe una inesperada herencia de su tío, Otto Möller, radicado en el entonces incipiente Territorio Norte de Baja California. Adolfo se traslada a Rosarito, en una región que aún era más conocida por sus viveros que por el turismo de playa. Pero su destino no era quedarse ahí. En una segunda migración dentro del país, Adolfo se desplaza hacia el Sur peninsular.

Fue en la región cercana a Todos Santos donde Adolfo conoció a Palemona Espinoza, mujer fuerte y longeva, casi centenaria al morir, con quien formó una nueva familia. Su única hija, María Luisa Möller Espinoza, nacería en el Territorio Norte de Baja California, pero crecería entre el rancho y la ciudad, entre Las Vinoramas y La Paz.

En los años 40, Adolfo y Palemona compran un extenso rancho llamado Las Vinoramas, ubicado en la Baja California Sur —aún considerada Territorio. Allí, el apellido Möller comenzaría a echar raíces más profundas. En ese rancho no sólo se criaba ganado; también se producía un pinole especial de maíz, molido con maquinaria eléctrica alimentada por baterías. Esta mezcla particular era tan apreciada que llegaba incluso a la ciudad de La Paz.

Para María del Rosario, el rancho es más que un recuerdo: es símbolo del ingenio de su abuelo. “Era un pinole especial, y mi abuelo lo fabricaba con un molino eléctrico… Lo llevaba hasta La Paz”, relata con orgullo.

La hija única de Adolfo, María Luisa, estudió primaria y secundaria en La Paz, bajo el cuidado de su madrina, una maestra. Pese a sus anhelos de convertirse también en educadora, María Luisa no logró concluir sus estudios. Su vida se dividía entre la ciudad y el rancho familiar, a donde regresaba cada fin de semana.

Tiempo después, María Luisa conocería a Astolfo Castro Verduzco, originario de Caduaño, con quien formó una numerosa familia de once hijos. El apellido Möller se convirtió entonces en el puente entre dos mundos: el del campo ganadero y el de la ciudad en crecimiento. Fue también en esos años que su apellido sufre una mutación, debida principalmente a los tan comunes errores en la escritura de las actas de nacimiento en las oficinas del registro civil de aquellos años. Los apellidos de los descendientes se escriben sin la diéresis, propia de muchos apellidos alemanes, y de ahí pasaron a denominarse “Moller”. Lo anterior afectó incluso la pronunciación de su apellido, puesto que fonéticamente se pronuncia, en idioma alemán: “Mouler”, y con el cambio ya mencionado, se pronuncia fonéticamente como “Moller”.

La familia Castro Möller (o Moller) se estableció en una manzana completa en La Paz. Astolfo, además de dedicarse al ganado y la molienda de caña para producir piloncillo, también sirvió en el ejército. Fue parte del 48 Batallón de Infantería y luego, tras su baja, se convirtió en chofer de confianza del hijo del ex presidente Abelardo L. Rodríguez.

Ese empleo lo conectó, literalmente, con figuras de alto perfil. Durante vacaciones, cuidaba la casa de Bing Crosby, el célebre cantante estadounidense, y su familia era invitada a eventos en el rancho de la familia Abelardo Rodríguez, llamado “Las cruces”. “Ahí estaba el padre Luis Ruggera, los Rodríguez… y hasta artistas de Hollywood”, recuerda María del Rosario. Aquellas fiestas eran un oasis para los hijos de los trabajadores de confianza, una mezcla de lo cotidiano y lo extraordinario.

María del Rosario, sexta hija del matrimonio Castro Möller, cuenta que en su niñez no notaba el peso del apellido. Fue hasta la secundaria y, más aún, durante sus estudios en la Ciudad de México, cuando comenzó a notar la rareza de su apellido. “Sí me llamaba la atención cómo lo pronunciaban. Aquí en La Paz era más común, pero fuera sí preguntaban”, explica.

