1

¡Qué viva México!

FOTOS: Internet

Colaboración especial

Alejandro Aguirre Riveros

La Paz, Baja California Sur (BCS). ¡Alerta spoiler! Pero nada que no te ahorre el sufrimiento de sentarte a ver ¡Qué Viva México! (2023), la última entrega de Luis Estrada, el rebelde de la cinematografía mexicana, famoso por sus ataques frontales y sin piedad a la política y la sociedad de nuestro país. En sus cintas pasadas, Estrada ha demostrado una capacidad notable para mezclar el humor y la sátira en una disección brutal de la realidad mexicana. Sin embargo, en esta ocasión, su nuevo proyecto deja mucho que desear.

A lo largo de su carrera, este audaz director ha homenajeado a los grandes del cine internacional, desde Fellini hasta De Sica, y ha incorporado elementos de la Época de Oro del cine mexicano, en especial de humoristas como Cantinflas y Tin Tan. Pero en esta ocasión, lo que nos entrega es más una caricatura que una película, y nos deja preguntándonos: ¿Dónde quedó Estrada?

También te podría interesar: BEAU IS AFRAID (2023): un hermoso y rocambolesco desastre

Después de casi una década de silencio desde “La dictadura perfecta” (2014), Estrada vuelve con “¡Qué Viva México!”, una cinta que genera mucha expectativa pero que termina cayendo en una parodia de sí misma. Nos presenta la historia de Pancho Reyes, quien tras olvidar sus raíces humildes durante dos décadas, regresa a su pueblo natal, La Prosperidad, para enfrentarse a una guerra despiadada por la herencia de su adinerado abuelo minero.

Los Reyes de La Prosperidad, una excéntrica familia que no duda en usar cualquier medio para ganar esta guerra por la herencia, se transforman en el centro de un espectáculo caótico y folclórico. Pero lo que parece un inicio prometedor se apaga a medida que la película se prolonga. Lo que podría haber sido una crítica mordaz y aguda se convierte en un enervante espectáculo de tres horas que te deja exhausto y frustrado.

El humor, que alguna vez fue la gran arma de Estrada, se siente forzado y repetitivo en ¡Qué Viva México! El contraste entre los familiares fifís y “el pueblo noble” pierde su gracia en poco tiempo y lo que queda es un abismo sombrío de desesperanza donde ningún personaje se salva. En lugar de ofrecer una visión fresca y audaz sobre el México contemporáneo, Estrada nos presenta una cinta llena de estereotipos y clichés que parecen sacados de un meme de Facebook.

Los personajes son caricaturas sin redención, lejos de la complejidad y profundidad que nos había acostumbrado este maestro del cine. Desde el corrupto gobierno hasta la población de doble moral, todos reciben su dosis de ironía, pero lo hacen en una serie de chistes y situaciones que parecen más propias de una telenovela de bajo presupuesto que de una película de un director reconocido como Estrada.

Y aquí es donde duele más. ¡Qué Viva México! se siente como una oportunidad desperdiciada, una crítica superficial que se queda corta en todos los aspectos. En lugar de ofrecer una visión incisiva y mordaz de la sociedad mexicana, la cinta cae en la repetición y la trivialidad, sin ofrecer nada nuevo o provocador.

Estrada, alguna vez considerado un visionario, parece haberse rendido ante la facilidad de los estereotipos y el humor simple. Su crítica, antes aguda y penetrante, se ha diluido en una lluvia de chistes sin gracia y situaciones forzadas que apenas provocan una sonrisa. Su película se convierte en un reflejo sombrío de la desesperanza y la corrupción que parece justificar lo mal que está México, sin ofrecer ninguna propuesta o solución.

Este mar de trivialidades se siente aún más evidente en la construcción de los personajes. Los actores, algunos de ellos reconocidos por su talento, como Damián Alcázar y Joaquín Cosío, parecen perdidos en este revoltijo de clichés y situaciones ridículas. A pesar de que interpretan tres roles distintos, la falta de un guion bien desarrollado y una dirección clara convierte sus actuaciones en algo olvidable.

Estas referencias a Los Tres Huastecos, una clásica película de la época de oro del cine mexicano, parecen forzadas y sin ningún sentido, como si Estrada estuviera tratando de emular el éxito de sus anteriores cintas sin realmente entender lo que las hacía únicas.

