Juan Pablo Rochín, el poeta más galardonado de Baja California Sur

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Juan Pablo Rochín Sánchez. Fotos: Cortesía.

La Paz, Baja California Sur (BCS). Con 39 años de edad, Juan Pablo Rochín Sánchez —nacido en La Paz, BCS, el 5 de mayo de 1977—, acaba de obtener el Premio Estatal de Poesía “Ciudad de La Paz” 2016 por su trabajo La tumba de poeta. Ésto, luego de que el año pasado ganara el Premio Regional de Poesía, y habiendo ganado en años anteriores el estatal de ensayo y el regional de cuento, lo que lo convierte en uno de los más galardonados en estos ya tradicionales concursos literarios que otorga el Instituto Sudcaliforniano de Cultura (ISC).

Si bien, nombres como Leonardo Varela, Ramón Cuéllar Márquez, Christopher Amador Cervantes y Edith Villavicencio figuran entre los máximos ganadores de estos certámenes, Rochín Sánchez ha despuntado en años recientes, “barriendo” en prácticamente todos los certámenes de poesía en Baja California Sur. En entrevista para CULCO BCS, el autor habló sobre los libros que marcaron su vida, cómo llegó la poesía a su vida —cómo es que no se consideraba a sí mismo un poeta—, y su opinión en algunas controversias concernientes a los concursos literarios en la entidad.

Primero que nada, háblanos del trabajo que acaba de obtener el Premio Estatal de Poesía 2016.

El poemario lo titulé La tumba del poeta. ¿Sabes? Se me ocurrió primero el título, cosa rara. Entonces me puse a buscar en Internet qué había que se llamara así y no encontré más que referencias de poetas fallecidos. Por ejemplo, la tumba del poeta de Vicente Huidobro, y biografías, y así varios más, pero ningún libro, mucho menos de poesía. Ya con el título pensé en qué cosas podrían ser la tumba de un poeta, actual, o yo mismo. Me quedé entonces con dos opciones, por resultarme experiencias cercanas: el silencio, es decir, cuando el poeta se calla cosas que tenga que decir; y dos, el trabajo en oficina, con horarios que atrofian riñones, en resumen, yo. Me refiero a un poeta detrás de un escritorio inventariado, al que nadie toma en cuenta por su nombre real, ni cualidades, sino cuando lo hace con seudónimo. Éste, “Gila”, es un reptil tipo cachorón, del desierto sonorense, de mordida venenosa, por virulenta. En realidad el seudónimo lo he usado desde hace varios años, incluso tengo un libro de ensayos llamado El anarkista roto, el cual firmo como Gila como autor, y dentro hay un ensayo que se llama El Hombre de Gila (Elogio al lector  hipotético). Es un crítico literario que vive de consumir la carroña del lenguaje. Es un tanto una broma para mí mismo, jeje.

Algunas veces te hemos escuchado decir que te consideras más un narrador que un poeta, pero luego de ya algunos premios en poesía, ¿cómo te defines como escritor?

Mira, mi caso, porque lo había dicho muchas veces antes, del 2000 hasta el 2010 escribí básicamente cuento y ensayo. Jamás poesía. Luego entonces, no era poeta. Lo había intentado pero no me salían más de tres miniversos. Entonces dije, a los cuatro vientos “no puedo escribir poesía, no es lo mío, es lo más difícil del mundo, no se me da, no paso de tres versitos chafas. No doy más. Soy narrador, soy cuentista y ensayista”. Entonces ocurrió, por ahí de agosto del 2010 que quería escribir algo acerca de la muerte de mi papá. Un día, libreta en mano, tomé la pluma y no la solté hasta terminar un poema extenso de 17 cantos, que después titulé El hombre de las manos de nube. Te cuento que antes no sabía qué era lo que iba a salir, y lo que fue es que encontré en la poesía. Y de largo aliento. De ahí en adelante me solté, como si ya supiera. Ese mismo año fue benéfico porque escribí tres libros. De entre abril a mayo, El anarkista roto, sobre las injusticias laborales —resultado de mis tres libros de cabecera preparatorianos: el Manifiesto comunista, La moral anarquista y El anticristo—; en agosto escribí ‘El hombre de las manos de nube’, y en septiembre, octubre, Cuentos vagamundos. En enero del 2011 me premiaron con la Mención Honorífica del Premio Nacional de Poesía Mérida 2011. Tres días después nace mi primogénito. “Traía torta”, como se dice. Sin embargo, no fue sino después de entrar al taller de poesía en casa de mi camarada Raúl Cota Álvarez, hace dos años. Ahí, la palomilla me dio su verdadera visión de mis intentos escriturales. No sé. Le hallé el hilo a cómo leer con ojos críticos a los demás y cómo corregir los propios. Fue la banda, y exponer mis trabajos, quienes desempolvaron mis ideas y las encaminaron. Estoy convencido de que fue a partir de ahí que le agarré la onda. Por fortuna.

