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Pequeños Secretos: un gran reparto para una historia insignificante

Kinetoscopio

Por Marco A. Hernández Maciel

La Paz, Baja California Sur (BCS). La guerra del streaming se ha puesto más candente con la llegada a México de HBO Max, la plataforma de Warner Bros que promete incluir todo el catálogo de producciones televisivas y cinematográficas, desde clásicos hasta las producciones más recientes, que después de darle una pequeña revisada podemos encontrar varios tesoros que vale la pena disfrutar. Sin embargo, Pequeños Secretos —el filme del que hablaremos hoy—, no es un ejemplo de esto.

Escrita y dirigida por John Lee Hancock, quien tiene en su haber producciones destacadas como Un Sueño Posible —la que le hizo ganar el Oscar a Sandra Bullock como Mejor Actriz— y Hambre de Poder —la que cuenta la historia del creador de Mc´Donalds con Michael Keaton—, las cuales se pueden catalogar como historias de superación personal, se nota su falta de oficio en el género de thriller policial, ya que ni el guion ni la dirección logran cuajar la historia que al final no tiene ninguna asidera para no caerse de su estante y romperse en pedazos.

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Una de las cosas que mas desconcierto genera es la fotografía y el diseño de producción. La fotografía sufre de ser plana y consistente en todo momento, sin contrastes marcados o alguna herramienta que ayude a mover la historia mediante imágenes. Cabe recordar que, uno de los elementos fundamentales del cine negro fue su fotografía que acentuaba las escenas con sombras perfectamente cuidadas y escenarios que mediante la oscuridad evocaban la maldad a vencer.

En este filme no se siente en ningún momento una atmósfera que tan siquiera nos haga palpitar un poco. Además, el diseño de producción es prácticamente inexistente. Se supone que la película transcurre en 1990, pero a no ser por los vehículos que vemos, no hay ningún indicio que nos mencione que estamos en ese año. Ni la ropa, ni la forma de hablar, ni la decoración de las oficinas de policía o las casas de los protagonistas. Así que esas dos fallas solo acentúan el fracaso de la producción que desde el guion estaba condenada.

El guion trata de constituirse como la versión reinventada del clásico noventero Seven de David Fincher, e incluso, le roba descaradamente algunas cosas, pero no logra hilar un caso de investigación coherente que permita a los personajes sacar sus mejores mañas para resolver el caso. Mas bien, los personajes son arrastrados por sus demonios y sus inseguridades, nunca logran salir de ellas y la historia que pretende explotar con la vuelta de tuerca, al final nos queda la sensación de que la tuerca ni siquiera existe.

Y finalmente, para cerrar con broche carmesí, tenemos el desperdicio que es tener a tres ganadores del Oscar en esta producción. Ni con la presencia de Denzel Washington, Remi Malek o Jared Leto se logra salvar el barco. Su sola presencia valdría el boleto y casi justifica la existencia del film, pero a veces uno se pregunta cómo es que logran juntar un reparto de ese calado y terminan saliendo las cosas tan mal.

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El arcoíris no tiene siete colores (II)

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La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Percibimos el color cuando las diferentes longitudes de ondas son interferidas selectivamente por la materia en camino hacia nuestros ojos. Pueden ser absorbidas, refractadas, difractadas, esparcidas o reflejadas. Nassau en 1987 resumió las causas físicas de los colores según los mecanismos físico químicos.

Vibraciones y excitaciones simples:

1 – Incandescencia: lámparas, flamas, focos.

Cuando vemos el “rojo vivo” o “blanco vivo”. Una temperatura dada sobre un metal produce un pico de emisión de radiación. Max Planck en 1900 fundó la mecánica cuántica al modelar este fenómeno y Einstein lo explicó en 1905.  De aquí parte la Ley de desplazamiento de Wien. La relación inversa entre la longitud de onda en la que se produce el pico de emisión de un cuerpo negro y su temperatura. Así, la emisión a partir de la temperatura de la superficie del sol (5 700 °C) nos da la definición del blanco; con un pico cerca de los 550 nm (2.25 eV)

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2 – Excitaciones gaseosas: lámparas de vapor, auroras, algunos lásers.

