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Inician preparativos para el desfile de la Revolución

FOTO: Archivo.

La Paz, Baja California Sur (BCS). Con la lectura del ordenamiento oficial, se pusieron en marcha los preparativos para el desfile cívico deportivo organizado por el Instituto Sudcaliforniano del Deporte (Insude), para conmemorar el 109 aniversario del inicio de la Revolución Mexicana, mismo que se efectuará el día 20 de noviembre en el paseo Álvaro Obregón de la capital sudcaliforniana, informó el propio Insude.

El director general del Insude, José Ávila Geraldo, encabezó la reunión a la que asistieron representantes de diferentes instituciones, donde se presentó el documento que considera aspectos generales para el desarrollo del desfile en el que participarán grupos de estudiantes, deportistas, organismos e instituciones civiles, corporaciones policiacas y representantes de las fuerzas armadas, además de las organizaciones de charros.

Durante la reunión, Ávila Geraldo comentó que se hicieron algunas consideraciones en lo que concierne al concurso de tablas gimnásticas, para darle mayor vistosidad y que los asistentes puedan disfrutar de los ejercicios que prepararán los maestros de educación física de las escuelas participantes en los niveles de primaria, secundaria, bachillerato y superior, otorgando premios económicos a los ganadores.

A su vez, el director de acción cívica del gobierno del estado, Gilberto Valladolid, dio a conocer que la ceremonia cívica donde se entregan condecoraciones a militares y estímulos a los atletas ganadores del Premio Estatal del Deporte 2019 y el Reconocimiento a la Excelencia Académica Deportiva, en esta ocasión tendrá como sede el parque Cuauhtémoc.

Posterior a este acto, las autoridades encabezadas por el gobernador Carlos Mendoza Davis, caminarán hacia el estado oficial que se ubicará en el callejón Ignacio Bañuelos Cabezud, para presenciar el paso de los contingentes, que podría estar integrado por un total de 3 mil participantes en un tiempo estimado de 2 horas con 30 minutos, según se dijo.

 




¡Qué viva Zapata!

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Agenda Comunitaria

Por Frank Aguirre

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). El pasado 10 de abril se cumplió un siglo del asesinato del Caudillo del Sur, mejor conocido como Emiliano Zapata Salazar, quien fuera campesino, labrador, arriero, prófugo, rebelde y uno de los líderes militares más importantes de La Revolución Mexicana. Hace 100 años, en Chinameca, Morelos, Zapata fue traicionado, emboscado, engañado y asesinado arriba de su afamado caballo “el As de Oro. A sus 9 años —dice la historia— sufrió una experiencia que lo marcaría para el resto de su vida; un recuerdo de la infancia que sirvió de aliciente para el alma rebelde que se forjó y que alimentó la búsqueda de la abolición del arrebato de tierras. Tomo de otro autor el siguiente texto:

El dueño de la hacienda  vecina de Cuahixtla se hizo de las tierras de Anenecuilco a la fuerza y de forma violenta. Algunos campesinos, los dueños, ofrecieron resistencia, pero la fuerza a la que se enfrentaron era superior, por lo que tuvieron que huir. Su padre, angustiado debido al despojo de sus tierras, entre el llanto le comentó al pequeño Emiliano que nada se podía hacer. “¿No se puede?”, contestó el niño Emiliano. “Cuando yo sea grande, haré que se las devuelvan”. El futuro Caudillo del Sur quedó consternado luego de que su progenitor declarara que no peleaban contra los abusivos porque eran poderosos. Se prometió a sí mismo que de grande se encargaría de que les devolviesen lo que es de ellos.

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El Emiliano de carne y hueso estudió hasta sexto de primaria e inició la vida política desde joven. A sus 23 años se hizo líder campesino de Cuautla, donde comenzó a defender la tierra de los contra los hacendados. Tuvo nueve esposas, 16 hijos de distintos “amoríos”, y a finales de 1910 se metió en graves problemas al tomar por la fuerza ciertas tierras que habían sido robadas a los pobladores, haciéndose acreedor del nombre de “forajido”, gracias al gobierno de ese entonces. Ese mismo año se unió a Francisco I. Madero para derrocar a Porfirio Díaz, sin quitar de la vista sus objetivos principales: una revolución de tierras laborables que favoreciese a los más pobres.

