“Crayolas color ceniza” de Arturo Hernández Villalba

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El librero

Por Ramón Cuéllar Márquez

La Paz, Baja California Sur (BCS). La relación entre poetas y ciencia no es nueva, hay múltiples historias donde profesionistas dedicados a la academia o la actividad científica comienzan una vertiente en las letras. Me vienen a la cabeza un par de nombres locales, que han logrado sólidas obras. No hace muchos días tuve la oportunidad de conocer a Arturo Hernández Villalba (La Paz, B.C.S., 1994), quien es uno de esos casos que imparte ciencias en bachillerato pero que terminó seducido por la literatura. Es un joven entusiasta que refleja con pasión y productividad artística, además de tener un proyecto editorial que poco a poco está despegando. Con él llegó a mis manos su libro de poesía Crayolas color ceniza, Premio Regional de Poesía Ciudad de La Paz 2017.

Hablar de poesía siempre es un goce y más leerla, aunque no en todos los casos resulta gratificante. Crayolas color ceniza es un álbum de la vida cotidiana que nos ofrece distintas visiones de lo que es la familia, lo que gira alrededor de ella, como la solidaridad, el amor, el miedo, la crítica y el abandono. Sin que para nada sea una reflexión a partir de su propia experiencia de vida, la poesía de Hernández Villalba sí es una crónica de los impactos que el poeta ha recibido y vivido a lo largo de los años, acumulando con ello aprendizaje en todos los sentidos, y que podemos constatar línea por línea. Llama la atención que de principio a fin el libro sostiene una estructura que nunca pierde el hilo de sus propósitos, esgrimiendo la certeza acompañada por imágenes congruentes y metáforas unidas a su voz diaria, como quien dialoga con nosotros desde la belleza del dolor, jamás desde el sufrimiento, como una manera de redimir los fantasmas que nos rondan como muestra de que estamos vivos y que la poesía lo único que hace es darnos los elementos para que nos reunamos con ellos —los fantasmas— y exorcizar los propios.



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En cada uno de sus versos hay un poeta que experimenta con las palabras para decirnos lo que ocurre con las relaciones familiares y la sociedad, de tal modo que podamos vernos en el espejo del padre, de la madre y de los hijos. Y justamente la figura paterna juega un papel fundamental en esta voz delicada, bien escrita, unitaria, pues es uno de los focos de donde manan la mayor parte de sus reflexiones poéticas, a veces como crónica y a veces como figuras epistolares que sintetizan las costumbres, las labores y la muestra de afectos que se entrelazan con el poeta y, por supuesto, con nosotros. La figura de la madre es central para la conexión entre poema y poema, c0mo el terreno que necesitamos para saber dónde estamos pisando. El hijo es el espectador que hace una revisión, y fotografía a través del verbo la infancia, sus sinsabores y alegrías, que sin embargo es la raíz de su propia poesía, y luego pasa a la mirada del poeta que observa el horizonte pretérito, que quedó atrás, pero que de alguna manera se mezcla con el presente.

No hay nada mejor que leer a un poeta que tiene la certidumbre en sus versos, lo cual no es muy frecuente, pero que en el caso de Crayolas color ceniza ocurre como una cosa natural, fluida, con una poesía que no se solaza pero sí se toca a sí misma, que sí se atreve a desnudar su naturaleza humana sin miedos ni pudores, desde una honestidad contundente que no hace reparos por ofrecernos una lírica para gozarse, aunque también nos deja una sensación de vacíos a causa del dolor que viaja en esta también especie de crónica.

Hay una constante en los jóvenes poetas: hablar sin tantos recovecos, sin tantos aspavientos para sólo constatar con sus versos que todo se trata de una plática entre iguales y de la necesidad de que seamos entendidos, cosa nada fácil cuando se trata de la poesía, a la que se ningunea pero que tampoco se lee por menosprecio o por temor a no saber de qué nos hablan. Arturo Hernández Villalba es un poeta al que hay que leer, en especial este su nuevo libro, Crayolas color ceniza.

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Ramón Cuéllar Márquez

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Nació en La Paz, en 1966. Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM. Actualmente se desempeña como locutor, productor y guionista en Radio UABCS, en programas como “En Consulta” y “Libreta Cultural”. Ha publicado los libros de poesía: “La prohibición del santo”, “Los cadáveres siguen allí”, “Observaciones y apuntes para desnudar la materia” y “Los poemas son para jugar”; las novelas “Volverá el silencio”, “Los cuerpos” e “Indagación a los cocodrilos”; de cuentos “Los círculos”; y de ensayos: “De varia estirpe”.

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