3 – Rotaciones y vibraciones: agua, yodo, flamas azules.

Transiciones de efectos de campo

4 – Transición de compuestos metálicos: verde cromo, malaquita, turquesa, pátina de cobre. Algunos láseres y fósforos.

5 – Transición de impurezas metálicas: rojo hierro, esmeraldas, rubíes.

Transiciones entre orbitales moleculares

6 – Compuestos orgánicos: la mayoría de las coloraciones biológicas, melatonina, rodopsina, cromatóforos. Tintes.

7 – Transferencia de cargas: azul de Prusia, magnetita, lapislázuli, azul zafiro.

Transiciones que implican bandas de energía

8 – Metales: oro, plata, cobre, hierro, latón.

9 – Semiconductores: cinabrio, sílice, diamante, bermellón, cadmio, diodos emisores de luz, algunos láseres y fósforos.

10 – Centros de color: amatista, cuarzo, vidrio.

Óptica geométrica y física

11- Refracción dispersiva: arcoíris, halos, espectro prismático, “fuego” de las gemas.

12 – Dispersión: color del cielo, azul, rojo del atardecer, luna azul, ojos claros, color de piel, plumajes de aves y colores biológicos en general.

13- Interferencia: pompas de jabón, burbujas, sustancias pringosas, aceites, revestimientos en lentes, algunos colores biológicos.

14 – Difracción: aureolas, ópalos, la mayoría de cristales líquidos.

Ahora, ¿qué las causas del color sean estas significa que los colores son propiedades físicas de los objetos o que nuestro cerebro así lo interpreta? La fototransducción se define como la captura de la luz para convertirla en respuesta fisiológica. El ojo detecta la luz gracias a la rodopsina, proteína que se encuentra en la membrana de los bastones. La rodopsina es un pigmento que absorbe la luz y cambia su estructura molecular, lo cual genera una cascada de señales fisiológicas entre las cuales participan varias proteínas como la transducina que se activa al unirse al guanosín trifosfato (GTP), una molécula que la hace disociarse en subunidades.

Una de estas subunidades interactúa con la fosfodiesterasa, una proteína que modifica a la molécula derivada del GTP, el guanosín monofosfato cíclico (GMPc). Esto induce la producción de la forma no cíclica de guanosín monofosfato, GMP, lo que estimula de manera indirecta la producción de GTP y provoca las cascadas de señales fisiológicas. En condiciones de oscuridad, la actividad la protagoniza la guanilato ciclasa, enzima que convierte el GMP en GMPc. Cuando el GMPc se une los canales iónicos dependientes de nucleótidos cíclicos, permiten el paso de iones con cargas positivas como el sodio o el calcio hacia el interior de las células.

Modelo del proceso de fototransducción donde la información captada por las células fotorreceptoras se convierte en una señal eléctrica que luego es enviada al cerebro, donde se procesa la imagen y la percepción de los colores. (Tomada de Perales-García et al.).

La representación de los colores plantea que creemos ver el mundo tal cuál es cuando nuestros sentidos no son completamente eficaces para conocer características absolutamente objetivas de a realidad. Por ejemplo, la mayoría de los vertebrados tienen cristales de guanina detrás de su retina —tepetum lucidum—, lo que les hace ver en la noche o en la oscuridad. Pero, los humanos no lo tenemos. Quizá nuestros arquetipos sobre la oscuridad como evocación del horror, tiene que ver con la forma evolutiva de nuestra percepción del mundo.

Cuando usted, querido lectorpe, discute con su amante o su mujer acerca de la tonalidad de un vestido o un objeto, entienda que los dos interpretan los colores de forma distinta. Discutir es inútil. En general, las mujeres tienen más rodopsina que los hombres. Ella alegará que su vestido es cereza, merlot, granate o carmesí, mientras que, usted solo podrá decir “rojo”. ¿Esta capacidad ayudó a la conformación social primitiva en que muchas mujeres fungían como recolectoras de plantas o semillas? ¿O fue al revés? La psicología evolutiva tiene mucho que decir al respecto.

