1

Yaroslabi Bañuelos, cosechando poesía a mitad de la pandemia

FOTOS: Cortesía.

El Beso de la Mujer Araña

Por Modesto Peralta Delgado

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). A pesar de ser un año terrible para la humanidad, el 2020 ha sido de mucha proyección para Yaroslabi Bañuelos. Publicada en varias revistas nacionales e internacionales —en países como España y Venezuela—, ha logrado posicionarse como una de las más destacadas poetas sudcalifornianas; y ahora con mayor razón, al tener entre sus manos su primer libro: Otro agosto habita el aire, recientemente publicado por el Instituto Sudcaliforniano de Cultura tras haber obtenido el Premio Estatal de Poesía 2019.

A propósito de su ópera prima y de sus varios textos publicados, CULCO BCS entrevistó a quien un tiempo también fue colaboradora de este medio digital —de hecho, su artículo Erotismo y literatura: poemas para erizar la piel, publicado en 2016, sigue siendo el segundo más leído en la historia de nuestra revista. Además del Premio Estatal de Poesía 2019, Yaroslabi Bañuelos obtuvo el primer lugar de los Juegos Florales Nacionales Carnaval La Paz 2019, los XLVI Juegos Florales Margarito Sández Villarino y el Primer Concurso Municipal de Poesía “Letras Nuevas”.

También te podría interesar: Monumentos de La Paz: la Historia en cantera. Entrevista con Cuauhtémoc Murillo

Háblanos de Otro agosto habita el aire que recién acaba de salir del horno…  Escribí “Otro agosto habita el aire” en 2019, en un momento de mucha energía creativa, ya que acababa de confeccionar otros dos poemarios: “Mariposas de un mal verano” que obtuvo los Juegos Florales del Carnaval La Paz y “Mejibó” que logró los Juegos Florales Margarito Sández Villarino de San José del Cabo; sin embargo, este será mi primer libro de poemas publicado. Para mi sorpresa, “Otro agosto habita el aire” obtuvo el Premio Estatal de Poesía Ciudad de La Paz, en el primer “intento” de participación en una convocatoria, lo cual me dio muchísima felicidad porque eso me permitiría publicar mi trabajo y compartir con más personas mis poemas. Se trata de un poemario que escarba en la memoria familiar, va construyendo algunas escenas de la infancia e invitándonos sorbos de melancolía con cada recorte del pasado. A lo largo del libro podemos encontrar la presencia de varias mujeres, que al mismo tiempo es una sola, cuya tristeza se multiplica de forma hereditaria. Asimismo, hallamos el rastro de un padre distante, de un abuelo desconocido, los ecos de la casa primera y las vetas de nostalgia que pueblan el verano.

Tienes unos poemas realmente exquisitos, con imágenes que se captan pronto y nos enganchan como lectores. ¿Cuándo y cómo inicias en la poesía,  y qué autores te inspiraron? Durante mi infancia fui una niña muy callada e introvertida, tenía pocas amigas y casi siempre estaba sola; por ejemplo, en la hora del recreo, en educación física o en los momentos de juego, por lo que contaba con mucho tiempo para leer, inventar historias y escribir pensamientos que me molestaban cuando me sentía angustiada. Me gustaba tener pequeños diarios o cuadernos donde anotaba mis intentos de poemas. En esa época recuerdo haber descubierto a Neruda, Ernesto Cardenal, Amado Nervo y las rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, ya que eran los autores que encontraba en los libros de la biblioteca escolar, aunque esto es un decir, porque en ese tiempo en mi primaria no teníamos una “biblioteca” como tal y ésta era más bien unas cuantas jabas pintadas de rojo y llenas de libros, en su mayoría infantiles, pero también se encontraban cosas interesantes. Así fui creando poco a poco una conexión íntima con la lectura, y la poesía se fue convirtiendo en un hogar a donde siempre regresaba cada vez que la tristeza se transformaba en una nube de pájaros negros.

En la adolescencia seguí escribiendo algunos versos, sin embargo, fue después de los veinte que la escritura se volvió algo más serio y empecé a escribir con mayor constancia y disciplina, también empecé a leer poesía de autoras y autores que antes desconocía, siento que eso me abrió más el panorama literario. Por otro lado, respecto a las escritoras o escritores que me inspiran, considero que mis poetas indispensables son Wisława Szymborska, Olga Orozco, Alejandra Pizarnik y César Vallejo; también tengo mucho aprecio y admiración por la poesía de Roque Daltón, José Watanabe, Balam Rodrigo, A. E. Quintero, Eduardo Lizalde, Efraín Bartolomé, Elisa Díaz Castelo y Rosario Castellanos.