Tierra y Libertad era una de las máximas de Zapata —aunque el crédito de la frase es de Ricardo Flores Magón— y sus seguidores, que al verse traicionados por el olvido de Madero se levantaron en armas contra éste, y contra quienes les traicionaron: Victoriano Huerta, Venustiano Carranza y Álvaro Obregón. La congruencia en la búsqueda de lograr sus objetivos fue lo que lo convirtió en un icono inolvidable de La Revolución Mexicana, recordado hasta la fecha como fuente de inspiración para el legado de la lucha campesina mexicana contemporánea.

El zapatismo ha tenido en México varias etapas. Anteriormente describí sus primeras dos; durante El Porfiriato, en el gobierno de Francisco León de la Barra, así como la que sucedió en el breve periodo de Francisco I. Madero. Ambas etapas con procesos de lucha con una amorfa tendencia socialista, pues la búsqueda de justicia social del movimiento liderado por Emiliano Zapata, representaba las aspiraciones del campesino mísero y despojado de aquellos tiempos. Asimismo, no podemos dejar de lado en esta conclusión,que la recuperación de las tierras, el otorgar derechos agrarios, así como garantizar los derechos laborales, son características de todo progresismo revolucionario que busca fortalecer a las comunidades, en pocas palabras, son características de un movimiento libertador de izquierda.

Figuras políticas posteriores al asesinato de Zapata y al inicio de la “revolución Institucional”, retomaron la otra revolución, la de los campesinos tras el Plan de Ayala, como es el caso de Felipe Carrillo Puerto en Yucatán, quien colaboró con el zapatista Manuel Palafox, secretario en el Cuartel General de Zapata, y posteriormente Ministro de Agricultura. Carrillo Puerto creó un gobierno abiertamente socialista (1922-1923), el cual luchó contra la explotación en la industria henequenera. De la misma manera, durante el sexenio de Lázaro Cárdenas se llevó a cabo la distribución de tierras a miles de campesinos; cabe mencionar que no se hubiera entendido la necesidad de una Reforma Agraria de no haberse dado la lucha del Ejército Libertador del Sur.

En tiempos contemporáneos —de 1994 a la fecha—,  habitantes de los pueblos originarios del Sur del país, más precisamente de Chiapas, tomaron las armas y salieron a la luz pública por primera vez como el llamado Ejército Zapatista de Liberación Nacional, retomando así del mismo Emiliano Zapata la lucha de los explotados, de los olvidados, de los ninguneados. Los años y los siglos pasan, pero el mito, sus planes e ideales seguirán vigentes hasta que no deje de existir la desigualdad en el campo. Pues siempre habrá un niño que sufra las consecuencias del despojo y el abandono rural,  siempre habrá un niño al que su sufrimiento lo inspire y lo active para luchar por sus hermanos campesinos.

¡Zapata vive!

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General Félix Ortega Aguiar, el héroe que no ha muerto

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Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). El 10 de diciembre de 1929 —es decir, este lunes se cumplirán exactamente 89 años—, dio su último suspiro el general Félix Ortega Aguilar en el rancho “Las playitas de la Concepción”. En ese preciso instante nació a la inmortalidad una de las figuras más importantes de la sudcaliforneidad y a la cual no se le ha dado el lugar que le corresponde; tal vez debido a la malsana venganza de los explotadores del pueblo que siguieron enquistados en los gobiernos posteriores, y que han soslayado los ideales y pundonor que sostuvieron su lucha armada, difundiendo los errores que se cometieron durante el tiempo que éste estuvo en campaña. Pero la verdad sale a la luz, así como el sol brilla detrás de las nubes.

Félix Ortega Aguilar nació en esta ciudad de La Paz el 1 de octubre de 1868. Estudió la carrera de Derecho y desempeñó diversos cargos al interior de la administración municipal. A partir del año de 1910 —y conforme se desarrollaban los hechos armados en el interior del país durante La Revolución Mexicana— sus sentimientos de simpatía por la causa armada fueron más fuertes y ayudó a la redacción del acta constitutiva de la Junta Revolucionaria Democrática de Baja California de la cual fue dirigente. Con el asesinato de Francisco I. Madero y la llegada del usurpador Victoriano Huerta a la Presidencia del país, Félix Ortega convoca a un grupo de gente leal a la causa revolucionaria a su rancho de “Las Playitas de la Concepción”, en donde lanzan el denominado Manifiesto de Las Playitas, fechado el 20 de julio de 1913, con el cual se declaran en rebeldía contra el gobierno ilegítimo y se lanzan a la lucha armada en nuestro Territorio.