Ahora bien, las diferencias interespecíficas son difíciles de limitar, pero se pueden inferir conociendo la histología de los ojos. Por ejemplo, pensemos en tiburones y rayas. Las retinas de la mayoría de los elasmobranquios estudiados poseen más bastones que conos y esta relación varía según sus hábitos. Especies de profundidad o con hábitos bentónicos como el cazón Squalus acanthias tienen una relación bastones: conos de 50: 1 así que ve muy bien en las tinieblas marinas, pero no detectan el color. Por otro lado, en el tiburón blanco la proporción de bastones-conos es similar a la del humano; cuatro bastones por cada cono, lo que sugiere que distinguen los colores que un buzo percibe en las primeras capas superficiales.

Al tiburón puntas blancas oceánico, Carcharhinus longimanus le atraen especialmente los colores naranjas y amarillos. Cuando se lanzan carnadas con flotadores naranjas, estos tiburones juegan con ellas, las muerden o las golpean con la punta del morro, pero permanecen impasibles ante flotadores negros. Vemos colores, y los otros animales ven colores. Pero no ven los mismos colores. La ontología del color es un problema estético que se imbrica en el problema de la realidad misma.

Pingelap es una isla de Micronesia donde el 10% de la población padece acromatopsia, una condición que los hace ciegos a los colores. Los pobladores ven borroso y tienen fotofobia. Eso provocó que sus actividades sociales sean nocturnas. En 1775 el tifón Liengkieki barrió la isla y provocó la muerte del 90% de sus habitantes. Actualmente, los afectados tienen como ancestro común a Nahnmwarki Mwanenised el rey de aquellos días que sobrevivió a la catástrofe y era portador de acromatopsia completa.

Para un hombre con acromatopsia, el mundo es tal como lo ve. Y será imposible que pueda comprender como lo ve un hombre sin esa condición. Hay varias posturas filosóficas al respecto:

Relacionalismo – se definen a los colores en términos de efectos sobre los perceptores.

Fisicalismo – los colores son idénticos a las propiedades físicas de los objetos.

Teoría del error – aunque los colores son propiedades básicas, ningún objeto real los posee. En la medida en que representamos visualmente las cosas, somos víctimas de ilusiones de color.

Es su libro Color for Philosophers; CL Hardin describe estudios de psicólogos empíricos que concluyen que los colores no son parte del mundo físico, sino que son rasgos puramente mentales. Por otro lado, hay filosofías materialistas como la de Paul Churchland que subraya la naturaleza subjetiva de la visión del color e identifica colores subjetivos con vectores de codificación en redes neuronales.

Los psicólogos empíricos respaldan el irrealismo de colores, son construcciones completamente mentales y no características físicas del mundo. Sin embargo, la mayoría de los filósofos defienden el realismo de color. Mientras que, los biólogos defienden la realidad de los colores como una construcción derivada de los órganos visuales y los mecanismos fisiológicos.

¿Ilusión, semi percepción subjetiva o estética objetiva? El problema de los colores nos remite a la delimitación del ser determinado o real, es decir, el problema de la existencia.

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De jesuitas y zorrillos en la Antigua California

Foto ilustrativa de Internet

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

La Paz, Baja California Sur (BCS). Al llegar a la California, los jesuitas descubrieron una gran cantidad de flora y fauna, lo cual hizo que inmediatamente su espíritu inquisidor e ilustrado tratara de hallar referentes en animales y plantas que ya eran conocidas en otras partes del mundo. Fue por ello que casi siempre en sus observaciones hacían comparaciones por lo general acertadas, y otras no tanto, en donde trataban de ejemplificar que tal o cual animal o planta “era como” tal o cual otra ya conocida. A los ignacianos y sus portentosos escritos se debe que nuestra biodiversidad haya sido conocida muy bien en diversos lugares de Europa antes que, incluso, en la misma Nueva España.

El caso que hoy nos ocupa es la forma en que Miguel del Barco insigne jesuita español que misionó por más de 32 años en la California, 30 de ellos en la misión de San Francisco Xavier de Vigge Biaundó, describe al tristemente célebre zorrillo californiano. Este sacerdote lo describe como “un animalito bastante peludo, lleno de listas blancas y negras en el lomo y costados. Muchos, en lugar de las listas negras, las tienen pardas. Son muy hermosos a la vista, especialmente los primeros”.

