La Segunda cosecha. Una singular práctica de los Californios

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Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Nunca en la historia de la humanidad ha habido un proceso evolutivo homogéneo en todas partes del orbe. Mientras que en África y Asia daban inicio los primeros asentamientos humanos populares, y con ello era punto de partida para el desarrollo de toda una cultura compleja, en la mayor parte del mundo los grupos humanos vivían en el neolítico, desconociendo no sólo la escritura sino el metal y la rueda. Es debido a lo anterior, que no debe extrañarnos, que los colonos europeos al llegar a nuestra península de Baja California, a principios del siglo XVI, encontraron a grupos étnicos con un desarrollo evolutivo clasificado en el paleolítico.

¿Cómo se ha caracterizado la forma de vida en la era paleolítica de la humanidad? El Lic. Antonio Gómez-Guillamón Buendía nos comenta lo siguiente La existencia de abundante caza favoreció el desarrollo de la industria lítica, con la producción de cantos, bifaces, raederas, raspadores, perforadores, hojas de laurel y arpones. El hombre del Paleolítico buscaba hábitats cercanos al agua para garantizar su supervivencia. Los primeros homínidos vivían en cuevas para protegerse de las inclemencias del tiempo. La evolución humana propició el abandono progresivo de las cuevas en beneficio de cabañas provisionales, generalmente de planta circular, realizadas con ramaje. En las cuevas, el ser humano desarrolló el arte paleolítico con pinturas minerales sobre escenas de caza y rituales mágicos. La religión primitiva se basaba en la adoración de los elementos de la naturaleza. El final de las glaciaciones supuso el final del Paleolítico y el paso al Mesolítico. Esta etapa  fue común a todos los grupos del orbe, sin embargo lo que originó que se pudiera pasar de esta etapa a otras más evolucionadas fue en gran medida el intercambio con otros grupos que venían de sitios lejanos, y a contar con un medio ambiente que les proporcionara las suficientes condiciones como para pasar hacia la agricultura, y con ello a contar con tiempo libre para desarrollar una cultura más compleja.

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Las variables que acabamos de enunciar en el párrafo anterior, no las tuvieron los habitantes de nuestra península. Por el hecho de estar confinados en una península fueron pocos y muy esporádicos los intercambios que se tuvieron con grupos externos, lo que no impactó en la cultura incipiente de los Californios. Además de lo anterior, el medio ambiente de nuestra península, principalmente el de la parte central y sur, era desértico por lo que obligaba a sus moradores a vivir de la recolección de frutos y la caza, lo que los llevaba a un nomadismo casi permanente. Debido a lo anterior el proceso evolutivo en cuanto a los aspectos que definen a una cultura tardaron mucho más en darse, lo que originó el paleolítico fosilizado, como lo enuncia el Dr. Miguel León-Portilla, al ubicar a nuestros antiguos pobladores.

Estas consideraciones permitirá al lector comprender muchas de las manifestaciones de los grupos étnicos originarios que a los ojos de los colonos europeos les parecieron monstruosas e inexplicables, siendo una de ellas la llamada segunda cosecha. El sacerdote Juan Jacobo Baegert, misionero de San Luis Gonzaga Chiriyaqui, describe este suceso de la siguiente manera las pitahayas encierran una gran cantidad de pequeñas semillas, como granos de pólvora, que el estómago, sin que sepa yo el porqué, no puede digerir y que las evacua intactas. Para aprovechar estos granitos, ellos juntan, en la época de las pitahayas, todos los excrementos y recogen de ellos la mencionada semilla, tostándola y moliéndola para comérsela entre bromas; lo que llaman los españoles la segunda cosecha o la de repaso. Ahora, si esto lo hacen por necesidad, por glotonería o por amor a las pitahayas, me abstengo de decidir; es muy posible creer que sean los tres motivos los que los conducen a tal asquerosidad. Se me hizo difícil dar crédito al informe que sobre esto me dieron, pero he tenido que verlo varias veces y sé que no pueden, desgraciadamente, desistirse de esta costumbre muy arraigada, como tampoco de otras parecidas.

