La ciencia detrás de las armas biológicas (VI)

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La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). En 1965 el ejército de los EU diseminó la bacteria Bacillus globigii (Ahora B. atrophaeus) en el aeropuerto y la terminal de autobuses Greyhound en Washington, D. C.

En 1966 la diseminó por los tubos del metro de Nueva York para evaluar el número de infectados en horas pico. Asimismo, el ejército inoculó varios agentes infecciosos como vacunas a voluntarios que debían dar su consentimiento llenando la siguiente forma:

(Tomado de Smart, 1997)

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Note el lector que, entre otros, se inoculaba a los “pacientes” alfavirus de RNA que provocan Encefalitis Equina Venezolana. Este virus se transmite principalmente por mosquitos y afecta tanto a caballos y burros como a humanos. Sus síntomas son: escalofrío,  dolor  de  cabeza,  fiebre,  dolores  musculares, postración,  leves  movimientos  de  los  ojos, rigidez  de  la  nuca, astenia,  mareo, incapacitación  congestión conjuntival,  enrojecimiento facial, faringitis, linfadenitis cervical y distensión abdominal. 4 al 14 % de los infectados sufren de problemas neurológicos como convulsiones,  debilidad  motora,  parálisis e hinchazón del cerebro.

En los 70’s la Unión Soviética usó agentes biológicos en Afganistán, pero oficialmente lo negó pues había firmado el Tratado de Génova en 1928 y los ratificó en 1975, en donde fuentes gubernamentales declararon que la URSS no usaba armas biológicas. Sin  embargo, esto era una falacia leguleya pues los soviéticos consideraban los agentes biológicos como químicos y los desarrollaban en su programa de armamento sintético.

En abril de 1979 se desató una epidemia de ántrax en Sverdlovsk, en medio de los Urales. El gobierno explicó la causa por consumo de ganado infectado, pero la inteligencia de los EU sospechó de un accidente en los laboratorios de armas biológicas. Fue hasta 1992 que el presidente Boris Yeltsin admitió que esa epidemia fue provocada por investigaciones militares y que desinfectaron los laboratorios por cinco años.

En los 90’s creció el miedo a los ataques terroristas con armamento biológico. Después de los ataques químicos de la secta japonesa Aum Shinrikyo en 1994 y 1995, se supo que tenía preparado un helicóptero para diseminar botulismo y había tratado de conseguir virus del ébola de Zaire.

En 1995 un ciudadano de EU fue condenado a 33 meses de prisión por tener 0.7 g de ricino. El hombre era miembro del Concilio de Patriotas de Minnesota y su objetivo era envenenar a agentes federales. Ese mismo año, otra organización supremacista blanca trató de comprar cepas de Yersinia pestis.

En los 90’s EU, Rusia, Irak, China, Irán, Corea del Norte, Libia, Siria y Taiwán intensificaron sus programas sobre armas biológicas. Otros países como Cuba, Israel y Egipto negaron participar, pero se sospecha que comenzaron pruebas clandestinas.

La hipocresía es el sello del político, pues oficialmente los gobiernos alegan una y otra vez su posición en contra de estas armas, cuando destinan millones para su fabricación. Por ejemplo, en la Convención para la Prohibición de Armas Biológicas de Ginebra en 2016, el portavoz del gobierno chino expresó que su país se oponía terminantemente a este tipo de armamento. Intuyo su risa, lector.

En el 2005, el presidente de EU, George Bush Jr., alertó sobre una futura pandemia en el Instituto Nacional de Salud: “Podemos ayudar a que nuestra nación se prepare para otros peligros, como un ataque terrorista con armas química o biológicas. Los líderes de todos los niveles de gobierno tienen la responsabilidad de enfrentar peligros antes de que aparezcan y comprometan al pueblo de los EU respecto a la mejor manera de actuar. Es vital el que nuestra nación evalúe hoy la amenaza de una gripe pandémica”.  Note el lector su apelación a las armas biológicas.

Desde un punto de vista militar, estas armas son muy atractivas. Por ejemplo, si se usa ántrax en una zona urbana de 5 millones de personas, un avión que disemine 50 kg de aerosol provocaría de 100 mil a 250 mil muertes.

Por otro lado, el costo de las armas biológicas es menor al de las químicas y las nucleares; aunque su efectividad estratégica y táctica sea también menor respecto a ellas.

Para evaluar los agentes se considera la facilidad de producción; muchas bacterias y virus pueden producirse a gran escala por medio de técnicas modernas de fermentación. Algunos venenos, como el ricino, se consiguen de manera muy sencilla por su ubicuidad; en cambio otros, como la saxitoxina producida por algas y dinoflagelados, es tan rara que no se considera como candidata a producir armas de destrucción masiva. Según la inteligencia militar, el arma biológica ideal debe intoxicar a la víctima al inhalarse como la forma de diseminación más efectiva. Pero los agentes también pueden infectar mediante su ingestión por alimentos o agua, inyectados o absorbidos a través de la piel.

