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Invitan a gira de “Los sueños de Pimpolina” por Baja California Sur

La Paz, Baja California Sur (BCS). La propuesta escénica Los Sueños de Pimpolina recorrerá BCS del 30 de abril al 8 de mayo, donde los personajes van entretejiendo una historia llena de ocurrencias originales con resoluciones llenas de poesía con  un profundo sentido social, sana comicidad y un fortalecido mensaje.

La Compañía Pimpolina Clown llegará a diez destinos de BCS en esta Gira de Circulación Nacional Efiteatro con el apoyo del Instituto Sudcaliforniano de Cultura, la Dirección General de Cultura del Ayuntamiento de Mulegé, la Dirección de Acción Social, Cívica y Cultural del Municipio de Loreto, la Dirección Municipal de Arte y Cultura de Comondú, la Dirección General del Instituto de Cultura y las Artes de Los Cabos, y la Dirección de Cultura Municipal de La Paz.

Los sueños de Pimpolina, estelarizado por la payasa Pimpolina (Andrea Christiansen) y Gruñón (Rafael Juárez Cuevas, mimo-clown, Premio Nacional de Pantomima 1994), es una propuesta escénica en la que confluyen la pantomima blanca, la técnica del clown y la comedia física.

Tomando como punto de partida una rutina tradicional de circo, Pimpolina y Gruñón van entretejiendo una historia que aborda, desde el silencio, temas como la violencia de género, el autoritarismo y la arbitrariedad, la libertad y el derecho a soñar.

Por tratarse de un espectáculo sin palabras, toda la expresión recae en el trabajo corporal de los actores, lo que contribuye a que se genere un lenguaje a veces sugerente, a veces directo, sin caer en el panfleto ni en lo didáctico.

En esta temporada Los sueños de Pimpolina se presenta bajo el lema “Nos proponemos llevar el teatro a quienes normalmente no van al teatro porque no tienen recursos para ello”, por lo que todas las funciones son de entrada libre.

El objetivo es que público de todas las edades, desde la niñez hasta los adultos mayores disfruten de una propuesta escénica cuyo eje es la comicidad utilizando lenguaje y una temática que se propone fomentar el espíritu crítico, la imaginación y la capacidad creativa como instrumento para resolver situaciones y encontrar soluciones.

Los sueños de Pimpolina busca además incentivar el espíritu de solidaridad y cooperación hacia el entorno, así como fortalecer la imagen de la familia y la importancia de la armonía dentro de ésta, generar conciencia del derecho a soñar y un espacio de convivencia familiar y sanación a través de la risa.

Sinopsis

La acción transcurre en algún lugar del mundo, en una pista de circo en donde un hombre y una mujer se encuentran. Al principio, ella es sólo una payasita inquieta y soñadora dispuesta a disfrutar de cualquier momento en cualquier lugar.

Él es un señor “prohíbelo todo” que se molesta al ver la alegría de ella y su capacidad de generar momentos mágicos en medio de la nada. En este tira y afloja entre quien prohíbe y quien busca las mil y una formas de verse libre, el público tiene gran protagonismo. A través de las técnicas de la pantomima y la ejecución de diversos instrumentos musicales, los personajes van hilando una narración.

La gira

Municipio de Mulegé

San Lucas

Santa Rosalía

San Bruno

Heroica Mulegé

Municipio de Loreto

Loreto

Municipio de Comondú

Cd. Constitución

Municipio de La Paz

La Paz

Todos Santos

Municipio de Los Cabos

Cabo San Lucas

San José del Cabo

Créditos de la obra

Autora y directora

Andrea Christiansen

Diseño de Iluminación

Gonzalo Jacobo Galicia

Productor Ejecutivo

Aldo Irám Juárez

Director Técnico en Gira

Iván Ramírez Loranca

Asistente de producción y vinculación con públicos

Luciana Lía Christiansen

Difusión

Jeanette Sánchez




Antes de que nos olviden. Caifanes en La Paz

FOTOS: Modesto Peralta Delgado.

