Tierra Incógnita
Sealtiel Enciso Pérez
La Paz, Baja California Sur (BCS). A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, la península de Baja California comenzó a atraer la atención de algunos de los primeros exploradores arqueológicos y antropológicos. Esta vasta y enigmática región, con su terreno áspero y desértico, escondía secretos de antiguas civilizaciones que vivieron en estas tierras mucho antes de la llegada de los europeos. Las primeras investigaciones realizadas en la región del Cabo, en la parte Sur de la península, revelaron aspectos fascinantes de las prácticas funerarias y las características físicas de los habitantes originarios. Figuras como el holandés Herman ten Kate, el francés León Diguet, y el naturalista estadounidense L. Belding, lideraron estas investigaciones iniciales, documentando hallazgos que han dejado una huella indeleble en la arqueología y la antropología de Baja California.
El holandés Herman ten Kate, reconocido como uno de los pioneros en la exploración arqueológica de Baja California, llevó a cabo sus primeras investigaciones en la Región del Cabo en 1883. La investigación de ten Kate se centró en la exploración de cuevas funerarias a lo largo de la costa, incluyendo la isla Espíritu Santo. En estas cuevas, ten Kate descubrió entierros secundarios en los que los huesos estaban envueltos en fibras o hojas de palma, atados con cordeles y pintados de ocre rojo. Notablemente, los entierros no contenían ofrendas, un hecho que intrigó al explorador.
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Los análisis de los esqueletos permitieron a ten Kate llegar a conclusiones reveladoras sobre la población indígena de la región. Observó una variabilidad en la forma craneal, desde la dolicocefalia (cráneo alargado) hasta la hipsistenocefalia (cráneo de bóveda alta), lo que sugirió una posible similitud con los melanesios y los habitantes de Lagoa Santa en Brasil. Estas conclusiones abrieron un debate en la comunidad científica, ya que sugerían la existencia de una conexión transcontinental entre grupos humanos que, hasta ese momento, se creía que no tenían relación alguna. Además, ten Kate observó que los habitantes originales de la región del Cabo eran de una talla ligeramente mayor que la media, con una estatura aproximada de 1.65 metros, y que no guardaban parentesco anatómico o en sus costumbres funerarias con los Yumas, un grupo indígena del Norte de Baja California.
L. Belding y la cueva El Zorrillo
El trabajo de ten Kate en Baja California no fue solitario. En colaboración con el naturalista estadounidense L. Belding, exploró la cueva El Zorrillo, ubicada en la parte Sur de la Sierra de La Laguna. En esta cueva, ambos investigadores hicieron un hallazgo notable: un entierro que contenía dos osamentas. Una de ellas era el esqueleto de un hombre adulto, cuidadosamente envuelto en corteza de palma y atado con cordeles, mientras que la segunda osamenta parecía pertenecer a una niña de aproximadamente 12 años. Lo más intrigante de este hallazgo fue la presencia de dos conchas pulidas de madreperla, finamente aserradas y con orificios, que se interpretaron como un pectoral. Este descubrimiento añadió un nuevo elemento al estudio de las prácticas funerarias de los antiguos habitantes de la península, sugiriendo un posible uso ritual o simbólico de las conchas en los entierros.
De las cuevas funerarias a las pinturas rupestres
En 1905, el francés León Diguet se unió a las filas de los primeros exploradores de Baja California, aportando un enfoque meticuloso y documentado a sus investigaciones. Diguet descubrió una cueva muy grande en la isla Espíritu Santo, donde halló entierros primarios alineados dentro de un pequeño cerco de piedras. Esta disposición funeraria contrastaba con los entierros secundarios previamente estudiados por ten Kate, lo que indicaba una diversidad en las prácticas mortuorias de los grupos indígenas de la región.
Además, Diguet exploró abrigos naturales en Punta Pescadero, en la bahía de Las Palmas, donde identificó más entierros secundarios. En estos lugares, los huesos largos estaban amarrados con fibra de yuca, y los huesos pequeños de las manos y pies se encontraban cuidadosamente guardados dentro del cráneo. Asociados a estos entierros se encontraron artefactos de hueso que posiblemente eran punzones, mangos de madera y cordeles de fibras de palma o agave, lo que sugiere un uso cotidiano o ritual de estos objetos.
Cerca de la población de Santiago, Diguet también documentó una cueva con pequeñas tablillas y bastones de madera, además de una prenda de fibra que se asemejaba a los delantales utilizados por las mujeres pericúes. Este hallazgo proporcionó una conexión tangible con las tradiciones culturales de los grupos indígenas locales.
En 1894, Diguet llevó a cabo otro descubrimiento significativo: numerosas pinturas rupestres en diversos puntos de la península. Estas pinturas, que representan una de las manifestaciones artísticas más antiguas de Baja California, capturaron la imaginación del público y de la comunidad científica. Las imágenes, con sus formas abstractas y figuras humanas y animales estilizadas, abrieron un nuevo campo de estudio en la arqueología de la región, proporcionando evidencia de una rica tradición artística prehistórica.
En 1909, el antropólogo francés Paul Rivet analizó los esqueletos humanos descubiertos por ten Kate, Belding y Diguet, corroborando las conclusiones del investigador holandés sobre las características físicas de los antiguos habitantes de Baja California. Rivet coincidió en que estos pobladores mostraban similitudes con los melanesios y los habitantes de Lagoa Santa en Brasil, lo que fortaleció la hipótesis de una posible conexión transcontinental de poblaciones prehistóricas. Sus análisis confirmaron la diversidad cultural y biológica de los pueblos que habitaron la península, desafiando las nociones predominantes sobre el aislamiento y la homogeneidad de los grupos humanos en esta región.
El legado de los primeros exploradores
Las primeras investigaciones arqueológicas y antropológicas en la península de Baja California, llevadas a cabo por pioneros como Herman ten Kate, L. Belding, León Diguet y Paul Rivet, sentaron las bases para la comprensión de la historia prehispánica de esta región. Sus hallazgos revelaron no solo la diversidad y riqueza cultural de los antiguos habitantes, sino también la complejidad de sus prácticas funerarias, sus conexiones transcontinentales y sus manifestaciones artísticas.
Estos investigadores, a través de su dedicación y pasión por el descubrimiento, desafiaron las percepciones establecidas y abrieron nuevas puertas al conocimiento sobre los orígenes de los pueblos de Baja California. Hoy en día, sus trabajos siguen siendo una fuente de inspiración para arqueólogos y antropólogos que continúan explorando y estudiando esta fascinante región. Su legado perdura en cada hallazgo y en cada nueva teoría que busca desentrañar los misterios de las antiguas civilizaciones que una vez habitaron estas tierras.
Referencia bibliográfica:
Harumi Fujita – Covacha Babisuri 12 mil años de prehistoria en la isla Espíritu Santo, B.C.S.