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Tierra Incógnita
Por Sealtiel Enciso Pérez
La Paz, Baja California Sur (BCS). El 3 de mayo de 1535, hace exactamente 485 años, se llevó a cabo el acto protocolario por medio del cual el Marqués del Valle de Oaxaca, Hernán Cortés, tomaba posesión de este emblemático sitio a través de un documento oficial al cual tituló “Auto de posesión de la Bahía y Puerto de la Santa Cruz”. Si bien es cierto que 16 meses antes, aproximadamente en enero de 1534, había llegado accidentalmente a estas costas su coterráneo Fortún Jiménez y su séquito de renegados y facinerosos, éstos no estaban investidos del Poder Real para tomar posesión a nombre de la Corona Española de sitio alguno, por lo tanto sólo el Adelantado de la Mar del Sur, Cortés, lo realizó oficialmente. Es así como podemos considerar que simbólicamente es esta fecha, el 3 de mayo de 1535, la fecha oficial de la fundación de nuestra ciudad y puerto, la cual en el año de 1596 fue renombrada como “La Paz” por el explorador Sebastián Vizcaíno.
Durante todo el siglo XVI y XVII, el puerto de La Paz permaneció como terreno de caza y vivienda de los diferentes grupos de Californios que paseaban en sus playas y pescaban en sus aguas, tal como lo venían haciendo desde miles de años atrás. Los aripes, huchitíes, monquis, coras y guaycuras habían desarrollado un delicado equilibrio con el ecosistema que le rodeaba en este sitio, por lo que cuidaban los recursos vegetales y animales de los que subsistían, así como los escasos manantiales de los que se proveían del vital líquido. Ocasionalmente eran visitados por algunos pequeños barcos en los cuales viajaban pescadores de perlas, los cuales, por lo general, abusaban de los naturales al obligarlos a realizar la pesca sin pagarles sus servicios. Además de lo anterior, no era raro que abusaran sexualmente de las mujeres de los naturales, lo cual hacía crecer el odio por parte de los Californios hacia los Colonos europeos.
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En el año de 1683, llegó a este puerto de La Paz la expedición dirigida por el explorador Isidro de Atondo y Antillón con la misión de establecer un poblado permanente en la California y, así mismo, iniciar con la catequización de los habitantes de este apartado rincón de la geografía de la Nueva España. En esta expedición venía el sacerdote Eusebio Francisco Kino, un hombre sumamente inteligente y de gran fe, que estaba encargado de cartografiar las costas de estas tierras. A este efímero asentamiento lo denominaron “Misión de Nuestra Señora de Guadalupe de Californias”. Lamentablemente, los prejuicios de los soldados, al considerar las acciones de los naturales como intentos de atacarlos o de faltarles al respeto, derivaron en una reprimenda armada donde murieron una decena de Californios a manos de los españoles. Ante el temor fundado de ser atacados como reprimenda por este acto tan deleznable, Atondo ordenó abandonar la ensenada y trasladarse unos 350 kilómetros más hacia el norte de la península.
Posteriormente a esta salida, nuestra ensenada de La Paz recobró paulatinamente la tranquilidad, hasta que 37 años después, a finales del año de 1720, los sacerdotes Jaime Bravo, Juan de Ugarte y Clemente Guillén, llegan a esta ensenada y fundan una pequeña Misión a la cual nombran “Nuestra Señora del Pilar de La Paz Airapí”. Este pequeño poblado subsistió por espacio de 28 años, sobreviviendo a la Rebelión de los Pericúes en 1734 y a tres grandes epidemias que diezmaron a la población de naturales, motivo por el cual, en el año de 1748, se trasladó a los pocos habitantes sobrevivientes al poblado de Todos Santos. Con esto volvió a quedar abandonada esta ensenada, que solo era visitada ocasionalmente por barcos que venían en busca de placeres perleros o a comerciar con herramientas y alimentos para los pocos trabajadores de las Minas del Real de Santa Ana, El Triunfo y San Antonio, al sur de la península. Es de singular importancia recordar que en el año de 1769 de nuestra ensenada de La Paz partieron los barcos “San Carlos”, al mando del capitán Vicente Vila y el “San Antonio”, al mando del capitán Juan Pérez, los cuales brindaron ayuda vital a la expedición encabezada por Gaspar de Portolá y Junípero Serra para la colonización de lo que posteriormente se llamó “Alta California”. Fue por esos años que se construye uno de los pocos edificios que sobrevivieron hasta la primera mitad del siglo XIX el cual se llamó “La casa de su majestad” o “Casa real”. En este sitio había un representante de la Real hacienda el cual se encargaba de cobrar los impuestos por el desembarco de diferentes mercancías probablemente con destino a los poblados del sur de la península.
