Las cartas de Johann Baegert: La otra cara del libro negro de la California (I)

image_pdf

 

Colaboración Especial

Por Francisco Draco Lizárraga Hernández

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). El período jesuítico de la Antigua California, al igual que prácticamente toda la era colonial hispanoamericana, es un tema lleno de matices y que levanta pasiones en torno a los sucesos que ocurrieron, así como también, hacia los personajes que participaron en ellos. En el caso de la historia de la península de Baja California, dentro de toda la miríada de misioneros que peregrinaron por estas tierras, el que sin lugar a dudas ha generado más opiniones encontradas, es el alsaciano Johann Jacob Baegert. El ilustre autor de la clásica obra Historia de Baja California, don Pablo L. Martínez, nunca se cansó de decir que la magnum opus de éste jesuita alemán, Noticias de la península americana de la California, representaba el libro negro de todas las crónicas misionales de la Antigua California.

La opinión de don Pablo L. Martínez, no es del todo infundada ya que, tomando en cuenta el tono lapidario y mordaz de la obra del padre Baegert, es posible percatarse que éste sacerdote alemán poseía un carácter ríspido y furibundo, además de transmitir una amarga frustración sobre lo que él percibía como el fracaso de las misiones; ante esto, el ilustre historiador sudcaliforniano escribió que el testimonio del alsaciano permite darnos cuenta de que el religioso estaba inconforme con su profesión de fe. Para el lector aficionado a la historia de la península de Baja California, especialmente para los que son oriundos de la región –como lo era el caso del profesor Martínez–, puede resultar bastante impactante, e incluso cruel, leer las tan amargamente famosas primeras líneas del libro de Baegert, que dicen: Todo lo concerniente a la California es tan poca cosa, que no vale la pena alzar la pluma para escribir algo sobre ella. De miserables matorrales, inútiles zarzales y estériles peñascos; de casas de piedra y lodo, sin agua ni madera; de un puñado de gentes que en nada se distinguen de las bestias, si no fuera por su estatura y su capacidad de raciocinio, -¿qué gran cosa debo, qué puedo decir?.

También te podría interesar: Las sergas de Scammon, o la caza de ballenas en la Sudcalifornia (II)

A causa de todo esto, la mayor parte de los aficionados y conocedores de la historia de la California se imaginan al padre Johann Baegert como un sacerdote amargado, colérico, socarrón y misántropo, en otras palabras, un misionero oscuro. No obstante, cuando uno lee con mayor detenimiento las Noticias de la península americana de la California, y se analiza la obra dentro del contexto de su época, uno comienza a percatarse de que el alsaciano no buscaba simplemente lamentarse de los 17 años que pasó como misionero entre los guaycuras, en la misión de San Luis Gonzaga, y de paso hacer una feroz diatriba contra la península y sus habitantes; más bien, lo que buscaba era desmentir las falsas noticias que se tenían en Europa sobre la California que, tal vez, aún bajo la influencia de las novelas de caballerías y los testimonios apócrifos de presuntos exploradores, se pensaba que era un país próspero, con clima inmejorable y bastante poblado. Obviamente, esto último era absolutamente espurio, empero, los cronistas jesuitas españoles que nunca visitaron la península, como los padres Miguel Venegas y Francisco Xavier Clavijero, y aun los que sí vivieron muchos años aquí, como Miguel del Barco y Fernando Consang, jamás se dedicaron a desmentir estos falsos rumores sobre las presuntas riquezas californianas en sus respectivos reportes y obras. Por el contrario, algunos de ellos, como el padre Venegas, mantuvieron en sus crónicas muchas de las inexactitudes y errores que circulaban en Europa sobre la California durante el siglo XVIII.