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Durante 18 meses se mantienen combatiendo contra las tropas del Gobierno que los persiguen de manera insistente. Afortunadamente, los rebeldes que acompañan al general Ortega conocen muy bien la Sierra de la Laguna, de las Cacachilas y los ranchos en donde tenían gente simpatizante a su causa y que les ofrecen alimento, medicinas y curaciones durante todo este tiempo. Algunos de los hechos famosos suscitados fueron los combates en Todos Santos, así como el combate del 15 de mayo en La Ribera, en donde resultó muerto el cabo Leocadio Fierro, lo cual motivó el famoso corrido del Cabo Fierro. Para finales de 1914, y tras la huida de Victoriano Huerta del país, las fuerzas revolucionarios organizan la famosa Soberana Convención de Aguascalientes a la que acudió Félix Ortega en su calidad de General y Jefe de la fuerza rebelde del Distrito Sur de la Baja California. Al finalizar esta convención se le nombró Jefe Político y Militar del Distrito. Durante ese evento, se declara partidario y adicto a los ideales del también destacado insurgente Francisco Villa. Lo cual no fue visto con buenos ojos por la naciente corriente carrancista que ansiaba ocupar el poder absoluto del país.

Con su llegada al Distrito Sur, el General percibe las grandes inequidades que existían en la venta de productos alimenticios. Los voraces comerciantes, encabezados por la clase rica del puerto —que de paso, sirva decirse, apoyaron abiertamente al gobierno porfirista y huertista en contra de la Revolución—, encabezada por los señores Antonio Ruffo, Francisco de Asís González, Agustín Sanginés, Gastón Vives, Teófilo Uzcárraga, Agustín Arriola, Francisco J. Cabezud y Félix Moreno. Estas personas compraban en sus comercios a precios realmente irrisorios los productos que traían los agricultores y ganaderos, y los vendían a la población a precios onerosos. Es por ello que el general Ortega ordena a los municipios que de inmediato sean ellos quienes adquieran el ganado y mercancías que se produzcan en las comunidades, y que las compren a precios justos para venderlas de igual forma a la ciudadanía en general, a precios bajos. Crea un almacén en el poblado de San José del Cabo y en él compra y vende a precios bajos los productos de los rancheros del lugar hacia los ciudadanos de este sitio.

Otras de las acciones que realizó en su corto gobierno fue rebajar los sueldos de los funcionarios y prohibió la circulación de bonos y billetes emitidos por el gobierno anterior (bilimbiques) de Miguel L. Cornejo. En su lugar, se autorizaron los billetes de circulación nacional emitidos en Chihuahua, Durango, Sonora y Sinaloa. Fue el único gobernante que se impuso a los caprichos de la compañía El Boleo, la cual se resistía a aplicar las nuevas leyes en cuanto a mejoras en los sueldos y prestaciones de los trabajadores. Fue hasta Santa Rosalía y de manera enérgica conminó al administrador del lugar a que acatara las órdenes del gobierno. Ante esta actitud decidida por parte del general Ortega Aguilar, la compañía de El Boleo se tuvo que doblegar.

Lamentablemente, durante los seis meses que duró en su mandato, su gobierno fue objeto de intrigas y levantamientos armados promovidos por los ricos comerciantes  y la clase política que había sido desplazada con la llegada de los revolucionarios. El 29 de mayo de 1915, la mayor parte de los que integraban la Guarnición Militar de La Paz —la más grande—, se sublevaron bajo las órdenes del traidor Eduardo Burns. Afortunadamente, el General fue avisado a tiempo de este suceso y con la sospecha real de que sería hecho prisionero para posteriormente ser “pasado por las armas” decide huir del Distrito hacia el puerto de Guaymas, a través de Santa Rosalía. Mucho tuvo que ver en esta intrigas la influencia de Venustiano Carranza y su gente, los cuales al saber que el General era afín a Francisco Villa, buscaron la forma de quitarlo del Gobierno.