Debido a la importancia estratégica de esta ensenada, fue en el año de 1811 que el entonces jefe político de la Baja California, Felipe de Goycochea, comisiona al soldado José Espinoza y su esposa Brígida Marrón para que vigilaran el puerto e impidieran que otras personas se asentaran permanentemente en el lugar, así como cubrir la importante tarea de brindar atención a los tripulantes de los barcos que atracaran en la bahía. Estas personas fueron las primeras en criar ganado en este sitio, así como sembrar las primeras hortalizas y cereales para alimentarse y cubrir la demanda cada vez más creciente de los barcos que llegaban a La Paz.
Debido al aumento de tránsito marino y terrestre al puerto fue necesario que se permitiera el establecimiento de más personas, por lo que el gobernador José Manuel Ruiz publica un bando de gobierno autorizando este hecho en el año de 1823. Desde la óptica de varios historiadores sudcalifornianos como el Maestro Gilberto Ibarra Rivera, entre otros, se puede considerar este el año definitivo del auge de nuestra actual ciudad y puerto.
El señor Juan García es el que aparece en los registros de aquel año como el primero en solicitar el que se le conceda un terreno para habitar en la ensenada, a este ciudadano le siguieron decenas de marineros, comerciantes, horticultores, pescadores, criadores de ganado, etc. que empezaron a urbanizar estas tierras y a tejer las intrincadas relaciones sociales iniciales. El Maestro Eligio Moisés Coronado en su libro “Los apuntes históricos de Manuel Clemente Rojo sobre Baja California” nos transporta hacia esos primeros años de vida del puerto y nos deja entrever cómo se definía la traza urbana, dice así: “Doña Brígida, después de viuda, le cedió una parte de este terreno —en el punto que se identificó como el “Guamuchil”– a don José Antonio Altamirano, su pariente, quien desde luego construyó una casa en la lomita o mesa del norte, dejando de por medio el arroyo que la divide de la mesa del sur, adonde estaba fincada la tía Brígida”. Se menciona que el señor Ignacio Altamirano, capitán del barco “Balandra”, fue el primero en dedicarse a comerciar los esquilmos que se producían en su rancho y en los otros que había en el puerto (pieles, conserva, cebo, carne salada, etc.). El primer enlace matrimonial del que se tiene registro en este puerto se llevó a cabo entre Tomás Altamirano y Dolores Carrillo, en el año de 1825. Para el año de 1830 en el puerto había la cantidad de 300 habitantes. La mayor actividad económica que se desarrolló fue la del comercio y los precursores fueron José Antonio Altamirano, el francés Antonio Belloc, Antonio Ruffo y José Sierra.
No olvidemos que fue hasta el año de 1824 que las autoridades de la península de Baja California (Alta y Baja) juran su adhesión a la República Mexicana, por lo que 1 año después se nombra al señor Antonio Navarro, como Comisario Subalterno de Guerra y Marina del Departamento o Partido del Sur, con sede en San Antonio. En el año de 1827, se nombra como Guarda del Puerto de La Paz a Antonio Mendoza, encargado de cobrar los impuestos, informar sobre los desembarcos, requisiciones, cambios de tripulación naviera y atención a buques extranjeros fondeados en la ensenada. Fue hasta el año de 1830 que, por decisiones del gobernador José Mariano Monterde, se define como capital de la Baja California a nuestro puerto y posteriormente, en 1833, queda ratificada por el Congreso General.
