Recorriendo la historia: Un viaje dominical por los siglos XIX y XX en La Paz, BCS

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Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Cada domingo, al despuntar el alba, un grupo de personas se reúne frente al antiguo muelle fiscal de La Paz, Baja California Sur, para emprender un viaje al pasado. No se trata de una simple caminata, sino de un recorrido histórico-cultural que revive los siglos XIX y XX a través de las calles del Centro Histórico de esta ciudad-puerto, rica en memoria, arquitectura y tradición. Este proyecto, que comenzó en 2012, ha sumado ya casi 300 recorridos y se ha consolidado como una de las más valiosas experiencias de enseñanza y difusión cultural de la región.

La iniciativa fue concebida como una innovadora metodología de práctica docente para la enseñanza de la historia local. Mediante el uso de fotografías de edificaciones antiguas y visitas in situ, los participantes logran vincularse con el pasado de una manera vivencial y crítica. Pero este esfuerzo va más allá de lo académico: se trata de una propuesta de vinculación social y extensión universitaria impulsada por el Centro de Documentación de Historia Urbana (CEDOHU), perteneciente al Departamento Académico de Economía del Área de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma de Baja California Sur (UABCS).

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Lo que distingue a estos recorridos es su cuidadosa preparación y su compromiso con la CEDOHU. Cada domingo, durante unas dos horas y media o tres, los asistentes recorren a pie un entramado de calles llenas de historia: Ignacio Bañuelos Cabezud, Manuel M. Esquerro, Agustín Arriola, Ignacio Zaragoza, Artesanos, 16 de septiembre, Revolución, Independencia, Serdán, 5 de mayo, Francisco I. Madero, Belisario Domínguez y Paseo Álvaro Obregón, hasta llegar al emblemático hotel Perla. Cada paso es acompañado por relatos, imágenes y anécdotas que revelan los secretos de la ciudad que, de otro modo, podrían perderse en el olvido.

El equipo que conduce estos recorridos está conformado por el arquitecto Gilberto Piñeda Bañuelos y los historiadores Alma Castro Rivera y Homero Avilés, quienes con pasión y profundo conocimiento guían a los participantes por las huellas arquitectónicas y sociales que han definido la fisonomía de La Paz a lo largo de más de un siglo.

Este proyecto ha demostrado que el conocimiento no tiene por qué estar confinado a las aulas. Al contrario, salir a la calle, mirar los edificios, escuchar las historias que encierran y confrontarlas con imágenes del pasado convierte el aprendizaje en una experiencia transformadora. Además, se fomenta la apropiación del patrimonio urbano por parte de la comunidad, fortaleciendo así su identidad cultural.

La participación en los recorridos es completamente gratuita, aunque se requiere una inscripción previa con al menos 15 días de anticipación. El grupo debe contar con un mínimo de diez personas, un responsable del grupo y otro encargado de hacer el registro fotográfico de la actividad. Para registrarse, los interesados deben escribir al correo [email protected] o comunicarse a la extensión 3250.

A través de estos recorridos, CEDOHU no sólo difunde los frutos de sus investigaciones históricas, sino que también contribuye activamente a evitar la pérdida de la memoria urbana. En una época en la que el desarrollo urbano muchas veces pasa por alto el valor de lo antiguo, iniciativas como esta nos recuerdan que la historia está viva en los muros, en las calles y en los relatos de quienes habitan la ciudad.

La Paz, con su brisa marina y su calma aparente, guarda en sus rincones cientos de historias que esperan ser contadas. Y cada domingo, al amanecer, un grupo de ciudadanos y curiosos del pasado emprenden el camino para escucharlas, con la certeza de que conocer la historia de una ciudad es también conocerse a uno mismo.

Porque para comprender el presente y construir un futuro más consciente, es imprescindible mirar atrás. Y qué mejor forma de hacerlo que caminando por las calles de nuestra historia.