¿Cómo llega la poesía a tu vida; qué poemas o poetas te han inspirado a escribir versos? 

Siempre he leído poesía. Desde mi casa, en los libreros, ya tenía un Los días de aquel tiempo, cuento largo que considero el mejor trabajo de narrativa escrito por un sudcaliforniano; y Refugio de ballenas, de Raúl Antonio Cota, así como Tierra final, de J. Ruiz Dueñas, o Levántate, guaycura, de José Alfredo no recuerdo qué. Me impresionaron. Antes yo era dibujante, hasta que descubrí que la literatura era también arte, pero con palabras. De ahí para delante. Leer, leer y leer. Después llegaron un Sabines, un Manuel Acuña, un Dario, un Lorca. El día que yo escriba un Casada infiel, me retiro, jajajaja. Bueno, quizá no; pero me consagraría por toda la eternidad.

Eres uno de los sudcalifornianos con más premios, sin embargo, seguro has perdido. ¿Cuántas veces has competido; crees que se generen envidias luego de ganar en varios concursos?

Has puesto el dedo en la llaga. Mira, la primera vez tuvo una honrosa mención en el 2 de noviembre del 2000, Festival de Día de Muertos. Después en 2005, ganamos en cuento. En la universidad obtuve premio de cuento, poesía y ensayo. Los tres al mismo tiempo, creo. En 2006 gané el estatal de ensayo. 2007, regional de cuento, así como el de cuento de Todos Santos el mismo año. 2011, Mención en Mérida; 2013 y 2015, los Juegos Florales Nacionales del Carnaval La Paz; 2015, Regional de Poesía; y 2016, Estatal de Poesía. Además de esto, he participado diez años casi consecutivos en el que es mi fuerte, el estatal de cuento, el cual nunca he obtenido. Snif (…) Envidias, no sé. No creo. Tal vez recelo, últimamente, debido a que laboro en la institución convocante. Pero a mi favor te digo que he solicitado apoyo y me han dicho, un par de veces, que no, que no apoyan a trabajadores. Entonces, las convocatorias no me excluyen —y participo con seudónimo, así que nadie sabe. Así es como he obtenido reconocimientos, mediante falsos nombres. Yo no hago las convocatorias, ni las hago a mi favor. Sólo he solicitado apoyo como creador, que lo soy; no como amigo o compañero de trabajo. Pero los demás no lo saben. Creen quizá que hice trampa. Nada de eso. Les gané en las mismas circunstancias que ellos compitieron. Lo siento. También te digo que conozco cómo escriben la mayoría de mis conocidos, y creo que falta mucho trabajo. No soy altanero, mamón o grosero, pero soy lector exigente. Y no hay mucha tela de dónde cortar mangas (…) En pocas palabras, en cuento he participado diez veces, diez años; nunca lo he ganado. En los demás, los premios han sido primer intento, casi todos.

¿Qué valor le das a obtener un premio literario; qué le dirías a aquellos que compiten y no han ganado hasta ahora; un reconocimiento o publicación te dan cierto estatus?

Definitivamente de aquí no se gana dinero, sino es ganando un certamen. El resto del año, o de los años, se trabaja por amor al arte. Es increíblemente maravilloso ganar. Te sientes chingón. En mi caso, sinceramente, no me siento más que nadie. Y no veo ninguna otra manera de que te publiquen que ganando las convocatorias. Por mi nombre y llevando yo mis manuscritos a equis o ye editorial, me han rechazado (…) ¿Consejos? Leer más de lo que se escribe. Leer siendo crítico severo, pero también por placer. A estas alturas ya no tengo mucho tiempo para leer por gusto, pero lo hago en los peseros o caminos, de ida al trabajo o de regreso, algunos minutos. De esta manera ya he leído kilómetros y kilómetros de tinta (…) Estatus no sé. Reconocimiento, a medias. Entre los amigos o familia. Y créeme. No tengo muchos amigos. No paso de un puñado de “likes”, jeje.

¿Qué opinión te merecen los concursos literarios, en particular, los estatales y regionales que convoca el ISC, en cuanto a sus procesos y entrega de premios; harías alguna propuesta?