¿Usualmente cómo “nace” y escribes un poema? Soy de la idea de que para armar un poema las herramientas principales son el trabajo, la paciencia, la honestidad (con una misma/uno mismo y con el propio poema) el autoconocimiento, y, por qué no, también la autocrítica. No creo que un poema brote sólo con la chispa de la inspiración en un momento de suerte, puede pasar, pero no siempre es así, porque, además, ese poema nacido de una luz espontánea aún necesitaría tiempo para “reposar” y ser examinado lejos del calor y la pasión de ese instante creativo. En mi caso, suelo dedicar al menos varias horas al día a la escritura, no sólo de poesía, ya que mi trabajo como editora conlleva escribir y leer bastante. Tal vez por eso jamás pienso que un poema está terminado “a la primera”, disfruto mucho releer el texto, jugar con las palabras, modificar detalles que antes no percibía, hasta que me siento complementen en paz y en sintonía con el poema.

Hay algunos temas recurrentes en ti: la casa, la familia, la comida. Tu “Retrato de la abuela” es sublime. ¿Qué personas y espacios marcaron tu vida para hacerles estos homenajes? Más que personas o lugares siento que fueron ciertos instantes los que se adhirieron a mi memoria de niña; recuerdos habitados por aromas, sabores, voces, miedos, oscuridades, imágenes de aves, flores y tormentas, incluso momentos que nunca pasaron, o tal vez sí. Lo que quiero decir es que no es sólo un poema para mi madre o mi abuela, si no para cualquier mamá, abuela o hija que se construya con el olor de las madreselvas o el sabor de las mandarinas. Alguna vez le compartí un texto a un alumno de un taller de escritura creativa y me dio una retroalimentación muy bonita, la cual siempre tengo presente, me comentó que el poema le había recordado a una tía muy querida, a su comida y al rancho donde ella vivía; esa es precisamente mi única aspiración, que un día mis palabras puedan significar algo para alguien. Ya lo dijo Violeta Parra: «Y el canto de ustedes que es el mismo canto, y el canto de todos, que es mi propio canto…».

Sin embargo, además de “Otro agosto habita el aire”, tienen otros trabajos como “Luto” o “Epitafio” en donde tocas el feminicidio. ¿Cómo experimentas esa relación entre el dolor y la rabia y su encuentro en los versos? En estos momentos es inevitable callarse la rabia por tantas injusticias y la poesía, aunque no tiene la obligación de nada, puede crear un puente con el compromiso social, la dignidad, incluso, con la protesta. La poesía da testimonio del dolor, de la pérdida y de lo que sucede más allá de nosotros mismos. En lo personal, a veces teclear versos es mi única forma de fructificar la tristeza o la indignación; creo en la poesía como una forma de intensificar la consciencia, de curar las heridas invisibles, de salvarnos un poco cada día.

Yaroslabi Bañuelos nació en La Paz, BCS, en 1991. Es psicóloga, poeta y editora. Fue becaria del Programa de Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico 2016-2017. En 2018 y 2019 obtuvo la beca “Inés Arredondo” para asistir al Encuentro Internacional de Literatura 13 Habitaciones Propias. Sus poemas han sido publicados en distintos espacios impresos y digitales como Punto de Partida, Punto en Línea UNAM, Revista Este País, Revista Primera Página, Materia Escrita, Revista El Septentrión, Carruaje de Pájaros, Revista Levadura, Luz Cultural y Letralia.

__

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




Poesía sudcaliforniana, Antología de la Revista Alternativa

FOTOS: Cortesía.

El librero

Por Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). He leído con interés, pero sobre todo con deleite, esta antología de Poesía sudcaliforniana, publicada por la revista Alternativa de Baja California Sur. Es un largo periplo de poemas que se asentaron desde su fundación, a comienzos de la década de los ochenta. Fue Eritrea Gámez, cuando estábamos en la Prepa Morelos, quien me invitó a participar y fue, creo, la segunda publicación más importante en la que aparecía algo mío, y que por supuesto agradezco la oportunidad de esos primeros pasos. Luego me fui a estudiar a la Ciudad de México en 1988 y dejé de colaborar durante toda la década de los noventa, misma en que Eleazar Gámez continuó incansablemente, con grandes esfuerzos, haciendo la revista. A mi regreso en el año 2000, volví a publicar varias cosas más, y veía con gusto que Alternativa seguía teniendo aquel espíritu de crítica, además de ser el espacio para voces disidentes que tenían algo que decir.