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El Pato Ayala: Recuerdos salobres de un niño del malecón

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Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). La historia de un lugar no se mide solamente por sus edificios, ni por sus monumentos, sino por las voces que la han caminado, respirado y sentido. Una de esas voces que aún resuenan con la fuerza del mar de La Paz es la de don Alberto Ayala Luken, conocido cariñosamente como El Pato. Entrevistado por Juan Romero el 25 de septiembre de 2020, El Pato desentrañó un cofre de memorias que nos llevan de vuelta a un tiempo en que la ciudad era más costa que asfalto, más palomilla que tráfico.

Alberto nació “allí donde está El Bismarkcito, en la casa de la esquina”, en pleno corazón del malecón paceño. Su infancia transcurrió entre arenas cálidas y aguas transparentes, acompañado por personajes entrañables como don Miguel Aguilar, con quien exploraba los callitos, ese lugar donde el esterito empezaba sin caminos ni carreteras. En aquellos años, los postes de luz, o arbotantes, aún estaban colocados en medio de la calle, y los árboles, crecidos con libertad, se enlazaban de lado a lado como si se tomaran de la mano.

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La palomilla y los juegos del mar

La niñez de El Pato Ayala estuvo definida por su entorno: el mar. Mientras algunos niños crecían con canicas o trompos, él nadaba, buceaba y lanzaba la atarraya que le regaló su padre. Fue amigo de personajes como Arturo Winkler y Ángel César Mendoza Arámburo, quienes formarían parte de su círculo íntimo por años. Su escuela, la 20 de Noviembre, ubicada cerca del jardín Velasco, era un salón de madera donde reinaban la camaradería y los sueños pequeños de los grandes hombres del mañana.

Entre historias risueñas,El Pato recuerda también una de las primeras tragedias aéreas de La Paz: un avión que cayó cerca de la Hacienda, mucho antes del conocido accidente por la ETI No. 1. Era la época en la que los rumores eran tan veloces como las bicicletas, y cualquier suceso importante quedaba para siempre en la memoria oral del pueblo.

Travesías a nado y exploraciones submarinas

Uno de los pasatiempos favoritos de El Pato era nadar hasta El Mogote, acompañado de amigos como Tecolote Estrada y Alejandro Osuna. La pandilla cruzaba kilómetros de mar para sacar callos de hacha, buceando hasta el cansancio y regresando a casa con el orgullo de haber conquistado las aguas. En ocasiones, usaban una panga que les prestaba Poncho Rodríguez, aunque eso no evitaba que en más de una ocasión terminaran chapoteando con el agua hasta las rodillas por sobrecargarla.

El tiempo de las carreras y los motores

Ya adolescente, la pasión por el mar se mezcló con la velocidad. En 1955, El Patoparticipó en una carrera automovilística que salía desde La Paz rumbo a San José del Cabo y regresaba. En un tiempo donde no existían carreteras pavimentadas, esta travesía representaba tanto un reto como una aventura. Junto a Manuel Parra, el Güero Angulo, El Campanita y un puñado de valientes, recorrieron el trayecto en poco más de seis horas, enfrentando ejes rotos y arroyos crecidos. Aquella carrera, que sólo concluyeron siete de catorce autos, fue una hazaña para la época.

Aventuras en Guerrero Negro

En 1956, Alberto partió rumbo a Guerrero Negro junto a otros veinte hombres, contratados por el Sr. McCarthy. A bordo de un barco comandado por el Capitán Suárez, llegaron a un sitio aún en gestación. Allí trabajó en talleres, reparando vehículos y más tarde, gracias a su conocimiento del inglés, fue asistente del comodoro McFarland, parte de la poderosa flota del empresario Rudick.

Durante diez años, El Pato fue testigo del desarrollo de Guerrero Negro. Aprendió a maniobrar barcos, a enfrentar tempestades y a hacerse respetar en un mundo dominado por el mar y la sal. Llegó a ser capitán de puerto por parte de la compañía, y sus recuerdos de aquella época están llenos de trabajo duro, pero también de camaradería y aprendizajes inolvidables.