Tienen pros y contras. A favor, es que la oferta se ha ampliado para la comunidad que escribe, que sí son muchos. En contra, tardan más de dos años en publicar los trabajos premiados. En fin, una de cal por las que van de arena. Por lo menos aseguras que algún día te publicarán. En esta ocasión, por ejemplo, cambiaron la fecha de entrega de reconocimientos, o premiación en público, para marzo del 2017. Es decir, cinco meses después de dar los fallos. Me parece increíble, pero lamentablemente ha sido la tónica de los últimos tres años. Mejor me callo la boca. No me interesa ni quiero opinar sobre mis compañeros de oficina, no vaya a ser que la embarre. Hacen su chamba. Yo la mía. Punto. Nadie se mete con mis obligaciones, yo tampoco con los demás.

¿Cuál considerarías tu mejor texto?

Pregunta harto difícil. Muchos textos me gustan. Son mis hijos de papel, ni modo. Todos tuvieron su momento y situaciones diversas de gestación. Amo la poesía, el ensayo y mis cuentos. Creo, pues, que los más recientes tienen mejor factura. Te hablo de ‘Cuentos vagamundos’, ‘El anarkista roto’, ‘El perro es ahora el señor de la casa’, ‘La tumba del poeta’, y algunos inéditos y en proceso, como son La casa con olor a thiner (poesía), Next post (poesía) y mero trance creativo, que tentativamente llamo Mi madre, mujer de las manos tenues, también poesía. Por ahí anda la cosa.

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Poemas inéditos de Juan Pablo Rochín

Hay en el teléfono un monólogo de prisas.

Escucho una voz como lejana.

Como agua caediza por las ranuras del tejado.

Allá, la hoz cercena cuanto callo.

Silencios. Sollozos. Bendiciones.

La memoria se estrella cotidiana.

Algo dice de la sangre que corre en el pasillo.

Que estalla y pide y ríe y cambia los canales de la tele.

Se entusiasma con sus nietos al oírlos.

Atrás quedan las transfiguraciones del día.

Los recuerdos. Los fantasmas. Navidades. Años nuevos.

Las ventanas pletóricas de ojos inculpables.

Es tan fácil olvidar a los caídos en guerra.

A los que ya no hoyan las hojas este otoño.

Al padre ocurrente que fue nuestro poeta guía.

Su rezo ayuda a escapar tantito al marido que todo lo sabe desde el cielo.

Desde las nubes de un eterno cotidiano.

Ella vigila concisamente se cumplan las leyes de la fe. De las creencias.

Habla entonces de repulsas, aborrecimientos y lecciones

que nos ajustan la desidia y los confines de los dientes.

Sobre la mesa se ciñe artificiosa la meta del dolor.

Mi madre, convertida a fuerza en inmigrante,

descubrió la sequedad de la carretera hace diez años.

Hay en el teléfono un monólogo de prisas y de adioses y te quieros que atragantan y que asfixian.

 

***

 

Abres los ojos

con la ansiedad vestigial de todo el mundo

dentro del pecho

y la luz del alba transpirando allá afuera

entre ramas de gorriones cantadores.

Te levantas, sin coartada, esa mañana.

 

Tiemblas, puntual

en vilo frente a la ducha

después de una batalla épica

contra Morfeo          [al que dejaste herido

de muerte imaginaria].

Por más que respiras

desplumándote los ojos

el porvenir te tantea vehemente la cabeza,

escurre por los hombros el impulso

—entumecido aún, enjabonado

lleno de umbrales—

: un bostezo voraz te resucita

y el agua —humeante—

despelleja, dülce, tu abandono.

 

Tiemblas

[todavía bajo el agua

a pesar de la contemplación

inaudita de tus manos y tu historia

a punto del ahogo.

Tiemblas,

[previo suplicio

sin poder decir palabra alguna

con la crisis y esta rabia que te incitan a escribir

nervios adentro

: la encía sangra

y sabe a amnesia.

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Modesto Peralta Delgado

Modesto Peralta Delgado

Escritor y periodista. Nació en Ciudad Constitución, BCS, el 26 de febrero de 1978. Licenciado en Cs. de la Comunicación, por la UABC, en Mexicali, BC, en 2002. Autor de “Prólogos a la muerte”, Premio Estatal de Cuento “Ciudad de La Paz” en 2013, y de “Caperucita Roja, muy roja”, Estatal de Dramaturgia en 2015 —en edición—. Fue reportero web y editor de medios digitales. Es director y fundador de CULCO BCS.

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