Ahora que leo, decía, este cuerpo de poemas que reflejan la evolución no sólo de una revista, sino la de un grupo de poetas que también crecieron y reflejaron sus circunstancias, obsesiones, delirios, miedos, tristezas, alegrías, visiones y crítica social. Como una opinión muy personal me hubiera gustado que cada poema se hubiera puesto por año de aparición, de tal modo que apreciáramos cómo era la percepción del poeta de la época y de los acontecimientos histórico-sociales —locales y nacionales— en que estaban envueltos. Esta antología de cincuenta poemas, compilada y producto editorial del escritor Sandino Gámez, es una coyuntura para vernos en el espejo de poetas que han expuesto parte de sí mismos con libertad, con inteligencia, pero en especial por su calidad literaria.

También te podría interesar: Rugidos después de la batalla, de Mehdi Mesmoudi 

Todos en conjunto son un desfile de versos con distintas inquietudes por la vida, un desglose honesto donde podemos mirar que el canto está acompañado de la experiencia de la poesía como instrumento de redención o de denuncia sutil, un reclamo a las condiciones de injusticia, pobreza y violencia en que hemos estado. Me llama la atención la poderosa poesía de Rubén Manuel Rivera Calderón, Florentino Ortega, Sergio Rafael Vergara, Mario Jaime Rivera, María Fernanda del Peón Pacheco, Sergio Loya, Víctor Bancalari, Rocío Maceda, Manuel Cadena, Lorella Castorena, José Guillermo del Toro, Isidro Ibarra, Raúl Antonio Cota, Héctor Delgado, Gilberto Ibarra Rivera, Leonardo Varela, Amadeo Peralta y Aletse Almada, entre otros tantos, cuyos nombres acuerpan de modo extraordinario esta antología. Cada uno, desde su posición en el mundo, nos propuso sumergirnos en la delicadeza de las palabras y en la brusquedad de la vida real, como el poema de Mario Jaime.

Hubo algunas sorpresas, para mí, como la de Aletse Almada, cuya poesía fue un grato viaje coloquial a través de la experiencia, con versos deslumbrantes y bien construidos; así como la de María Fernanda del Peón Pacheco, que recuerdo su poesía juvenil y que tuve oportunidad de leer allá por 2004, cuya escritura fresca y atrevida todavía resuena nueva. Es una lástima que esta dos poetas ya no hayan continuado escribiendo versos, pero seguro que aún tendrán algo escondido dentro de sus actividades profesionales, como el teatro en una, y la música en otra.

Por supuesto, cada quien formará sus criterios, sus predilecciones y armará su poesía personal y se identificará con sus poetas. Esta antología de Poesía sudcaliforniana posee algo de distinto y especial de otras que he leído, y es que nació de la experiencia editorial de una revista que ha vivido los avatares de los movimientos sociales, de sus luchas, de los gritos, de los reclamos y de la necesidad de transformar al país. En muchos de sus poemas está el movimiento espiral del pensamiento sudcaliforniano, y el círculo de la poesía que se eleva y consagra una vez más con un libro que reúne la poética visionaria de toda una vida.

__

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




Raúl Antonio Cota, intemible a la palabra. 40 Años de poesía

FOTOS: Modesto Peralta Delgado

El Beso de la Mujer Araña

Por Modesto Peralta Delgado

 

Temer al mar

cuando las aguas podridas de los astilleros

y las turbias de los muelles

exijan clasificación aparte

y el cuerpo de la amada

el llanto y las miserias

no estén en el mismo pan

en el mismo verso.

Raúl Antonio Cota

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). En 2018, Raúl Antonio Cota fue homenajeado en el Encuentro de Escritores Sudcalifornianos que llevó su nombre. Desgraciadamente, para esa fecha no pudo estar publicado su antología Temer al mar,la cual, hoy en día, ya está disponible y a la venta. Yo tuve la fortuna de leer el boceto aún no publicado, y constatar lo que no es un secreto: don Raúl es un gran poeta. No hay duda de que siempre estará enlistado entre los mayores exponentes de las letras sudcalifornianas. Y para escribir una imagen redonda, completa, a veces no hacen falta tantas palabras, como en estos versos: Esto que sobresale de la espuma / es una ballena en el / centro mismo de su tedio. Y en otro aún más breve: La ballena es / el desembarco de las olas. Ambos, contenidos en esa publicación que en recientes días ya salió a la luz. La presente, es una entrevista de un serial especial realizado para el Centro de Artes, Tradiciones y Culturas Populares (CATCP), que se realizaron el año pasado.