El Beso de la Mujer Araña

Por Modesto Peralta Delgado

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Es un honor y un privilegio estar en La Paz y contigo. Muchas, muchas gracias. Que Dios te ilumine y que Dios te bendiga, Raza. Bienvenido a tu ritual, a tu ceremonia… Con estas palabras de bienvenida de Saúl Hernández, Caifanes ofreció un impresionante concierto en La Paz en el marco del Choyero Fest, Música del Mar, la noche del pasado sábado 13 de abril en el estadio Guaycura. A las 9:33 de la noche, el público voló cuando las Nubes abrieron el espectáculo.

Sin duda, eran los artistas más esperados del evento. Hordas de paceños y paceñas con sus camisetas alusivas a una de las bandas más grandes que ha dado México, se cruzaban por pasillos, escaleras y espacios del estadio. Alrededor de las 8:00 de la noche, las filas para ingresar no estaban saturadas y es que el lugar nunca se abarrotó, estaría al 50% o menos de su capacidad. Además, algunos empezarían a ingresar desde las 12:00 del día que iniciaron las actividades. Hacia las 8:30 de la noche, Caloncho ofrecía un concierto de muy buena calidad, donde la gente le ofreció su admiración y cariño. Aunque a esa hora, inicialmente, se presentaría la banda, habría de pasar todavía una hora para que diera inicio su magia, el momento esperado: Caifanes en La Paz.

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Luego de Viento y Para que no digas que no pienso en ti, Saúl Hernández, el chamán, con su característica voz grave y serena, daba un sentido agradecimiento para iniciar el ritual. Fueron alrededor de tres o cuatro intervenciones, en las cuales habló a La Raza del feminicidio, del machismo —Hacen falta más hombres y menos machos, dijo, antes de proyectar Canción sin miedo en las pantallas—, de la naturaleza —para presentar esa joyita que es Tortuga— y del suicidio. El momento más emotivo fue cuando dedicaron un pequeño homenaje a Daniel Isaías, un pequeño que había fallecido y cuyo padre se encontraba en el público; al niño le dedicaron la magistral interpretación de Ayer me dijo un ave.

Algunas de las canciones más coreadas fueron No dejes que, Los dioses ocultos y Mátenme porque me muero, sin contar con que al irse vendrían las más celebradas: ante los gritos de “¡Otra, otra!”, regresaron y se echaron La célula que explota, con unos arreglos al teclado por el maestro Diego Herrera: ¡los acordes de inmediato fueron identificados!; y la cereza del pastel fue la clásica cumbia La negra Tomasa, que puso a bailar a más de uno. El concierto de dos horas, que culminó poco antes de las 11:30 de la noche, abarcó prácticamente todos sus éxitos contenidos en sus cuatro álbumes de estudio.

Hay que decir que los Caifanes ya no son los mismos de hace unos años. Saúl, en varias ocasiones, no alcanzaba sus propias notas; hubo unos pequeños errores de coordinación en un par de canciones; y hubo algunos arreglos, como en el caso de Afuera, donde, la palomilla, de repente nos preguntábamos “Pues ¿cuál rola están tocando?”, pues, ni de lejos, se comparan con los arreglos de lujo de la canción con que arranca El nervio del volcán —que este año cumple, ni más ni menos, que 30 años.

Pese a ciertos, pequeños, desaciertos, el concertió prendió a La Raza —o Palomilla, en choyero—. Saúl Hernández posee un gran carisma y un probado dominio del público y del escenario, todo lo compensa su entrega, su humildad y la oportunidad de verlo en vivo en La Paz, como el ícono del rock mexicano que es, acompañado de los gigantes Alfonso André en la bataca y Diego Herrera en los teclados y el sax. La triada original de la banda pisaba el suelo paceño en una noche llena de melancolía, donde fans de todas las edades —literalmente: de todas las edades, pues fue un concierto donde hubo desde niños, niñas y adolescentes, jovencitos que coreaban sus canciones— se entregaron a esta poderosa banda. Los músicos se vieron felices y agradecidos, misma felicidad y agradecimiento que tuvieron sus fans.