Incluso el mensaje político, siempre presente en las obras de Estrada, se pierde en este mar de absurdos. Lo que debería ser una crítica mordaz al nuevo jugador en la escena política mexicana, Morena, se convierte en una sátira superficial y vacía, que no aporta nada nuevo a la conversación.

La duración de la película, innecesariamente larga, solo agrega a la frustración del espectador. Lo que podría haber sido un divertido sketch se convierte en una agonía de tres horas que se siente más como un castigo que como una experiencia cinematográfica.

En conclusión, ¡Qué Viva México! es una gran decepción. Lejos de ser una crítica audaz y mordaz a la política y la sociedad mexicanas, se convierte en una burla de sí misma, que deja al espectador con un sabor amargo y la sensación de haber desperdiciado tres horas de su vida. Es una lástima que un director tan talentoso y provocador como Luis Estrada haya perdido su rumbo de esta manera.

Nos queda la esperanza de que este patito feo de la filmografía de Estrada sea solo un traspié y que en el futuro nos entregue cintas que nos devuelvan la fe en su talento. Mientras tanto, quédense con La ley de Herodes y olviden que ¡Qué Viva México! existe. Porque, aunque suene duro, este es un filme que ni merece ser recordado ni, mucho menos, ser visto.

__

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




BEAU IS AFRAID (2023): un hermoso y rocambolesco desastre

FOTOS: Internet

Colaboración especial

Alejandro Aguirre Riveros

La Paz, Baja California Sur (BCS). El reciente Oscar a mejor película otorgado a Todo en todas partes (2022) ha dejado en evidencia una preocupante tendencia en el cine contemporáneo: la del Síndrome del Ayudante de Santa. Para entender este fenómeno, nos remontamos a un episodio icónico de Los Simpsons, en el que Bart gana un elefante en un concurso y este se convierte en su mascota favorita. En este episodio, el gato y el perro de la familia, Bola de Nieve y Ayudante de Santa respectivamente realizan malabares e incluso hablan para recordar a sus dueños que aún están ahí. Este meme involuntario retrata a la perfección cómo el cine se esfuerza por permanecer relevante en una era dominada por las redes sociales: el gran elefante en la habitación de la cultura contemporánea.

Gary Wilson, en su obra Your brain on porn, explica cómo las redes sociales, al igual que el porno, alteran las estructuras neuronales de nuestro cerebro, convirtiendo al usuario en un adicto a lo diferente, lo bizarro y lo extremo. Al igual que un drogadicto, buscamos estímulos cada vez más fuertes en las redes sociales, una tendencia que TikTok ha aprovechado para someter a sus usuarios a trends y videos cada vez más grotescos y sin sentido.

También te podría interesar Shazam 2: La furia de los dioses

Esta batalla entre la pantalla grande y la de nuestro celular ha obligado al cine a adaptarse a un público adicto al estímulo constante. Como resultado, el séptimo arte parece inclinarse cada vez más hacia lo rocambolesco: un adjetivo que se define como exagerado, fantástico y extraordinario. Y no es solo Todo en todas partes (2022), también es Titan (2021), la cinta ganadora de Cannes en 2021, en la que una asesina serial tiene sexo con un carro y queda embarazada (del carro); o la nueva cinta de Iñarritu Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades (2022) donde el ego del director mexicano se convierte en pretexto para inundar la pantalla con un desfile de metáforas visuales tan fantásticas como redundantes.

En este rocambolesco cine de los años veinte del nuevo milenio nos encontramos con emblemáticos títulos como Teneth (2020), Pienso en el final (2020), Lamb (2021), Don’t Look Up (2021), Men (2022), El triángulo de la tristeza (2022), ¡Nop! (2022), La piedad (2022) y Cocaine Bear (2023), por mencionar algunos destacados ejemplos. Y es precisamente a esta lista en construcción a la que se incorpora la reciente propuesta de Ari Aster: Beau is Afraid (2023).

Ari Aster, famoso por su contribución al género del terror con las dos películas más rentables bajo el sello de A24, Hereditary (2018) y Midsommar (2019), se adentra esta vez en el territorio del relato épico. Su nueva obra nos ofrece una trama tan peculiar como inolvidable. La película nos arrastra a la vida de Beau Wasserman, interpretado de manera magistral por Joaquín Phoenix, un hombre cuya tranquilidad superficial oculta una tumultuosa tormenta interna de conflictos existenciales.