Me tocó entrevistarlo en su casa una fría mañana de diciembre de 2018. Me prometió un café de talega, pero al final me debí tomar dos o tres tasas. El hombre está por cumplir 70 años; se mueve despacio, bien abrigado, pero posee esa chispa y amabilidad que, al menos a mí que lo conozco desde hace algunos años, siempre me ha inspirado su trato. Está lejos, muy lejos, de poses y palabras ensayadas —de hecho me negué a copiar textualmente su reseña, preferí la plática natural, conforme sorbíamos el café y me mostraba fotos en la mesa de su comedor.

También te podría interesar: La danza en La Paz tiene nombres y apellidos: Marco Antonio Ojeda García 

Una cachora que llegó muy lejos

Raúl Antonio Cota nació en La Paz, BCS, el 13 de marzo de 1949. Ha publicado 20 libros de poesía, y también de ensayo, cuento y reseña. “En 1979 tuve la preocupación de publicar una revista que se llamó La cachora, por su sencillez e identidad sudcaliforniana; la revista llegó a su número 79 y la intención era que los ejemplares aparecieran cada mes, pero por razones económicas se publicaba cada dos o tres meses, hasta su último número, en 1984, cuando se suspendió por problemas de financiamiento”. La cachora —contó— circuló en varias partes de México, e incluso en el Sur de los Estados Unidos, Perú y Guatemala. Esta revista de literatura ha sido tan importante en Sudcalifornia, que hay un par de libros que han compilado sus textos y/o comentado su contenido.

Fue Jorge Ruiz Dueñas, entonces Secretario General de la Universidad Autónoma Metropolitana —quien también escribía poesía—, quien le proporcionó un directorio de las principales publicaciones culturales del mundo de habla hispana, y así, la publicación llegó muy lejos, pues con gracias a ese directorio se intercambiaron la revista y a Cota le llegaban otros materiales. “Ese fue un momento de intensa de movilidad literaria para La cachora; el principal propósito de esta publicación era promover a los escritores sudcalifornianos y lograr establecer contacto con escritores de otros puntos de América Latina”. ¿Cómo se mantenía la revista? “era una publicación independiente; yo vendía suscripciones y ejemplares, también hubo dos ocasiones en las que gané una beca literaria de la revista Tierra Adentro, la cual otorgaba premios a revistas independientes, que consistía en una ayuda económica para que pudiéramos seguir sacando las publicaciones.  Gracias a eso, La cachora cobró mucho impulso, pero después la revista fue decayendo y tuve que suspenderla”.

Rulfo

Mientras hojeaba un álbum fotográfico, unos reconocimientos y recortes de periódico hice la trillada pregunta de cómo inició, ¿qué le motivó a escribir poesía? Hay que anotar, para esto, que el primer concurso que ganó fue el Premio Estatal de Poesía, en el Festival de Otoño en Todos Santos, en 1978, lo que habla de una trayectoria de 40 años en 2018. “Yo no tenía pretensiones de escribir, pero sentía una extraña fascinación por la creación literaria, porque iba descubriendo que las palabras tenían efecto, como los versos, un poema, y obviamente ese atractivo te lleva después a querer escribir algo como eso. Y fue por allí que surgió, por el efecto de palabra y la fascinación por escribir. Los premios y los concursos también son un impulso; el primer concurso que gané fue el Premio Estatal de Poesía, en el Festival de Otoño en Todos Santos, en 1978. Entre que estudiaba la Licenciatura en Educación Media Superior y mi trabajo como profesor en una preparatoria, alternaba con la creación literaria, pero el trabajo como maestro también me ‘jalaba’ a escribir y a leer mucho”. En sus inicios, fue un lector de aquellos famosos del Boom latinoamericano: Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar; de Borges y Álvaro Mutis.

Y un escritor que admiró, le llegó a conceder una entrevista en los años 70’s: Juan Rulfo. “En ese entonces yo trabajaba en Difusión Cultural del Ayuntamiento, y me tocó atenderlo porque Rulfo se presentaría junto con Edmundo Valadez y otros escritores en una mesa redonda, así fue el acercamiento. Le pregunté a Rulfo acerca del lugar que ocupaba la Literatura Mexicana en el contexto de la Literatura Latinoamericana; él decía que era una de las más fuertes e impactantes en el mundo. También le pregunté sobre los escritores que más habían influido en su quehacer literario, y mencionaba a las narradoras brasileñas como Nélida Piñón, Lygia Fagundes Telles, Clarice Lispector, y me comentaba que las leyera”.