El núcleo histórico o primigenio de este puerto de La Paz se estableció sobre la calle Playa (hoy Paseo Alvaro Obregón) con los linderos de la calle “Arroyo Central” (16 de septiembre) y Callejón “Sebastián Lerdo de Tejada”. En este sitio fincaron las primeras familias que llegaron y posteriormente establecieron sus locales comerciales y talleres por la calle que estaba a espaldas de sus hogares, la que llevó el nombre de “Comercio” y actualmente se llama “Carlos M. Ezquerro”. Al caminar por este sector podemos darnos cuenta del trazo irregular tanto en lo angosto como sinuoso de sus calles, lo anterior debido a que aún no existía un programa de urbanización y cada quien fincaba donde podía. Los nombres de las primeras calles fueron Playa, Arroyo Central, Del Teso, Portugal y La Breva. Conforme el puerto fue creciendo, hubo necesidad de fincar las dos lomas adyacentes a la playa las cuales se conocían como La Loma de la Capilla o de La Iglesia y la Loma del Voladero o El Voladero. La primera de ellas llevaba el nombre de “La iglesia” por creerse que en ella se construyó la Misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz Airapí, actualmente en ese sitio se ubica la Biblioteca de los Misioneros. La segunda Mesa se conocía de esta forma, del Voladero, por estar precisamente flanqueada por un corte vertical de varios metros lo que la hacía un sitio poco atractivo para habitar y que fue ocupado por los habitantes más pobres que llegaron a este puerto.
De acuerdo a las observaciones del Maestro Gilberto Ibarra Rivera en su libro “La Paz, ciudad y puerto mexicano. Origen, Proceso Histórico y símbolos emblemáticos”, algo que distinguió al puerto de La Paz de los demás que había en el pacífico mexicano, fue que los huertos familiares de los que se servían los habitantes para elaborar sus alimentos, los tenían ubicados en la parte que daba a la Playa, hasta donde llegaba la última marea, por lo que al llegar los barcos a la ensenada nuestra, era una vista hermosa e impresionante el apreciar aquel verdor que precedía al caserío del lugar. Una de las primeras obras urbanas que se realizaron en el puerto fueron terraplenes para frenar la destructiva acción de los múltiples arroyos que convergían en el naciente puerto; para tal fin, los mismos habitantes, en sus horas libres o fines de semana, se dedicaron a crear diques con tierra, piedra y ramas que evitara que las avenidas de agua destruyeran sus huertos así como hicieran peligrar sus casas.
Otro de los aspectos que ha caracterizado a nuestro puerto ha sido su intensa vida política. Se considera al señor Cornelio Espinoza como el primer alcalde de nuestra ciudad. Su elección aconteció en el año de 1830, en que nuestro puerto inició con una especie de autogobierno al ser segregado de la Municipalidad de San Antonio y en espera de su reconocimiento como Municipalidad y capital de la misma. Posteriormente, ya con una situación política más clara en el año de 1831 se elige a Miguel Molina, como alcalde; Felipe Sepúlveda, regidor; y Juan Peña, síndico procurador. Al siguiente año el alcalde es el señor Luis Acosta. Para el año de 1834, La Paz ya era una ciudad pujante y en franco crecimiento con una población de 781 habitantes.
Ya establecida la capital de la Baja California en nuestra ciudad, fueron los jefes políticos José María Gómez Garay (1834), y Antonio Belloc (1835), los que iniciaron un plan de urbanización y embellecimiento del puerto: conmemoraron la primera celebración del Grito de Independencia y crearon una Plaza de Armas. Durante el año de 1836 y 1837, ocurrió una asonada durante la cual usurpó el poder político el militar José María Mata. Durante estos años hasta 1840, cuando se dieron las luchas al interior del país entre los centralistas y federalistas, aquí en Baja California todo pasó en relativa calma y sin altibajos que rompieran nuestra paz característica. Aquí entran en escena las principales familias porteñas que durante la segunda mitad del siglo XIX detentaron el poder económico en esta ciudad, sus cabezas eran los señores: Juan Gómez Aguiar, Antonio Belloc, Manuel Galindo, Manuel Castellanos, José Soto, Gregorio Durazo, Ángel Lebrija, Luis Acosta, Antonio Ruffo, Julián Félix y Miguel Sataray, entre otros.