La polémica de los precios

Para el Choyero Fest, Música del Mar, se esperaban alrededor de 8 mil almas, pero, aunque no tenemos las cifras, lucieron muchas, muchísimas butacas vacías. Semanas antes del concierto, en redes sociales fue criticado el alto costo del boleto que alcanzó los 3,60o pesos en la zona VIP. En una rueda de prensa previa al evento, le pregunté al director del Instituto Sudcaliforniano de Cultura (ISC), Víctor Hugo Caballero Gutiérrez, si era impensable proponer un festival de esta magnitud sin costo, pero respondió que había eventos de ciertas características, donde salía caro organizarlo y se requería cobro. Se anunció una inversión de 10 millones de pesos de recursos públicos, con la expectativa de obtener 16 millones, es decir, 6 millones de ganancia para eventos del ISC y un próximo festival. Al final, faltaron muchas personas a la cita, y los boletos, de última hora, se ofertaron en 500 pesos, que provocó descontento en quienes compraron los boletos más caros desde las primeras semanas. Incluso, los mismos Caifanes, en sus redes sociales, señalaron que el precio era muy alto y regalaron pases. Sin contar con un movedero de horario en las presentaciones.

Sería ideal que el ISC replanteara la cuestión de los costos, porque es merecible que esta capital tenga más festivales de este tipo. Hay que destacar lo positivo: la logística para el escenario en sí fue de primer nivel; fue una extraordinaria plataforma para que bandas locales dieran a conocer su música; y reunió a personas de todas las edades en un magno evento que, ojalá, reconsidere aspectos importantes y se logre convertir en una tradición.

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AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, ésto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista




Luces en la oscuridad: La hazaña misionera del Padre Ugarte en la Antigua California

FOTOS: Internet.

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS).  En el año 1701, en los confines de la California, el sacerdote Francisco María Píccolo, visionario fundador de la misión de San Francisco Javier, se vio obligado a abandonar su obra para cumplir con un encargo crucial: presentar un informe sobre el estado de las misiones en Guadalajara. En su ausencia, la responsabilidad recayó en los hombros de un recién llegado, el sacerdote guatemalteco Juan de Ugarte Vargas.

La historia de Ugarte se entrelaza con los desafíos épicos de la California del siglo XVIII. A su llegada, se enfrentó a un panorama desolador: la misión había sido abandonada por los indígenas tras un levantamiento sofocado por las fuerzas militares destacadas en la zona. Los californios, sumidos en el temor a represalias, se resistían a regresar.

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La primera tarea de Juan de Ugarte fue deshacerse de la presencia militar, y lo hizo con un ingenio que caracterizaría su misión: un ardid tan astuto como valiente. Sin embargo, el desafío más grande no provenía de los soldados, sino de los mismos indígenas a los que dedicaba su labor misionera.

El Padre no se limitaba a predicar con palabras, sino que vivía su fe con una entrega que recordaba el amor maternal. Brindaba sustento, abrigo y cuidados médicos, todo con la esperanza de llevar a aquellos corazones hacia la luz del cristianismo. Pero su tarea se veía obstaculizada por el arraigado deseo de libertad y la resistencia a abandonar sus costumbres ancestrales.

El conflicto alcanzó su punto álgido cuando los indígenas, al ver que el padre Ugarte se encontraba sin apoyo de los soldados, decidieron urdir un plan para asesinarlo. En una noche de oscuridad y peligro, un joven entró apresuradamente en su morada con la advertencia de un ataque inminente. Sin tiempo que perder, el padre se ocultó bajo la cama mientras los indígenas lanzaban flechas hacia el lecho, creyendo que él estaba allí. La violencia no cesó hasta que los agresores, al no hallar a su objetivo, desataron su furia contra una imagen de San Francisco Javier, a la que lanzaron numerosas flechas antes de huir.