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No tardó mucho tiempo en encontrar el mecanismo de defensa de este animalito: “cuando se asustan o tienen miedo, levantan derechamente en lo alto la cola, cuyos largos pelos, saliendo en su principio juntos, se esparcen en lo más alto vistosamente hacia todos lados, formando la figura de una garzota, pero más abierta y extendida en lo alto. Su principal arma para defenderse de sus enemigos, y aun para ofenderlos, es un fetor intensísimo, que despiden de sí, cuando se ven en los mayores aprietos”. Con su carácter curioso y su mente siempre dispuesta a realizar un análisis escolástico profundo de todos los sucesos que presenciaba, del Barco ejemplificaba los efectos que producía este “fetor” en diferentes circunstancias:

a) “Si un zorrillo se ve muy acosado de un perro, cuando éste va ya a echarle sus dientes, despide el zorrillo oportunamente su arma; y es tan fuerte que el perro como aturdido con ese fetor infernal, prontamente se retira, sacudiendo el hocico y respirando fuerte en ademán de quien dice: ¡esto no se puede aguantar!”

b) “Si el indio, al disparar la flecha le acierta tan bien que al primer golpe le deja muerto de repente, no hecha hedor; mas si se siente herido, sin quedar luego muerto, entonces suelta un fetor intolerable, como si quisiera vengarse de quien le hirió y deja la pieza inficionada para mucho tiempo. Para evitar este inconveniente se experimentó ser mejor sacarlos vivos, tomados por la cola, lo cual es fácil, porque como el zorrillo la levanta en alto cuando tiene miedo, como antes dije, y se mete detrás de cualquiera cosa para esconderse, se le coge de la cola y se levanta en alto, quedando con la cabeza abajo sin poder morder. Si prontamente le sacan fuera y llevan algo lejos, el que le lleva asido de la cola le da una fuerte sacudida contra una piedra, queda muerto sin fetor. Más si después de cogido, se hace mucho ruido y algazara, como suelen los muchachos cuando han cogido la presa, sucede que el desventurado, con el gran miedo, despide su arma, como delante de mí sucedió algunas veces”.

El padre Miguel pudo determinar los hábitos de vida del zorrillo. Nos dice que por lo general acostumbra comer huevos de gallina, y en caso de lograr atrapar a alguna de estas aves solamente las degüella y bebe su sangre, comiendo muy poco de su carne. Suele esconderse en los corrales de estos animales e irlos devorando poco a poco hasta que acaba con todos ellos. También, se alimenta de insectos como el ciempiés. Sus hábitos son nocturnos por lo que en el día es raro que se vea alguno merodeando. Observó que, las temporadas en que es más común observarlos es a finales del otoño y principios del invierno. Son animalitos asustadizos que prefieren esconderse y rehuir la pelea, solamente cuando se ven acorralados y en peligro inminente es cuando hacen uso de su “arma pestilente”.

El sacerdote del Barco comenta que apreció la duración del hedor que producía esta arma del zorrillo en varias ocasiones las cuales ejemplifica: “una de ellas, cerca de la puerta, al sacarle de mi aposento colgado de la cola; lo cual fue bastante para que la madera de la puerta recibiese la impresión tan fuertemente que, por muchos días y aun semanas, se percibía al entrar y salir el hedor del zorrillo, no obstante, que la puerta caía al aire libre”.

Otra oportunidad fue esta: “en una ocasión despidió su arma junto a cierta vasija de metal de China y por el lado en que recibió la impresión la conservó tan tenazmente que, después de muchos días, la mano que tocaba aquella vasija quedaba infeccionada del mismo fetor. Traté de fregar y frotar despacio para que le perdiera y trayéndomela después, advertí que, aunque ya menos que antes, aún se percibía el hedor. Volvieron a repetir la operación fuerte, hasta que en fin le perdió”.

Con su mente analítica, el sacerdote da una explicación de cuál es el origen de esta extraña arma del zorrillo, que es tan efectiva para ahuyentar a todo aquel que intente provocar su ira. No olvidemos que los jesuitas durante sus estudios en los colegios recibían materias y leían libros sobre botánica y zoología lo que les ayudaba mucho cuando tenían que hacer sus informes sobre estos aspectos de la región donde les tocaba ejercer su ministerio.