Las memorias que flotan como espuma

La vida de El Pato es la vida de muchos paceños de antaño: marcada por el mar, la tierra y la gente. En su relato, no hay nostalgia amarga, sino una alegría vibrante, una carcajada que se mezcla con los recuerdos. Habla de personajes como Carlos El Negro Benseman, el Liborio, el Güero Angulo, y tantos otros que tejieron con él la historia no oficial de La Paz.

Su paso por la gasolinera, sus travesuras en el malecón, las panquitas, las carreras, las tiendas como la de Chale Arámbulo, todo eso forma parte de un mural invisible que hoy cobra vida en sus palabras.¿

Un legado contado en voz viva

Al concluir la entrevista, El Pato no duda en agradecer. Sabe que su historia, aunque simple, tiene valor. Es un testimonio de una época más humana, más libre, donde las aventuras no venían en pantallas, sino en la experiencia vivida al aire libre. El 30 de diciembre de 2021, el Sr. Ayala Luken partió a su última morada. Que en paz descanse.

Este testimonio no sólo rescata las anécdotas de un hombre entrañable, sino también la esencia de una La Paz que ya no existe, pero que aún respira en la memoria de sus habitantes más antiguos.

Gracias, Pato, por compartir tu historia. Que nunca se pierda el eco de las voces que nacieron del mar.

Referencia

Video de Youtube https://www.youtube.com/watch?v=v54rnsSiLMA realizado por el Sr. Juan Romero.

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Las voces que regresan: reediciones históricas y el redescubrimiento de las Californias

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Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). En un tiempo donde la inmediatez y lo efímero parecen dominar la producción cultural, la reedición de libros antiguos cobra un valor inusitado, especialmente cuando estos textos arrojan luz sobre los orígenes y la evolución de regiones con historias complejas como Baja California.

Esta península, que durante siglos fue considerada un territorio aislado y enigmático, posee un legado histórico que ha sido construido, en gran medida, a partir de crónicas, relatos de viajeros, documentos misionales y estudios tempranos que hoy resultan difíciles de conseguir. Reeditar estas obras, muchas de las cuales se hallan fuera de circulación o relegadas a bibliotecas especializadas, no solo implica rescatar voces y perspectivas del pasado, sino también abrir nuevas posibilidades para entender el presente y proyectar el futuro de esta región. En el caso de Baja California, estos textos ofrecen detalles sobre la transformación del paisaje, las dinámicas sociales y económicas, los encuentros culturales y las disputas territoriales que moldearon su identidad actual.

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Al poner nuevamente en circulación estas publicaciones, se democratiza el acceso a una parte fundamental del patrimonio documental del Estado, al tiempo que se invita a investigadores, estudiantes y ciudadanos interesados a repensar su historia desde fuentes primarias. La reedición no es solo preservación, sino una herramienta activa de construcción historiográfica que permite revisar, cuestionar y enriquecer las narrativas oficiales. En este contexto, el rescate editorial de libros antiguos sobre la Antigua California se convierte en una tarea esencial para fortalecer la memoria colectiva y alimentar el diálogo entre generaciones.

Redescubrir a Ugarte

El trabajo antes descrito representa un acto de rescate bibliográfico, así como una oportunidad invaluable para redescubrir figuras clave en la historia regional, como es el caso del padre Juan de Ugarte, cuya vida y obra fueron rescatadas por el historiador Dr. Sealtiel Enciso Pérez. En este contexto, la obra Vida y Virtudes de el Venerable, y Apostólico Padre Juan de Ugarte de la Compañía de Jesús. Misionero de las Californias, y uno de sus primeros conquistadores, escrita en 1752 por el sacerdote jesuita Juan José de Villavicencio, cobra nueva vida a través de una cuidadosa reedición. Este libro, más que una biografía, constituye una pieza clave para entender la espiritualidad, el sacrificio y la visión que acompañaron a los primeros misioneros jesuitas en su labor evangelizadora en las Californias. La labor editorial de Enciso Pérez, pudo ver la luz con el apoyo decidido y desinteresado de la Embajada de Guatemala a través de la gestión del Cónsul Honorario en Baja California Sur, Mtro. Daniel Ruiz Isaías,  no solo preserva la riqueza lingüística y documental del texto original, sino que lo convierte en una herramienta accesible para lectores contemporáneos interesados en las raíces históricas y culturales de Baja California Sur. Esta reedición ejemplifica cómo el rescate de obras del pasado permite fortalecer el entendimiento del presente y enriquecer la narrativa histórica de una región profundamente ligada a las misiones jesuitas.