A pesar de que el apellido perdió su diéresis por un error en los registros civiles, su esencia permanece. En la maestra Möller el apellido no es sólo un nombre, es identidad. “Me da placer, y también nostalgia, sé que el apellido Möller continuará en nuestra línea familiar. En otros lados hay Möller, pero no son de nuestra familia”. Al preguntarle sobre el nombre de sus hermanos, hace una pausa y como recitando una genealogía que ha repasado de memoria muchas veces, empieza a citar a cada uno de sus nueve hermanos: Rafael, Guadalupe, Juan, María Luisa, Astolfo, Rodolfo, María de Jesús, María del Carmen y Antonio.

Pese a sus orígenes europeos, la familia no conservó muchas tradiciones alemanas o italianas. No se hablaban otras lenguas en casa, ni se transmitieron recetas, cantos o costumbres claras. Tal vez lo más tangible fue un reloj alemán, traído por su abuelo desde Europa, hoy en manos de uno de sus hermanos. Los hermanos mayores convivieron más con el abuelo Adolfo, mientras que los menores, como María del Rosario, apenas lo conocieron. “Desde que yo tenía cuatro años, él ya había fallecido”, comenta con cierta melancolía.

Aunque ha viajado, María del Rosario nunca visitó Alemania. No obstante, su hermano menor Antonio, sí lo hizo. También Gabriela, la hija de Antonio, estudió idiomas en Alemania y hoy reside en Suiza. “Ella sí lo vivió, conoció esos lugares, y eso me da gusto”.

Hoy, María del Rosario vive en Chetumal, junto a su hija Nallely y sus dos nietos, Andrés y Nared. Aunque la geografía cambió, las raíces siguen firmes. “A mis nietos les enseño fotografías, les platico… Pero ya no es lo mismo”, admite. No obstante, su esfuerzo por transmitir la historia familiar no ha cesado. Desde La Paz hasta el Caribe Mexicano, el eco de los Möller (o Moller) sigue resonando.

Y es que detrás de cada apellido extranjero integrado a la cultura nacional, hay una historia de adaptación, de amor, de trabajo, y de identidad. La familia Möller, desde su arribo a Sonora hasta su establecimiento definitivo en Baja California Sur, representa la fuerza discreta de quienes se integran sin olvidar quiénes son.

Su legado no sólo está en los archivos del Registro Civil, ni en los terrenos de Las Vinoramas, ni en las fiestas con estrellas de Hollywood. Está, sobre todo, en la memoria de quienes —como María del Rosario— siguen pronunciando su apellido con el orgullo de quien sabe que su historia importa.

Resumen Profesional de María del Rosario Castro Moller

Formación Académica

  • Profesora de Educación Primaria, egresada de la Escuela Normal Urbana de La Paz, Baja California Sur.
  • Licenciatura en Pedagogía, cursada en la Benemérita Escuela Normal Superior de México (Ciudad de México).
  • Maestría en Ciencias de la Educación, también realizada en la Ciudad de México.

Trayectoria Laboral

Profesora de Educación Primaria (1974–1983)

Inició su carrera docente en el sistema de educación básica, donde laboró aproximadamente  9 años, combinando durante un tiempo sus horas en primaria con su ingreso paulatino a la educación normalista.

Docente por horas en la Escuela Normal Urbana “Profr. Domingo Carballo Félix” de La Paz (1979–1988)

Mientras completaba sus estudios superiores, comenzó a impartir clases en la Escuela Normal Urbana, primero con carga parcial.

Docente de tiempo completo en la Escuela Normal Urbana (1988–2003)

A partir de 1988, tras cumplir con los requisitos y presentar un proyecto académico en asamblea, obtuvo su plaza de tiempo completo en la Escuela Normal. Dejó entonces la educación primaria y se dedicó exclusivamente a la formación de futuros docentes.

Jubilación (2003)

Se retiró de la docencia tras 28 años de servicio oficial, aunque su trayectoria educativa inició desde antes con comisiones y colaboraciones en bibliotecas universitarias y escolares.

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El eco de los corridos: 31 años de apología al crimen y su legado de destrucción

FOTOS: Billboard | Los Angeles Times.

Vientos de Pueblo

José Luis Cortés M.