Una vez que quedó fuera del Gobierno, se descubrió al verdadero traidor detrás de estos hechos: fue  Miguel L. Cornejo. Este vengativo y cruel militar y comerciante, que ya había dado muestras de su carácter fiero al destruir las instalaciones de la Compañía Perlera de Gastón Vives Goureaux ubicadas en la isla Espíritu Santo, de inmediato nombró a su hermano Ignacio Cornejo como Jefe de la Oficina de Confiscación de Bienes, y se procedió a quitar todas las propiedades a la familia del general Ortega —su rancho Las Playitas de la Concepción y su ganado. Durante los siguientes años,  a través de sus abogados, realizó reclamos para que se le restituyeran sus bienes injustamente confiscados, pero sus enemigos tenían memoria y no tuvieron eco sus justas demandas.

Al final de sus días, Félix Ortega regresó a su rancho de Las Playitas en donde pasó sus últimos años, gozando del amor de su familia y de aquellos sudcalifornianos que recordaban con respeto y admiración al hombre que hizo grandes reformas en beneficio de las clases más humildes. Este gran guerrero muere el 10 de diciembre de 1929.

Este diciembre se cumplen 89 años de la muerte del hombre, del revolucionario que nos legó el presente que hoy tenemos. Sus ideales y su obra al frente de la administración estatal nos dieron muestras de la talla de hombre que era: sensible, apasionado, defensor de la gente humilde y firme creyente en los ideales de la Libertad y la Ley. Sus restos descansan en su amada tierra de Sudcalifornia, lo que es un firme y contundente llamado a sus hijos e hijas a perpetuar su legado y sobre todo a hacernos merecedores de compartir lo que él soñó para nosotros.

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La epidemia en La Revolución Mexicana

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Colaboración Especial

Por Jorge Peredo

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). ¿Cómo interpretar esas miradas que parecen a punto de apagarse tras una última chispa? ¿Puede ser desesperación y dolor lo que se transluce en ese retrato de cuatro hombres y un cadáver? Uno de ellos mira hacia el cielo, otro observa de manera oblicua a un alguien que bien puede ser el mismo espectador al otro lado del tiempo; es una mirada que eternamente pregunta ¿por qué? Los otros dos se ven como quienes ha perdido algo sin saber exactamente qué; ellos mismos se pierden, así se ven: extraviados.

El quinto, el que ya no es hombre sino su despojo, yace entre ellos, carne salpicada de sangre; carne profanada por las balas. Parece que los otros lo abrazan, que no quieren dejar ir esos restos. Rostros oscuros, del color de la tierra. La tierra por la que el luchó y en la que terminarán sus huesos. La tierra fue la que lo recuperó a él. Cuando estuvo vivo sobre la cabeza pesaban los nombres, Atila del Sur, Caudillo, General, Héroe, Calpulelque de Anenecuilco, Miliano, Zapata, Emiliano.

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El que luchó hasta la muerte por quienes siempre estuvieron en la oscuridad, seres orillados por el poder a una zona limítrofe entre lo humano y lo animal, aquellos cuya vida podía ser dispuesta sin que esto fuera crimen o sacrificio; quién buscó reivindicarlos, devolverles su dignidad, obligando a los otros a reconocerlos como seres pensantes, sociales y políticos con derecho a ser más que peones, a ser los dueños de su tierra y de su trabajo, finalmente, había caído bajo las balas de sus enemigos.

Miedo y compasión

La Revolución Mexicana que inicia el 20 de noviembre de 1910 puede verse desde la perspectiva de un romanticismo tropical; el pueblo que se levanta en armas para luchar contra la tiranía opresora y triunfar sobre ellos; el sentido perfecto que se encuentra a sí mismo en la metáfora nacional: el águila devorando a la serpiente.