El texto presenta la figura del padre Juan de Ugarte Vargas, un sacerdote jesuita que dedicó tres décadas de su vida a la misión evangelizadora en las Californias entre 1700 y 1730. Originario del Reino de Guatemala, Ugarte se formó en el Colegio de San Pedro y San Pablo en la Ciudad de México, donde destacó por su inteligencia y habilidades administrativas. Aunque tuvo éxito en sus primeras etapas como sacerdote, su verdadero llamado era la misión en las Californias, lo cual se fortaleció en sus conversaciones con el padre provincial Juan María de Salvatierra. Ugarte asumió la responsabilidad como el primer administrador del Fondo Piadoso de las Californias, y posteriormente, dedicó su vida a la evangelización en estas tierras desafiantes.

La dedicación de Ugarte se refleja en su compromiso con la Misión de San Francisco Xavier de Viggé-Biaundó, donde dejó un legado perdurable en la historia de la evangelización de la región. Más allá de sus logros administrativos, su vida estuvo marcada por un profundo vínculo con la expansión de la fe en un territorio hostil y desolado.

Dos décadas después de la muerte de Ugarte, en 1752, el padre Juan Joseph de Villavicencio escribió una obra titulada Vida y Virtudes de el Venerable, y Apostólico Padre Juan de Ugarte de la Compañía de Jesús. Misionero de las Californias, y uno de sus primeros conquistadores. Este libro, compuesto por 28 capítulos, tiene como propósito rendir homenaje a la vida y virtudes de Ugarte, presentándolo como un modelo ejemplar para los novicios y sacerdotes de la Compañía de Jesús. La obra no se limita a una simple narración biográfica, sino que se erige como un testimonio literario que busca destacar las cualidades humanas y espirituales del sacerdote.

Villavicencio utiliza su pluma como un pincel para retratar la vida de Ugarte, resaltando no solo sus logros misioneros, sino también las virtudes que lo hicieron digno de admiración. El título mismo del libro refleja la reverencia hacia Ugarte, quien es descrito no sólo como un misionero, sino como un hombre venerable y apostólico cuya labor se extendió más allá de la conquista territorial, abarcando la conquista espiritual de almas y corazones.

La reedición de esta obra ha sido un proceso meticuloso para rescatar la riqueza lingüística del siglo XVIII y hacerla accesible para los lectores contemporáneos. El editor se esforzó por mantener la autenticidad del texto original, al tiempo que adaptó la escritura para facilitar la lectura moderna, incorporando 236 notas a pie de página que aclaran expresiones en latín y giros lingüísticos en desuso.

El texto enfatiza que las misiones jesuitas en California no solo representaron un punto de encuentro entre dos mundos, sino que también fueron un crisol de intercambios culturales, conocimientos y conflictos. A través de la vida de Ugarte, se exploran las complejidades del proceso de transformación en la región, subrayando su papel como un faro en la travesía espiritual y cultural de las Californias y un vínculo que une a Guatemala con nuestro actual Baja California Sur.