La explicación que desarrolló el ignaciano fue la siguiente: “comúnmente se cree que este fetor proviene de la orina de este animalito. A mí me parece que no nace, sino de un flato que despide, de un aire espesísimo, el cual difundiéndose y mezclándose con el aire común que respiramos, no sólo le comunica su fetor, sino que experimenta que dentro de la circunferencia de algunos pasos, verbi gratia seis o más hacia todos lados en distancia de su origen, todo el aire se espesa y se engruesa, de suerte que aun por sólo este título parece que dificulta la respiración y casi se puede palpar”.

Durante su discurso sobre este tema Del Barco niega que el olor tan fétido provenga de la orina del animalito, ya que él no ha observado que cuando este animal lanza su “arma” queden gotas de orina en el suelo, además que para él es imposible que la orina líquida pueda transmitir ese fetor hacia el aire cercano al animal, por lo que concluye: “si esto fuera así, debía ser en tal cantidad —la orina— que a una ojeada, no pudiera escaparse a la vista, pero ésta nunca lo ha descubierto y así concluyo que no la orina, sino un flato causa el fetor del zorrillo”.

En la actualidad se ha podido comprobar que lo que produce el fuerte olor que secretan los zorrillos (mofetas) es un líquido producido por unas glándulas anales. Este líquido es expulsado con tal fuerza que logra llegar hasta dos metros de distancia, es por ello que en ocasiones sale “pulverizado” en pequeñas gotas que son difíciles de percibir a simple vista —y menos cuando es en la noche—. La sustancia activa de este olor tan desagradable (fetor) es el azufre.

Como apunte final les comento que Miguel del barco dejó asentado que el nombre que los cochimíes daban a este animal era “yijú”.

Bibliografía:

Historia natural y crónica de la Antigua California – Miguel del Barco.

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El legendario Método zahorí que se usó para encontrar agua en el Valle de Santo Domingo (I)

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Explicaciones Constructivas

Por Noé Peralta Delgado

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Desde tiempos antiguos, el ser humano siempre le ha interesado tener una fuente permanente de abastecimiento de agua, desde el momento que decidió dejar el nomadismo como forma de vida. Al estar cerca de los ríos o lagos es fácil recurrir a esta fuente de agua para poder satisfacer la sed, incluso, la siembra de cultivos necesarios para la alimentación, pero en lugares donde no hay agua superficial se descubrió que bajo la superficie terrestre o en los mantos de subsuelo a veces brotaba de manera extraña ¨ojos de agua¨, y fue aquí donde los primeros humanos sedentarios hicieron todo lo posible por descubrir si existían fuentes de agua por debajo de donde estaban asentados.

Según cuenta la leyenda que, en la antigüedad, Moisés se encontraba en pleno desierto de Sinahí cuando utilizó su bastón para tocar el suelo y cotejar si habría una veta de agua disponible en el subsuelo para cavar y satisfacer la sed del pueblo. Al encontrar agua, hizo uso de una técnica que aunque asombra sigue usándose actualmente, sobre todo en países subdesarrollados, y que se llama la Radiestesia, también llamada rabdomancia y más comúnmente como el Método de zahorí.

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El término zahorí significa que es una persona capaz de descubrir lo que está oculto, que piensan o sienten lo que otras personas no pueden y se le asocia, principalmente, con la habilidad de poder deducir si hay manantiales de agua en el subsuelo. Según se investigó en redes sociales, proviene del árabe zuharí y este del término azzuharah, que significa venus —a esta diosa se le atribuía el arte de adivinar.

Como quiera que sea, en la década de los sesentas, cuando se iniciaba con la gran apertura a tierras de cultivo del Valle de Santo Domingo, ubicado en el municipio de Comondú, en el Estado mexicano de Baja California Sur, esta práctica tuvo su apogeo entre varias personas, que incluso se volvió de una buena fama que después en toda la entidad eran solicitados sus servicios para indicar de manera precisa donde había una fuente abundante de agua en los mantos inferiores de la corteza terrestre. Esta práctica consiste en utilizar varas de árbol, dos varillas metálicas o incluso un péndulo, una vez en contacto con las manos de zahorí, le van indicando —mediante impulsos ¨magnéticos¨—, qué camino seguir en el monte, algo así como los aparatos para buscar tesoros enterrados.

