
Pericos en Baja California Sur: los visitantes inesperados en el desierto

FOTO: Inaturalist.Org.
Tierra Incógnita
Sealtiel Enciso Pérez
La Paz, Baja California Sur (BCS). En las calles y parques de La Paz, Los Cabos y otras ciudades de Baja California Sur, cada vez es más común escuchar un chillido agudo que rompe con la rutina del tráfico y el calor del mediodía. Se trata de los pericos, aves de colores brillantes que llaman la atención por su vitalidad y que, sin embargo, no forman parte de la fauna nativa de la península. Su presencia plantea preguntas y preocupaciones sobre la forma en que las especies viajan, se adaptan y alteran los ecosistemas. Durante un recorrido que realicé por la ciudad me tocó ver dos grandes comunidades de estas aves, una ubicada en las palmeras frente al edificio de biblioteca en la UABCS y otra, en los árboles del estacionamiento que se ubica a un costado de la colonia FOVISSSTE, frente al estacionamiento de la Casa Cuna del SEDIF.
El territorio sudcaliforniano es conocido por su clima árido, sus matorrales desérticos y su fauna especializada para sobrevivir con escasa agua. Ahí habitan aves endémicas como el colibrí de Xantus, el correcaminos o la calandria dorso negro. Sin embargo, los pericos, que requieren bosques tropicales o ambientes húmedos, nunca formaron parte del equilibrio ecológico natural de Baja California Sur. Su aparición en ciudades y zonas urbanas no responde a procesos naturales de migración, sino a causas humanas.
También te podría interesar: La Sierra de la Laguna bajo amenaza: la venta de predios dentro de la reserva
Perico frente roja. FOTO: EBird
La causa principal se encuentra en el comercio y la tenencia de aves como mascotas. Durante décadas, en México fue común la venta de pericos en mercados y tianguis, a pesar de las restricciones legales para su captura y comercio. Muchos ejemplares llegaron a Baja California Sur como animales de compañía y, con el tiempo, algunos fueron liberados intencionalmente o escaparon de sus jaulas. Una vez en libertad, los pericos encontraron en las ciudades un espacio para sobrevivir: árboles ornamentales que ofrecen alimento y sombra, ausencia de depredadores significativos y la cercanía de fuentes de agua. Así, pequeños grupos empezaron a reproducirse y a consolidar poblaciones que hoy en día forman parte del paisaje urbano, aunque no deberían estar ahí.
Entre las especies que actualmente se observan en Baja California Sur destacan principalmente el perico monje argentino (Myiopsitta monachus), originario de Sudamérica, famoso por su capacidad de adaptación a ambientes urbanos y por sus grandes nidos comunitarios; y el perico frente roja (Psittacara holochlorus), nativo del Sur de México y Centroamérica, que ha sido trasladado como mascota a diversas regiones del país. En ocasiones también se reporta la presencia de perico atolero (Eupsittula canicularis), originario de la vertiente del Pacífico Mexicano, pero ausente de forma natural en la península. Estas especies, aunque coloridas y carismáticas, no pertenecen al ecosistema sudcaliforniano y su presencia es consecuencia directa de la intervención humana.
Perico monje argentino. FOTO: El Sol de México.
El establecimiento de pericos en Baja California Sur no está exento de riesgos. En primer lugar, al ser aves foráneas, pueden competir por alimento y espacios de anidación con aves locales, lo que amenaza a especies nativas y endémicas que ya enfrentan presiones por pérdida de hábitat. En segundo lugar, los pericos pueden transmitir enfermedades a otras aves, domésticas o silvestres, alterando el equilibrio sanitario de la fauna local. Además, su capacidad reproductiva y de adaptación les permite formar colonias numerosas que, en algunos casos, llegan a ser consideradas plaga en otras partes del mundo, pues dañan cultivos y generan problemas en la infraestructura urbana con sus voluminosos nidos.
En un ecosistema tan delicado como el de Baja California Sur, caracterizado por su aislamiento geográfico y sus recursos limitados, la presencia de especies invasoras como los pericos puede tener impactos difíciles de revertir.

Perico atolero. Foto: Inaturalist.Org.
Ante esta situación, la mejor estrategia es la prevención. Las autoridades ambientales y especialistas coinciden en varias recomendaciones para la población:
- Evitar la compra de pericos y otras aves silvestres como mascotas. El comercio ilegal es la principal causa de su presencia fuera de su hábitat natural.
- No liberar aves en espacios abiertos. Aunque parezca un acto de compasión, la liberación de ejemplares exóticos puede alterar ecosistemas y poner en riesgo tanto a especies nativas como al propio animal.
- Promover la educación ambiental. Informar a niños, jóvenes y adultos sobre la importancia de conservar la fauna local ayuda a construir una cultura de respeto hacia la biodiversidad.
- Apoyar programas de conservación. Participar en campañas de protección de aves nativas y en actividades de observación responsable fomenta la valoración de las especies propias de Baja California Sur.
La presencia de pericos en Baja California Sur es un recordatorio de que los ecosistemas no son impermeables a la acción humana. Las decisiones que tomamos al adquirir una mascota, al comprar en mercados ilegales o al liberar un animal en la naturaleza pueden transformar, para bien o para mal, la riqueza biológica de un lugar. Los pericos seguirán volando por los cielos de La Paz y Los Cabos, al menos por un tiempo, como testigos de la convivencia entre lo natural y lo introducido. La tarea de la sociedad sudcaliforniana será encontrar la manera de proteger sus especies nativas y aprender que la belleza de la fauna local no necesita ser complementada con visitantes que nunca debieron llegar.

Perico frente roja. Foto: EBird.
—–
AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, ésto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.