Colaboración especial
Christopher Alexter Amador Cervantes
Fumarse un porro de “chocolate” marroquí –obsequio de un viejo capitán
recién desembarcado– en el 110 del Hotel Plaza de la Calle Mayor
(Cuarto Crujiente, mi hogar aquí y ahora, ¡ampárame!)
Edmundo Lizardi, Baja Times. Premio Binacional de Poesía Pellicer-Frost,
en Ciudad Juárez-El Paso, convocado por el INBA-Fundación Ford: 1997.
Publicado en 2010 por la Cátedra Miguel Escobar, Colección Ariadne
Hay ciudades que son anacronismos / conservan su lentitud/ y pausada historia /
En la época de lo inmediato / reivindican su ritmo y cadencia / Se alzan poderosas /
son espera / (como Penélope)/ son memoria.
Isaak Begoña. Los perros de Tánger. Editorial Volapük, 2020.
Edición trilingüe: español, árabe y francés
La Paz, Baja California Sur (BCS). A-luz-y-nación, sentarse a leer es un ser ciudadano del mundo. La lectura, reescritura del presente, ciudadaniza. En Mehdi, sol o sólo una ciudad poesía arderá a Españas de Otra que duelee, con doble ee para prolongarla (entre paréntesis n: prologarla), para leerla, leer-la propia. Como se inicia en Barriadas nocturnas (Pecda BCS 2022-2023) señala, ilumina frente. En esa mina de ilumina estalla Mehdi, un escritor de talla. Tallado como madera fin-a, finalidad del arte, objeto sujetable; sujeto concreto. Frente en el suelo, idioma en rodillas: reza arando, ara rezando. Rimbaud marchándose en las tres letras primeras de marchándose hacia el África: mar, mar, mar. Mar de lo mismo. Ismo. La poesía siempre está en marcha, la prosa en La Mancha. Sed poeta es conseguir se nos detenga en la pa’ red de su pasado: tradición o técnica. Su según da barriada (segunda) lo sabe ver, versión del mundo con n en paréntesis: mudo. No hay pared más gruesa que el progreso, la lengua no supera nada, su dialéctica es disléxica. Pero se enterca Mehdi, prende farola. Se enterca hasta el tope del giro de tu[e]rca. Ganso cansado descansa su cuello en el filo de hoja, deshoja. Toda su retórica es sudor, su ardor memoria. Si no ha leído aún Barriadas ni habitúa poesía pitahaya, insto disculpe: chistes privados, guiños y gestos; complicidades con bibliotecas y Neto Adams.
Estas líneas son paisajes ancestrales, genealogía de la sensibilidad de un árabe. Ansias de lorquiano en Nueva York, hierba de Whitman, Mesmoudi cuelga en la pa´ red de la casa de Asterión un retrato, un nuevo trato, su nuevo acuerdo. Se a-cuerda a rappel bajando la hélice de Ad[á]n, de ADN. Su «kitāb» como su son risa desborda el [m]arco. Teórico ante el Discurso Roviriano de mi asombro. Azar/rezar le llevan calle Mutualismo. Aunque, de sí poco, hace de la experiencia algo recíproco. Un renglón es la distancia o lo que dura la escritura de edificios hacia un parque, un par que nos dejan mal paridos, mal parqueados en obra negra de tinta fresca. Poesía: estación hado, con hache. Fuerza del destino, falta de tino. La escritura nunca atina, no hay un blanco. Octavio Paz hizo de él, de ese «todos los colores», periferia. En ese zentido, con zeta de zen, leamos a Mehdi, crucemos a Borges el periférico. Ciegos, si egos. Con ese y espacio que empuja su ego.
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Nuestro docto[r] hace mención de estacionamiento, nos estaciona en ciertas mentiras, definición de las ciudades míticas. Cálida fórnax. Poesía es otra Fenáreta, madre de Sócrates y partera. Oficio de a luz a miento, acercar a la luz de la hoguera, de la comuna, una mentira que no entretenga, que ente tenga. Acercar la luz, ponerle cerca en tanto cercanía, certeza. También cerca de corral, una que vaya con doble ele: valla. Va allá. Metafísica que tumba cuarta pared, el lenguaje tumba. Se escribe de corrido, corrido del Edén, de la vida: corrido tumbado. En propia tierra exiliado.
