23 años sin Víctor Bancalari, un poeta que creó y apagó su propio fuego

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El librero

Por Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). El pasado 26 de marzo se cumplieron 23 años de la muerte del malogrado poeta Víctor Bancalari, un dragón a la Bruce Lee que supo leer con tino y visión ácida su época, en especial la de la clase social a la que pertenecía: los patricios, como recalcaba cuando se refería a ella.

Hoy tendría 58 años y no sabemos si su obra hubiera crecido en calidad y cantidad, o simplemente se hubiera abandonado a los cauces del tiempo, que son caprichosos e insólitos. Aunque ya había leído antes algunas cosas de él y que muchos lo mencionaban muy seguido, lo conocí hasta 1987 en la cafetería El Tucán, donde solían aterrizar las más disímiles formas del pensamiento sudca, entre estudiantes, políticos de todos los colores, periodistas y comensales diversos. Ese día yo esperaba a mis amigos de la Prepa Morelos y me pidió sentarse en mi mesa, en lo que llegaban. Me cayó bien.

Habló sin parar de los poetas malditos, de la Roma clásica, de la división social tan parecida a la nuestra y, por supuesto de los intelectuales locales, a los que denostó en más de una manera. Su aguda inteligencia, cargada de un rencor vivo, a la rulfiana, disparó dardos venenosos contra toda organización oficial de la cultura y asestó golpes certeros contra la marrullería de los políticos priístas que él conocía muy bien, según dijo.

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En seguida pasó a los jóvenes que escribían por aquel tiempo, e hizo una lista de defectos de los que él creía un fiasco y que pronto estarían en los puestos públicos culturales. “Morros chocomilkeros” fue el término que usó. Le pregunté que si a cuáles se refería específicamente y él contestó que “a ésos de la Prepa Morelos, que creen hacer poesía rebelde, pero en realidad no son más que mozalbetes jugando al intelectual que terminarán siendo parte del sistema”.

No dije nada porque no supe qué contestarle. Me había apabullado con su discurso. Al último terminó hablando de Arthur Rimbaud, con una convicción tal, que después busqué su obra para comprobar lo que decía. Tengo ese agradecimiento con él, porque la lectura de Rimbaud fue una revelación para mí. Después de eso nunca más lo volví a ver; me fui a México a estudiar y allá me enteré de que había muerto, ese año de los sismos políticos en México, que fue el principio de la fractura histórica de nuestro país y que hasta hace muy poco nos hemos percatado claramente de sus devastadores resultados. Claro, fue un proceso de mucho antes, pero que se acentuó en 1988, específicamente.

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En 2009 Manuel Cadena, Rocío Maceda y Christopher Amador emprendieron el proyecto de publicar, por fin, la obra desperdigada de Víctor Bancalari. Gracias a ellos y a que algunos pusimos algo de efectivo para que fuera posible, el libro salió al final: Víctor Bancalari, narrativa y poesía. Tiene notas introductorias de Cadena y Maceda, más un poema en la cuarta de forros de Amador, dedicado al poeta. Está organizado más o menos en la idea de separar narrativa de poesía. Es un libro que quizá Bancalari hubiera aprobado. No sé. Conociéndolo. En fin. La cosa es que fue un atinado trabajo de elaboración que permitió preservar esos textos que ya comenzaban a oler a oralidad.

Ya se ha escrito mucho de él. Hay una interesante entrevista hecha por Diana Cuevas a Edmundo Lizardi que no tiene pierde, estupenda por donde se le vea; una nota del escritor Daniel Salinas Basave, justa, crítica y que pone los pies en la tierra a la hora de ejercer su visión, y un libro del investigador y escritor Antonio Sequera Meza, Sin nada, Víctor, tú estás, que hace un recuento y trata de dar una edición más completa de su obra, ésta sí organizada y separada según sus géneros. También existe un ensayo en el libro El país de las espinas, de Dante Salgado, crítico y que valora en su justa dimensión la pequeña obra de Bancalari, en especial La batalla de Los Divisaderos.

No sé si Manuel Cadena continúa con la labor titánica de hacerle un homenaje anual. Yo participé en tres de ellos y cada uno me dejó una experiencia diferente. Hay los que le tuvieron animadversión a Víctor por su agresividad verbal y hay quienes lo admiran por la obra dejada. Hay quienes consideran que se sobrevalora a quien sólo dejó algunos poemas y cuentos, algunos bastante ingenuos y otros de una profundidad sorprendente, más intentos de novela; que están convirtiendo a Bancalari en un mito, dándole un lugar que no merece. Hay otros que lo tienen en alta estima literaria y que ya han establecido su importancia en ensayos, libros, ponencias y conferencias. Lo cierto es que Víctor Bancalari sigue vivo y dando de qué hablar, con gusto y con odio, con admiración y con envidia. Como dijo mi abuela, “mis palabras no le hagan ruido, déjenlo descansar”, pero no creo que él quiera eso. Tal vez Bancalari hubiera repudiado que se le esté convirtiendo en aquello que tanto criticó: una estatua de la rotonda imaginaria, un poeta del sistema… literario.

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Ramón Cuéllar Márquez

Nació en La Paz, en 1966. Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM. Actualmente se desempeña como productor y guionista en Radio UABCS, donde dirige el programa “Letras Vivas, la voz de los escritores sudcalifornianos”. Ha publicado los libros de poesía: “La prohibición del santo”, “Los cadáveres siguen allí”, “Observaciones y apuntes para desnudar la materia” y “Los poemas son para jugar”; las novelas “Volverá el silencio”, “Los cuerpos” e “Indagación a los cocodrilos”; de cuentos “Los círculos”; y de ensayos: “De varia estirpe”.

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