Fuego, de Gabriel Rovira

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FOTOS: Cortesía.

El librero

Por Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS).  Gabriel Rovira (Ciudad de México, 1962) vuelve con un nuevo libro, esta vez de poesía, donde su voz madura logra envolvernos en cada palabra, que orgánicas se mueven a lo largo de los versos. Digo orgánicas porque son criaturas vivientes, hábitats donde viven las flores y los pájaros, cargados de las experiencias del poeta, que paso a paso muestra el recorrer del tiempo y las vicisitudes de la vida diaria, porque después de todo de eso se trata la poesía, un discurrir del instante por los días y los años.

Se trata del libro Fuego (2019), publicado por la Editorial Paquidermo, que poco a poco se asienta como un centro de publicaciones serio con alto sentido de calidad y presentación. En Fuego, Rovira incendia sus incógnitas, sus amores y desamores, sus compañías y abandonos, sus entregas y visiones en un mundo que es capaz de describir a través de un filtro estético. Nos recuerda a esos poetas vivos, que con sus dichos sacuden los sentimientos y las emociones y nos establecen su postura frente a las cosas de las relaciones humanas, rodeadas éstas por el entorno poético del canto de las aves, el viento, las flores y la influencia ancestral de nuestro pasado indígena, que está presente como una sangre que fluye en nuestras conductas y tradiciones.

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Con versos bien cuidados, Gabriel Rovira nos revela el paso de las épocas y el peso de las relaciones de pareja, sus nostalgias y sus virtudes, sus agrias memorias, pero también sus luminosas consecuencias, que sólo la poesía puede recoger de un modo honesto en el campo de los sembradíos de una vida. En ese sentido el fuego resulta purificador. No es gratuito que los cristianos hayan creado y creído la fantasía del infierno, donde el fuego es esencial para sostener a las almas pecadoras; tal vez lo que no dicen es que el fuego renueva y vuelve rebelde a las estrellas, porque tienen el potencial para crear más soles con vida.

Da gusto leer con paciencia, regresar a las estrofas, disfrutarlas y reconocer que la vida es un hecho fortuito que une a la humanidad a través del arte. Y como todo artista, todo poeta, Rovira vuelve sobre sus cauces, nos detalla en cada poema sobre su experiencia con las imágenes que le llegan en tropeladas, y las inscribe en el papel para que de manifiesto quede el contacto con el poema al que está acostumbrado, que es decir con lo cotidiano.

De este modo, Fuego es una llamarada, una lengua caliente que toca la lumbre interior que agobia o enaltece, que angustia o nos vuelve felices, pero siempre en constante movimiento porque nada es para siempre, pero que durante el instante el gozo fue más que significativo, pues ha dejado su huella clara. No es necesario insistir en que Gabriel Rovira es uno de los más lúcidos poetas que, con su obra, amplía los horizontes de una literatura sudcaliforniana cada vez más en crecimiento, a pesar de los escollos y de los pocos lectores que a veces se acercan a la poesía. Vale decir que los libros de Gabriel Rovira —un maestro en el más extenso sentido de la palabra—, son referente de literatura de calidad, que nos deja la puerta abierta a nuevas formas de lectura o también para vernos en su espejo poético.

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El librero

Ramón Cuéllar Márquez

Nació en La Paz, en 1966. Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM. Actualmente se desempeña como locutor, productor y guionista en Radio UABCS, en programas como “En Consulta” y “Libreta Cultural”. Ha publicado los libros de poesía: “La prohibición del santo”, “Los cadáveres siguen allí”, “Observaciones y apuntes para desnudar la materia” y “Los poemas son para jugar”; las novelas “Volverá el silencio”, “Los cuerpos” e “Indagación a los cocodrilos”; de cuentos “Los círculos”; y de ensayos: “De varia estirpe”.

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