Siendo profesor, Raúl Antonio Cota leyó a Salvador Díaz Mirón, y se dio cuenta que éste se movía entre la Literatura popular y la clásica; “incluso en Arte poética dice que debe imperar en cada verso tres heroísmos en conjunción: el heroísmo del pensamiento; el heroísmo del sentimiento; y el heroísmo de la expresión; o sea, que el poema te lleve a una reflexión sobre cierta quema de la realidad, que los versos expresen las cosas emotivamente, de una forma como nadie las ha dicho antes”.

El efecto del mar

¿El poeta “nace o se hace”? Pregunté. “Considero que si existen ciertos impulsos emotivo-biológicos que lo llevan a uno a no desatender una expresión literaria, sino sentirte aliado con ésta, no puedes permanecer diferente ante la expresión poética. Y después, tú quieres aportar a la poesía tu cuota de vivencia. Yo creo que sí se nace poeta, igual que un músico y su fascinación por la música. Pienso que la pasión por el arte uno la trae en los genes; en mi caso, creo que mis genes culturales y literarios vienen de mi abuelo materno, a quien le decían El catrín. Él era contador, y tenía ese apodo porque, aunque era un medio humilde donde él se movía, siempre andaba con chaleco y sombrero”. ¿Escribir poesía es más fácil que otros géneros? “Cualquier persona puede garabatear una hoja con pretensiones poéticas, pero la poesía es antes que nada efecto de palabra, y saber cómo dar ese matiz a un poema, lograr conmover a quien escucha o a quien lee, no cualquiera lo hace, y sí se requiere oficio y disciplina. No es fácil escribir un poema y menos si no te adentras en la dinámica del texto literario, se necesita esfuerzo y pasión para moldear las expresiones”.

En un principio, los temas más recurrentes de Raúl Antonio Cota eran los que le provocaban los paisajes: el desierto y el mar, pero el mar lo conmovió más, y se echó un clavado a las aguas de la inspiración sin remedio. “Me atrajo de una manera muy poderosa, de allí el título de mi poema Temer al mar. Temer no significa tener un miedo físico hacia el mar, sino dejarse mover por la potencia simbólica que posee el mar, es un miedo metafísico y de asombro, como estar frente a un precipicio y no saber si aventarte al vacío o replegarte para seguir escalando”. Ese libro, que recoge sus letras desde 1979 a la fecha, y que en teoría debería estar publicado en 2019, contiene esas artesanías hechas con palabras, olorosas a la sal marina, y siempre maravilladas por las ballenas. Por lo pronto, y para la posteridad, algunas líneas de ese poemario están inscritas en una banca escultura rumbo a El Coromuel. Unas cuantas palabras de alguien que admira a la mar, estarán impresas en piedra por algún tiempo.

“No creo ser una figura muy relevante. Estoy en un grupo de personas que escriben, que se preocupan por el mar y el desierto, y lo que éstos modelan en los actos cotidianos”, dice. Asegura que el oficio de escritor le ha dejado “una visión más amplia para apreciar y conocer más o conocer menos al ser humano, al mexicano y al escritor de otros ámbitos en el país (…) También me ha dejado la oportunidad de conocer a personas honestas, sinceras, que me han acercado a la cultura”. Ese café se agradece. También esos dulces que tenía en su mesa. Las fotos, los recuerdos y esas palabras que, más que buscar el homenaje, buscan la simple expresión, la compañía de un amigo.

 __

*Esta es una serie de cinco entrevistas realizadas para el Centro de Artes, Tradiciones y Culturas Populares de Baja California Sur, institución que posee el derecho de autor de estas publicaciones.

__

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




Un libro muy perro de Juan Pablo Rochín

FOTOS: Cortesía.

Colaboración Especial

Por Rubén Manuel Rivera Calderón

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Siempre que presento un libro me pregunto por qué motivo alguien debe tomarse la molestia de conseguirlo. Abrir un libro y leerlo implica tomar una decisión, una acción relacionada con nuestra voluntad y nuestra libertad. A todos aquellos a los que obligaron a leer El Quijote de niños, tal vez quedaron invitados a alejarse de la literatura, al menos por un tiempo. A pesar de todas las bondades que implica la lectura, que adquieren un “extra” especial cuando se trata de obras literarias, por diferentes motivos leemos poca literatura, y para colmo de males, lo último o lo que menos leemos es poesía.

Yo como buen hado padrino de El perro es ahora el señor de la casa, con mi pluma mágica le deseo que tenga muchos e intrépidos lectores. Pero no te quiero dejar a solas en tu audaz acto, amable lector: el trampolín de la solapa puede catapultarte a negruras abisales desconocidas en esas diabólicas letras de Juan Pablo Rochín, no el papá, sino el poeta.