Al amanecer, el padre Ugarte emergió de su escondite, encontrando la imagen destrozada pero su vida milagrosamente preservada. Convencido de la protección divina, interpretó el incidente como una señal de que su labor misionera aún no había llegado a su fin.

Los peligros no disminuyeron para el sacerdote, pero su carácter entregado y amoroso lo llevó a perseverar. Su misión en la California Antigua se convirtió en una epopeya de valentía y devoción, dejando un legado de fe y sacrificio que perdura hasta nuestros días.

La historia del padre Juan de Ugarte Vargas es una lección de coraje frente a la adversidad, un recordatorio de que el amor puede triunfar sobre el odio y la violencia. En un mundo plagado de desafíos, su ejemplo continúa inspirando a generaciones, recordándonos que, incluso en los momentos más oscuros, la luz de la esperanza nunca se apaga.

Referencia bibliográfica:

Vida y virtudes de el venerable y apostólico Padre Juan de Ugarte de la Compañía de Jesús. Misionero de las Californias y uno de sus primeros conquistadores. Reedición de Sealtiel Enciso Pérez.

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María Amparo Ruiz de Burton y su contundente crítica a la sociedad estadounidense del siglo XIX

FOTOS: Internet.

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS).  María Amparo Ruiz de Burton, nacida en el pintoresco puerto de Loreto, Baja California, en 1832, emerge como una figura destacada en la historia literaria como la primera mujer mexicoamericana en publicar sus obras en Estados Unidos. Su trayectoria se teje con un relato fascinante que va más allá de las páginas de sus novelas.

A los 17 años, emprendió un viaje crucial a California, acompañada de su madre, y poco después, contrajo matrimonio con el coronel Henry Staton Burton. Tras la muerte de su esposo, en 1869, se vio obligada a asumir la responsabilidad de su familia, administrando hábilmente un rancho de su propiedad de nombre El Jamul.

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Fue en 1872 cuando dio un giro audaz hacia la literatura, presentando su primera novela Who Would Have Thought It? (¿Quién lo habría pensado?), marcando un parteaguas como escritora mexicoamericana en los Estados Unidos. Esta novela no sólo cautivó a los lectores de la época, sino que también reveló una cruda crítica a la sociedad estadounidense del siglo XIX.

La trama de la novela se desarrolla principalmente en los estados de California y Washington, explorando temas candentes de la sociedad de la época. A través de personajes intrincados, arroja luz sobre las siguientes denuncias:

En el intrincado tapiz de la novela de María Amparo Ruiz de Burton, se despliega un drama que revela las sombras más profundas de la sociedad estadounidense del siglo XIX. La autora, con pulso firme, arroja luz sobre la hipocresía religiosa que permea la época, donde el menosprecio de los estadounidenses hacia la religión católica de los mexicanos se entrelaza con las acciones corruptas del pastor protestante, Sr. Hackwell. Este último, en su afán de apoderarse de la fortuna de Lolita, no duda en urdir engaños y fraudes, desenmascarando así la doble moral que subyace en la sociedad.

La narrativa se torna aún más intensa al exponer el desprecio hacia los indios y los mexicanos que permanecieron en sus tierras ancestrales tras la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo. Ruiz de Burton, a través de sus personajes, desentraña el tejido de discriminación racial que caracteriza a la sociedad estadounidense, mostrando un menosprecio palpable hacia los negros y los extranjeros. La idea de tener esclavos no es rechazada por algunos, evidenciando así la crudeza de las relaciones sociales de la época.

La codicia y ambición desmedida emergen como temas recurrentes en la trama. La novela denuncia la obsesión de los estadounidenses por la riqueza y las piedras preciosas, incluso si esto implica la destrucción de vidas y la perpetración de asesinatos. En este escenario, la obra cobra una dimensión crítica que desentraña las entrañas de una sociedad corrompida por sus propios anhelos desmedidos.