Cuando se tiene mucha habilidad, se puede deducir que tan profundo se encuentra el venero de agua, incluso, dependiendo del movimiento que realicen las varas se puede saber que tanta corriente o gasto del vital líquido existe. En la actualidad, esta práctica aun continua a pesar de que ya hay técnicas científicas modernas para poder deducir con precisión donde se puede encontrar agua; en cierto modo, la cuestión económica es lo que más hace que las personas o rancheros opten por no contratar los servicios de un geólogo o técnico especialista en estudios de las capas terrestres.

Lo más curioso de este método es que, no a cualquier persona se le da el don de poder deducir donde existe la posibilidad de extraer agua, también son muy pocas las que van mejorando con el tiempo su habilidad para ¨leer¨ y decir con gran aserción donde se puede construir un pozo de extracción. Los científicos no creen en esta técnica y la catalogan como una pseudociencia que no existe, según ellos, una prueba que demuestre su veracidad y creen que su resultado es una adivinación al azar, que en cualquier superficie de la corteza terrestre se puede hallar agua en el subsuelo, eso sí, a mucha profundidad y en cantidades variadas que sería difícil no atinar.

Según los que se dedican a la radiestesia —sobre todo en países africanos—, existen aparatos que miden la vibración del agua del subsuelo y se revisó en páginas de ventas por internet tienen demanda y ya se pueden comprar en línea. Estos aparatos son la varilla de Hartmann y la Antena Lecher.

En el Valle de Santo Domingo, según pláticas, la mayoría de los pozos de riego que se abrieron en los inicios de la región fueron explorados por personas zahoríes que se dedicaban a la excavación de pozos y que en la actualidad, la mayoría de sus excavaciones aún extraen suficiente agua, con la excepción de algunos casos que el vital líquido se está encontrando a más profundidad.

Las ¨herramientas¨ más usadas por los zahoríes comundeños son una especie de horqueta de olivo o mango, la cual se corta a una medida que se pueda acoplar en ambas manos y se deja un tercer brazo libre con el que se indica hacia donde se debe caminar en busca del agua, llegado el momento de indicarnos, se mueve en sentido hacia la tierra con una fuerza, que muchas veces vence a la persona que lo trae. El tamaño, el tipo de árbol, la edad del árbol y el tiempo que pasa desde que se corta la rama que se usa como buscador de agua, es un verdadero estudio y habilidad del zahorí; y es que dependiendo de estas características es el éxito obtenido para hallar el yacimiento de agua.

Foto ilustrativa de Internet

En el Valle de Santo Domingo se ha tenido mucho éxito en encontrar agua del subsuelo, principalmente, en las cuencas que forma en los arroyos de Las bramonas, Buenos Aires y Santo Domingo, es por obvias razones, al ser superficies de gran escurrimiento en tiempos de lluvias, se cree que el agua se filtra por sus capas haciendo más abundante el líquido subterráneo en esos lugares. Donde no se ha podido conseguir extraer de buena calidad y en cantidades suficientes es la zona sur del extenso valle, aun a pesar de tener un gran reservorio natural como lo es el llano o laguna de Hiray.

Ya con estudios científicos, se tienen dos principales análisis de hallar agua en el subsuelo. Según la hidrogeofísica, que es la rama de la geofísica que se encarga de estudiar los recursos hídricos utilizando aparatos de medición tanto de corriente continua eléctrica, como reactividad por vía magnética, con ello se puede saber con certeza como están compuestas cada una de las capas terrestres hasta cierta profundidad y la existencia de agua u otros elementos fluidos.

A pesar del avance de la ciencia, las técnicas humanas a base del empirismo —y a veces con un poco de chamanismo—, siempre van a tener gran aceptación entre la población ya que se aplica el hecho de que con fe y el buen tino del zahorí se puede hallar una buena respuesta desde las entrañas de la tierra. Es lo que pasó y sigue pasando en la localización de pozos de agua en el Valle de Santo Domingo.