 

San José del Cabo, Baja California Sur (BCS). El tiempo, implacable testigo de nuestras acciones, siempre revela las cicatrices que dejamos en el camino. Hoy, tres décadas después de que los primeros acordes de un género musical oscurecieran la tradición mexicana de contar historias a través del canto, queda claro el impacto devastador de los corridos explícitos o narco-corridos. Un fenómeno que comenzó como una curiosidad cultural en 1994 se ha transformado en un reflejo de la normalización de la violencia, la apología del delito y una herramienta de propaganda para figuras de dudoso proceder.

Todo comenzó con La Clave Privada , un tema grabado por Los Tucanes de Tijuana, agrupación que marcó un antes y un después en el panorama musical mexicano. La canción, lejos de ser una simple pieza artística, narraba con detalle la vida de un capo ficticio, exaltando su poder, sus armas y su capacidad para burlar a las autoridades. Poco después, la Banda El Recodo, otra institución de la música regional mexicana, también grabó la misma melodía, amplificando su alcance. En ese entonces, no hubo sanciones, advertencias ni debates sobre el impacto social de este tipo de letras. Ni siquiera cuando los versos claramente exaltaban actividades ilícitas y glorificaban a figuras asociadas con el crimen organizado. La puerta quedó abierta, y lo que siguió fue una avalancha de composiciones que convirtieron a narcotraficantes, sicarios y líderes del crimen en héroes modernos.

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Los corridos tradicionales, aquellos que surgieron durante la Revolución Mexicana, eran himnos de resistencia, relatos heroicos y memorias colectivas. Contaban batallas, sacrificios y luchas por la justicia. Eran la voz de un pueblo que buscaba preservar su historia a través de versos simples, pero poderosos. Sin embargo, el giro hacia lo explícito convirtió esta noble tradición en un vehículo para legitimar actividades ilícitas, ensalzar la muerte y normalizar conductas antisociales. Lo que alguna vez fue un arte para honrar héroes se transformó en un espejo distorsionado donde los villanos se volvieron ídolos.

El caso más reciente que evidencia los estragos de este fenómeno ocurrió en Texcoco, Estado de México, donde un palenque fue reducido a escombros tras un concierto de música grupera. Las imágenes de jóvenes destrozando vehículos, rompiendo mobiliario y enfrentándose entre sí inundaron redes sociales, generando indignación nacional. Pero no era la primera vez que se veían señales de alarma. Meses antes, artistas habían sido detenidos, multados e incluso señalados públicamente por promover comportamientos violentos en sus presentaciones. Uno de ellos, ante la presión, declaró que dejaría de interpretar corridos explícitos. Una confesión tardía que llegó solo cuando el daño ya estaba hecho.

La comparación con otros fenómenos culturales resulta inevitable. Tomemos, por ejemplo, el famoso «grito homofóbico» que desde hace años se escucha en los estadios de fútbol mexicanos, particularmente en el Estadio Jalisco, casa del Atlas (donde aparentemente inició por ahí del año 2000). Este cántico, dirigido inicialmente contra los porteros rivales, se convirtió en una práctica generalizada sin consecuencias inmediatas. No fue hasta que organismos internacionales como la FIFA intervinieron que comenzaron a imponerse sanciones, casi 25 años después de su primera aparición en un Atlas vs Guadalajara. Sin embargo, para entonces, el hábito ya estaba arraigado en la cultura deportiva. El daño final podría ser un castigo ejemplar a México si sus seguidores insisten con el grito en los estadios. Lo mismo ocurre con los corridos explícitos: su crecimiento descontrolado durante décadas permitió que se infiltraran en la psique colectiva sin que nadie levantara la voz a tiempo. Ni el Atlas ni Los Tucanes de Tijuana recibieron sanciones por haber sembrado las semillas de estos males culturales.

Expertos en sociología y comunicación coinciden en que la música tiene un poderoso efecto en la formación de valores y actitudes, especialmente entre los jóvenes. Los estudios demuestran que la repetición constante de mensajes puede moldear percepciones y conductas. Cuando un artista interpreta un corrido que describe a un criminal como un héroe, está enviando un mensaje claro: la ilegalidad puede ser admirada, el poder obtenido por medios violentos es deseable y la ley es irrelevante. Estos mensajes, multiplicados por millones de reproducciones en plataformas digitales y transmitidos en eventos masivos, han contribuido a erosionar el tejido social.