La reedición de textos antiguos como el realizado por el Dr. Sealtiel Enciso Pérez es una muestra del valioso aporte que los historiadores pueden hacer para revitalizar la memoria histórica de la Antigua y actual California Mexicana. Estos esfuerzos no solo rescatan documentos fundamentales del olvido, sino que también abren nuevas vetas de análisis e interpretación para las generaciones presentes y futuras. Por ello, es deseable que cada vez más investigadores se sumen a esta labor, publicando y comentando obras que, aunque escritas hace siglos, siguen siendo esenciales para comprender los procesos sociales, culturales y espirituales que han dado forma a nuestra región. Las reediciones, acompañadas de un aparato crítico riguroso, tienen el potencial de convertirse en pilares de nuevas investigaciones, al nutrir el debate académico con fuentes primarias y miradas del pasado. Que esta práctica se multiplique es clave para seguir construyendo una historia más rica, compleja y compartida.

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La vida en la Sierra de La Laguna. La historia de Gustavo Bender Castillo y su legado familiar

FOTOS: Tatu.

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Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). En las entrañas de la Sierra de La Laguna, en Baja California Sur, se encuentra un rincón donde el tiempo parece haberse detenido. Entre cañadas, huertas y un paisaje que combina la aridez del desierto con la frescura de la montaña, vive don Gustavo Bender Castillo, un hombre cuya vida es un testimonio vivo del amor por la tierra natal y la adaptación. Su apellido, Bender, de origen alemán, es una rareza en estas tierras, y su historia familiar está marcada por la migración, la guerra y la lucha por sobrevivir en un entorno que exige tanto como da.

“Bender. Sí, Castillo. ¿Qué apellido es ese? Alemán”, dice don Gustavo con una sonrisa, consciente de la curiosidad que despierta su apellido. Su historia comienza en los albores del siglo XX, durante La Revolución Mexicana. Un soldado alemán, quizás escapando de los conflictos en Europa, llegó a estas tierras y formó una familia con una mujer local, nacida en El Triunfo. De esa unión nació su padre, el primer Bender en México. “Mi tata era alemán, y nació mi papá solo, nomás, sin más familiares, más nada”, relata Don Gustavo.

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Aunque el apellido Bender es poco común en la región, don Gustavo lo ha llevado con orgullo. Su padre, hijo único, tuvo cuatro hijos: tres hombres y una mujer. Hoy, don Gustavo es el único sobreviviente de esa generación. “Me asusto muchísimo cuando me enfermo”, confiesa, recordando los momentos difíciles que ha enfrentado. Sin embargo, su legado continúa a través de sus ocho hijos: cuatro hombres y cuatro mujeres, quienes aseguran que el apellido Bender perdurará en la sierra.

Don Gustavo ha vivido toda su vida en la Sierra de La Laguna. Nació en un “ranchito viejo”, que hoy es sólo un recuerdo, y luego se mudó a su actual hogar, donde ha construido una vida sencilla pero llena de significado. “La conocemos como todo, la sierra”, dice con orgullo, refiriéndose a su profundo conocimiento del terreno y sus recursos.

La subsistencia en la sierra no es fácil. Don Gustavo y su familia dependen de lo que la tierra les ofrece. Cultivan café, mangos, aguacates, cebollas y caña, entre otros productos. “Hacemos lo que podemos, sembramos plantitas y así”, explica. Sin embargo, la falta de lluvia es un desafío constante. “El año pasado no llovió nada”, lamenta. Para obtener agua, dependen de un pequeño manantial que, aunque escaso, les permite mantener sus cultivos y su ganado.

Don Gustavo es un experto en el arte de la agricultura en condiciones adversas. Sabe injertar árboles y cultivar plantas en un terreno que, para muchos, sería infértil. “Yo sé injertar de todo, pongo las plantitas y las injerto y lo inyecto en tierra”, dice con orgullo. Su huerta es un testimonio de su habilidad y dedicación. Entre los cultivos destacan los mangos, de los cuales tiene varias variedades, incluyendo el mango criollo y el mango gordo.

El café es otro de sus orgullos. “Aquí no sabía que se daba café”, comenta alguien del grupo que lo visita. Don Gustavo sonríe y muestra las plantas, explicando cómo sabe cuándo están listas para la cosecha. “Cuando está así rojo, cuando ya se pone rojo”, dice mientras muestra un grano de café maduro. Su conocimiento es empírico, heredado de generaciones que han trabajado la tierra en estas montañas.