Tras la repentina muerte de su madre, Beau se embarca en una odisea de regreso a su hogar materno, un viaje que evoca tanto lo kafkiano como lo involuntariamente cómico. La travesía de Beau se convierte en un desfile de episodios surrealistas: el robo de su maleta y sus llaves justo antes de salir al aeropuerto, un robo por demás inverosímil desencadena una serie de episodios que van desde ser adoptado por una familia nuclear en busca de un hijo sustituto, hasta refugiarse en una comunidad teatral que monta una alegoría de su vida, culminando con el reencuentro con su primer amor, interpretado por Parker Posey.

En el panorama cinematográfico actual, Ari Aster se erige como un visionario de gran calibre, y su más reciente creación, Beau is Afraid, no es la excepción. Haciendo uso de la prodigiosa habilidad actoral de Joaquín Phoenix, Aster nos guía a través de una travesía metafórica de tres horas, donde las pesadillas más profundas de un hombre y las batallas internas derivadas de ellas se convierten en el epicentro de una exploración fascinante de la condición humana.

Beau is Afraid demuestra que el cine puede y debe aspirar a más. Es una obra ambiciosa en todos sus aspectos, desde la meticulosa escritura, el detalle en el diseño de producción, hasta la creación de una atmósfera que es capaz de provocar una amplia gama de emociones en el espectador. El logrado trabajo de Phoenix y la habilidad de Aster para tejer una red de secuencias oníricas son logros notables que merecen reconocimiento.

Es posible que ciertos aspectos de la trama puedan ser percibidos como una secuencia de eventos desafortunados y que algunas metáforas y simbolismos parezcan forzados. La película también evidencia una relación compleja y algo perturbadora que Aster mantiene con la figura materna al ser un tema reiterativo dentro de su filmografía. Además, la duración de la película y las largas pausas, lejos de generar suspense, pueden desafiar la paciencia de algunos espectadores.

No obstante, estos aspectos no empañan la grandeza de Beau is Afraid. Esta es una obra maestra de Aster que se adentra en temas profundos y provocativos como el miedo edípico, la tiranía materna, el metacine, el rechazo al amor, la tortura en nombre del amor y la iconografía madre-hijo.

Con su atmósfera cargada de ansiedad, su ritmo deliberadamente tortuoso y su profunda introspección psicológica, Beau is Afraid puede parecer más un instrumento de tortura psicológica que una película convencional. Este prisma es, de hecho, un espejo de nuestra era contemporánea: una época en la que las redes sociales han transformado radicalmente nuestra forma de digerir contenido.

Beau is Afraid, en su esencia, es una amalgama de contradicciones que consigue cautivar y desconcertar en igual medida, un hito cinematográfico que se niega a ser ignorado. Con una estética deslumbrante y una narrativa por momentos desafiante, se erige como una obra majestuosa, pero también intransigente. La sutileza de su mensaje se entrelaza con una narración que puede parecer redundante, produciendo un efecto de belleza desalentadora.

En resumen, Beau is Afraid es una paradoja cinematográfica: un perfecto desequilibrio que la convierte en un impresionante logro artístico tan equivocadamente adecuado como los convulsos tiempos que vivimos.

__

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




Shazam 2: La furia de los dioses

Kinetoscopio


Marco A. Hernández Maciel

País: Estados Unidos

Director: David F. Sandberg

Elenco: Zachary Levi, Angel Asher, Djimon Hounsou.

La Paz, Baja California Sur (BCS). Shazam, originalmente conocido como el Capitán Marvel, fue uno de los primeros cómics en alcanzar una enorme popularidad por allá de los años 40 del siglo pasado. Su premisa, la de un joven huérfano llamado Billy Batson que al decir la palabra SHAZAM! se convierte en un ser que conjuga los poderes de dioses antiguos, enamoró al mismísimo Elvis Presley quien al final de su carrera basó el vestuario de sus presentaciones en el traje de este personaje. Y esto hacía inevitable su llegada a la pantalla grande, presentando recientemente en cines su segunda parte.