La respuesta está en la falta de regulación y responsabilidad por parte de quienes tienen el poder de frenar estas prácticas. Durante años, sellos discográficos, productores y artistas priorizaron las ganancias sobre el impacto social. Autoridades culturales y educativas permanecieron indiferentes, mientras que medios de comunicación amplificaban estos contenidos sin cuestionar su ética. Fue necesario que ocurrieran tragedias visibles, como el caos en Texcoco, para que finalmente se encendieran las alarmas. Mientras tanto, quienes dieron inicio a este movimiento, como Los Tucanes de Tijuana y la Banda El Recodo, nunca fueron llamados a cuentas por su papel en la creación de esta crisis cultural.

Hoy, frente a esta realidad, surge una pregunta crucial: ¿qué hacemos ahora? La solución no es simplemente prohibir un género musical; eso sería un parche insuficiente. Lo que se necesita es una revisión profunda de cómo consumimos y valoramos la cultura popular. Es urgente implementar políticas públicas que promuevan la educación artística, incentiven la creación de contenido positivo y establezcan límites claros para la apología del delito. También es necesario que los artistas asuman su responsabilidad social y entiendan que su influencia va más allá del escenario.

Treinta y un años después de aquel primer paso en falso, es momento de recuperar la esencia de los corridos tradicionales. Historias que inspiren, que construyan puentes y que celebren la verdadera grandeza del ser humano. Desde los vientos de pueblo que alguna vez llevaron versos de héroes y justicia, hoy el eco trae advertencias: lo que sembramos en silencio, tarde o temprano, nos arroja su cosecha. Pero no basta con lamentar; es hora de confrontar estas prácticas que han corrompido nuestra cultura. Retemos a las autoridades a actuar antes de que más daño se perpetúe, exijamos a los artistas que asuman su poder como creadores de valores y no de apologías, y eduquemos a las nuevas generaciones para que sean guardianes de una tradición que ennoblece en lugar de destruir. La solución no está en prohibir, sino en transformar: recuperemos la música como un faro de esperanza, no como un reflejo de nuestras peores sombras. El tiempo de actuar es ahora, porque el futuro que construyamos será el que heredemos.

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En La Paz, invitan al Homenaje – Festival del Tiburón Ballena 2025

La Paz, Baja California Sur (BCS). Este 2 de mayo, el kiosco del Malecón de La Paz será sede del Homenaje Festival del Tiburón Ballena, en su edición 2025; es una celebración organizada por la Dirección de Turismo del Ayuntamiento de La Paz, enfocada a reconocer la importancia ecológica y turística del pez más grande del mundo, que elige las aguas de la bahía como santuario natural.

El evento iniciará a las 16:00 horas y se extenderá hasta las 21:00 horas, ofreciendo actividades culturales, educativas y artísticas para toda la familia; uno de los momentos más esperados será la creación de una figura humana de tiburón ballena a tamaño real en la playa del malecón, liderada por Tiburón Ballena México y Guías y Capitanes de Tiburón Ballena, como símbolo de la unidad comunitaria en la conservación de esta especie en peligro de extinción.

Asimismo, el Gobierno Municipal llevará a cabo la premiación del concurso de réplicas ecológicas, elaboradas con materiales reciclados por estudiantes de nivel primaria, tanto de zonas rurales como urbanas. Las y los ganadores serán reconocidos con paquetes escolares, sets de arte, juegos de mesa y paseos a sitios emblemáticos de la ciudad.

El programa incluye presentaciones culturales, como la participación de la pandilla infantil Amukiri, así como una amplia variedad de actividades educativas interactivas, organizadas por 14 instituciones comprometidas con la conservación marina: CONANP, EPI, Ponguinguiola, Guías y Capitanes de Tiburón Ballena, WWF, CICSUD, La Duna Centro Ecológico, Grupo Tortuguero de las Californias, Tiburón Ballena México, Laboratorio de Aves de la UABCS, CIBNOR (exposición de medusas) y DIF Municipal.

Este homenaje busca fortalecer la conciencia colectiva sobre la importancia de proteger al tiburón ballena y los ecosistemas que lo rodean, promoviendo la participación ciudadana en su conservación.