A continuación, se muestra un cuadro sobre las ventajas y desventajas de su uso militar según el Departamento de Defensa de los EU:

(Tomado de Smart, 1997)

Desde 1975 hasta la fecha, el Centro para la Investigación de Guerra Biológica, supervisada por el Departamento de Defensa, la CIA y el Instituto Nacional del Cáncer, intenta desarrollar mecanismos para provocar tumores malignos. Se financió un programa especial para obtener virus cancerígenos,  uno de ellos es identificado como virus humano de la célula T de leucemia (HTLV).

Un cable de Wikileaks, publicado por un hacker en 2014, alertaba sobre los virus desarrollados en laboratorios gubernamentales. Por ejemplo, en 2014, Daniel Pérez en Maryland, sintetizó el virus H7N1 que puede ser transmitido de manera eficaz a través de gotas de saliva o agua vía aérea. En 2013, algunos científicos chinos desarrollaron virus de influenza H5N1 que llevaban genes de virus  H1N1 transmitidos por cobayas vía aérea a través de gotitas.

 

Malcolm Dando, biólogo de la Universidad de Bradford, pacifista y experto en armas biológicas, lleva décadas alertando sobre el problema de la bioseguridad respecto a estos virus que pueden escapar y causar pandemias accidentales repentinas. Dando y Nixdorff también subrayan que las actuales investigaciones –desde 2018- se encaminan a lastimar el sistema nervioso por medio de nanotecnología. Las funciones sinápticas y los circuitos neuronales del cerebro son el blanco central de nanomateriales hostiles. Más aún, la aparición de la edición genética CRISPR, desarrollada por los chinos desde 2010 debe ser considerada como una súper herramienta para mutar agentes biológicos a voluntad, cada vez con más especificidad.

En 2020, cuando se acusó al Instituto de Virología de Wuhan el haber liberado el virus  SARS-CoV-2 de forma accidental o premeditada, el gobierno chino negó tal hecho aduciendo que esas instalaciones no eran adecuadas para desarrollar armas biológicas y que la mayoría de los países han abandonado el desarrollo de las mismas por considerarlas no viables. No se ría de nuevo, por favor.

Una miserable conclusión

No podemos contabilizar las millones de víctimas que han causado y están causando los ensayos, ataques directos, indirectos o accidentes relacionados con las armas biológicas, más aún que el desarrollo actual de estos programas es ultrasecreto y sabremos su efecto en décadas (si es que se logran desclasificar o hackear).

Queda en el tintero un cúmulo de preguntas sobre moral, legislación, religión y economía. En el plano ético, el anquilosado optimismo de la razón ilustrada o las estupideces sobre la normatividad de la ciencia, su comunalismo y universalismo propuestos por Merton quedan olvidados como ideales absurdos ante una realidad sucia, brutal y directa. Más lúcida me parece la máxima de Bertrand Russell: “Cualquier locura que el hombre es capaz de concebir, históricamente siempre la ha ejecutado”.

Y lo seguirá haciendo, depresivo lector.

 

 

Referencias

 

Alvarado F. P.  Cáncer  inducido,  ¿un  arma  de  la  CIA?    (2011)  Managua:  La  Gente.  Radio  la  Primerísima; 29  Dic  2011.

Dando, M. (2016). Find the time to discuss new bioweapons. Nature, 535(7610), 9-9.

Dando M.(2007) “The Impact of Scientific and Technological Change” Bioterrorism: Confronting a Complex Threat. Lynne Rienner Publishers.

Dando M. (2007) Preventing the Future Military Misuse of Neuroscience. Technology and Security. Palgrave Macmillan.

Dando M. (2007) A Scientific Advisory Panel for the Biological and Toxin Weapons Convention as an Element in the Web of Prevention. The Web of Prevention: Biological Weapons, Life Sciences, and the Governance of Research.  Earthscan Publications Limited.

Lewthwaite GA. (1995) Terrorist attacks in US expected. Baltimore Sun. 1 Nov 1995;A-1.

Nixdorff, K., Borisova, T., Komisarenko, S., & Dando, M. (2018). Dual-Use Nano-Neurotechnology: An assessment of the implications of trends in science and technology. Politics and the Life Sciences, 37(2), 180-202.

OPS/OMS. (2013). Encefalitis Equinas transmitidas por artrópodos. Boletín Salud Pública Veterinaria. Organización Panamericana de la Salud.

Smart, J. K. (1997). History of chemical and biological warfare: an American perspective. Medical Aspects of Chemical and Biological Warfare. Washington, DC: Office of the Surgeon General, 9-86.

Wikilieaks.org

Wikileaks.org (2014) Making viruses in the lab deadlier and more able to spread: an accident waiting to happen.

 

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La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

Doctor en Ciencias Marinas. Recibió el Premio Internacional de Divulgación Científica “Ruy Pérez Tamayo” en 2012. Entre sus libros sobre temas científicos destacan “Tiburones, supervivientes en el tiempo” y “Ensayos en Filosofía Científica” en coautoría con David Siqueiros.

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