The Joker:¿Obra maestra o cine tóxico?

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Colaboración Especial

Por Alejandro Aguirre Riveros

La Paz, Baja California Sur (BCS). Hablar de cómics es hablar de una mitología donde Perseo y Aquiles han sido sustituidos por Superman y el Hombre Araña. Nuestros semidioses modernos reflejan así, los valores de una sociedad basada en la democracia, la justicia y la libertad. De tal forma, que sus cualidades como héroes nos adoctrinan desde niños sobre los valores a los que todo buen ciudadano debe aspirar: el espíritu de servicio, la sed de justicia, el sacrificio por el prójimo y la lucha contra la maldad.

El problema inicia cuando el niño crece para convertirse en un adulto infantilizado: los superhéroes quedan reducidos a unos hombres enfundados en licra que luchan contra extraterrestres de rostros púrpuras en un despliegue incesante de efectos especiales; convirtiendo a este cine —como bien dice Scorsese— en un parque de diversiones marca Disney donde hay cero emoción y sentimiento. Así han sido la mayoría de las películas de Marvel y en especial la saga de Avengers: el cine más exitoso en taquilla y el que ha dado al mundo de los superhéroes la fama de ser un entretenimiento autocomplaciente, banal, poco crítico y carente de propuestas narrativas.

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En este panorama, DC Comics apuesta con The Joker por un cine de autor que pueda dar voz a esa mitología moderna que esconden los cómics y abonar al género algo más que largas secuencias de efectos computarizados. De la mano de Todd Phillips —quien hasta ahora se había destacado en el ámbito de la comedia más simplona con cintas como la trilogía de The Hangover, Old School o Due Date—, somos testigos del origen de uno de los villanos más icónicos de Batman: El Guasón. El resultado es una cinta incisiva, despiadada, crítica y con una de las actuaciones más deslumbrantes y perturbadoras por parte de Joaquín Phoenix en la piel del payaso criminal.

La película resulta ser una bocanada de aire fresco para el género, a tal grado que logró lo impensable para el cine de superhéroes: ganar el León de Oro en el Festival de Venecia; un festival que hasta ahora se ha distinguido por premiar al cine que se sale de la norma y es precisamente esto lo que ofrece The Joker: una cinta que aprovecha el vacío narrativo en el origen de El Guasón para elevarlo a la mítica de un personaje arquetípico de nuestros tiempos.

A través de Arthur Fleck —el nombre original del villano en cuestión—, somos testigos de la serie de desventuras que sufre un comediante frustrado antes de convertirse en el psicótico que habrá de aterrorizar a Ciudad Gótica: un payaso en decadencia, con trastornos mentales, huérfano, incapaz de conseguir medicamentos o consultas por los constantes recortes al sistema de salud pública, abandonado por el sistema, pisoteado por una sociedad insensible, desechado por el capitalismo utilitario y armado con un revólver que nunca quiso tener.

Un melodrama en su máxima expresión, que nos permite como espectadores preguntarnos ¿qué tanto hace falta para que un hombre pierda la cordura?

En términos generales, se trata de un cine que trasciende el mundo de superhéroes para convertirse en la magnus opus de Todd Phillips. Una obra donde cada pincelada ha sido cuidada hasta el mínimo detalle: la música de la islandesa Hildur Ingveldardóttir, la oscura ambientación que transmite la fotografía de Lawrence Sher, el descomunal performance de Joaquín Phoenix y la presencia de Robert De Niro como último guiño a ese cine de Scorsese al que hace tributo (Taxi Driver, The King of Comedy).

El único gran muro contra el que este monstruo cinematográfico termina por estrellarse, es la humanización de la intolerancia y, por otra parte, el uso de las enfermedades mentales como una doble moral. La carcajada de El Guasón pasa del oscuro sinsentido que lo caracterizó en el mundo de los comics, de la serie de televisión, las animaciones, los videojuegos, las visiones de Tim Burton y Christopher Nolan, para adentrarse en los terrenos de una supuesta denuncia social.

Todd Phillips esgrime el estandarte del bufón dolido para cuestionarnos sobre la seriedad de un mundo donde la corrección política censura la esencia misma de la comedia: la irreverencia.

“¿Soy solo yo, o todos se están volviendo cada vez más locos allá afuera?”, pregunta nuestro nuevo El Guasón, y la respuesta es un hombre blanco maquillado como payaso que empuña un revólver y asesina a quien, supuestamente, lo merece. Un discurso muy poco adecuado para esta época de polarización social donde los tiroteos en masa y los discursos políticos de un presidente abiertamente racista contrastan con movimientos como el de #MeToo, el #FridaysForFuture y la cultura woke.

Ahí donde Marvel erosionó por completo la figura de los superhéroes hasta convertirlos en botargas, emerge El Guasón como el verdadero icono de una mitología invertida: el villano es ahora quién nos cautiva con su profunda personalidad. The Joker intenta hacer una crítica al sistema a través de un cine ácido de quemadura lenta, que termina siendo tan tóxico como peligroso.

Sin duda, estamos ante una película que pasará a la historia por su valor artístico pero también por ser la advertencia de un cambio de década hacía las crisis venideras: crisis políticas, económicas y ecológicas, que habrán de pasar por el filtro de las redes sociales; ese espacio donde la corrección política más recalcitrante y la intolerancia más grotesca conviven con el vacío alienante del capitalismo tardío y el maquillaje de esa sonrisa perpetua con que intentamos dar color a nuestras selfies.

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AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.

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Colaboración especial

Alejandro Aguirre Riveros

Originario de la Ciudad de México (30 de junio de 1985),  cursó la licenciatura en Ciencias de la Comunicación en el ITESO (2004-2008). Durante ese periodo ganó el premio al Mejor Documental en la Semana Municipal de Video de Guadalajara, obtuvo el primer lugar en la categoría Fotografía del Festival Universitario de la Comunicación y dirigió un corto experimental seleccionado por el Festival de Arte Chroma y el Tijuana Freakfilm Festival. Al egresar trabajó como videoasta y fotógrafo hasta que una enfermedad autoinmune devoró la superficie de sus ojos obligándolo a volcar su creatividad en la literatura. Ganador del Premio Estatal de Cuento Ciudad de La Paz 2015 y finalista del Primer Torneo de Guión organizado por Escribe Cine A. C. Egresado del Diplomado de Literatura Europea Contemporánea organizado por Bellas Artes, del Seminario de Dramaturgia (Instituto Sudcaliforniano de Cultura) impartido por Jaime Chabaud y de la Segunda Residencia para Guionistas en Sonora bajo la tutela de  Maria Gabriela Vidal, Ximena Escalante y Gibrán Portela. Ha cursado diferentes cursos y talleres de escritura creativa con maestros como Martín Solares, Antonio Parra, Luis Felipe Lomelí, María Barandas, Alberto Chimal y Ana Clavel. Su narrativa se distingue por una honestidad descarnada, un ritmo trepidante y personajes que rayan entre la tragedia y la comedia existencialista. Sus influencias son Pedro Juan Gutiérrez, Raymond Carver, Mariana Enriquez, Samanta Schweblin y Etgar Keret. Actualmente dirige el Taller de Guión cinematográfico impartido en la biblioteca Justo Sierra por parte del Instituto Sudcaliforniano de Cultura.

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