Una segunda parte que pierde algo del encanto de la primera, en la que el director David F. Sandberg no logra cohesionar el espíritu alborotero y desenfadado de la anterior, con el tono épico que prometía esta continuación. Si bien, Zachary Levi repite de buena forma su papel como el protagonista, y en general el reparto sigue haciendo bien su trabajo, un punto bajo son las nuevas villanas de la historia, en las cuales es difícil entender el objetivo que persiguen y las acciones realizadas. Algo así como son malas porque sí, y los héroes pues las tienen que detener porque son los héroes.

También te podría interesar: Los Fabelman: De cómo Steven Spielberg se enamoró del cine

Además de ello, la historia no logra expandir otros puntos que serían muy interesante para el desarrollo de los personajes principales. La subtrama de los fiascos, y la llegada a la adultez de Billy Batson son tratadas de manera muy somera y eso impide que veamos una evolución en el personaje, porque hay que recordarlo, el verdadero protagonista es Billy Batson, y sin él, la historia no termina de cuajar. Así, la película se pierde en su intención de ser muy épica y deja de lado los detalles que nos permitirían identificarnos más con un personaje que podrá tener la sabiduría de Salomón, pero que no sabe cómo usarla.

¿Estamos ante un agotamiento y decadencia del género de súper héroes? Creo que este año tendremos esa respuesta. Puede ser que solo sea un bache, o quizás realmente ordeñaron las historietas a tal punto que ya no hay más que dar. Por lo pronto, Shazam es un vehículo de entretenimiento vacío, donde el verdadero protagonista, Billy Batson, es relegado a segundo término y eso deja a la película sin el espíritu encantador que tuvo la primera.

__

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




Los Fabelman: De cómo Steven Spielberg se enamoró del cine

Kinetoscopio


Marco A. Hernández Maciel

Director: Steven Spielberg

Reparto: Paul Dano, Michelle Williams, David Lynch

La Paz, Baja California Sur (BCS). La primera película que vi en el cine fue Superman de Richard Donner. Allá por 1986, un tío me llevó al Cinema Juárez (hoy Teatro Juárez) y llegamos cuando la película ya había empezado. La sala oscura y enorme para un niño de 6 años, en lo que encontrábamos una butaca vacía, un gigante Marlon Brando enfundado en un traje blanco con una S al pecho, sufría por ver partir a su hijo a la par de los inolvidables acordes de John Williams, que nos decían que no había nada de qué preocuparnos; con esa música, la Tierra no corre ningún peligro. Entre chiflidos y aplausos que siguieron durante toda la película, las aventuras del superhéroe interpretado por Christopher Reeve se quedaron tatuadas en mis neuronas. ¿Será posible que en ese momento haya nacido mi fascinación por el cine? Lo más seguro es que sí, y cada que tengo oportunidad, no dudo en decir con orgullo yo, esa película la vi en el cine.

Esto viene a colación porque más o menos así empieza Los Fabelman, dirigida por Steven Spielberg, que es una película que está basada en su propia familia y sus recuerdos. En la escena inicial, el pequeño Sam tiene su primera experiencia cinematográfica y queda prendado de una escena de El Show Más Grande del Mundo, dirigida por el legendario Cecil B. de Mille. Una imagen que no puede quitarse de la cabeza y que quiere repetir hasta el cansancio, recreándola en el taller de su papá, hasta que su madre le sugiere filmarla, para que así la pueda ver cuando sea.

También te podría interesar: The Dropout: Elizabeth Holmes y la gota de sangre que iba a cambiar el mundo

Desde ahí, narrando la primera vez que tomó una cámara de cine y como esa cámara lo fue acompañando en momentos cruciales de su vida, Spielberg nos transporta a la intimidad de su familia, que a pesar de filmarse a través de una nostalgia que peca de optimista, es lo suficientemente hábil para introducir varias capas narrativas. Mismas que transitan por caminos de sufrimiento, infidelidad y egoísmo, desempolvando un acercamiento muy personal del director en cuanto a su historia familiar.

Además, aprovecha este film para mostrarnos un poco de su filosofía y visión del mundo en cuanto al matrimonio, amor, religión (judaísmo y catolicismo), y de paso también nos da la oportunidad de conocer el origen de algunas de sus obsesiones cinematográficas como las tomas a contraluz, la Segunda Guerra Mundial, y el tema más recurrente de persecuciones y cacerías de todo tipo donde el ingenio es la clave para derrotar al opresor.