Baegert, por su parte, con su talante acucioso y directo, no dudó en alzar su pluma y refutar todas estas falsas noticias sobre la California. Asimismo, se atrevió a reprender y corregir a sus colegas españoles –tanto peninsulares como nacidos en América–, esto al decir que sus crónicas californianas eran, en palabras suyas, tomos gruesos que contienen toda clase de descripciones y datos innecesarios, traídos por los cabellos y exagerados por medio de palabras rimbombantes. De esta manera, alejándose de todo el intrincamiento de las obras anteriores y adoptando un peculiar tono que oscila entre lo sarcástico y taciturno, el padre Johann Baegert, le dedicó poco más de 250 páginas a la península de la que no vale la pena alzar la pluma para escribir algo sobre ella. Con todo esto, la visión que don Pablo L. Martínez tenía sobre el libro de éste jesuita alemán, pareciera debilitarse.

No obstante, el profesor Pablo L. Martínez, quien dicho sea de paso era un aguzado estudioso de las crónicas jesuíticas sobre la Antigua California y que tenía una particular admiración por el padre Clavijero, jamás tuvo acceso a unos documentos que, de haberlos leído, posiblemente hubiesen cambiado sustancialmente su opinión sobre Johann Jacob Baegert: las cartas que éste sacerdote escribió a su familia, especialmente a su hermano George, también jesuita, durante su apostolado en la península. El hecho que las epístolas del padre Baegert hayan llegado a nuestros días ya es un hecho sumamente destacable e, inclusive, azaroso, tanto, que pudiera considerarse casi un milagro, considerando todo el contexto en el que se preservaron inéditas durante casi 200 años. Para explicarlo, hace falta remontarse al momento de la expulsión de los jesuitas de la Nueva España, pasando por el retorno de Johann Baegert a su natal Alsacia y lo que sucedió luego de su defunción.

Una vez que los jesuitas fueron desterrados de los imperios borbónicos en 1768, es decir, de España y Francia, sus respectivos monarcas, Carlos III y Luis XV, dieron una dispensa a los ignacianos cuya nacionalidad no pertenecía a estos dos países, como lo eran Baegert y sus demás compañeros de origen alemán. Dicha excepción consistía en que a estos religiosos se les permitiría viajar a sus países de origen, a diferencia de los de origen español, francés o portugués, que fueron deportados directamente a Roma. En al caso específico del padre Johann Baegert y los demás jesuitas de origen alemán que misionaron en la California, como Franz Inama, George Retz y Lambert Hostell, en cuanto estos llegaron al puerto de Cádiz, España, se les separó de sus hermanos españoles y a los pocos días llegó una goleta de Flandes, en la que se embarcaron el 16 de marzo de 1769. El 13 de abril de ése mismo año, los misioneros alemanes llegaron al puerto de Ostende, Bélgica, y de ahí cada uno regresó a sus lugares de origen.

Desafortunadamente para el padre Baegert, su ciudad natal, Séléstat –Schlettstadt, en alemán–, estaba bajo el dominio de la corona francesa, al igual que el resto de Alsacia, así que no le fue permitido permanecer mucho tiempo en ella; sin embargo, esta breve estancia le sirvió para consultar las cartas que le había enviado a su familia a lo largo de su apostolado en la California, mismas que le sirvieron como base para la redacción de su obra Noticias de la península americana de la California. Esto último puede notarse al comparar la correspondencia privada del sacerdote con su libro ya que existen pasajes que son prácticamente idénticos entre ambas obras, empero, sus cartas poseen un tono mucho más personal e intimista que su crónica.

Luego de dejar por última vez su amada Alsacia, el padre Johann Baegert se estableció en la pequeña ciudad alemana de Neustadt an der Weinstraße, en la región del Bajo Palatinado. Ahí, el veterano sacerdote se instaló en el colegio que la Compañía de Jesús tenía en ésa ciudad, sirviendo como confesor, director espiritual y profesor de teología, trayéndole cierto consuelo a su ánimo tan dolido luego de su deportación. Durante éste tiempo, Baegert entró en contacto con las obras que versaban sobre la California y que ya estaban en circulación en Europa. Naturalmente, estas no fueron de su agrado y, como ya se mencionó, se empeñó en escribir su propia crónica a partir de, en palabras de él mismo, única y exclusivamente de mi propia experiencia, […], lo que me ha pasado a mí en persona; lo que vi y como lo vi yo mismo, o que he oído de las personas que vivieron conmigo en California. De igual manera, en el prólogo de sus Noticias, el padre Baegert aclara que también ha sido impulsado por sus amigos, familiares y compañeros de Orden para escribir su libro ya que ellos, al haber leído las cartas que les había enviado años antes, pronto se percataron de todas las falsedades que se decían de la California.

