La Profecía de Prometeo. El umbral del hombre como un nuevo dios

image_pdf

Detalle del mural “Hombre en llamas” de José Clemente Orozco.

La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Cuando Zeus emasculó a Cronos, éste le maldijo. Algún día perdería su divino reino. Prometeo sabía la manera de cómo Zeus perdería su potestad; sería derrocado por un hijo más poderoso. “Nada podrá evitar que caiga la ignominia con caída insufrible. Un adversario tal se está preparando por sí mismo invencible prodigio, que una llama inventará que el rayo más potente y una explosión que ha de vencer al trueno…”, profetiza el titán en la tragedia de Esquilo, Prometeo encadenado.

Diversos comentaristas han interpretado quién o cuál podría ser tal llamarada. Para algunos era Heracles; para los primeros cristianos: Jesucristo. Me aventuro a interpretar la profecía. Prometeo no ser refiere al uno ni al otro. Él que derrocará a Zeus es el hombre. La humanidad por medio del poder que su creador –Prometeo, el filántropo[1]— les concedió: el conocimiento que lleva a la técnica.

También te podría interesar: La tergiversación de la divulgación científica 

Según el mito, el titán creó al hombre con agua y arcilla. La humanidad horrorizada ante la muerte, vivía en cavernas, así que Prometeo nos regaló el olvido. Pero no era suficiente así que nos transmitió la arquitectura, la astronomía, las matemáticas, la navegación, la medicina y la metalurgia. Robó el fuego del carro ígneo del Sol y se lo dio a los hombres para que comenzara su aventura tecnológica.

Enfurecido, Zeus ordenó encadenar al titán a una montaña del Cáucaso donde devoraba su hígado a diario en forma de águila. Pero, en medio de la borrasca, encadenado, Prometo sabe que Zeus-Dios- sucumbirá al regalar a sus hijos el secreto para derrocarle. Ahora el hombre desea elevarse y sustituir a Dios[2]; ser él mismo un nuevo Dios.

En el umbral de nuestro destino prometeico, el ascenso hacia el Olimpo se ha configurado como desarrollo científico. Sin embargo, ese ascenso también puede significar la caída, el ocaso del hombre como un nuevo dios que no sabe cómo detener la pesadilla que ha disparado, tal como un doctor Frankenstein [3].

El nuevo Zeus indaga y cambia. Es un mago que intenta predecir los fenómenos sustituyendo el laurel y el hongo alucinógeno por la teoría. El nuevo lenguaje mítico ya no habla de quimeras o gorgonas sino de partículas, genes, ondas electromagnéticas y probabilidades cuánticas. Sustituye a Eros por neurotransmisores y la teleología innecesaria en la selección natural o la epigénesis. Este lenguaje también se hace viejo, mejor pensemos en los micro agujeros negros y las partículas supersimétricas.

Pero no es el significado que le damos al universo lo que nos impele a sustituir a Dios sino la transformación de la materia y la consolidación del mundo —y de los mundos posibles— por hacer. El fuego de Prometeo es nuestra inteligencia, no nuestra conciencia. Nuestra capacidad o ceguera, nuestra facultad gracias al pulgar y nuestra mente. Tal fuego nos ha servido y de él nos serviremos. Desde curtir pieles hasta construir aceleradores de hadrones ese fuego interior se exterioriza.

El hombre ya no sueña con modificar la vida, lo ha logrado. Cuando Niu en 2014 dio a conocer la técnica de la edición genética en su trabajo “Generation of Gene-Modified Cynomolgus Monkey via Cas9/RNA-Mediated Gene Targeting in One-Cell Embryos”; la historia de la humanidad cambió. La pesadilla de Mary Shelley es ya línea de investigación común. El desarrollo de la edición genética por medio del CRISPR ha logrado ya bebés modificados para lograr inmunidad hacia ciertas enfermedades como el SIDA. Los ejemplos de increíbles animales transgénicos son ejemplos puntuales de que aun no sabiendo qué es la vida podemos jugar con lo vivo. Los chinos ya han seleccionado perros transgénicos sin la miostatina que inhibe el crecimiento muscular. Tales caninos son hipertrofiados, perros “hulk” listos para el servicio militar y policial. Cabras con genes de araña que pueden dar seda en vez de leche y conejos con genes de medusa para ser bioluminiscentes son el parteaguas de cualquier posibilidad den el futuro.

Gato transgénico con genes de medusa que le permiten brillar en la oscuridad. FOTO: Clínica Mayo.