Mención aparte merece la secuencia donde el aclamado director David Lynch se pone en la piel de la leyenda del cine John Ford. Sencilla y mordaz, logra englobar muchos conceptos del cine y su historia en dicha escena. No diré más, pero la próxima vez que tome una fotografía, no ponga el objeto de interés en el centro. Mágico, ¿verdad?

__

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




Las palabras terminan encontrándote, aunque no sean tuyas

El librero

Ramón Cuéllar Márquez

La Paz, Baja  California Sur (BCS). Hay libros que pretenden llevarlos al cine y a veces son un éxito, pero otros se convierten en monumentales fracasos de taquilla, a pesar de que la obra literaria obtuvo gran difusión y superventas, sin que necesariamente esto signifique que es malo, pues se ha asociado a los bestsellers como productos literarios inferiores, sobre todo por escritores alzacejas que tienen obras espléndidas y reconocidas en el mundo académico e intelectual.

Hay escritores que debido a la dedicación literaria con que crean sus libros son rechazados por las editoriales comerciales por considerarlos demasiado cultos, pero de poco interés para el gran público. Yo creo que por eso existe tanto concurso literario lanzados por los gobiernos y las universidades, para hacerle frente a esos creadores que no obtienen respuesta en el mundo editorial, aunque puede ser un arma de dos filos, porque en ocasiones a los estados solo les interesa cumplir con su deber institucional, y terminan embodegando las publicaciones sin que se les dé amplia difusión. No es una regla general, pero sí ocurre con mucha frecuencia.

También te podría interesar: Roque Dalton, la poesía como revolución y la toma de conciencia

Pienso en Mario Puzo, quien deseaba ser reconocido como un gran escritor por el mundo intelectual: sus primeras dos obras las escribió para ser admitido en el Olimpo de los dioses alzacejas. Nunca obtuvo ganancias económicas ni mucho menos reconocimiento, aunque algunos sí hablaron bien de esos dos libros, hay que decirlo. Así que decidió dejar atrás las exquisiteces culteranas y se dedicó a estructurar un libro libre de sus obsesiones de aceptación: de ahí nació El Padrino, un bestseller que como todos sabemos alcanzó el éxito internacional y con el que se inspiraron para hacer tres películas, con guiones del propio Puzo, en conjunto con Francis Ford Coppola.

Así que eso de que sueñes con hacer la gran obra de la lengua española para las editoriales comerciales es una apuesta económica que no están dispuestas a asumir; por supuesto, hay excepciones que han logrado una extraordinaria obra y ser un superventa —seguro que ya tienen dos en mente, ¿no?—, pero están contadas con la palma de la mano. Hay una película que vi en 2012 llamada en México Palabras robadas, pero en inglés The Words, es decir, Las palabras, que me parece es la forma en que debemos ver el filme, no por el robo, sino por la significación literaria que me produce. Según las reseñas cinematográficas, se trata de un drama romántico que me parece no le hace justicia a su estructura, que se maneja a varios niveles, pues no se trata solo de las relaciones humano-afectivas, ni creo que sea solo compleja y pretenciosa ni menos floja narrativamente como aseguraron algunos en su momento. Incluso algunos medios suizos dijeron que era un plagio de una novela de Martin Suter, de 2004, Lila, Lila, que incluso fue hecha película en 2009. Klugman y Sternhal, los directores, negaron tal cosa, pues según ellos era una historia que habían planeado desde 1999, mucho antes de que apareciera la mencionada novela.

The Words es una película debutante dirigida por Brian Klugman y Lee Sternthal, y protagonizada por Bradley Cooper, Zoe Zaldana, Dennis Quaid, Jeremy Irons, entre otros. La historia trata de un exitoso escritor —Clayton Hammond— que presenta su más reciente libro, The Words, quien va contando y leyendo la obra. El escritor actúa como narrador frente a un público y al mismo tiempo es el narrador que despliega la historia de Rory Jansen, un escritor que lucha por ser publicado y reconocido; sin embargo, al igual que con Mario Puzo, las editoriales han rechazado su primer libro por ser demasiado bello y culto. Decide casarse con Dora, su pareja, y como luna de miel se va a París, más que por placer, para olvidar la frustración de que no le publican su libro. Caminando por las calles, en un anticuario halla un maletín de piel que le gusta y Dora decide comprárselo. Al regresar a su país, la decepción de Rory es tan grande que está a punto de tirar la toalla para nunca más escribir porque ha sido rechazado nuevamente.