Los “héroes” de la Guerra de Secesión son objeto de la pluma crítica de Ruiz de Burton, quien cuestiona la validez de muchos líderes militares. La autora pone en duda el mérito de su ascenso, argumentando que algunos alcanzaron sus posiciones por casualidad o confusiones en el campo de batalla, desmitificando así la heroicidad de estos personajes.

La corrupción política emerge como un tema central cuando la autora exhibe la podredumbre de los congresistas en la Casa Blanca y el Capitolio. A través de personajes ficticios, se revela cómo la élite política se enriquece a costa de sobornos, negocios fraudulentos y tráfico de influencias, sugiriendo que los males de Estados Unidos se deben, en gran medida, a las acciones de sus legisladores.

La crudeza de la guerra se manifiesta en la novela de Ruiz de Burton, donde se exponen situaciones de acusaciones sin juicio justo y las condiciones inhumanas que enfrentaban los soldados. La autora descubre las heridas profundas que deja la guerra, desde la pérdida de extremidades por congelamiento hasta la desesperación que lleva a algunos a comerse a los perros para sobrevivir.

La doctrina del Destino Manifiesto, esa creencia ciega en la inevitable supremacía estadounidense, es confrontada y criticada por la autora. La justificación de la destrucción y el saqueo en nombre de un supuesto destino divino es presentada como una falacia que enmascara la ambición desmedida de una nación.

Las ideas sobre México también encuentran espacio en la narrativa, donde la autora aboga por la imposición de un rey o emperador francés en el país vecino. Considera que esta intervención extranjera podría mejorar las condiciones de México, planteando una perspectiva audaz sobre la geopolítica de la época.

Finalmente, María Amparo Ruiz de Burton devela su perspectiva feminista a lo largo de la novela. A través de sus personajes, expone la necesidad de que las mujeres asuman roles de poder para mejorar el servicio público del gobierno, señalando la arrogancia y violencia de los hombres como obstáculos para una resolución constructiva e inteligente de los asuntos importantes.

La obra de Ruiz de Burton se erige como un espejo crítico de la sociedad de su tiempo, revelando las grietas y contradicciones que yacen bajo la superficie de la supuesta grandeza de Estados Unidos. La autora se erige como un testimonio valiente y perspicaz que sigue resonando en la actualidad, recordándonos la importancia de la crítica constructiva para la evolución de la sociedad.

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Entre Máscaras y Alegría: El Legado Festivo de los Carnavales Paceños (II)

 

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS).  A partir de la década de los sesenta, los Carnavales, experimentaron una transformación notable con la incorporación de los bailes de fantasía en los salones locales, marcando un giro significativo en la tradición festiva. Estos eventos adquirieron un esplendor particular gracias a los concursos de disfraces realizados en lugares cerrados, destacándose especialmente los martes de carnaval como el día cumbre de estas celebraciones. En esta nueva dimensión, diseñadores de renombre como Jaime Carrillo, Alejandro Balarezo, Nicolás Carrillo y Rodolfo de la Peña se convirtieron en maestros de la creatividad, elevando la festividad a través de sus habilidades en la confección de vestuarios. Los detalles meticulosos, desde bordados hasta arreglos de lentejuelas y plumas, todos realizados a mano, transformaban los salones en escenarios de gran colorido, encanto y magia. Los concursos de disfraces, presentados con solemnidad, se convertían en el distintivo de estos carnavales, deslumbrando a los asistentes con la maestría artística de los participantes. Mientras tanto, en los espacios abiertos de la festividad popular, los martes de carnaval presenciaban el desfile de carros alegóricos y comparsas, añadiendo un toque de diversión y esplendor al evento.