Escríbenos:

noeperalta1972@gmail.com

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El significado de la muerte entre los californios

FOTO: Internet

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

La Paz, Baja California Sur (BCS). Cuando cesan las funciones vitales en una persona, se disparan una serie de actos por parte de quienes lo rodean que van desde el llanto, sentimientos de dolor y tristeza, hasta complejos rituales en donde lo que se pretende es demostrar a los demás integrantes del grupo que se sigue una “tradición” para homenajear los restos de la persona que los abandonó. Lo antes descrito también se vivió en la California, pero con los sesgos característicos de los diferentes grupos que la habitaron.

Debido a que los naturales de California no lograron desarrollar la escritura, la forma en la que han llegado hasta la actualidad una reseña de sus costumbres y creencias, es a través de los escritos de los sacerdotes misioneros y los exploradores que pasaron largas temporadas entre ellos. Muchos de estos documentos han llegado a convertirse en libros que su lectura se convierte en obligatoria para aquellos que deseamos profundizar en el conocimiento de nuestra tierra ancestral, pero todavía una gran cantidad de manuscritos esperan a ser recuperados de archivos, bibliotecas y demás repositorios en donde esperan impacientes por develar la información que contienen.

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El jesuita Ignacio María Nápoli nos comenta “porque ellos —los guaycuras—, no suponen muerte natural, solamente dicen que se muere de hechizo”. Esta apreciación la pudo hacer cuando se encontraba de visita en el puerto de La Paz y tuvo oportunidad de convivir con los naturales que estaban siendo catequizados en la misión donde el padre Jaime Bravo era su misionero. En este sitio también pudo presenciar la forma en que se realizaban las exequias de los que morían: “lloraron sus parientes y le quemaron la casita de ramada —así hacen cuando muere uno para que no se mezcle en los otros el mal hechizo—, como también el arco, flecha y sus trastecitos. Se les mandó que no los quemen como hacían antes y se dispuso la sepultura, pero ellos no querían que se sepultara derecho, porque es sólo privilegio de los que mueren flechados en pelea, los otros se queman o se entierran retorcidos”.

Como es bien sabido, entre los grupos humanos es común que el conocimiento empírico se vaya sistematizando y transmitiendo de generación en generación, creando una especie de repositorio oral que ayuda a resolver ciertas situaciones cotidianas sin necesidad de recurrir a nuevas estrategias de experimentación en sus soluciones. Tal era el caso de incinerar los objetos personales y la vivienda de una persona que acababa de fallecer, así como enterrar sus despojos mortales. Con lo anterior se evitaba que, en caso de que la causa de fallecimiento fuera una enfermedad contagiosa, se propagara entre los demás integrantes del grupo. El enterrar o cremar el cadáver también era una medida de antisepsia, ya que con ello se evitaba que se esparcieran las bacterias dañinas y malos olores durante el proceso de descomposición del cuerpo.

Como ya mencionamos, los complejos rituales funerarios incluyen prácticas que son más atribuibles a creencias o simbolismos espirituales y no a emerger de una función utilitaria. El hecho de que destinaran el entierro solamente para aquellos que hubieran muerto “flechados en pelea”, y que su cuerpo fuera “retorcido” antes de colocarlo en la tumba, obedecía más a las creencias espirituales que como ya se mencionó, a un fin práctico. En otro artículo publicado en este medio traté ampliamente la forma en la que se realizaban los entierros entre los californios.

Sobra decir que cada uno de los que dejaron asentadas por escrito sus observaciones sobre ellos, lo hizo desde su particular óptica e interpretación, y a pesar de que en algunas de sus frases hacen generalizaciones diciendo que todos los naturales hacían tal o cual cosa, se ha demostrado que no era así. Había diferencias tangibles entre rancherías e incluso entre familias en cuanto a los usos y costumbres.

