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Los Fabelman: De cómo Steven Spielberg se enamoró del cine

Kinetoscopio


Marco A. Hernández Maciel

Director: Steven Spielberg

Reparto: Paul Dano, Michelle Williams, David Lynch

La Paz, Baja California Sur (BCS). La primera película que vi en el cine fue Superman de Richard Donner. Allá por 1986, un tío me llevó al Cinema Juárez (hoy Teatro Juárez) y llegamos cuando la película ya había empezado. La sala oscura y enorme para un niño de 6 años, en lo que encontrábamos una butaca vacía, un gigante Marlon Brando enfundado en un traje blanco con una S al pecho, sufría por ver partir a su hijo a la par de los inolvidables acordes de John Williams, que nos decían que no había nada de qué preocuparnos; con esa música, la Tierra no corre ningún peligro. Entre chiflidos y aplausos que siguieron durante toda la película, las aventuras del superhéroe interpretado por Christopher Reeve se quedaron tatuadas en mis neuronas. ¿Será posible que en ese momento haya nacido mi fascinación por el cine? Lo más seguro es que sí, y cada que tengo oportunidad, no dudo en decir con orgullo yo, esa película la vi en el cine.

Esto viene a colación porque más o menos así empieza Los Fabelman, dirigida por Steven Spielberg, que es una película que está basada en su propia familia y sus recuerdos. En la escena inicial, el pequeño Sam tiene su primera experiencia cinematográfica y queda prendado de una escena de El Show Más Grande del Mundo, dirigida por el legendario Cecil B. de Mille. Una imagen que no puede quitarse de la cabeza y que quiere repetir hasta el cansancio, recreándola en el taller de su papá, hasta que su madre le sugiere filmarla, para que así la pueda ver cuando sea.

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Desde ahí, narrando la primera vez que tomó una cámara de cine y como esa cámara lo fue acompañando en momentos cruciales de su vida, Spielberg nos transporta a la intimidad de su familia, que a pesar de filmarse a través de una nostalgia que peca de optimista, es lo suficientemente hábil para introducir varias capas narrativas. Mismas que transitan por caminos de sufrimiento, infidelidad y egoísmo, desempolvando un acercamiento muy personal del director en cuanto a su historia familiar.

Además, aprovecha este film para mostrarnos un poco de su filosofía y visión del mundo en cuanto al matrimonio, amor, religión (judaísmo y catolicismo), y de paso también nos da la oportunidad de conocer el origen de algunas de sus obsesiones cinematográficas como las tomas a contraluz, la Segunda Guerra Mundial, y el tema más recurrente de persecuciones y cacerías de todo tipo donde el ingenio es la clave para derrotar al opresor.

Mención aparte merece la secuencia donde el aclamado director David Lynch se pone en la piel de la leyenda del cine John Ford. Sencilla y mordaz, logra englobar muchos conceptos del cine y su historia en dicha escena. No diré más, pero la próxima vez que tome una fotografía, no ponga el objeto de interés en el centro. Mágico, ¿verdad?

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