La doble discriminación contra la mujer lesbiana

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Sexo + psique

Por Andrea Elizabeth Martínez Murillo

La Paz, Baja California Sur (BCS). Este lunes ocho de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer, una fecha que busca reivindicar la lucha de las mujeres por la equidad de género. Este largo caminar tiene ya varios años de existencia y es gracias a las redes sociales que encontramos cada vez más cobertura y expansión. Ahora ya es común leer y escuchar el grito de Ni una menos y ni una más, de mujeres manifestándose y exigiendo lo que por derecho es propio: seguridad y una vida y trato dignos. Y, aunque suene obvio, este grito desesperado engloba a todas las mujeres, lesbianas, bisexuales y mujeres trans, a todas aquellas que siendo mujeres no son reconocidas por sus mismos grupos de apoyo o por nuestra sociedad. Pero, ¿de dónde viene esta invisibilidad?

Para abordar el tema, recordemos que las mujeres lesbianas son aquellas que experimentan atracción sexual, romántica o emocional por otras mujeres. El término lesbiana es mucho más adecuado que homosexualya que tiene un componente político de visibilización de las mujeres que gustan de las mujeres. Es importante mencionar que el lesbianismo es una orientación sexual, así como la homo y heterosexualidad y es diferente de la identidad de género, que es el grado en que cada persona se identifica como masculina o femenina. Es por esto, que encontramos a mujeres lesbianas que son muy femeninas y otras que no se apegan a este concepto, lo que no significa que se crean o se sientan hombres.

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Ahora bien, históricamente, las mujeres lesbianas han sufrido múltiples discriminaciones:

  1. Por ser mujeres y vivir en una sociedad heteropatriarcal, que las obliga a vivir bajo la sombra de un hombre y les impone roles muy específicos como el de madre, cuidadora y dedicada al hogar. Menciona Josefina Lyon “la mujer no se ve como una sujeta deseante y se entiende que la lesbiana, como no es madre o no tiene hijos, no tiene sexo”. En el imaginario social, la mujer que no sirve para tener hijos, se convierte automáticamente en la cuidadora, ya sea de los padres o de los hijos de hermanos/hermanas y agregados, abnegadas y prohibidas en su sexualidad. La única mujer que tiene permitido no tener hijos es aquella que se va al convento y le sirve de por vida a otro hombre”.
  2. Por tener una orientación sexual considerada como inexistente o desvalorizada, a diferencia de la homosexualidad masculina — que no ha sido aceptada pero si reconocida—. Se mantiene la creencia de que, lo que las hace lesbianas es que no han probado a un buen hombre, pensamiento que ha provocado la realización de prácticas barbáricas como las violaciones correctivas con el objetivo de cambiar la orientación sexual de la víctima o curarlas de su lesbianismo. Lo terriblemente preocupante de esto, es que, en muchas ocasiones, es la propia familia la que organiza esta violación para enderezar a la mujer, como lo señala la investigación “Estado de violencia: diagnóstico de la situación de las personas LGBTIQ”, donde se expone que, en el 75% de los casos de violencia familiar, se utiliza la heterosexualidad obligatoria como mecanismo de control.  Aquí también se moviliza una herida narcisista en los hombres: ¿cómo no le voy a gustar?, o la distorsión cognitiva de yo la voy a hacer mujer, como si un pene definiera lo que es ser mujer.
  3. Por su identidad o rol de género que se aleja del típico concepto de feminidad. Existen lesbianas con roles de género tradicionalmente masculinos, donde se visten y actúan como los hombres de nuestra sociedad, sin embargo, esto no significa que se sientan hombres, simplemente prefieren ese tipo de ropa y forma de actuar.
  4. Por pertenecer a un colectivo que, en el fondo, sigue siendo machista. Una de las grandes quejas de las mujeres lesbianas es que en el movimiento LGBTTTIQALesbianas, Gay, Bisexuales, Travestis, Transexuales, Transgénero, Intersexuales, Queer y Asexual— son solo la pura letra, ya que no están visibilizadas como voceras de los movimientos, como mujeres que tienen organizaciones propias y que siguen luchando para que desde ambos lados se respeten sus derechos.

Todo esto es dado por una sociedad que no concibe la posibilidad de que existan relaciones sexuales y/o emocionales en donde no haya un hombre o un pene de por medio, incluso, es sumamente frecuente escuchar preguntas del tipo “¿y quién es el hombre de la relación?”, “¿quién lleva los pantalones?”, o “¿quién es la activa?”. Para empezar, esas preguntas no se le hacen a las parejas heterosexuales, es como preguntar en el primer encuentro si te gusta que te metan el dedo en el ano, es algo sumamente personal que no le debería de importar a los demás; por otro lado, se sigue reproduciendo la idea de que una de las dos tiene que ser el hombre y esto no es así, el lesbianismo es reconocer que eres mujer y te gustan las mujeres. Y no, no se da porque un hombre les haya roto el corazón o se hayan llevado muchas decepciones, es una orientación sexual al igual que la heterosexualidad.

Gran parte de esta invisibilidad se debe a que la sexualidad de las mujeres a lo largo de la historia ha sido construida en su mayoría por hombres, que han estudiado estos movimientos con todos los prejuicios, ignorancia e indiferencia que su machismo les permite ver. Y es que, hablar de ellas, las lesbianas, significa dar por hecho que hay otras formas de vincularse con las personas que no es la heteronormada, hay matrimonios, parejas, triejas lésbicas que funcionan, son estables y llevan la crianza de forma adecuada, porque la orientación sexual no tiene nada que ver con la capacidad de formar lazos afectivos o de criar a hijos propios o ajenos.

 

También es aceptar que los hombres no son indispensables para el goce sexual femenino, lo que al parecer los ha puesto a temblar. Como muestra, tenemos las reacciones tan curiosas que se despertaron en torno al uso de un succionador de clítoris en el mercado, en donde varios hombres se sintieron intimidados por la respuesta tan alegre de las mujeres por este nuevo compañero sexual.

Son por todas estas razones y varias más, que las mujeres lesbianas siguen siendo relegadas de la vida pública, perseguidas y atormentadas por una sociedad que, dentro y fuera de los colectivos LGBTTTIQA, no las ha terminado de entender y mucho menos de aceptar. Es momento de parar la lesbofobia — discriminación, odio y/o rechazo hacia las lesbianas — y aceptar que son personas con una orientación sexual diferente a la norma y que eso está bien. Aprovechemos la coyuntura que nos brinda este próximo ocho de marzo: grita, lucha, alza la voz por todas las mujeres, no solo las que son convenientes para esta sociedad.

Bibliografía

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AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.

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Sexo + psique

Andrea Elizabeth Martínez Murillo

Psicóloga y Sexóloga. Nació en la ciudad de La Paz, BCS, el 2 de noviembre de 1988. Licenciada en Psicología por parte de la Universidad de Guadalajara, Jalisco, en 2012 y futura maestra en Educación Sexual por parte de Centro de Educación y Atención en la Salud y la Sexualidad (CEASS) en Guadalajara, Jalisco. Ha sido docente de Bachillerato desde 2015 y responsable de dos planteles de Educación Media Superior. Ha impartido talleres a estudiantes y docentes por todo el estado a la par de trabajar la parte clínica de la psicología.

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