¿Qué nuevos dilemas bioéticos emergerán de estos procesos? Ya surgieron con la experimentación con células madre, la clonación de diversas especies incluyendo al humano, manipulación de estados mentales a través de fármacos, experimentación animal, etcétera.

Prometeo clama sobre el usurpador de Zeus, el nuevo dios dominará un rayo más potente y detonará una explosión que acabará con el trueno. Bien, ahora pensamos en bombas arcoiris; armas generadoras de energía electromagnética que pueden destruir total o parcialmente el equipamiento eléctrico y electrónico dentro de su radio de acción. Desde 1962, las potencias nucleares han incorporado a su arsenal armas capaces de producir un ataque de pulso electromagnético.

Bombas N, bombas H, bombas A y demás lindezas representan el arsenal bélico con el cuál se pueden destrozar ciudades y asesinar a millones de personas. No sólo eso, en el siglo XXI ya se tienen robots de guerra, los SWORD (Special Weapons Observation Remote Direct-Ation System) que han entrado en batalla.

Hoy mismo la innovación tecnológica se aboca a mejorar ambulancias robots, vehículos de combate de alta velocidad, bombarderos, tanques no tripulados y minas inteligentes (¿inteligentes?). Ahora mismo, los drones sirven tanto para cartografiar terrenos como para asesinar personas.

¿Inteligentes? Vuelvo a preguntar. En el siglo XXI ya hay ordenadores que vencen al campeón mundial de ajedrez, así como sistemas terapéuticos que permiten detectar emociones para interactuar con niños autistas. Nuestra existencia ligada a sistemas automatizados puede continuar en la pesadilla del golem cibenético.

“La terminación del momento en que el ábaco se transformó en un ente dotado de raciocinio consciente es tan ardua como la tarea de señalar el momento en que el simio se transformó en hombre.” Esta es una de las frases más geniales de la literatura y lo que Stanislav Lem plantea en su novela Golem XIV, el enamoramiento del hombre de sí mismo al crear espejos de su conciencia. Pero esos espejos podrán a su vez encontrar un camino autónomo, aunque, según Lem, lo construido sea más imperfecto que el constructor. La ignorancia del humano es –según Lem— ver el progreso precisamente en la pérdida de la perfección inicial.

Aún la humanidad requiere de Dios, de cualquier dios, no lo hemos derribado pues no hemos vencido a la muerte. La profecía de Atenea: El hombre algún día alcanzará a Urano, a Poseidón y vencerá al Hades, está en proceso. Pero ya comenzamos, minúsculos satélites, transbordadores espaciales, quizá un viaje lunar, batiscafos que otean un miserable porcentaje del océano y medicamentos avanzados, terapias génicas, trasplantes. Vamos en camino.

Somos protodioses jugando a Dios, la clonación y la creación de conciencias artificiales. Hemos endiosado al cerebro como si este fuera el parangón del polvo. Cómo dice Golem XIV, ¿salvaremos al hombre rechazando todo lo humano?

Quizá el sueño teleológico de los estoicos al considerar la razón que penetra como pneuma la materia, consiste en que el hombre podrá ser un dios mediante el uso de tal razón al homologar el cosmos. Esa razón fue la base de los iluminados que fundaron las sectas empíricas.  Las tecnociencias actuales en su delirio racional parecen consagrar el camino que los iluminados abrieron en el siglo XVI.

Los nuevos dioses jugando con sus criaturas extenderán la profecía de Prometeo, imaginemos a una supercomputadora encadenada, a una conciencia abstracta y virtual encadenada a un Cáucaso de sílice y micro sensores, a un ciborg clonado, todos ellos blasfemando contra el nuevo Zeus.

La pregunta fundamental de su nuevo alegato será: ¿Quién destronará al hombre?

NOTAS:

[1] Philan Thrópos: amar al carácter de los hombres.

[2] ¿Qué otra cosa representa el mito en el Génesis. La serpiente al otorgarle el fruto del conocimiento a Eva y Adán les promete: Seréis como Él.

[3] No en balde, Mary Shelley subtituló a su novela: El moderno Prometeo.

__

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.

 

Compartir en
Descargar
   Veces compartida:

La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

Doctor en Ciencias Marinas. Recibió el Premio Internacional de Divulgación Científica “Ruy Pérez Tamayo” en 2012. Entre sus libros sobre temas científicos destacan “Tiburones, supervivientes en el tiempo” y “Ensayos en Filosofía Científica” en coautoría con David Siqueiros.

Compartir
Compartir