La vida en la sierra no sólo implica trabajar la tierra, sino también convivir con la naturaleza en su estado más puro. Don Gustavo habla de los venados que a veces visitan su huerta y de los coyotes que cazan en la zona. “Los pinches coyotes los atacan muy bien, grandes los pillan muy bien”, dice con una mezcla de admiración y resignación. También menciona las dificultades que enfrentan con las plagas, como la mosca que afecta a los frutales, y cómo los fumigadores ayudan a controlar el problema.

A pesar de los desafíos, don Gustavo asegura que se vive a gusto en la sierra. “Es tranquilo, muy tranquilo”, dice. Su hogar, conocido como “El Parralito”, es un refugio donde la familia se sostiene con lo que produce. “Aquí en la Sierra de la Laguna”, repite, como si quisiera recordar a todos que este lugar, aunque remoto, es parte de algo más grande.

Don Gustavo Bender Castillo es un hombre que ha vivido de acuerdo con los ritmos de la naturaleza. Su historia es un reflejo de la historia de muchas familias en la Sierra deLa Laguna: una mezcla de resistencia, adaptación y amor por la tierra. Aunque el mundo fuera de la sierra ha cambiado drásticamente, él y su familia mantienen vivas las tradiciones y los conocimientos que les permiten subsistir en este entorno único.

Al final del día, mientras el sol se oculta detrás de las montañas, don Gustavo mira su huerta con satisfacción. Sabe que, aunque la vida en la sierra no es fácil, es una vida llena de significado. Y mientras sus hijos y nietos continúen cultivando la tierra y llevando el apellido Bender, su legado perdurará en estas montañas, donde la historia y la naturaleza se entrelazan en un abrazo eterno.

Referencia:

Datos obtenidos de un video de la página “Tatul” de fecha 16 de marzo de 2025.

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Luz en la frontera: El camino de Kino entre la ciencia y la fe

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Célebre sacerdote jesuita, nació el 10 de agosto de 1645 en Segno, una pequeña localidad situada en las montañas del Tirol italiano, en lo que actualmente forma parte del municipio de Predaia. Desde temprana edad, mostró una inteligencia excepcional, lo que llevó a sus padres a enviarlo al colegio de los jesuitas en Trento para recibir formación en letras y ciencias. Posteriormente, continuó sus estudios en el colegio jesuita de Hall, cerca de Innsbruck, Austria, donde se especializó en matemáticas y ciencias. A la edad de 20 años, ingresó a la Compañía de Jesús y emprendió el riguroso camino de formación de la orden.

Tras finalizar sus estudios teológicos, el duque de Baviera le ofreció una cátedra de ciencias y matemáticas en la Universidad de Ingolstadt, pero Kino tenía otros planes. Desde años antes, había solicitado ser enviado a China como misionero. Sin embargo, sólo había dos misiones disponibles: una en Filipinas y otra en México. El destino de los misioneros se decidió por sorteo, y Kino fue asignado a la Nueva España.

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En junio de 1678, acompañado por otros dieciocho jesuitas, partió del puerto de Génova con rumbo a Cádiz, desde donde esperaban zarpar hacia América. No obstante, un error de navegación los llevó a la costa cercana a Ceuta, lo que les hizo perder la flota española que ya había partido. Obligado a esperar dos años en España, Kino aprovechó el tiempo para aprender español y continuar con su formación. Finalmente, en julio de 1680, embarcó en el galeón Nazareno, pero el navío encalló en un banco de arena y fue destruido. Sin desanimarse, el jesuita continuó sus estudios y escribió sobre el cometa de 1680, hasta que logró embarcar nuevamente y arribar a la Nueva España en 1681.