 

Con meses de anticipación, la maquinaria de los Carnavales, cobraba vida al registrar a las candidatas a reina del carnaval ante el meticuloso escrutinio del Comité de Carnaval. Este proceso no solo se limitaba a la mera elección, sino que se convertía en un espectáculo en sí mismo, desplegando campañas que incluían bailes, rifas, convivios y diversas funciones de diversión popular. El tejido social se entrelazaba con la tradición, mientras las ánforas de cooperación circulaban, recaudando fondos en apoyo a las aspirantes a reina. Con la acumulación de recursos, se llevaban a cabo recuentos públicos, donde la comunidad participaba con entusiasmo, aplaudiendo y celebrando a las candidatas que lideraban en las votaciones. Este proceso efervescente se repetía en dos o tres ceremonias de cómputos hasta llegar al término de la campaña, momento culminante en el que se declaraba a la triunfadora a través de un cómputo decisivo. Las demás concursantes, lejos de quedar en el olvido, eran honradas con el título de princesas de la Corte Real, subrayando la importancia de cada participante en esta vibrante tradición que fusiona la competencia con la camaradería, dejando un legado de alegría y unión comunitaria.

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La coronación de la reina, al inicio del festejo, emergía como el acto más solemne, inicialmente llevado a cabo frente al antiguo Palacio de Gobierno, donde se entrelazaban los bailes populares con la tradición arraigada en casas particulares. Con el tiempo, esta ceremonia evolucionó hacia los bailes de salón o bailes de gala, consolidándose como el epicentro de concursos de fachas y fantasía. La presencia de la reina y su corte real se convertían en el foco de atención y deleite de la sociedad en cada evento. En 1967, la Corte Real se enriqueció con la adición de la Reina de los Juegos Florales, marcando una expansión de la tradición. Aunque la plaza de armas o Jardín Velasco, posteriormente denominado Plaza de la Constitución, fue durante mucho tiempo el punto neurálgico de las celebraciones, los años sesenta presenciaron un cambio hacia el malecón. Este espacio más amplio permitió la incorporación de una variedad de juegos mecánicos y la introducción de la mercadotecnia moderna, transformando el carnaval en una experiencia más comercial con mayor venta de productos y mayor participación de firmas comerciales. Sin embargo, los años 1977, 1978 y 1979 marcaron tristezas en la historia del pueblo al suspenderse las festividades. A pesar de algunas interrupciones y cambios de sede, la tradición logró persistir y, desde 1997, se mantiene ininterrumpida en el malecón, consolidándose como el único espacio abierto que permite el esplendor de los eventos presididos por la Corte Real, compuesta por diversas figuras que engalanan el carnaval.

 

Una de las singularidades que distinguen las Fiestas del Carnaval es su decidido énfasis en el aspecto cultural, un matiz que se consolidó en 1967 con la instauración de los Juegos Florales y la elección de la Reina de la Poesía. Esta innovación, gestada por los organizadores liderados por Don Alfonso González, no solo enriqueció las festividades con premios a comparsas, bailes y un espectáculo impresionante en el martes de carnaval, sino que también logró atraer la participación de representaciones de instituciones públicas y privadas, embelleciendo el evento con carros alegóricos y comparsas de gran lucimiento. Aunque experimentó una suspensión temporal, en 1980 la celebración fue rescatada bajo la coordinación del Profesor Jesús Murillo Aguilar y la dirección del Comité Central a cargo del Sr. Carlos Ponce Macías, con una contribución destacada de Rubén Jaime Salgado. Esta revitalización trajo consigo una diversificación de las festividades y sentó las bases para las ediciones posteriores. A partir de 1980, se optó por trasladar la celebración al malecón, considerándolo el escenario ideal para estas festividades, y se introdujo un enfoque educativo que fomentaba la creatividad del pueblo, reflejado en los impresionantes vestuarios de la corte real, los carros alegóricos y la promoción general del evento. Además, desde 1980 se destacó el impulso a la calidad de los juegos culturales, liderados por el Profesor Fernando Escopinichi Osuna, dando origen al prestigioso Premio Internacional de Poesía de la Ciudad de La Paz, posteriormente transformado en el Premio Estatal de Poesía.