Otro de los sacerdotes que comenta sobre cómo se apreciaba la muerte por parte de los guaycuras fue el ignaciano Juan Jacobo Baegert el cual nos dice lo siguiente: “es de temerse que entre los que caen enfermos en el campo y no son llevados a la misión, haya algunos que sean enterrados vivos, especialmente, cuando se trata de ancianos o de personas que tienen pocos parientes, pues acostumbran cavar la fosa dos o tres días antes que se aproxime la agonía del enfermo; parece que les es molesto quedarse sentados al lado de un viejo, aguardando su fin, ya que desde hace tiempo ya no sirve para nada o sólo les es un estorbo y que, de todos modos ya no podrá seguir con vida”.

Tal vez sea cierto en algunos casos esta apreciación, sin embargo, sabemos por otros escritos que los enfermos eran cuidados con esmero, se llamaba a los hechiceros para que los curaran, y en caso de fallecimiento se vivía un duelo por varios días en donde los familiares y personas cercanas al difunto demostraban su dolor y tristeza por su muerte. En otro párrafo nos comenta: “a una anciana ciega y enferma, los cargadores le retorcieron el pescuezo para no cargar con ella unas cuantas leguas más, hasta la misión. Otro individuo murió asfixiado, porque, para protegerlo de los mosquitos que nadie quiso ahuyentarle, le cubrieron de tal manera que le cortaron la respiración”.

Es probable que estos hechos narrados hayan ocurrido, aunque en desagravio de quien piense que nuestros guaycuras de la misión de San Luis Gonzaga Chiriyaquí eran unos desalmados, les diré que en muchas culturas nómadas, en donde permanecer por mucho tiempo en un sitio cuidando a un enfermo, les representaba una pesada carga puesto que les impedía seguir consiguiendo el escaso alimento y agua, también ponía en peligro de muerte a todos los integrantes, es común que se abandone a los viejos, heridos y enfermos. Es una cuestión de supervivencia del grupo.

Otro de los rituales que realizaban casi todos los grupos que habitaban la California era el que a continuación describe, con su muy particular estilo burlesco y socarrón, el sacerdote Baegert: “con respecto a su conciencia y a la eternidad, los californios, hasta donde he visto y sabido, se sienten perfectamente tranquilos durante su enfermedad, y mueren, como si el cielo no pudiera faltarles. Tan pronto como despiden el alma, se levanta una terrible gritería entre las mujeres que están presentes y entre todas las que no lo están, tan pronto como les llega la noticia. Pero a nadie se le nota un ojo húmedo, si no es a los parientes más cercanos, y todo resulta pura ceremonia”. Del llanto y gritería que hacían hombres y mujeres al fallecer un familiar o amigo cercano, eso ha quedado escrito en varias descripciones.

Finalmente, Baegert nos narra cómo es que algunos catecúmenos que vivían a los alrededores de su misión visualizaban el ser sepultados bajo el ritual de la iglesia católica: “¿quién, pregunto, se imaginaría que algunos de entre ellos sienten horror y repugnancia ante la idea de ser enterrados conforme a la usanza católico-cristiana? Había yo observado que algunos hombres, todavía bastante fuertes aunque peligrosamente enfermos, no querían dejarse conducir o llevar a la misión, donde hubieran recibido mejor trato para el cuerpo y el alma. Pedí explicaciones y se me dijo que significaría burlarse de los muertos, si se les enterrase con el repique de las campanas, con canciones u otros ritos cristianos católicos”.

Como nos hemos dado cuenta, al igual que en todas partes del mundo, el proceso de aculturación que se vivió en la California fue muy semejante al de otras partes. Hubo una reinterpretación de las enseñanzas religiosas que les mostraban los misioneros, un sincretismo que, paulatinamente, fue desapareciendo conforme los californios más viejos fueron muriendo, aquellos que habían crecido formado con sus prácticas antiguas, que fueron catequizados posteriormente y dieron paso a las nuevas generaciones que ya habían nacido y crecido formadas “a toque de campana”, en donde nada sabían sobre sus antiguas creencias.

Bibliografía:

Noticias de la península americana de California – Juan Jacobo Baegert

Tres documentos sobre el descubrimiento y exploración de Baja California por Francisco María Piccolo, Juan de Ugarte y Guillermo Stratford. Roberto Ramos (comp.).

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