La de Mehdi es sal en las metáforas, sal de ellas, sal hado. Un sal-ir de la nostalgia, de la nous, alma plural que el griego creía elevada. El tiempo desmorona al moro Mehdi, al mono mediático antes gramático. Media entre la memoria y nuestra experiencia, transhispaniza red de no[c]turnos: Manuel Acuña, José Asunción Silva, Rubén Darío, Porfirio Barba Jacob, Xavier Villaurrutia; Paz de San Ildefonso, Luis Alberto de Cuenca, Luis García Montero…
En La sombra del silencio, ese capítulo-poema, hablan palabras con las cosas, encuentro Foucault-Borges de un ya lejano año 66. Nadie como Jorge y desde luego Don Miguel ha resumido tradición de verse árabe y pandero en seguidilla sevillana. Pandero en tanto pan pita con jamón ibérico, mano siringa de cabreado Pan. Siempre hambriento de ninfas: hispánico. Es pánico a la Fernando Arrabal, a la Alejandro Jodorowsky.
A Oda Mehdi: traductor de un traductor de otro Quijote en la ciudad de los molinos (4), tradición de la traición. Oigámoslo con los ojos: Vivo en una calle sucia de nostalgia / Mi ciudad se desmorona con el tiempo / Un temblor congrega las hojas y en un movimiento de pestañas asciende a las palabras y las cosas. Después se entrega a los placeres de la vista, placeres con ese, con ese espíritu alemán romántico moviendo rima fuera de este tiempo; tiempo que supo cerrar Paul Celan recibiendo las glorias del gran Premio Büchner, materia verbal que usará luego Heidegger (Todtnauberg, 25 de julio del 67). El Todavía aquí (del poema) en Celan devino con el juego de lenguaje (Sprachspiel) marca Wittgenstein-Tractatus: ser iluminado en sí mismo, casa del lenguaje. Da-sein o ser-ahí. Mesmoudi estira oreja a esos lavaderos, es proyecto Babel. Habla español, siente en francés, reza en árabe. ¿Pensará en alemán? Imposible siendo pazeño con z no citar a Paz (Salamandra, El mismo tiempo. 1962):
Hace veinte años me dijo Vasconcelos 107
“Dedíquese a la filosofía 108
Vida no da 109
defiende de la muerte” 110
Y Ortega y Gasset 111
en un bar sobre el Ródano 112
“Aprenda el alemán 113
y póngase a pensar 114
olvide lo demás” 115
Se camelan pocos poetas con la escuadra y los compases de Babel. El que me ocupa anca mi nana es un poeta del buen ver, un bereber con b de Berbería y de bulerías. Lengua camitosemítica de un África lejano, origen de combinaciones dialectales numerosas. Ver ever en inglés de «alguna vez» o Bere ver. La de Berenice, cuento de Allan Poe, prima de los muchos veres, del ver convulso, belleza gótica de la epilepsia. Dientes [pa]rientes.
Versos iniciados en “He visto…”, nuestro sarraceno viste al ver, recubre de concreto lo inefable; hace biblioteca a lo ratón (por no decir que lo intertextual es sofisticar el ser un ratero, el Ser del ratero):
1.- Allen Ginsberg en Aullido: He visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, histéricos famélicos muertos de hambre…
2.- La señal de Sabines: Los he visto en el cine, frente a los teatros…
3.- El venezolano Gabriel Jiménez Emán: He visto desde mi ventana cómo entra la noche con relámpagos…
4.- El chileno Premio Nacional de Literatura (1998), Alfonso Calderón: He visto atardecer tu rostro en el desvío de unos labios…
Todo un Cuerpo a la vista, diría nueva mente Paz. Cuerpo del delito. La vista como ví-a Asia lo sagrado, un camino [m]oral asediado de prejuicios, sensualidad que al dudar imagina. Apuro otro fragmento de Mesmoudi en esa línea: He visto una herida hundida en nuestra memoria en el acero que atraviesa una mirada rota…
No es poeta quien no deja la morada, el diccionario debe ser Ítaca; sólo es poeta quien lo naufraga. Haga. Fue así que yo aprendí: o dice a. Odisea. Vocales nuevas a la Rimbaud, pero también a la mejicana, a la Raúl Renán (Gramática fantástica, 1983), a la Óscar de la Borbolla en Las vocales malditas, 1988. Obstina andaluz tetuaní: He visto esas columnas adoloridas y tu temple en otros retratos que armonizan los tabiques de la casa abandonada…
Como el acero, alma del concreto en una construcción, Mehdi escribe a cero, empieza siempre sin un apoyo, punto o prejuicio de referencia: a ser o. Solo camina, sin acento. En ese tono apoya pisada En la Calzada, a-hora cansada, más bien enorme de Jesús del Monte donde la demasiada luz forma otras paredes con el polvo. Cansada costumbre de recordar un nombre, Eliseo Diego es Primer [Dis]curso. Su luz-y-miento hace paredes con palabras, traza calles en su no call(ars)e. También el poema es un rrrrru-ido siempre y cuando se organice como arriba hacen los pájaros en calle Mutualismo. Paja aros que saben desplumar frenados cláxones, fachadas [o]cultas como las catedrales que ha desnudado, palabra a palabra, algún Fulcanelli. Lee en guaje de las piedras. Leer a Mehdi es orinar cual vaquetón de su banqueta. Banquete de letras, lee atrás. Simpatía por Bertolt Brecht a él le interesan esas luces que despiertan la ficción en las ciudades del poeta, en esa épica dialé[c]tica: distanciamiento de estacionamiento.