Después de dos años de trabajo, en 1771, se publicó la primera edición de las Noticias de la península americana de la California en la ciudad de Mannheim, Alemania. La obra fue muy bien recibida y pronto se tradujo al francés en Estrasburgo, en su natal Alsacia. Gracias a esto, Johann Baegert elaboró una segunda edición de su obra en la que agregó todo un anexo intitulado Noticias falsas sobre la California, misma que fue publicada en 1773; muy desafortunadamente, el jesuita alsaciano ya no pudo verla publicada ya que falleció en Neustadt el 22 de septiembre de 1772, a los 54 años de edad, siendo sepultado en las criptas de la iglesia ignaciana de esta ciudad.

Luego de su defunción, las cartas del padre Baegert pasaron a manos de uno de sus hermanos, el sacerdote diocesano Franz Xavier Baegert, quien era párroco de la Dürningen, un pueblo de Alsacia. Una característica interesante es que su hermano Franz se quedó tanto con las cartas originales, escritas casi todas en latín, como era costumbre en la correspondencia de los jesuitas de la época, así como con las traducciones al alemán que hizo su otro hermano jesuita, George. Una vez que organizó todo el corpus de epístolas, el padre Franz hizo un juego de copias de las traducciones al alemán que se lo envió a su único hermano que quedaba con vida, fray Stanislaus Baegert, sacerdote capuchino, quien residía en Estrasburgo y pudo enviar la correspondencia de su finado hermano a periódicos y editoriales locales para su eventual publicación. Tristemente, fray Stanislaus falleció a finales de 1772, lo cual demoró la publicación de las epístolas del padre Johann varios años. Casi un lustro después, en 1777, el padre Franz Baegert pudo publicar por partes una de las cartas de su difunto hermano –la primera que escribió estando en la California– en un semanario de Estrasburgo, Der Patriotische Elsässer, el Patriota Alsaciano en castellano.

Según consta dentro de los archivos de ése mismo periódico, la carta del padre Johann Jacob Baegert tuvo una gran aceptación por parte de los estrasburgueses y, al final del número donde en el que su publicó la última parte de esta epístola, el editor del semanario anunció a sus lectores que se publicarían más cartas escritas por éste jesuita durante su apostolado en la California. No obstante, éste periódico dejó de circular a finales de 1777, razón por la cual las demás cartas del misionero alsaciano quedaron inéditas. Un año después, el padre Franz Xavier Baegert falleció en el pueblo donde era párroco y, al no haber descendencia de ninguno de los hermanos Baegert, las cartas del padre Johann pasaron a manos de un pariente de ellos por vía materna, el abad Johann Adam Scheideck, un fraile dominico y quien estaba a cargo de un asilo de ancianos en Séléstat, el pueblo natal de los Baegert.

Por lo visto, el abad Scheideck no tuvo mucho interés en publicar las demás cartas de su pariente, pero sí consiguió encuadernar uno de los juegos de copias, el cual se ha conservado hasta la actualidad. Con el estallido de la Revolución francesa en 1789, y aún más con la cruenta persecución anticlerical que se vivió en Francia a partir de 1793, el abad escapó a Suiza, llevando consigo el manuscrito encuadernado. Aunque no se sabe a ciencia cierta, es altamente probable que las cartas originales escritas por el padre Johann Baegert, así como las traducciones y copias hechas por sus hermanos, hayan sido confiscadas por parte de los revolucionarios franceses al considerarlas como propiedad de la Iglesia.