 

A lo largo de las décadas de los setentas y ochentas, dos destacados artífices contribuyeron de manera significativa al esplendor de los Carnavales en La Paz. En el ámbito de los vestuarios de la corte real, los diseñadores Alejandro Balarezo y Lupita Cosío se erigieron como figuras clave, dotando a la celebración de un despliegue de creatividad y estilo. En paralelo, en el diseño y la realización de los imponentes carros alegóricos, el señor Alfonso Cornejo desempeñó un papel fundamental, infundiendo a la festividad una estética visualmente impactante. En el año 1987, se introdujo la entrega de la Presea Valor Cultural, un reconocimiento que, a pesar de su puntualidad, experimentó breves interrupciones en los años 1994, 1995 y 1996, y más recientemente en los años 2012, 2013 y 2014, debido a la falta de interés de las autoridades municipales. Para consolidar el esplendor de estas festividades, el Ayuntamiento de La Paz creó la Coordinación General del Carnaval en 2002, presidida por el Profesor Marco Antonio Ojeda García hasta el año 2008. Durante su gestión, Ojeda García se esforzó por infundir a los desfiles un mayor colorido, influyendo en la sociedad con mensajes ecológicos, educativos y culturales para estimular la identidad local.

 

A lo largo de un extenso periodo, arraigó en la tradición de los Carnavales el evento conocido como Domingo Chiquito, celebrado el primer domingo después del martes de carnaval y dedicado exclusivamente a los niños pequeños. Con el tiempo, este evento fue renombrado como Carnaval Infantil, transformándose en una jornada lúdica que replicaba la pompa y esplendor de los Carnavales principales, pero enfocada específicamente en el deleite de los más pequeños. En este evento, se recreaban las figuras de la reina, la princesa y el rey feo, mientras que las maestras de jardines de niños y madres entusiastas se convertían en las artífices de la organización, creando un ambiente de juegos infantiles y diversión general.

Algunas de las reinas de los primeros carnavales de nuestro puerto se mencionan a continuación:

 

  • 1890, María González de la Toba
  • 1905, Laura Hidalgo
  • 1906, Lupe Savín
  • 1908, Margarita González Rubio
  • 1923, Tota Moreno
  • 1932, Susy Fernández
  • 1936, Jesusita Manríquez Mendoza
  • 1933, Chelo Nava
  • 1934, Manuelita “Chita” Boucíguez
  • 1935, Pilar Moreno
  • 1937, Flora Angulo
  • 1941, Lilí Torre
  • 1942, Aurora Viamontes
  • 1944, Socorro Lizardi
  • 1946 Chayito Rochín
  • 1947 Tichi Calderón
  • 1948 Arcadia “Nena” Beltrán
  • 1949 Beatriz Muñoz Milhe
  • 1950 Josefina Aragón Balarezo

 

Nuestros Carnavales paceños se revelan como un capítulo vibrante y colorido de la historia local, donde la tradición, la creatividad y la comunidad convergen para celebrar la alegría de vivir. A lo largo de los años, estas festividades han evolucionado, adaptándose a los cambios sociales y culturales, pero siempre preservando su esencia festiva. Desde las primeras celebraciones en la década de 1870 hasta la institución de eventos como los Juegos Florales y el Carnaval Infantil, la rica historia de estos festejos refleja la capacidad de La Paz para reinventarse y mantener viva la llama de la celebración a lo largo del tiempo. A pesar de desafíos y suspensiones temporales, la resiliencia de esta tradición se manifiesta en la energía contagiosa que llena las calles, plazas y malecón cada año. En la actualidad estas festividades continúan siendo un testimonio de la vitalidad cultural y comunitaria de La Paz, proyectando su luz festiva sobre las futuras generaciones que añadirán nuevos capítulos a esta entrañable historia carnavalesca.

 

Referencias

Rosa María Mendoza Salgado. Crónicas de mi puerto La Paz 1830-1959

Gilberto Ibarra Rivera. La Paz, ciudad y puerto mexicano. Origen, proceso histórico y símbolos emblemáticos.

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