Atorado en la desilusión, se pone a revisar el maletín y descubre que dentro hay un manuscrito de hojas amarillentas y gastadas. Se pone a leerlo. Ahí es cuando entra el narrador del libro, quien comienza a contar su historia, ocurrida durante la segunda guerra mundial. Algunos dicen que la historia está inspirada en un hecho de la vida de Ernest Hemingway, quien en un viaje perdió su obra escrita hasta 1922 y que jamás recuperó. Rory queda impactado por el relato, lo que él siempre ha querido, aquellas palabras que hasta el momento no le han surgido más que a partir de sus lecturas y no de las experiencias que la vida le ha ofrecido. Para sentir el placer de cómo se escriben aquellas palabras, decide transcribirlas a su computadora, palabra por palabra, incluso los errores de dedo y las faltas de ortografía. 

El manuscrito que encuentra Rory Jansen trata sobre Jack, un joven que se enlista al ejército durante la segunda guerra mundial, que en lugar de ir al frente, lo utilizan para cosas logísticas, como la cocina. Ahí conoce a un soldado que le habla de cosas que le abrieron los ojos, de libros que nunca había leído, así que le presta libros, con los que Jack se mete en un mundo desconocido que no sabía de su existencia. 

Dora, la esposa de Rory, por accidente lee la novela en la computadora, quedando fascinada con la historia, por lo que anima a Rory a que busque quién se la publique; en la confusión, sin aclararle a Dora que no es de él, guarda silencio y decide entregar el manuscrito al director editorial donde trabaja. Y ocurre lo impensable: el libro es publicado, obteniendo con ello un éxito comercial sin precedentes.

Aquí es donde entra el tercer narrador de la historia, que hasta ese momento no existía porque lo suponíamos muerto (pero estaba vivo, como el gato de Schrödinger): aparece el verdadero autor del libro perdido, Jack, ya muy anciano. Sentado en una banca, Jack le dice a Rory que él es el autor del libro que lo ha vuelto famoso. Jansen queda impactado y su primer impulso es ofrecerle parte de las regalías, pero Jack lo rechaza. No se entiende por qué a Jack anciano no le importa el dinero, pero al mismo tiempo quiere dejar patente que él es el autor. Esto derrumba a Rory y provoca que su relación con Dora entre en conflicto.

Mientras el autor de The Words va relatando a su auditorio, hay una escritora novel joven, Danielle, quien curiosa y seductora pretende sacarle el final del libro a Hammond, pues este los dejó en ascuas en la presentación aseverando que para saberlo debían comprarlo. Danielle termina sacándole el final de la novela, pero al espectador de la película le queda ambiguo porque se podría deducir que es un libro autobiográfico de Hammond, o quizás no. De este modo, como se puede ver, hay varios niveles narrativos: uno, el de Clayton Hammond; dos, el de Rory Jansen, su historia, y tres, el de Jack, el autor del manuscrito. Para mí hay cuatro planos más: uno, el de los guionistas de la película; dos, el de la historia que cuenta Jack; tres, el del anciano Jack que termina de contarle a Rory su historia, y finalmente, que me parece el más importante: el observador de todos estos narradores, quien es el que puede mirar el conflicto creado por las palabras de todos ellos.

Como se puede ver, no solo es una historia que funciona como matrioshka, sino que es el encadenamiento de la duda de quién creó a quién, cómo en apariencia es una historia que en realidad se convierte en una cadena que llega hasta nosotros como espectadores, que se adiciona a la anécdota de Hemingway y el reclamo de plagio de otra historia similar… Lo cual nos lleva también a mirar nuestras propias narraciones, si no somos, asimismo, una concatenación de relatos que no tiene fin y que en algún momento podemos encontrarnos con nosotros mismos frente al espejo o en la calle con nuestras palabras, que al parecer no me pertenecen, pero que en definitiva terminarán por encontrarme debido al gigantesco encadenamiento a que estamos sometidos desde que apareció la primera palabra y nos comenzó a enredar hace miles de años.

 

—–

 

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, ésto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.