Si éste fue el caso, la correspondencia del misionero alsaciano fue enviada a la Biblioteca Municipal de Estrasburgo, donde muy probablemente fueron consumidas por el fuego durante el gran incendio de éste recinto en 1870, en el cual se perdieron tres cuartas partes de los documentos que atesoraba. Esto explicaría por qué no se conserva ningún registro ni copia de las cartas originales en Alsacia o en las diócesis circundantes. Además, en caso de que las originales hayan permanecido en el colegio jesuita de Mannheim, difícilmente pudieron haber sobrevivido al masivo bombardeo que sufrió esta ciudad durante la Segunda Guerra Mundial, el cual destruyó todo su centro histórico, que es donde se encontraba el colegio de la Compañía de Jesús. En pocas palabras, lo más seguro es que las cartas originales del padre Johann Jacob Baegert ya no existan.

En lo que respecta a la copia encuadernada del abad Johann Adam Scheideck, éste regresó a Séléstat en 1800 luego de que Napoleón iniciara negociaciones con el papa Pío VII para regularizar la situación de la Iglesia en Francia y restablecer relaciones diplomáticas con los Estados Pontificios. A los pocos años falleció el abad Scheideck, luego de lo cual el paradero de su juego de copias se pierde por un buen tiempo. Después, se tiene registro de que éste manuscrito llegó a manos de un tal profesor Kirschleger, botánico de la Universidad de Estrasburgo, hacia la segunda mitad del siglo XIX. Luego de su defunción, su viuda donó las cartas a la Biblioteca Municipal de Estrasburgo en 1872, donde permanecieron un siglo sin alteración hasta que en 1972 se les hizo una copia en microfilme. A partir de esta última, en 1982, el historiador estadounidense Doyce B. Nunnis y la profesora alemana Elsbeth Schulz-Bischof elaboraron la primera y única edición de las cartas del padre Johann Baegert, traduciéndolas del alemán al inglés. Considerando todo lo anterior, realmente es casi un milagro se haya conservado hasta el día ése manuscrito encuadernado del abad Scheideck, sin el cual no se pudiera conocer la correspondencia que Johann Jacob Baegert mantuvo con su familia durante su apostolado, misma que es una ventana hacia el interior de la mente de éste controvertido jesuita alemán.

Continuará…

Bibliografía:

Baegert, J.J. (2013). Noticias de la península americana de la California. La Paz: Archivo Histórico Pablo L. Martínez.

Clavijero, F.X. (2007). Historia de la Antigua o Baja California. Ciudad de México: Editorial Porrúa.

Crosby, H.W. (1994). Antigua California: Mission and Colony on the Peninsular frontier, 1697-1768. Albuquerque: University of New Mexico Press.

Martínez, P.L. (2011). Historia de Baja California. La Paz: Instituto Sudcaliforniano de Cultura.

Martínez-Morón, N. (2018). La California de Baegert. La Paz: Instituto Sudcaliforniano de Cultura.

Nunis, D.B. (1982). The letters of Jacob Baegert 1749-1761: Jesuit missionary in Baja California. Los Ángeles: Dawson’s Bookshop

Ponce-Aguilar, A. (2011). Misioneros jesuitas en Baja California, 1683-1768. Tijuana: Bubok Publishing.

__

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.

Compartir en
Descargar
   Veces compartida: 37

Colaboración Especial

Francisco Draco Lizárraga Hernández 

Egresado de la licenciatura de biología marina en la UABCS. Nacido el 14 de diciembre de 1998, originario y criado en Mazatlán, Sinaloa. De vocación científica, pero con inclinaciones humanísticas, se considera un bibliófilo empedernido, así como un devoto del laboratorio. Mención Honorífica en el Primer Certamen de Ensayo de Divulgación sobre Temáticas Sociales y Ecológicas: “Mtro. Luis Alberto González Sotomayor” de la UABCS.

Compartir
Compartir