También te podría interesar: Un gringo que encontró su ‘sueño americano’ en Los Cabos.

Por lo tanto, me tomaré la licencia de compartir mi lectura contigo, a través de una especie de guía sobre lo que puedes encontrar o esperar de este libro, desde mi muy retorcido punto de vista. El orden es más o menos arbitrario. Hallarás…

  1. La construcción de una voz poética o un personaje lírico. Por favor, no te vayas con la finta. Aunque en poesía es más fácil identificar a la voz lírica con la voz del autor, son dos cosas diferentes. No digo que Juan Pablo, el hombre, no haya vivido con más o menos intensidad muchas de las cosas dichas en el libro; el poeta Juan Pablo construye una voz (polifónica, o sea que por momentos también asume a otras voces), crea una máscara que le permite llevar algunos accidentes (incluso la muerte), encuentros y desencuentros, reales o imaginarios, hasta sus últimas consecuencias; o al menos hacia terrenos desconocidos o arenas movedizas que sólo la poesía puede construir y la lectura conocer y recorrer.
  2. El libro no está desprovisto de una que otra palabra dominguera, o de esas que por sí mismas ya tienen una cierta carga poética (las menos, por cierto, pues la poesía de Juan Pablo Rochín no se caracteriza por estas pedanterías librescas). Lo que sí hallarás, lector, particularmente al inicio, es un uso más intensivo y sistemático de las mal llamadas palabras altisonantes, que todos usamos muchas veces al día, pero que algunos se resisten a verlas impresas en un libro: pendejo, puñetas, caca, chaquetas, coger, culo, nalgas, encabronado, puta… No son tantas, pero como están en los primeros textos, a lo mejor algunos lectores puritanos y pendejos pueden desanimarse y abandonar el libro (lo cual es su irrenunciable derecho); pero yo los invito a que lo tomen como un recurso creativo, como una vacuna, una provocación o una declaración de principios; es decir, una manera de infundirle vida al poema, de que irrumpa la voz de lo cotidiano en estos artefactos literarios, cuyo lenguaje a veces es tan elaborado, fino o rebuscado, que los lectores los miran con el mismo respeto que a una estatua de un personaje ilustre, o un pedazo de excremento, sin entender o saber una jota de por qué es ilustre y para qué diablos se le hizo un monumento o una oda.
  3. El lector también hallará poemas dedicados a la palomilla literata o intelectual. A veces con humor, muchas más con sarcasmo, ironía y críticas directas o indirectas. Juan Pablo apunta sus flechas envenenadas a las corazas de papel de creadores y críticos literarios, de la creación poética, la lectura y la poesía misma. Todos seres del lenguaje, por cierto, que viven, aprenden, medran, disfrutan o fueron hechos del lenguaje o por él. Bueno, a quien le guste el mitote, que busque a Juan Pablo para que le pregunte a quién le tira tanta mierda. Yo, aunque me gusta el chisme, les puedo decir que muchos poetas rescriben su arte poética en cada libro, vociferan contra colegas conocidos y lejanos, se deslindan de lo ya escrito; y los mejores, como Juan Pablo, convierten la violencia de esas críticas, en última instancia, en una suerte de autocrítica que inicia por el otro, y termina siempre en uno mismo, mirándose al espejo.
  4. El lector encontrará humor, que a veces extraño mucho en la poesía, pero también encontrará a la muerte, como tema de largo aliento en el poemario que da nombre al libro, y que requiere de una lectura más atenta, que otros apartados más desenfadados, críticos, sensuales o sentimentales.
  5. Por supuesto, la obra no está exenta de alusiones a escritores como Sabines, Paz, Chumacero, a poemas o frases de Neruda, o que me recuerdan a Elizalde, Lorca… Epígrafes de Machado o Los Tigres del Norte; notas al pie, dedicatorias, guiños para amigos, digresiones líricas, citas no convencionales, pequeños homenajes… Es un libro muy trabajado, pero no aburrido.
  6. Y hablando de los trabajos del poeta, uno de ellos ha sido y es des-automatizar el lugar común (Efraín Huerta: Del dicho al lecho hay un gran trecho). Juan Pablo lo hace en su libro, utilizando frases que juegan con el lugar común, como y la sábana en luna hiena ( en vez de llena); poniendo el dedo en la vulvar imagen (en vez de vulgar); esa larva agonía (en lugar de larga agonía). También a los poetas les da por acuñar sus propias palabras, lo cual no es algo extraño, sino parte del oficio (desde el modernismo). Un ejemplo lo tenemos en la página 80: Alguien, desde arriba, apedreaba con gaviotas / ese cielo nuberoso que desmira.
  7. Aunque estoy de acuerdo, en lo general, con Antonio Cienfuegos, sobre el libro de Juan Pablo (liminar y contraportada) no voy a repetir lo que dice… Pero Juan Pablo no sólo es descontento, desarraigo y antipoesía. También se permite giros románticos, que coquetean con lo cursi, pero que sólo coquetean, sin entregarse o naufragar, por ejemplo: Cómo no desear su talle / si usted me mira solicitando un mar de besos / desde el cuarto menguante de la luna (p. 75). ¿Quién que es, no es romántico, decía mi abuelo.
  8. En la poesía del colega Rochín, atento lector, encontrarás una suerte de bipolaridad, no en el sentido psiquiátrico del término, sino más como un armazón de extremos unidos por un tono claro y definido. Me explico. Alguien me dijo “no vas a encontrar unidad en el libro”. Y es cierto, tiene al menos cinco apartados o capítulos al interior de los cuales se abordan temas o asuntos diversos (misceláneos), pero eso no es necesariamente un defecto ni implica una falta total de sentido de composición o ausencia de unidad temática. Las obsesiones de un escritor y sus fantasmas lo acompañan durante todas sus obras, como al sibarita los placeres de la carne, la bebida y la comida. La unidad del libro está en la voz, en los recursos literarios, en la manera en que construye una estructura poética sobre la base de metáforas logradas (unas más sencillas, otras más deslumbrantes; una menos predecibles que otras), engarzadas a frases llanas o coloquiales que introducen giros del habla cotidiana, sin excederse con el uso de frases demasiado chabacanas, hechas o comunes.
  9. Algunos lectores se quedarán con lo que entienden a la primera. Con la complejidad de lo sencillo que muestran algunos versos (por cierto nada improvisados, aunque el tono sea espontáneo, hay mucho trabajo detrás, a lo Sabines). Otros más exigentes o audaces aceptarán la provocación de Juan Pablo Rochín: adentrarse en los caminos bifurcados, difuminados, en la imagen que se dispara semánticamente en el pie y lanza sus perdigones por caminos que no ha recorrido; inefables, incluso, para el creador del poema. Quiero decir que la obra de Rochín permite una lectura creativa; provoca al lector activo, o proactivo; lo invita a “ponerle de su cosecha”, a añadir a lo que está presente, lo que está escondido en el mismo lector, eso que las metáforas de Juan Pablo sacuden, despiertan, espabilan. Estás imágenes no se atienen a la lógica aristotélica, a la mera consistencia convencional; no se traducen como si fueran parábolas; no tiene un referente inmediato, una idea definida, una interpretación racional… Hay que tomarlas como vienen, como olas o bestias que embisten al lector, y que adquieren sentido según la capacidad para la danza y el capote de cada quien.

