Hipatia no fue la primera mujer científica de la historia

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Teano FOTO: Internet

La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

La Paz, Baja California Sur (BCS). Circulan por las redes –basurero virtual, imperio de la necedad democrática – memes e información pedestre sobre Hipatia de Alejandría.  Se idealiza como una mujer hermosa y joven, víctima mártir de un cientificismo de pantomima, que se une al panteón de “santos” como Galileo o Bruno, pasto de veneración de gente que ni siquiera ha leído sus obras. Por cierto, ¿usted ha leído la poca obra fragmentaria que queda de Hipatia?

Quizá enmarcado en un victimismo contemporáneo basado en una falacia de generalización apresurada sobre el sometimiento universal de las mujeres, esta simplificación subraya a la mujer como una idea más que como una realidad.

Así, se tilda a la neopitagórica como la primera mujer científica de la historia como si fuera algo maravilloso o único. Tal aseveración es absurda.

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Pitagóricas FOTO: Internet

Parece que la memoria en general es demasiado corta. Los humanos tenemos cerca de un millón de años en el planeta, sin embargo, la mayoría de su estancia se considera prehistórica ante los grandes vacíos de información. Luego se considera historia, un periodo de ciertas culturas que han documentado su devenir a través, principalmente de la escritura, desde hace unos miserables 10 mil años. Así, pensar que alguien en el periodo histórico es el primero en algo es sumamente falaz (a menos que se trate de algo sumamente extraordinario como el primer hombre que pisó la luna).

Por otro lado, el vocablo científico como se entiende actualmente (el que oficia metodologías operativas para obtener conocimiento nuevo)- se acuñó hasta el siglo XIX como un adjetivo en inglés.

Se podría alegar entonces que la primera mujer científica en Alemania – por ejemplo- fue la que consiguió su primer doctorado en química, Clara Haber, a finales del siglo XIX. Absurdo.

Es cierto que el vocablo científico ya existía en el siglo XVII en español, lo podemos encontrar en algunos escritos de Lope de Vega, pero se refería a alguien extremadamente culto, digamos, un erudito. Más atrás, desde épocas renacentistas hasta la antigüedad, científico se refería a cualquier conocimiento, principalmente esotérico que hoy tacharíamos de mágico y religioso.

Afirmar que Hipatia fue la primer mujer científica de la historia resulta un anacronismo y una falacia.

Hipatia no sólo no fue la primera, sino que fue una de las últimas de la Antigüedad a las que se dejó ejercer –posterior de un linaje de mujeres que durante siglos se dedicaron a las matemáticas y a la astronomía en las polis griegas y las escuelas pitagóricas.

Se debe aclarar que en la Antigüedad existieron colegios de sacerdotisas de muy diversos dioses en diversas culturas. Mujeres iniciadas en ciencias esotéricas y escritoras de mitos –lo que se consideraba la ciencia de su era-.

En el siglo XXIII a.C – 2700 años antes de la vida de Hipatia- una sacerdotisa sumeria llamada Enheduanna firmó tablillas donde se registran medidas celestes. La astronomía ligada a la astrología era la ciencia propicia de los pueblos de Mesopotamia, por lo que podemos inferir que esta mujer fue una científica maga religiosa de su tiempo.

Regresemos a la hermandad pitagórica, en el siglo V a.C, Pitágoras fundó en la Magna Grecia una secta de carácter iniciático que pugnaba por relacionar el cosmos con los números. Conocidos como matemáticos, los pitagóricos establecieron una moral vegetariana y alcanzaron ambiciones políticas. Entre los matemáticos estudiaron mujeres aristócratas y libres, entre ellas las más famosas fueron Teanomujer de Pitágoras– y sus hijas Damo y Arignote.

Por cierto, según Porfirio, la joven amante del maestro, Teano, descubrió las circunvoluciones y enlaces de las líneas geométricas y calculó la esfera del éter que rodeaba al mundo.

Además, Diógenes Laercio nos dice en su célebre tratado de los filósofos, que fue una mujer la que instruyó al propio Pitágoras en la sabiduría. Su maestra fue la pitonisa de Delfos: Temistoclea.

