El (aburrido) lenguaje de los científicos

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FOTOS: Internet

La inmortalidad del cangrejo

Por Lorena Durán Riveroll

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Este mes tuve la estupenda oportunidad de estar en el VIII Congreso Nacional de Ecología, en la bellísima ciudad de Oaxaca. No soy ecóloga, y aunque mis temas de investigación se relacionan con una parte de esta disciplina, confieso que en varias ocasiones tuve un poco de confusión en algunas conferencias y presentaciones de ecólogos especialistas. Por otro lado, las discusiones magistrales fueron sencillamente extraordinarias, y me voy muy contenta por lo que aprendí, no solo en el congreso, sino también en la ciudad y por la gastronomía oaxaqueña.

Pero esas confusiones me llevaron a pensar sobre el complejo lenguaje de la ciencia. A veces, escuchar hablar a quienes se dedican a hacer ciencia es como escuchar a alguien hablando en otro idioma. Y podríamos pensar que estas personas utilizan ese lenguaje complicado y oscuro solo para parecer interesantes. Sin embargo, la jerga científica es un lenguaje definitivamente necesario para la comunicación entre especialistas de la misma disciplina. Las personas que se han especializado en un tema desarrollan una suerte de idioma para comunicarse entre ellas. Y esto es fundamental, porque si algo se requiere para la investigación científica, es precisión. La comunicación entre personas que se dedican a hacer ciencia debe ser muy clara y muy precisa. Y para lograrlo, se ha construido una base de términos que, idealmente, dejan poco o ningún espacio a la interpretación.

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Este lenguaje se utiliza para hacer difusión científica, es decir, comunicar información entre colegas. Ciertamente, la comunicación entre especialistas no podría ser poética, pues el uso de términos no precisos podría dar pie a confusiones que podrían tener muy malas consecuencias.

Compartir la ciencia: la divulgación científica

Las personas a menudo están interesadas en el quehacer científico, muchas veces aún sin tener contacto directo con la ciencia. Quieren saber sobre lo que se está descubriendo, sobre los temas que se están investigando. Es natural tener curiosidad por las cosas, sin que esto signifique que queramos todos dedicarnos a la labor científica. Y no hay que perder de vista que la mucha de la ciencia que hacemos es financiada con recursos públicos a través de proyectos y becas que nos permiten mantener las instalaciones, apoyar estudiantes, hacer muestreos, obtener material para los laboratorios, etcétera. Por lo tanto, compartir el conocimiento científico es, de cierta manera, un compromiso con la sociedad. Sin embargo, compartir la ciencia no es sencillo. Para hacerlo, se requiere de traducir el lenguaje científico al lenguaje común, y no solo hacerlo de manera rigurosa, sino que sea, además, de manera interesante y amena. ¡Vaya reto!

Para traducir los textos científicos se requiere, más que nada, de interpretarlos. Divulgar la ciencia es como traducir un texto literario de un idioma a otro. Es, básicamente, entender y reescribir la información por completo: es recrearlo sin traicionar a la obra original (aquí el blog de Martín Bonfil al respecto).

Existe una casi infinita variedad de temas científicos, así como una casi infinita variedad de públicos con diversa intención y receptividad. Sin embargo, los fines de la divulgación científica siempre serán compartir y comunicar, y no necesariamente educar o enseñar. Es vital que el público, que es un público voluntario, pase un buen rato durante la actividad de divulgación, ya sea una presentación, una obra teatral, al leer un texto o en cualquier formato en que se presente (que ahora hay formatos extraordinariamente diversos, como los videos cortos en TikTok, en Facebook o Instagram, además de las formas tradicionales).

¿Y qué ganamos al hacer divulgación científica? Como sociedad, la ganancia es sustancial: influye en la comprensión popular de temas científicos que de otra manera estarían fuera del alcance de la mayoría, y también en su apreciación. Pero la divulgación científica también contribuye en el desarrollo de las vocaciones científicas iniciales (cuántas personas decidieron dedicarse a la ciencia porque vieron en su niñez la serie Cosmos, del gran divulgador Carl Sagan) y en la opinión fundamentada que la sociedad tenga de la ciencia.

Cómo hacer divulgación científica

La divulgación científica es una disciplina joven en nuestro país. El interés en ella es relativamente reciente, y ha aumentado con los cambios al reglamento del Sistema Nacional de Investigadores, el famoso SNI, que ahora requiere, para obtener un nombramiento o para permanecer en el sistema, de realizar actividades en favor del acceso universal al conocimiento y el fortalecimiento de las vocaciones científicas. Es decir, exige ahora hacer divulgación (el nuevo reglamento y la reforma más reciente se encuentran aquí y aquí).

FOTO; UNAM/Estrella Burgos

Pero, para hacer buena divulgación no basta con ser científico o científica. A veces, hacer ciencia y conducirse constantemente en ese idioma especializado constituye un enorme obstáculo para comunicarse con el público no especializado. Simplemente no estamos habituados a hablar de nuestros temas de investigación en términos comunes, y en más de una ocasión he asistido a pláticas terriblemente desafortunadas, en las que algún científico o científica quiere compartir sus resultados, pero el público termina definitivamente aburrido y sin entender ni jota.  Y el riesgo de hacer mala divulgación es que obtiene resultados contrarios a los que desea: se percibe a la ciencia como algo terriblemente aburrido, cuando en la realidad es todo lo contrario.

Entonces, ¿Cómo aprender a hacer buena divulgación? Un buen inicio siempre será consumiendo buena divulgación. Y existen muchos ejemplos deliciosos para hacerlo. La revista ¿Cómo ves?, de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM (disponible en línea: https://www.comoves.unam.mx/) es uno de ellos. Otro de mis favoritos es el podcast La Ciencia Pop, de Gabriel León, que tiene nuevos episodios cada semana y está disponible en la plataforma Spotify (https://open.spotify.com/show/5WuaHQehFw2Gq2dpIqSw43). Rafa Carbajal es otro divulgador, que se puede encontrar en Instagram (https://www.instagram.com/soyrafacarbajal/).

FOTO: Internet/Sergio Régules

Finalmente, aquí les comparto unas charlas con grandiosos divulgadores mexicanos: Sergio de Régules, a quien tuve el placer de presentar hace unos días https://www.youtube.com/watch?v=3u837eYtbUk&ab_channel=SomosC%C3%A1tedras y Estrella Burgos, que nos compartió su conocimiento y experiencia en divulgación: https://www.youtube.com/watch?v=ZZOn0MuLSjs&ab_channel=SomosC%C3%A1tedras

Estoy segura de que ustedes, queridos y queridas lectoras, sabrán de muchos otros lugares, y me encantaría que los compartieran en los comentarios.

Aprovecho para agradecer a mis lectores de prueba: Paola Durán Riveroll, Janet Segura y Fernando Sánchez. ¡Mil gracias!

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AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.

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La inmortalidad del cangrejo

Por Lorena Durán Riveroll

Estudió Ingeniería Bioquímica en el ITESM Campus Guaymas, y Lengua y Literatura en la UABCS, dos carreras aparentemente contrapuestas. Posteriormente, y después de trabajar por varios años en el cultivo de camarón en La Paz, realizó la Maestría y el Doctorado en Ciencias Marinas en el CICIMAR-IPN. Tiene dos libros literarios publicados y su trabajo se encuentra en varias antologías. En ciencia, tiene una veintena de artículos y capítulos que tratan, básicamente, sobre microalgas y toxinas. Ha tomado varios cursos de divulgación y considera que en esta actividad se conjuntan sus dos naturalezas: la escritora y la científica.

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