Otro de los misioneros que por espacio de 34 años vivió en nuestra península, 32 de ellos en la misión de San Francisco Javier de Vigge-Biaundó, Miguel del Barco, lo describe de la siguiente manera dando aún más detalles Parece que se dolían de que, comiendo esta fruta, tan estimada de ellos, se les escapase su semilla sin poder tomarla su gusto particular y no pudiendo de otro modo separarla, inventaron el siguiente. En tiempo de pitahayas, en que regularmente no comían otra cosa, cada familia prevenía un sitio cerca de su habitación en que iban a deponer la pitahaya después de digerida según orden natural; y para mayor limpieza ponían en aquel sitio piedras llanas o yerbas largas y secas o cosa semejante, en que hacer la deposición sin que se mezclase con tierra o con arena. Después de bien seca, la echaban en las bateas las mujeres, desmenuzándola allí con las manos hasta reducir a polvo todo lo superfluo y que no era semilla de pitahayas sin que esta operación les causase más fastidio que si anduvieran sus manos entre flores. Para apartar aquel fétido polvo de la semilla, movían la batea como se hace cuando se limpia cualquiera grano. Quedando ya sola la semilla en la batea, echaban sobre ella brasas y la tostaban como las demás semillas; pero ésta de que tratamos, echa de sí un fetor intenso, que se difunde por mucha distancia. Seguíase después el molerla y comerla hecha polvo, como cosa regalada; y como tal, en una de las visitas que el padre Francisco María Píccolo hizo a los gentiles, le regalaron éstos con algo de tal harina, que el padre, sin saber lo que era, comió por darles gusto y mostrar aprecio de su regalo: cosa que, divulgada entre los padres, fue algunas veces materia de diversión cuando concurrían con el padre Píccolo. Esto es lo que en la California suelen llamar la segunda cosecha de las pitahayas, la cual era común a todas las naciones de la península; pero en las misiones antiguas poco a poco la han ido dejando; y si en ellas aún queda algo de esto, será poco y sólo entre los viejos.

El padre del Barco era Español y el padre Baegert era Alsaciano (influencia francesa y alemana) por lo que podemos concluir que ambos procedían de una cultura en donde este tipo de hábitos, y muchos otros que tenían los Californios no eran practicadas e incluso desconocidas, por lo que al apreciarlas se les hacían sumamente primitivas, y por decir lo menos, poco higiénicas. Sin embargo, en descargo de nuestros queridos Californios, podemos decir que en una tierra donde se pasaban frecuentes hambrunas, y el conseguir un poco de alimento que pudiera calmar, aunque sea por poco tiempo, el hambre sempiterna de los habitantes, ese tipo de costumbres alimentarias eran socorridas y hasta incluso realizadas de forma sistemática y como bien se dijo, las pudieron apreciar en todos los grupos étnicos que en aquel entonces habitaban la península conocida.

Finalmente, como aspecto anecdótico es importante mencionar que los mismos europeos de aquella época, cuando se encontraban en situaciones extremas en donde lo más importante era la supervivencia, no tenía el menor recato en recurrir a comer alimentos que repugnarían a los mismo Californios, que tanto tachaban de comer lo que fuera. Tal es el caso de los relatos que se hacen de la alimentación a bordo del Galeón de Manila en su viaje de retorno (tornaviaje) el cual podía durar hasta 5 meses, y durante este largo trayecto, la tripulación y pasajeros terminaban por comer galletas podridas y engusanadas, ratas e incluso un agua verdosa, la cual despedía olores fétidos. También no se descarta la antropofagia, cosa que jamás fue practicada en la antigua California.

Los antiguos Californios eran individuos de su tiempo por lo que invito a todo aquel/aquella que desee acercarse a su cultura e historia para contemplarla en toda su magnificencia, debe hacerlo liberado de prejuicios impuestos por una cultura reciente.

Bibliografía

Barco, Miguel del, Historia natural y crónica de la antigua California. Adiciones y correcciones a la noticia de Miguel Venegas (formato PDF), 2a. ed. corregida, estudio preliminar, notas y apéndices por Miguel León-Portilla, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 1988, 482 p., dibujos y mapas (Serie Historiadores y Cronistas de las Indias

Baegert, J.J. (2013). Noticias de la península americana de la California. La Paz: Archivo Histórico Pablo L. Martínez

Lic. Antonio Gómez-Guillamón Buendía     Consultado 01 de agosto de 2022.

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Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

Profesor de Educación Primaria, Licenciado en Educación Especial y Maestro en Ciencias de la Educación. Labora en la Secretaría de Educación Pública y comparte su tiempo con su pasión por la historia de la California del Sur. Administra el grupo de Facebook “Conociendo Baja California Sur”. Nació el 22 de septiembre de 1969 en Puerto Vallarta, Jalisco, pero radica en Sudcalifornia desde hace 44 años. Actualmente, es Director de la Unidad de Servicios de Apoyo a la Educación Regular No. 17 y Maestro de Comunicación del Centro de Atención Múltiple “Gilberto Vega Martínez” en La Paz. Escribió la antología (Ebook) “Piratas, Corsarios y Filibusteros en la Antigua California”. Mención Honorífica en el VII Premio Estatal de Periodismo “Jesús Chávez Jiménez”, en Entrevista, por su trabajo “Graciela Tiburcio Pintos, la leyenda de la biología de las tortugas”.

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