Los Mezcales

image_pdf

 

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Los primeros pobladores de la California lograron un gran nivel de adaptación con su geografía. De acuerdo a cálculos realizados por los misioneros jesuitas que cohabitaron con cochimíes, guaycuras y pericúes durante 70 años, se cree que antes de la llegada de los europeos a estas tierras, la población de naturales era entre 40 a 50 mil, cantidad que para la extensión del territorio y su clima desértico es bastante numerosa. Dentro de este nivel de adaptación que mencionamos, los antiguos Californios tuvieron que adecuar sus hábitos alimenticios a las plantas y animales que encontraban, en este caso una de las plantas que fue ampliamente consumida por su gran valor energético fueron los agaves o mezcales.

El agave, mezcal o maguey es una planta muy extendida en todo el continente americano. Su nombre más conocido es el de maguey debido a que los españoles lo tomaron de la forma en que los indígenas del Caribe denominaban a esta planta. El naturalista sueco, Carlos Linneo, le dio el nombre de Agave cuando hizo su descripción para libros difundidos en Europa. La palabra Agave alude a algo de origen noble o admirable. Mezcal es la forma en que lo llamaban los grupos que hablaban náhuatl. En los informes que rendían los jesuitas que habitaban la California es común que los denominen como mezcales aunque ocasionalmente utilizan el nombre de magueyes. De acuerdo a diarios realizados por exploradores que llegaron a la península desde el siglo XVI, era común que los grupos étnicos de la California consumieran esta planta, y que como una manera de ganarse la amistad de los visitantes, les entregaran agaves cocidos para que los comieran. Estos exploradores comentan que estas plantas cocidas tenían un jugo muy dulce y agradable, pero que si las comían en demasía les producía laceración en el paladar (escaldar).

También te podría interesar: El Atlatl, una sofisticada herramienta utilizada por los antiguos californios

Estas plantas son fácilmente distinguibles en el desierto, por sus hojas largas y carnosas, las cuales por lo general terminan en espinas. En su base tienen una especie de bola muy fibrosa a la que se denomina comúnmente como piña. Cuando esta planta logra una madurez de unos 5 o 6 meses empieza a producir un tallo al cual se le denomina comúnmente como jiote o quiote, del cual surgen flores comestibles y muy llamativas, que emanan un néctar dulce. Una vez que este tallo logra su madurez se seca y muere la planta. En diversos lugares de nuestro continente, antes de la llegada de los europeos, algunos grupos elaboraban, a partir de la savia del maguey, una bebida fermentada y con cierto grado de alcohol que se consumía con fines religiosos (pulque). Posteriormente a la llegada de los europeos y con la aplicación de técnicas de destilación, se empezaron a producir bebidas como bacanora, sotol y tequila, las cuales también se obtenían de distintas variedades de magueyes o agaves.

Pero continuando con el uso que le daban nuestros antiguos grupos étnicos nativos de la California, los sacerdotes jesuitas mencionan que quienes se dedicaban a recolectar estos agaves eran las mujeres. Nos dicen que por lo general esta planta se aprovechaba desde finales de septiembre hasta el mes de mayo, precisamente en las épocas de mayor escasez de alimento. Las mujeres salían en grupos hacia las faldas de los cerros, que era donde abundaban estas plantas, y cada una de ellas portaba una redecilla a la cual llamaban uañí, así como una cuña o escoplo de madera dura. Cuando encontraban un agave de buenas dimensiones procedían a cortarle las pencas u hojas, dejando solamente una pequeña protuberancia de unos 15 o 20 centímetros, el resto de la planta quedaba con la forma de una cabeza humana a la cual denominaban los sacerdotes como piña. Acto seguido tomaban la cuña y la colocaban, en su parte más angosta, en la base de la planta, tomaban una gran piedra y empezaban a golpear la cuña hasta que lograban arrancar la piña, y quedaba listo para ser transportado.

Los sacerdotes mencionan que en una buena cosecha de agave, las mujeres regresaban con 6 o 7 piñas en su uañí, y era común observarlas cómo soportaban estoicamente la carga del peso de todas ellas, a través de distancias de 1 o 2 leguas (una legua son cinco kilómetros, aproximadamente). Además de lo anterior, en la uañí también metían pedazos de leña que encontraban en el camino. Una vez llegadas al campamento procedían a cocinar los magueyes, a este procedimiento se le denominaba tatema, una técnica de concina común entre los grupos nativos de nuestro continente. Todo iniciaba con la recolección de piedras de regular tamaño, las cuales iban reuniendo en un hueco que hacían en la tierra, sobre ellas arrojaban la leña y posteriormente la prendían. Cuando la leña se consumía casi en su totalidad, las piedras se encontraban al rojo vivo, en ese momento procedían a colocar las piñas de los mezcales sobre ellas, y finalmente cubrían todo con tierra. El proceso de tatema duraba, por lo general, dos noches y un día, como lo describe Miguel del Barco. Finalizado este tiempo, se procedía a retirar la tierra y las piedras, las cuales ya estaban casi frías, y extraían las piñas.

Para los que en alguna ocasión han probado un agave tal y como se encuentra en la naturaleza, mencionan que su sabor es sumamente amargo e intragable. Sin embargo, nuestros californios descubrieron, a través de la observación por  centurias, que la savia de estas plantas al someterse a altas temperaturas, se convierte en azúcares, por lo que a través del procedimiento de tatema, la piña amarga del maguey, se convierte en una alimento dulce y cargado de calorías. Las mujeres llamaban a los miembros de su familia, o en caso de que el preparado haya sido un trabajo colectivo del grupo o ranchería, se convocaba a todos para compartir este alimento. La forma de comerlo era cortar pedazos de la piña e introducirlos en la boca para masticarlos y absorber todo el dulce jugo que pudiera obtenerse. Una vez que quedaba reducido a bagazo lo escupían y tomaban un nuevo pedazo. En ocasiones, y sobre todo cuando había una gran hambruna y escasez de alimento, se recolectaba este bagazo, se dejaba secar completamente y se machacaba hasta convertirlo en pinole. Este pinole se guardaba para una futura ocasión y consumirlo.

Como podemos darnos cuenta, los antiguos pobladores de nuestra península lograron un óptimo nivel de adaptación a las diferentes regiones que habitaron en la península, y conocer cómo vivían y sus avances culturales hace que fortalezcamos nuestra identidad y el respeto por nuestras raíces ancestrales.

Bibliografía:

Miguel del Barco. (2020) Historia natural y crónica de la antigua California – (Ed. Miguel León-Portilla). Instituto de Investigaciones Históricas. UNAM. México.

__

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.

Compartir en
Descargar
   Veces compartida: 11

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

Profesor de Educación Primaria, Licenciado en Educación Especial y Maestro en Ciencias de la Educación. Labora en la Secretaría de Educación Pública y comparte su tiempo con su pasión por la historia de la California del Sur. Administra el grupo de Facebook “Conociendo Baja California Sur”. Nació el 22 de septiembre de 1969 en Puerto Vallarta, Jalisco, pero radica en Sudcalifornia desde hace 44 años. Actualmente, es Director de la Unidad de Servicios de Apoyo a la Educación Regular No. 17 y Maestro de Comunicación del Centro de Atención Múltiple “Gilberto Vega Martínez” en La Paz. Escribió la antología (Ebook) “Piratas, Corsarios y Filibusteros en la Antigua California”. Mención Honorífica en el VII Premio Estatal de Periodismo “Jesús Chávez Jiménez”, en Entrevista, por su trabajo “Graciela Tiburcio Pintos, la leyenda de la biología de las tortugas”. 

Compartir
Compartir