Para proporcionarte una llave de entrada al libro, “amigo” lector (si llegaste hasta aquí, ya te puedo decir “amigo”), te invito a que leas esto, a continuación, de la página 8 (te recomiendo ampliamente los poemas de las páginas 28 y 30). Si no hubiera escrito más, este poema vale la pena muchos poemarios.

Soy como un niño paseándome en bicicleta

tengo caracteres tatuados en los brazos

y una declaración al alba

extendida

al paso lento y sostenido por el parque,

alguien murmura, con dulcísimo sentido:

“No mires a ese hombre, es agua sucia”.

 

No me distraigo,

voy triunfal dando conferencias

a estudiantes invisibles

y a las mujeres fugaces,

voy suspirando una balada tribal que,

lejana,

en un auto rojo en medio de la calle,

alberga gritos e insultos y estropicios.

 

Voy por las celdas del parque

soñando

que no pasan los días

que el viento en vano

interroga a fantasmas hostiles en movimiento:

 

Agotaré el esfuerzo de pedalear desnudo

hacia tu abismo.




23 años sin Víctor Bancalari, un poeta que creó y apagó su propio fuego

victor-bancalari-portada

El librero

Por Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). El pasado 26 de marzo se cumplieron 23 años de la muerte del malogrado poeta Víctor Bancalari, un dragón a la Bruce Lee que supo leer con tino y visión ácida su época, en especial la de la clase social a la que pertenecía: los patricios, como recalcaba cuando se refería a ella.