Durante su estancia en la Ciudad de México, escribió la Exposición astronómica, en la que debatió con el intelectual Carlos de Sigüenza y Góngora sobre la influencia de los cometas en los eventos humanos. El 17 de enero de 1683, partió del puerto de Chacala, en Nayarit, junto con el misionero Matías Goñi rumbo a la península de Baja California. La expedición fue encabezada por el almirante Isidro de Atondo y Antillón, y tenía como objetivo colonizar la inhóspita región. Sin embargo, las dificultades naturales y la resistencia de los indígenas obligaron a los colonizadores a retirarse a Sinaloa. Kino, profundamente afectado por la actitud hostil de los soldados hacia los nativos, se dedicó a estudiar sus lenguas y costumbres, buscando establecer relaciones pacíficas.

A finales de 1683, la expedición regresó a la península y estableció la primera misión en San Bruno, cerca de Loreto. Kino logró establecer contacto pacífico con los indígenas, bautizando a niños y moribundos y documentando sus lenguas. Sin embargo, una severa sequía en 1685 provocó la pérdida de las cosechas, lo que llevó al abandono de la misión.

El trabajo de Kino en la evangelización de California generó un interés creciente, lo que llevó al virrey Conde de Paredes a crear una junta para evaluar la colonización de la región. A pesar de que la Compañía de Jesús rechazó la administración de los bienes temporales de la misión, aceptó enviar sacerdotes para la labor espiritual. En 1687, Kino fue enviado a la Pimería Alta, en el actual Estado de Sonora, donde pasó el resto de su vida evangelizando y explorando.

En su misión en la Pimería Alta, Kino fundó numerosas misiones, incluyendo San Ignacio de Cabórica, San José de Imuris, Nuestra Señora del Pilar y Santiago de Cocóspera. También estableció la misión de Nuestra Señora de los Remedios, donde introdujo el cultivo de trigo y la ganadería, enseñando a los indígenas nuevas formas de sustento. Su labor enfrentó resistencia por parte de los hacendados españoles y de otros misioneros, quienes dudaban de la posibilidad de civilizar a los pimas. Sin embargo, el padre Juan María Salvatierra, enviado a inspeccionar su trabajo, le dio su apoyo y colaboró con él en la colonización de California.

Kino realizó numerosas expediciones a lo largo del Norte de México y el Suroeste de los actuales Estados Unidos, explorando la región del río Gila y el río Colorado. En 1694, se convirtió en el primer europeo en visitar las ruinas prehispánicas de la Casa Grande de Hohokam, describiéndola como una edificación de cuatro pisos con ventanas estratégicamente ubicadas para la observación astronómica. Durante este tiempo, también demostró que la Baja California no era una isla, como se creía en la época, sino una península conectada al continente.

A pesar de su trabajo incansable, Kino enfrentó constantes desafíos, incluidos levantamientos indígenas y la falta de apoyo de la administración española. En 1704, dirigió una expedición a la Pimería Alta para investigar las revueltas de los pimas. Durante esta misión, documentó en detalle la geografía, fauna, flora y cultura de los pueblos indígenas, dejando un invaluable registro etnográfico e histórico.

A lo largo de su vida, Kino fundó diversas misiones, como San Xavier del Bac y San Cayetano de Tumacácori en el actual Estado de Arizona. También mantuvo correspondencia con los superiores de la Compañía de Jesús, documentando su labor y solicitando recursos para sus misiones. En sus escritos, recopilados en Favores celestiales, narró sus aventuras y desafíos en la evangelización del Norte de la Nueva España.

El 15 de marzo de 1711, mientras participaba en la dedicación de una capilla en honor a San Francisco Javier en Magdalena de Kino, Sonora, Kino enfermó repentinamente y falleció esa misma noche. Fue sepultado en la iglesia local, y su legado perdura en la historia como un explorador, misionero y hombre de ciencia que dedicó su vida a la evangelización y al estudio de las tierras del Noroeste de México y el Suroeste de Estados Unidos. Su trabajo dejó una huella imborrable en la historia de la región y en la memoria de las comunidades indígenas que evangelizó.

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