El primer plano de la ciudad de La Paz fue levantado por el agrimensor francés Carlos Duprat. Esta obra se realizó por encargo del Gobernador José María Blancarte. El plano fue concluido en el año de 1857. En 1863 dio inició la construcción del muelle fiscal por los señores J. S. Waydelín e Isaac Swani, construido inicialmente con pilares y pisos de madera, el que, posteriormente, al correr del tiempo, fue reconstruido en varias ocasiones. De acuerdo al Investigador Ibarra Rivera, “Las obras materiales relevantes que se construyeron en tres décadas, fueron las siguientes: el templo católico, en su primera fase (1861-1865); el templo masónico (concluido en 1873); el Jardín Velasco (iniciado en 1876), en cuyo predio hasta 1867 estuvo situada una casa ocupada como hospital militar, el que funcionó a iniciativa del Gral. José María Blancarte, construcción cedida al municipio por el gobierno en 1865; Casa de Gobierno, empezada a construir por el jefe político José María Rangel en el año de 1880 y muchas obras más.
En el año de 1860, el gobernador Teodoro Riveroll enfrentó la necesidad de ampliar el fundo legal de la ciudad, puesto que la cantidad de personas que llegaban y su necesidad de fincar una propiedad había agotado totalmente el espacio establecido muchos años antes para este fin. Encargó al agrimensor Guillermo Denton que realizara esta obra tan importante, la cual estableció un diseño urbanístico a la par de las demás ciudades modernas del mundo con claros parámetros de anchura de calles, longitud de las manzanas, numeración de las calles, e incluso, colocó el nombre a calles que apenas se iban a trazar, nomenclatura que aún perdura. Hasta el año de 1869 fue que el Gobierno federal aprobó estas modificaciones y se pusieron en marcha. Producto de esta urbanización surgieron los tradicionales barrios del “esterito” y “el manglito”. El agrimensor Alfredo Savín Cota fue el encargado de lotificar las manzanas que fueron poblándose en base al plano de Denton, en noviembre de 1873. Fue en estas fechas que las primeras 15 calles de la ciudad que corrían de norte a sur fueron denominadas con nombre Ordinales, siendo la calle primera la que hoy se conoce como Belisario Domínguez, segunda la Francisco I. Madero y así sucesivamente.
Es de gran importancia mencionar que un hecho que benefició de sobremanera a nuestro puerto y su auge comercial, fue que a partir del año de 1827 hasta 1836 estuvo abierto sin restricción de ninguna especie a la entrada de buques de cualquier calado. A través del puerto de La Paz, los productos de los ranchos eran trasladados a la contracosta, donde se vendían muy bien y a cambio traían herramientas, maquinaria, miscelánea, vestidos, calzado y muchos otros productos necesarios en esta ciudad. Los nombres de algunos de los barcos de los que se tiene registro son: Flor de mayo, Loretana, Mercado, Diana, Merced, Gabriela y Joven Dorotea, y las balandras San Francisco, Sirena, San José y San Buenaventura. En el año de 1854, el presidente Antonio López de Santa Anna habilitó a nuestro puerto como Puerto de Altura permitiendo la introducción de mercancía nacional y extranjera, con la restricción que lo que llegara únicamente se consumiera en la península. Esta dispensa sólo duró 3 años pero ayudó mucho al crecimiento de nuestro puerto.