Estacionarse en la mentira dura lo que dura una ya amada telefónica a la Bolaño, esa donde el desierto no calla. Y ahí está él, tomando el pulso de una fachada, vena que la jeringa busca… oh, grafitero. Todo edificio, a cierto ángulo, es elegante, a cierto Angulo. Anibalismo sudcaliforniano.
Poesía paceña: señoras en caza de algún mitote. Uno que mastique no ve edades, un puerto old (vi dado). Old de vi[l]ejo[s]. La sentencia más presente es su exigencia: «debo avanzar» (final del poema Salón de baile), arte poética de la casualidad, azar carne del verso. Su tono sepia es aprendizaje del Tata Arturo en Dante Salgado, manera livre de caminar fantasmas al puro estilo Agua del desierto. Ésta ves con Matilde, la a vuela.
Rara lluvia en enero nacida, pululan clásicos de nuestro Puerto. Quiso y pudo, como maestro, ser barco. En Rivera. Después de Gorostiza la poesía puso un letrero… ¡prohibido el vas-o! Los paceños, aun así, con nuestras becas regionales nos ahogamos. ¡Sal[g]amos!
Mehdi derramó ese vaso al abre bar Derrida, abuelo más reconocible. Leal (lee al) a su casa intelectual le guiña un oj_ a Gabriel Rovira, mano de romano en sus textículos jurando cual usanza de «Testigo»: Las luces ocultan el pasado / El ruido es el efecto que produce la luz cuando queremos ser testigos de algo… Ese seminis lo siembra en Testimonios (2018), mención Juegos Florales Margarito Sández Villarino, San José del Cabo. Diente de león brotó quebrando seca tierra, breve sismo. Fuera de cualquier categoría taxonómica, poesía paquid[u]erma. Vino el Covid más rugió al terminar la batalla: mención ISC, Día de Muertos, 2019.
Todo tiempo (constr)uye su ento[r]no, con-texto. ¡Meh!, di «lo domina», pasa el límite de hablar con el Hipócrates lector, Baúl/del/aire: Todos sostenemos alguna estructura / Tú que me lees has de sostener tu esperanza…
Sus afrancesadas flores del mal gusto gustan (afrancesadas sin ser una papa), tiene gracia y mucha Grecia, son hermanas “de otra era, de otra acera, de otro acero”. Siéntense a leerlo, se sentirán muy Agustín Arriola. Ola. Oleaje de las horas. Brotará un hotel ahí donde su Musa abre La Concha.
Y lo hará con una voz muy parricida a la generación sin cuenta, registro [Mario] Jaime Gil de Biedma, claro como cerveza. De su lectura queda la poesía como regalo de Paris cuyo envoltorio es Verlaine, envoltorio de en vuelta, un volver. Francés abuelo de su lengua, a vuelo. Un idioma extraño frena en seco, es otra manera del semáforo desierto, [r]ojo a tarde ser. Como Marruecos bandera sangrante, tabique rojo, nudo de polvo el nombre de Dios. Mehdi no habla civilizado, habla sibila, es hado. De dunas y Dumas a Cumas. Predice en verso.
Apoltronémonos frente a este barco, hongo de piedra; naveguemos odas, afriquemos ritmos. Tiendas ambulantes los poemas artesanos que recogen mercancía, melancolía. La Paz, esa Perla incendiada, agujero en su historia. ¡Sálvese quien Sears! Safo de lees vos.
