Los mitos de la virginidad

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Sexo y psique

Por Andrea Elizabeth Martínez Murillo

La Paz, Baja California Sur (BCS). La virginidad es un concepto muy extendido en nuestra sociedad, se le han atribuido características como la pureza e inocencia y se ha permitido que se le otorgue un valor — en ocasiones monetario— a quien la posee. Pero, ¿por qué se le ha dado tanta importancia a este concepto?

En la obra de Engels “El origen de la familia, la propiedad privada y el estado”, nos deja vislumbrar el cómo la virginidad pasó a ser importante en la sociedad occidental: una vez que el ser humano dejó de ser nómada y comenzó a acumular bienes, tenía que asegurarse que esos bienes y propiedades se quedaran en su dominio aunque falleciera, por lo que, el tomar a una mujer virgen como esposa aseguraba que la descendencia era del patriarca y, por lo tanto, los hijos de esta unión serían sus legítimos herederos. No obstante, revisando la historia de la humanidad, de la virginidad se han servido para más que eso.

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Desde la época de los griegos se esperaba que las mujeres llegaran vírgenes al matrimonio (es importante mencionar que la edad para contraer matrimonio rondaba los 12 años, aunque hay narraciones que cuentan las bodas entre niños de seis). Para Grecia, era preponderante que cada familia le otorgara al menos tres hijos al Estado, por lo que las uniones matrimoniales poco tenían que ver con el amor, eran más una obligación, ya que en el mundo griego, salvo en Esparta, la mujer no tenía más valor que como procreadora de hijos. Es aquí, momento clave en la historia de la mujer, donde se le prohíbe decidir sobre los hijos que deseara parir, ya que estos hijos en realidad eran vistos únicamente como los futuros y muy solicitados soldados. Aunado a esto, se creía que las vírgenes encerraban en su sangre el poder de la fecundidad, lo que produjo que en épocas de hambre se recurriera a inmolarlas.

Posteriormente, en Roma, los hijos se consideraban una propiedad del paters familia (padre de familia), éste incluso podía asesinarlos en caso de que los hijos lo desobedecieran, no es de extrañar que el crimen número uno en esa sociedad fuera el parricidio. En esta época, la mujer se convirtió en moneda de cambio para transacciones y/o compra de diversos bienes, ya que siempre le pertenecía a un varón, ya fuera a su padre que la intercambiaba por una dote o a un esposo que podía prestarla a otro varón para que procreara a los hijos de éste y luego volver al lado de su dueño.

Muchos años después, ya con la religión católica instaurada en la mayoría del mundo occidental, se le concedieron poderes divinos a la virginidad. Si uno tiene la curiosidad de comparar las diversas biblias que existen, podrá encontrar diferencias significativas entre las vidas de los personajes descritos, así pues, en algunas se relata como María tuvo hijos con José, mientras que en otras biblias católicas — todo depende del año de impresión— aseguran que esto jamás pasó. Pero lo que sí sucedió, fue una exacerbación de la virginidad en las mujeres que debían seguir el ejemplo de María y consagrarse a un solo varón durante toda su vida, porque, claro, el tema de la virginidad está ligado al de la monogamia.

Detrás de esta brevísima historia de la virginidad femenina, podemos comprender de dónde viene el arraigo social por preservar la virginidad como un tesoro, ya que en occidente se ha convertido en garantía de la integridad física y moral. Y como dice Héctor Gallo: “Que una mujer no lleve al matrimonio el recuerdo del goce sexual con otro hombre, equivale para el elegido la eliminación de un competidor inmediato en el plano del deseo sexual… la certeza de ser el primero en satisfacer los deseos amorosos de la pareja, aporta un sentimiento de orgullo y seguridad”. Lo anterior ha permitido que el día de hoy mantengamos algunos mitos sobre la virginidad:

  • “Un himen intacto es prueba de virginidad”. El himen es una membrana delgada que suele cubrir la abertura de la vagina. Se ha asociado a la virginidad debido a la falsa creencia de que se rompe al momento de tener una penetración. Sin embargo, hay mujeres que nacen sin himen o con un himen elástico, incluso hay algunos que se regeneran a las pocas semanas. Además, al ser una membrana tan delgada, se va debilitando con el paso de los años hasta llegar a desaparecer, se haya presentado o no una penetración. Por otro lado, el ejercicio puede causar que el himen se abra sin que esto represente “la pérdida de la virginidad” y, caso contrario, una vez mantenida una relación sexual con penetración puede que el himen no se rasgue y quede intacto.
  • “Si eres virgen, deberás sangrar y sentir dolor en tu primera relación sexual con penetración”. Falso. La mayoría de las veces, cuando se presenta sangrado en la relación sexual es por la rapidez, inexperiencia o poca importancia que le da la pareja sexual al coito. Puede que la primera vez duela, pero no significa que siempre será así o que aplica para todas las mujeres: en general, con una adecuada lubricación y paciencia, la primera relación sexual no tendría que ser dolorosa. Por otro lado, si se mantienen relaciones sexuales con penetración con una mujer menor de 16 años, las paredes vaginales de esta son más proclives a rasgarse si no se tienen los cuidados necesarios, ya que es común encontrar a mujeres que no han terminado de madurar sus pliegues vaginales a esa edad.
  • Pierdes la virginidad. Nuevamente, falso, la virginidad no se puede perder porque es algo que no existe en realidad, el ser humano se lo inventó como mecanismo de control y para justificar la cosificación hacia la mujer.
  • “Cuando una mujer tiene una penetración vaginal por primera vez, pierde su valor”. Este es, en lo personal, el mito que más me divierte, el creer que por introducir un pene en el cuerpo de la mujer, cambia lo que ella es y lo que vale como persona; este mito fomenta que no importa la inteligencia, la personalidad, los logros personales, la historia de vida y lo más importante, que es una persona, sosteniendo el hecho de que una mujer que sea penetrada pierde todo valor, y ya no es una mujer decente o atractiva para el matrimonio y, por ende, no sirve para formar una familia.

Como se mencionó anteriormente, la virginidad no existe, es un estado idílico que nuestra sociedad ha reforzado a lo largo de nuestra historia para someter el goce sexual femenino. El atribuirle tanto poder a un concepto, ha privado a las personas de explorar todo un repertorio de placeres obtenidos de diversas formas, y no solamente a través de la penetración. Ha sido muy desafortunado genitalizar nuestra vida sexual y llenarla de prejuicios que solo han entorpecido nuestra sana vivencia de la sexualidad.

 

Bibliografía

  • Gallo, H. (1999). El tabú de la virginidad. Affectio Societatis Nº 5/
  • Irigoyen, R. (2014). Historia de la virginidad. Pigmalión ediciones.

 

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Sexo y psique

Andrea Elizabeth Martínez Murillo

Psicóloga y Sexóloga. Nació en la ciudad de La Paz, BCS, el 2 de noviembre de 1988. Licenciada en Psicología por parte de la Universidad de Guadalajara, Jalisco, en 2012 y futura maestra en Educación Sexual por parte de Centro de Educación y Atención en la Salud y la Sexualidad (CEASS) en Guadalajara, Jalisco. Ha sido docente de Bachillerato desde 2015 y responsable de dos planteles de Educación Media Superior. Ha impartido talleres a estudiantes y docentes por todo el estado a la par de trabajar la parte clínica de la psicología.

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