La escuela pitagórica encontró continuación en las sectas platónicas ya que en la Academia solo se aceptaban geómetras – Platón y Aristóteles fueron matemáticos-. En siglos posteriores las escuelas neoplatónicas conservaron los axiomas principales del cosmos como orden y medida en las que la aritméticas y la geometría constituían la clave para entender las estrellas y el movimiento de los cielos.

Unos de los neoplatónicos que registró la historia de este movimiento fue Jámblico (siglo IV a.C) que escribió 10 volúmenes sobre la Vida de Pitágoras y sus enseñanzas. En ellas, el historiador menciona  mujeres pitagóricas– es decir iniciadas en las matemáticas:

Habrotelia de Tarento, Kleaichma , Kratesikleia, Lasthenia de Mantinea, Melissa, Myia , Okkelo de Lukania, Peisirrhode de Tarento, Philtys , Theadusa de Esparta, De Teano Crotona , Timycha, Tyrsenis de Sybaris, Boio y Babelyka de Argos, Cheilonis y Ekkelo.

Diógenes Laercio documenta otras matemáticas como Aesata de Lucania, Fintis de Esparta y Perictione (no confundirla con la madre de Platón, del mismo nombre).

Perictione escribió un tratado sobre la armonía donde relaciona el papel de la mujer en el hogar como fiel al hombre, crianza de los hijos, piedad a los padres, la polis y la religión como una ética junto con la geometría, la música y la aritmética.

Atenea FOTO: Internet

Otra escuela filosófica que duró siglos –y que inspiró la racionalidad ilustrada del siglo XVIII que a su vez es la base de las ciencias actuales – fue la estoica. Los estoicos –sectarios y místicos- pugnaron por una dialéctica racional muy optimista, la noción de progreso ilimitado por medio del logos hasta volverse dioses. Aunque sería anacrónico decir que un estoico fue un científico, repito, su epistemología los relaciona con la actividad científica moderna.

Hubo mujeres estoicas pues esta escuela admitía hasta esclavos, como Arria la mayor y su hija la menor, y la nieta llamada Farria que vivieron en la época de Claudio.

Entre los discípulos materialistas de Epícuro- que creían en los átomos- se registra a una filósofa llamada Teófila que vivió e el siglo III a.C.

Quizá la filósofa más famosa de Atenas fue Aspasia de Mileto, amante de Pericles, considerada como retórica a la cual Platón la tomó como modelo.

La madre del emperador Marco Aurelio, la emperatriz Julia Domna –muerta en el año 217- fue filósofa de círculo de Galeno, de lo cual puede inferirse que estaba versada en medicina.

Médico también debió ser la maestra de Sócrates, la legendaria Diótima de Mantinea a la que Platón atribuyó curar epidemias.

En fin, se entiende que durante siglos hubo – tan solo en las culturas grecolatinas- miles de mujeres que se dedicaron al conocimiento de su época como algo común, nada sorprendente. El asumir que es algo fantástico, singular  o importantísimo es solo producto de una ideología contemporánea.

¿Acaso es banal que la diosa de la inteligencia –el símbolo de la mente de Zeus (Dios) era una mujer? Atenea o Minerva, numen del entendimiento y la guerra estratégica.

Las pitagóricas continuaron su legado hasta la misma Hipatia que fue brutalmente asesinada en el año 415 por una turba de cristianos y que constituyó un parte aguas en la posterior censura hacia la filosofía y el prejuicio de las mujeres sabias como brujas. Por lo que más que la primera, podríamos considerarla como la última de un largo linaje.

Pero ese es otro hecho que trataré en otra entrega.

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La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

Doctor en Ciencias Marinas. Recibió el Premio Internacional de Divulgación Científica “Ruy Pérez Tamayo” en 2012. Entre sus libros sobre temas científicos destacan “Tiburones, supervivientes en el tiempo” y “Ensayos en Filosofía Científica” en coautoría con David Siqueiros.

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