Esa es la mitología que da lugar a las historias que nos han contado; mitología en el sentido que le da Roland Barthes al término; discursos narrativos construidos desde la ideología. Podemos pensar que esa misma Revolución tuvo un principio y un fin y que ese fin es el que siempre persiguió. Podemos pensarlo y decirlo porque desde morros nos educaron así, nos dejaron pensar que todos esos sombrerudos eran compas y que fueron copartícipes dentro de una misma historia teleológica; de un proyecto, de un destino. Creemos —o eso lo que parece que quieren que creamos— que el sistema político actual, que la libertad y la democracia son una realidad resultado directo de ese mismo acontecimiento; cosa que puede ser puesta en duda. También podemos pensarla como una guerra entre facciones que tenían proyectos distintos para el país; no era sólo cosa de quitar de la silla al dictador sino de tener el poder para proteger los propios intereses.

A menos de un año de iniciada la guerra, Porfirio Díaz, el dictador, aceptó la voluntad del pueblo y  Francisco Madero subió al poder, las cosas debieron terminar en ese punto, pero no lo hicieron. Su gobierno comenzó a tomar decisiones que a ojos de algunos de los caudillos que lo apoyaron resultaron ser traiciones. Si bien, Madero en un principio contó con el apoyo de Zapata, luego empezó a darle las largas con la ansiada repartición de las tierras; lo que es más, le pidió el desarme y licencia de sus hombres. El Atila del Sur puso como condición principal que se cumpliera con el Plan de Ayala; esto no pasó, Madero atacó e intentó desintegrar a su ejército.

Sin congraciarse con ninguna fuerza, tomando decisiones tibias. Sin decidir exterminar a la resistencia de una vez por todas, molestó a unos y a otros; a Villa, a Zapata, a los hacendados, a los estadunidenses; a sus allegados les dio un pretexto para traicionarlo. Victoriano Huerta se asoció con Félix Díaz —sobrino de don Porfirio— quién ya se había enfrentado, junto a Bernardo Reyes, al gobierno Maderista. El conflicto no daba señales de acercarse al fin, la ansiada estabilidad parecía una quimera y a los ojos de muchos: esto era culpa de Madero.

Francisco no le creyó a su hermano Gustavo cuando le dijo que se preparaba un golpe en su contra; le ordenó que liberará al general Victoriano y que tuviera mucho cuidado con las acusaciones sin fundamento. Gustavo fue el primer Madero en ser asesinado; se burlaron de él cuando pidió que se respetara su fuero;  le escupieron, le sacaron el único ojo que le quedaba, lo agarraron a bayonetazos instándole a tragarse sus lamentaciones y ser hombre. El presidente terminaría por renunciar con la esperanza de poder huir del país; algún chofer-matón lo llevaría en un paseo hacia esa libertad eterna y le daría un tiro en la nuca. Madero tenía que morir para que volviera el orden.

Epidemia de violencia

El crítico y antropólogo René Girard en su obra, La violencia y lo sagrado, plantea que la violencia se contagia y se extiende de persona a persona hasta abarcar a cientos o miles de personas que sienten el impulso, el deseo y la necesidad de dañar a otros. Se trataría de una especie de  infección que si no es controlada, puede dar lugar a la gangrena y  hacer necesaria la amputación o si no, el cuerpo entero se descompone. La violencia elimina las diferencias; en ella y para ella, todos son iguales, cuerpos que destruir, vidas que dañar; no hay distinciones entre el campesino y el mandatario.

Surge porque uno quiere lo que el otro tiene, porque uno imita al otro; se trata de lo que el autor francés entiende como mimesis, la violencia también se imita. ¿Será que en La Revolución Mexicana, las facciones luchan por tener el poder?  El que está en la silla no ha logrado separarse de los que están abajo, sigue estando dentro de la violencia, es igual a ellos, no ha podido mantener su distancia, no se ha convertido en un soberano cuyo poder pueda separarlo de los otros; diferenciarlo, como propone el filósofo Giorgio Agamben.

De acuerdo a la teoría de Girard, la cura fue encontrada en una época que desaparece en las nieblas del tiempo, y es el acto de violencia que funda todo ritual y todo mito. Según entiendo, hubo entonces una comunidad en la que los individuos empezaron a hacer desmadre y a matarse unos a otros de manera descontrolada, pero no era posible encontrar al culpable o tal vez ya no había culpable, quizás ya habían sido víctimas. Se desató un hambre insaciable de retribución y  se abrió un ciclo que se anunciaba interminable. Hasta que… se encontró al verdadero causante o más bien ¿se construyó? Hubo un ser humano que se convirtió en depositario de la culpa y a la vez en su metáfora; de común acuerdo era él quién debía caer: se trata de la primera víctima propiciatoria o en otros términos el pharmakos de los griegos; el famoso chivo expiatorio. Se le da muerte, se le sacrifica y así se le pone fin a ese ciclo de destrucción. La propuesta es que la violencia detiene a la violencia; un agente patógeno que se utiliza para poner fin a la infección: pharmakon significa tanto veneno como medicina; es decir que el veneno es el antídoto.

