¿El Método o los métodos? Feyerabend y su anarquismo (II)

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La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Cito a  Kurt Huebner (1969) el origen del progreso científico no radica ni en las reglas abstractas de la falsación, ni en las inferencias inductivas y semejantes, sino en la situación completa, mental e histórica, en la que se encuentra el científico. De este pensamiento se colige que nada permite decir a priori qué vía de investigación o hipótesis no será importante. Los científicos escogen y prueban diversas vías, en pos de encontrar la solución a un problema determinado sin que exista una autoridad, receta o código epistémico que sirva para cada caso. Este anarquismo teórico, según Vásquez Rocca, es más humanista para estimular el progreso que un rígido orden racional.

Ahora bien, Feyerabend prefiere, en ediciones posteriores, el término dadaísmo al de anarquismo. Dadaísmo epistemológico es aquel en el que todo vale para poner a prueba una hipótesis o desarrollar una teoría. Feyerabend sólo ratificó que la ciencia no es algo sagrado pues no puede conocer los hechos desnudos, sino que estos hechos son interpretados de alguna forma por los descubridores y, por tanto, esencialmente son teóricos. Por eso la historia de la ciencia es compleja y caótica, llena de autocorrección y errores —hasta intereses económicos y políticos — al igual que otras actividades humanas que intentan moldear la realidad.

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Imagino la molestia de ciertos científicos positivistas cuando Feyerabend afirma que una teoría nueva es aceptada por la comunidad científica no por su verdad sino por medios irracionales como la propaganda, sensibilidad, hipótesis ad hoc y apelación a prejuicios de todas clases. Necesitamos de estos ‘medios irracionales’ para defender lo que no es otra cosa que una fe ciega, hasta que hayamos descubierto las ciencias auxiliares, los hechos, los argumentos que conviertan la fe en puro ‘conocimiento’.[1]

Pero ¿acaso no es la propaganda y el medio histórico particular —no únicamente le evidencia científica a su favor, pues también hay mucha en contra— lo que ha ayudado a que se acepte en nuestros días la teoría del calentamiento global tal como se formula?

Pienso en Al-Jahiz, sabio de Basora en el siglo IX que en su Libro de los animales describió un principio de selección natural, como la lucha de los animales por los recursos. En su tratado podemos leer que: Los animales que sobreviven y se reproducen pueden traspasar descendencia. Sin embargo, no es por el sabio árabe que el paradigma de la selección natural como base de la evolución biológica ha llegado hasta nosotros, sino por la obra de Darwin diez siglos después. ¿Será porque el genio del inglés es más que el genio del árabe? Pensemos sobre las condiciones políticas e históricas de cada época, no sólo los argumentos de las teorías.

Feyerabend no se deja impresionar por la santificación de los científicos como mentes privilegiadas ajenas a las pasiones humanas. Entiende que la historia de la ciencia será tan compleja, caótica y llena de errores como las ideas que contiene y, a su vez, estas ideas serán tan complejas, caóticas, llenas de errores y divertidas como las mentes de quienes las han inventado. Así, el éxito de una investigación no se da por la medida en la que se aplican las reglas y fórmulas generales; es más, ni siquiera se conoce explícitamente el método con el que se logró tal éxito. El condenar a Feyerabend como enemigo de la Ciencia es ridículo e ignorante. Él es uno más de una tradición que parte del siglo III a.NE., pensadores lúcidos y sinceros, tradición que podemos rastrear hasta el escepticismo de Pirrón.

El escéptico entiende que no hay ningún saber firme ni opinión absolutamente segura. Escépticos como Arcesilaeo y Carneades defendieron teorías sobre la probabilidad. Sexto Empírico pensó sobre la cuestión del criterio de verdad, el cual requiere de otro criterio para decidir del primero y así infinitamente; de esta manera no puede existir un último criterio de verdad.

Se puede resumir el pensamiento escéptico así: si existiera el conocimiento seguro no habría cambios en el contenido del conocimiento. Dilthey atribuyó esto a lo que llamó anarquía de los sistemas filosóficos. Los escépticos disputaban para demostrar que toda discusión era inane.

¿No es acaso esto lo que caracterizó a Feyerabend? Su pensamiento se opuso a la idea de que existan estándares invariables de racionalidad en cualquier campo, incluido el de la ciencia. Es más bien el objeto de una ciencia el que determina el método apropiado o correcto en dicha disciplina. Es uno más de los escépticos.

Uno de los más divertidos problemas filosóficos es semántico, pues el escepticismo sería imposible si se atribuye verosimilitud al enunciado de qué ningún enunciado es verdadero. Resulta una paradoja sensacional. Los lógicos la resuelven así: Ninguna proposición es verdadera, es verdadera. Y volvemos a la rueda loca.

En la lucidez que lo caracterizó, Feyerabend aclaró que el escepticismo sólo puede tener sentido si la idea de fundamentación última se considera imprescindible de forma epistemológica. Así, cuando esta idea pierde su capacidad de hechizar la conciencia del científico, toda argumentación escéptica puede ser desechada sin menoscabar el rigor técnico. El científico debería ser escéptico pero no puede, eso le constreñiría a nunca formular leyes, a menos que entienda que esa ley no puede ser absolutamente verdadera. De esta forma los científicos tenemos fe en nuestros métodos, pero como escribe Santayana, es una fe con superposición de símbolos. De esta forma no es que existan diferentes tipos de realidad, sino que existen diversas categorías en la realidad.

[1] Tratado contra el método, capítulo 12.

 

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La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

Doctor en Ciencias Marinas. Recibió el Premio Internacional de Divulgación Científica “Ruy Pérez Tamayo” en 2012. Entre sus libros sobre temas científicos destacan “Tiburones, supervivientes en el tiempo” y “Ensayos en Filosofía Científica” en coautoría con David Siqueiros.

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