Los miembros de la lengua en mi City Club o son dentistas o decadentistas. La boca está abierta, se paran las moscas (manchitas negruzcas pudriendo blancura, infectando Gargantúa), órgano largo y desmemoriado como la calle 16 de septiemble. Menos Educal y más Parnaso, nos urge ve vernos Uni2 a los Uabcsaqueños, juntar la BALLENA y el chivo. Raúl Cota-Dionisos o El Canto del Macho Cabrío: tragedia, tragOda, quince años o boda… La fiesta del chivo y pecho amarillo. Como Gil de Biedma, Mehdi vino añejo, reposado. Vi-no a llevarse la vida por delante y por el Dante (El mismo, El Otro). Nel mezzo del cammin di nostra vita se encontró por una silva oscura estilacho Marcel Proust, Por el camino de Swann, en busca del verso perdido. Inteligencia, sol lea en llamas… Oler judías recién horneadas (o-leer), despertar del carnaval con una máscara volteada, accidental recuperación de anonimatopeya. ¡Lectores, transeúntes desmemoriados!
Mehdi escrito es Crito, es Critón, urgencia de baño (va año). Turco. La escritura como ablución del yo, cárcel o sendero empedrado que desafía el rostro de Dios, purificación. Purificanción. Después de tanto gringo en nuestras calles sólo queda elote, el lote baldío a la venta. Pero no a la T. S. Eliot, a la mehdicina. La poesía lo cura, locura, el paceño está a ruin hado. Me he quedado desbarriando igual que Mehdi con su abuela, nueva Antígona exigiendo sepultura. Más canto, menos encanto. La calle es una escuela del espanto, es más fácil la esperanza al esperanto…
En mi hollar sortean escombros a trop[iez]os, cada cambio de renglón le saco brillos al zapato. Hemos llegado por estas calles al Poliforo, desyglo de Oro, de Siglo. Sed, oh libro, bache en la memoria del de cierto, 1+ en Forjadores. Yo como el autor “me asomo y no me rindo, me asumo y no me anido en cualquier verso”. La tinta en ambos un “veneno de la resurrección”; “se ha apoderado de nuestras vidas”. Hermanos a dos manos.
Desierto que avanza (Ataca[a]ma), enunciaría raulzuritano Cristián Warnken, logro pescar una voz sinaloense: «relámpago de piedra», imagen de Contraverano (2007), poemario de Mijaíl Lamas en alusión a grietas o fallas tectónicas Tierra Adentro. Cito al árabe paceño (segundo letrado árabe-choyero porque, el primero, es personaje en la novela Claroscuro de Edith Villavicencio; árabe en Todos Santos: ISC, Premio Estatal de Novela Ciudad de La Paz 2009): “Nos podemos ocultar ante el sutil relámpago de piedra pero no evitarnos”. ¿Querrá con ello este arabeta declarar que la poesía es ocultarnos sutilmente en lo que han hecho otros poetas? Yo huelleo su arena como el agua sube media por las piernas travestidas de una larga 16 que desboca en un hotel, habitación 69.
Tal la etimología árabe, «barrio» nos recuerda la importancia de dejar un poco el centro y, como Borges en «El Sur», ir un poco a las orillas, dar la vuelta, dar rodeo y llegar cliente a la nueva Plaza. El aroma de una rosa es otra rosa, periférica. Lo que aroma tiene de aro. No se pierdan la experiencia de leer su modo de a-mar a la Villaurrutia, mar-rueca («rueca» en tanto instrumento para hilar) que le habita, españoliza, paceñiza; su incorporarse a carril de fondo, simetría con la novela Glosa, glosa al Quijote en Juan José Saer (1986): caminata de 21 cuadras por Ángel Leto y el matemático, superac[c]ión de aquél Ulysses que leímos en 1 día gastando suela en la Dublín de Bloom y Joyce.
Difícil dar Vuelta sin Paz en La Paz de Las Letras. A traviesas la calle, paseas con z. Se es paceño pazeano. La barriada un pazeado en claro, versiculea (cursi-va en lea). Borges tuvo su Tlön, Onetti su clon o Santa María; Rulfo Comala… Nosotros San Antonio, el de Aníbal-Manríquez. Ahora me di cuenta, Mehdi cuenta. Es [p]arte ya de nuestra cooltura. Con él y por Ella rompemos la lanza la palomilla (lalala, dijo Myke Towers). No extranjera, lengua extraña, la otra entraña la poesía. En el mar me[h]diterráneo nada con exceso, todo con Mehdi da. Descalzos los dejo caminen sus versos, cordillera del Atlas. Acaba lector con los labios vi en verdes, ve esa sin miedo. Bous ni t’kahf’ch.