Muchas cabezas cayeron en México, allá por principios del Siglo XX cuando todo era caos y se quería traer de vuelta el orden. Ningún sacrificio era suficiente. La barbarie y la brutalidad continuaban, los pueblos eran arrasados, los humildes pisoteados, desterrados, y sin embargo no existían diferencias. El poder no lograba separarse del peligro de ser desmembrado para que llegara otro falso poder a reemplazarlo.

Aunque Zapata no fue el último pharmakos; el ciclo final de su vida fue un martirologio que significó el inicio del final, comienza con su muerte el proceso de curación parcial, momentánea, temporal. No creo que uno de los mejores estrategas de la revolución haya caído en el engaño de Jesús Guajardo, el carrancista que dijo cambiarse de bando y que para ser convincente fusiló a decenas de soldados constitucionalistas. Morelos estabamde nuevo en las garras de los enemigos del campesinado; el plan de Ayala parecía una utopía. Zapata no peleaba por el poder como los otros; quería justicia y ley para los suyos, pero lo único que había obtenido era traición, muerte; destrucción. Quizás, voluntariamente abrió los brazos a su Judas y emprendió el camino a la muerte con la esperanza de poner fin a la violencia.

No fue así.

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Anuncian tradicional desfile del 20 de noviembre; participarán 21 escuelas

FOTO: Insude

La Paz, Baja California Sur (BCS). 21 escuelas de los diferentes niveles estarán participando en el desfile cívico deportivo del 20 de noviembre, conmemorando el 108 aniversario del inicio de la Revolución Mexicana en la ciudad de La Paz, teniendo como sede el paseo costero Álvaro Obregón donde se espera la asistencia de unas 10 mil personas para presenciar el recorrido de los contingentes compuestos por deportistas, organizaciones civiles y asociaciones charras.

Lo anterior quedó definido en la reunión que se llevó a cabo en las instalaciones del Instituto Sudcaliforniano del Deporte (Insude), donde la Secretaría de Educación Pública (SEP) presentó el informe oficial de los planteles educativos que están registrados para ser parte de este evento cívico que iniciará a las 9:00 de la mañana del día mencionado; allí, los representantes de los planteles de nivel primaria, secundaria, bachillerato y superior, quedaron de acuerdo en participar en el concurso de tablas gimnásticas, en el que ejecutarán sus ejercicios sin interrumpir el desarrollo de la marcha, siendo calificados por el jurado que se designará para tal fin.

En nivel primarias quedaron inscritas las escuelas Jerónimo Ahumada, Luis Donaldo Colosio, 15 de Mayo, Agustín Arriola; en nivel secundaria son la Técnica 1, Técnica 26, Colegio La Paz, Colegio México Bilingüe, Colegio Jean Piaget, Colegio Anáhuac; en nivel bachillerato se contará con la presencia del CECYT 08, CECYT 11, EMSAD 13, CONALEP, COBACH 11 y COBACH 01; en tanto en nivel superior participarán la ESCUFI, BENU, UPN, ENS y UNIPAZ.

El viernes también se llevó a cabo la reunión de seguridad y servicios médicos, misma que estuvo encabezada por el director general del Insude, José Ávila Geraldo, a la que asistieron representantes de las diferentes corporaciones que se encargarán de velar por la seguridad tanto de los participantes como de los asistentes al evento cívico. Asimismo, se acordó una segunda reunión para el día 7 de noviembre a fin de finiquitar el dispositivo que se habrá de implementar como un equipo interinstitucional, para que el desfile se realice sin contratiempos, considerando que serán casi 3 mil personas las que participen en en el recorrido que se llevará a cabo desde la calle Manuel Márquez de León hacia la calle Victoria, concluyó el boletín del Insude.