Producto de la pujante actividad minera de la región de Las Cacachilas y San Antonio, se empiezan proyectos de ampliación de caminos para ir hacia aquella parte austral de la península, construir minas y crear empresas de transporte. La Compañía Smith y Socios, proyectó un camino de 20 varas de ancho entre La Paz y San Antonio, para carros de mula de carga, uniendo lugares importantes en la época como La Huerta, Encinitos y Texcalama, un trazo bien calculado por unir la zona minera Las Cacachilas, fue iniciada su construcción en 1864. El señor Santiago Viosca, estableció una agencia terrestre de la Well Fargo & Co. para el transporte de carga, pasaje y correspondencia, comunicando La Paz con el Real de El Triunfo. En 1881, el empresario Manuel Navarro abrió la ruta La Paz-El Triunfo cubierta por su empresa Diligencias “La Baja California”, uniendo los puntos intermedios Pocitos-Playitas-Calabazas-Trinchera-San Blas. Sólo funcionó ese año. Durante esta última veintena del siglo XIX, las empresas de la familia Ruffo y González tuvieron un gran crecimiento ya que fueron las que acapararon el comercio de alimentos, medicinas y herramientas para todo el territorio, así como la venta de productos de importación de Estados Unidos y Europa, los cuales comercializaban a través de sus emporios mercantiles “La Perla de La Paz” y “La torre Eiffel”.
Durante estos años a nuestro puerto llegaban una gran cantidad de visitantes, comerciantes y personas que tenían la intención de radicar en nuestro puerto de forma definitiva. Su viaje lo hacían a través de las líneas de transporte marítimo que surgieron y que viajaban desde destinos como San Francisco, San Diego, toda la costa del pacífico Mexicano, Centro y Sud América, Nueva York y, por supuesto, Europa. Algunas de estas líneas llevaron por nombre: Compañía del Río Colorado, Compañía de Vapores Colorado Team Navigation, Compañía Vapores California, Línea Acelerada de Vapores del Golfo de Cortés, cuyos recorridos los hacían con los barcos Newbern, Álamos, Bernardo Reyes, Cárdenas, Culiacán, Manuel Herrerías, Unión entre muchos otros.
Para el año de 1895, la ciudad de La Paz registraba una población de 5184 habitantes. Su comercio estaba en la época de oro e incluso se establecieron representaciones consulares de Estados Unidos de América, Costa Rica e Inglaterra, para dar certeza y seguridad a los ciudadanos de estos países así como los negocios que aquí realizaban. La actividad perlera del puerto sufrió un impulso a partir del año de 1830, los primeros armadores de flotas para el buceo de perlas fueron Pablo de la Toba, Manuel Amao y Eduardo Encinas, a los que siguieron Severo Encinas, Francisco Lebrija, Antonio Belloc, Cristóbal Moreno, Antonio Pérez, Gerónimo Gibert y Antonio Trasviña, todos habitantes de La Paz. En el año de 1850, se estableció una regularización más precisa por medio de la cual se establecían periodos de pesca de madreperla, de veda, los impuestos sobre la actividad, derechos de los buzos y otras medidas que vinieron a proteger esta actividad. Para esos años se incrementó el número de dueños de armadas perleras, entre los que sobresalían: Navarro y Santisteban, Miguel González, Antonio Canalizo, Adolfo Savín, Hidalgo y Loreto Lucero, Antonio Ruffo y Manuel Encinas, Loreto Lucero, González y Belloc, González y Ruffo, Daniel Hidalgo, Octaviano Ruffo, y otros más. Un ingreso muy importante que tuvieron las empresas de la ciudad fue el comercio de la concha de la madre perla, la cual era muy cotizada en Europa y Estados Unidos.
Podríamos seguir hablando de más y más aspectos que fueron estableciéndose en nuestra hermosa ciudad de La Paz, sin embargo lo dejaremos para una posterior ocasión. Como podemos analizar, los festejos de fundación de nuestra ciudad no sólo deben restringirse al evento histórico de la llegada de Cortés a estas tierras o las muestras de artesanías o de manifestaciones artísticas. También se debe voltear, como hoy, hacia los trabajos de investigación historiográfica que durante muchos años han realizado un grupo bastante heterogéneo de investigadores y explorar esta veta inagotable, otorgándoles el sitio que siempre deben de tener, un sitio preponderante.
Bibliografía:
La Paz, ciudad y puerto mexicano. Origen, proceso histórico y símbolos emblemáticos – Gilberto Ibarra Rivera
Los Apuntes Históricos De Manuel Clemente Rojo Sobre Baja California (Serie Cronistas) – Manuel C Rojo, Armando Trasviña Taylor
Historia de la colonización de la Baja California y decreto del 10 de marzo de 1857. Ulises Urbano Lassépas.
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