Hoy tendría 58 años y no sabemos si su obra hubiera crecido en calidad y cantidad, o simplemente se hubiera abandonado a los cauces del tiempo, que son caprichosos e insólitos. Aunque ya había leído antes algunas cosas de él y que muchos lo mencionaban muy seguido, lo conocí hasta 1987 en la cafetería El Tucán, donde solían aterrizar las más disímiles formas del pensamiento sudca, entre estudiantes, políticos de todos los colores, periodistas y comensales diversos. Ese día yo esperaba a mis amigos de la Prepa Morelos y me pidió sentarse en mi mesa, en lo que llegaban. Me cayó bien.

Habló sin parar de los poetas malditos, de la Roma clásica, de la división social tan parecida a la nuestra y, por supuesto de los intelectuales locales, a los que denostó en más de una manera. Su aguda inteligencia, cargada de un rencor vivo, a la rulfiana, disparó dardos venenosos contra toda organización oficial de la cultura y asestó golpes certeros contra la marrullería de los políticos priístas que él conocía muy bien, según dijo.

También te podría interesar “Perlas negras”, el primer libro de Luis Fernando Gómez Cota

En seguida pasó a los jóvenes que escribían por aquel tiempo, e hizo una lista de defectos de los que él creía un fiasco y que pronto estarían en los puestos públicos culturales. “Morros chocomilkeros” fue el término que usó. Le pregunté que si a cuáles se refería específicamente y él contestó que “a ésos de la Prepa Morelos, que creen hacer poesía rebelde, pero en realidad no son más que mozalbetes jugando al intelectual que terminarán siendo parte del sistema”.

No dije nada porque no supe qué contestarle. Me había apabullado con su discurso. Al último terminó hablando de Arthur Rimbaud, con una convicción tal, que después busqué su obra para comprobar lo que decía. Tengo ese agradecimiento con él, porque la lectura de Rimbaud fue una revelación para mí. Después de eso nunca más lo volví a ver; me fui a México a estudiar y allá me enteré de que había muerto, ese año de los sismos políticos en México, que fue el principio de la fractura histórica de nuestro país y que hasta hace muy poco nos hemos percatado claramente de sus devastadores resultados. Claro, fue un proceso de mucho antes, pero que se acentuó en 1988, específicamente.

victor-bancalari-dos

En 2009 Manuel Cadena, Rocío Maceda y Christopher Amador emprendieron el proyecto de publicar, por fin, la obra desperdigada de Víctor Bancalari. Gracias a ellos y a que algunos pusimos algo de efectivo para que fuera posible, el libro salió al final: Víctor Bancalari, narrativa y poesía. Tiene notas introductorias de Cadena y Maceda, más un poema en la cuarta de forros de Amador, dedicado al poeta. Está organizado más o menos en la idea de separar narrativa de poesía. Es un libro que quizá Bancalari hubiera aprobado. No sé. Conociéndolo. En fin. La cosa es que fue un atinado trabajo de elaboración que permitió preservar esos textos que ya comenzaban a oler a oralidad.

Ya se ha escrito mucho de él. Hay una interesante entrevista hecha por Diana Cuevas a Edmundo Lizardi que no tiene pierde, estupenda por donde se le vea; una nota del escritor Daniel Salinas Basave, justa, crítica y que pone los pies en la tierra a la hora de ejercer su visión, y un libro del investigador y escritor Antonio Sequera Meza, Sin nada, Víctor, tú estás, que hace un recuento y trata de dar una edición más completa de su obra, ésta sí organizada y separada según sus géneros. También existe un ensayo en el libro El país de las espinas, de Dante Salgado, crítico y que valora en su justa dimensión la pequeña obra de Bancalari, en especial La batalla de Los Divisaderos.

No sé si Manuel Cadena continúa con la labor titánica de hacerle un homenaje anual. Yo participé en tres de ellos y cada uno me dejó una experiencia diferente. Hay los que le tuvieron animadversión a Víctor por su agresividad verbal y hay quienes lo admiran por la obra dejada. Hay quienes consideran que se sobrevalora a quien sólo dejó algunos poemas y cuentos, algunos bastante ingenuos y otros de una profundidad sorprendente, más intentos de novela; que están convirtiendo a Bancalari en un mito, dándole un lugar que no merece. Hay otros que lo tienen en alta estima literaria y que ya han establecido su importancia en ensayos, libros, ponencias y conferencias. Lo cierto es que Víctor Bancalari sigue vivo y dando de qué hablar, con gusto y con odio, con admiración y con envidia. Como dijo mi abuela, “mis palabras no le hagan ruido, déjenlo descansar”, pero no creo que él quiera eso. Tal vez Bancalari hubiera repudiado que se le esté convirtiendo en aquello que tanto criticó: una estatua de la rotonda imaginaria, un poeta del sistema… literario.