“Los 7 Magníficos”: de pistolas, polvo, razas, dinamita y un cabrón

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“La nueva versión de Los Siete Magníficos es una aventura violenta y entretenida”. Fotos: Internet.

Kinestoscopio

Por Marco A. Hernández Maciel

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Un cacique sin escrúpulos asedia a los habitantes de un pueblo para arrebatarles sus tierras y asesina y amedrenta a quien sea que se le enfrente. Los ciudadanos, gente que se dedica a trabajar, no tienen la capacidad ni el armamento para luchar ante matones profesionales que tienen comprada a la autoridad y esparcen la violencia en lo que antes era un lugar pacífico. Les quieren arrebatar su ciudad porque la zona es estratégica para su negocio, por lo que tienen que pedir ayuda de fuera para salvar su patrimonio y recuperar su tranquilidad. ¿Les suena familiar? A mí sí, ya que estamos hablando del remake del western estrenado en 1960 y a que a su vez fue un remake del clásico de Akira Kurosawa, Los Siete Samuráis.

Protagonizada por Denzel Washington, Chris Pratt, Ethan Hawke, Vincent D’Onofrio, Hayley Bennet y el mexicano Manuel García-Rulfo, la película muestra una química instantánea entre los protagonistas y el público que le permite proyectarse de manera ágil en la pantalla, y del mismo modo minimizar algunos cortes abruptos de una edición que en momentos se siente descuidada. La revelación es sin duda el actor nacido en Jalisco, que nunca se ve opacado por el elenco consagrado que lo acompaña, y se pone en muchas ocasiones al tú por t+u con el popularísimo Pratt, logrando algunas de las secuencias más divertidas –cabronas– de la película.

Sin duda que el mayor responsable de haber reunido un equipo y hacerlo lucir en pantalla de buena forma es el director, Antoine Fuqua, quien sorprendió en el año 2001 estrenando Día de Entrenamiento –aquella película en la que nos rehusábamos a admitir que Denzel era el policía corrupto y malo– y que después ha entregado productos muy irregulares, como la olvidable Rey Arturo o la palomera Tirador. Aquí decide no caer en pretensiones y aprovecha al máximo las habilidades de su casting, dándole el espacio adecuado a cada uno de ellos, logrando un equilibrio entre la acción y el diálogo que permite avanzar a la historia, aunque con uno que otro bache narrativo que se siente como una piedrita en el zapato.

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Del mismo modo, las escenas de batalla respetan los planos y movimientos de cámara que ha inmortalizado el género, pero dotándolo de mayor agilidad y vértigo, lo que provoca un auténtico espectáculo visual que se disfruta enormemente en pantalla. Y aunque el filme muestra una fotografía extraordinaria y se regodea en paisajes y locaciones perfectas, algo pasó en el proceso de corrección de color que no funcionó bien. La película semeja como si la hubieran deslavado con un filtro de Instagram, esos filtros que en un inicio fueron el hit y hoy son molestos en exceso; ahora imagínense toda una película con ese tinte y se darán una idea. Quitando ese efecto digital, se agradece que la película no haya utilizado el CGI –o al menos no se nota– por lo que todo es hecho con ingenio manual, con trucos de cámara y efectos prácticos, o sea pues, utilizando la verdadera magia del cine.

Ahora bien, regresando a la narrativa, el guión corrió a cargo de Nic Pizzolatto y Richard Wenk. Wenk fue el escritor de la última película rescatable que protagonizó Bruce Willis 16 Blocks– y Nic Pizzolatto es la mente maestra detrás de esa serie de HBO que rompió muchos paradigmas y ha renovado el género negro al menos en televisión –True Detective–, que su primer temporada lanzada en 2014 se convirtió en un clásico de culto instantáneo gracias sus diálogos intrincados e inteligentes, sus personajes interesantísimos y corroídos y su trama perversa, angustiante y adictiva. Pero en este filme eso no existe. El guión es simple y efectivo. No hay subtramas de autodescubrimiento o excesiva búsqueda de identidad, ni se entrometen con ideas filosóficas profundas. Y eso se nota en algunos cortes bruscos y cambios de escena en los que se siente que falta algo. Además de ello, se ha documentado que gran parte del guión de Pizzolatto fue reescrito aunque se dejó su nombre en los créditos finales. Mi impresión general es que la idea inicial era reinventar por completo la épica aventura con una escritura más profunda, intentando dejar una huella similar al filme original de Kurosawa, pero los productores tuvieron miedo de un fracaso y decidieron irse por el camino que ya conocen. Un camino seguro, violento, visual y ágil que concluyeron exitosamente.

La nueva versión de Los Siete Magníficos es una aventura violenta y entretenida que retoma los principios clásicos del western y los actualiza para darnos la espectacularidad y el dinamismo al que estamos acostumbrados hoy día. Una historia efectiva, que no se complica a sí misma y funciona gracias a una atinada dirección y un desempeño actoral que cumple y divierte. Una historia que quizás haga pensar a más de uno, ¿Dónde consigo a otros siete de ese calado? Es para una pequeña ciudad pegada al mar, que era un lugar tranquilo y pacífico y quien no tiene quien los defienda, o quien debería no lo hace.

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Marco A. Hernández Maciel

Nació en La Paz a inicio de los 80’s. Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por el Tec de Monterrey. En 2006 dirigió el corto “Maldito Murphy” con la beca “Jóvenes Creadores”. Ha sido docente en la UABCS, Universidad de Tijuana y Universidad Mundial en guionismo y producción audiovisual. No puede evitar decir “I’m Batman” con voz rasposa, balbucear diálogos de “Volver al Futuro”, elogiar a Hitchcock o llorar al ver “Toy Story 3”.

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