Abdul Bashur es al Maqroll de Mutis lo que un barrio al Mundo de Lizardi. Corbeta, fragata, navío (aquí es por años de ser vicio). Siervo, o es——clavo de bar[co], Abdul soñaba navíos. Mesmoudi des[pi]erta edificios, su ve cual gaviero… ¡Tiembla a la vista!, diría con hueva de tortuga la Rocío Maceda, otro orgullo de la UABCS. ¡Que el va río crezca!
Un primer Mehdi más púnico, amoroso, filosófico y moral, dijo hace añicos: El poema es un agujero donde se oculta el jaguar. Escritura del dios en la gruta de Hércules, leído a-hora es callejuela que uno avanza como estira el espinazo ese jaguaaaaar. Lo que en Eduardo Tigralde era Caza Mayor, con ese y con zeta, en su obra es barritada barriada. Un caminar Bartolomé, no de las Casas, de Ocosingo. Casa ni tomada ni tumbada, bombardeada. Bomba-arde-hada. Sigamos la mano que corta manzanas del Jardín de las Hespérides, hay una paloma blanca en la casa (sobrenombre de Tetuán y simbolismo de La Paz), un humeante té de hierbabuena emancipando lengua. Así se estira hasta su límite la piel del elefante, animal del año en que nació Mahoma (circa 570). En La Meca, para demoler “con honor” ciudades, nada mejor que los elefantes, animales santos para la guerra (según los griegos caprichos de la naturaleza). Mehdi es capricho de tres y dio más, Moneda de tres caras cual Francisco Hernández (poemario de 1994, Premio Villaurrutia). Siendo de aquí el Cervantes, mi Cide Hamete Benengueli, metaficción de Su[d]califorma.
Sofocado este poemario disponerse las sandalias y Baja[r] al Malecón será inventar, con ojo ajeno, Jardines secretos de Mogador. Pero sin islas Púrpuras: is las, traduCido al gringo Campeador, de «camper». El puerto de La Paz mehdianamente ya es ciudad de ese deseo que siempre está por descubrirse en modo Alberto Ruy Sánchez. O Diván de Mouraria en que Mario Bojórquez posó a la poesía (vecina morisca que saca la lengua), casidas y gacelas del Diván del Tamarit: granada en la mano de Lo[r]ca. La Paz, puerto de ficción. Sin ser masón el peatón paceño, a paso Sabines, es a la sombra como al asombra, 33. Temperatura es temperamento, 33 grados (v que es f el invierno). Mar son, sones del mar son. Un perro andaluz por el malecón…
Al-Ándalus arrastra anatolé del griego, punto donde asoma un astro, manera mora de describir el Aleph, estrella de Belén del narrador, sol que despide La Paz con helado de chongo en La Fuente (evito la «frutilla» para no volverme monja, efecto secundario de leer a César Aira). Elige Mehdi su califato en [p]rosa paceña, californiato omeya. En La Paz la poesía sucede, es su cede. Mehdi Mesmoudi mi sucesor. Estime el en tendido estos diva[ne]s de Estambul que han pretendido demorar, frescura en fuga, de una rosa Damascena. Estambul significa «ciudad» en el turco otomano, ¡meh[di] pushi [her]mano! Su barriada es su venir: souvenir.
Calle, elogio de Quirarte. Lo que en él era elogio, en La Paz es Eligio. La corona cayó. Política no es manejar una lengua en sentido contra ario. Tito Livio Piñeda mi arquitextura un paisaje oral, peripatética. Aquí fatigo pasos de un pensar mapa Mesmoudi a lo favela. Caminé teclas como dedeó colmena Camilo José Cela. Como quien busca, entre mascaritas, al de las cobijas. Texto que no es de leer en voz alta, postura: una defensa de la intimidad. El lector apure calles muy según su [p]risa. José Arcadio Buendía de La Pá, Mehdi arquitecto de su camino. Pinta la línea continua a su imagen y semejanza. En frase limpia sin bache el habla. Con «El barrio», ya Benedetti advertía que el volver es huida. Fervor de Buenos Aires, Borges, en su poco conocido «Barrio recuperado» postula echarse a caminar por calles recupera una heredad. Su-dado me quedo a media calle en una banca que seguro tuvo en cima a Bancalari. A falta de La Perla de La Paz la del Mojón de Estela Davis. Siempre hay, calles arriba, otros relatos. En este callejón del cabe Sud puro jaguar, no cabe un gato.
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