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De vendedor de periódicos a Director de El Sudcaliforniano: Jesús Chávez Jiménez

FOTOS: Modesto Peralta Delgado.

El Beso de la Mujer Araña

Por Modesto Peralta Delgado

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Con su característica sonrisa y humildad, me esperaba don Jesús Chávez Jiménez, vistiendo un traje azul marino, en un café de la zona centro de La Paz. ¡Mil cosas de qué hablar! Me obsequió su libro Zarzo de cuentos al rojo vivo, recientemente publicado por el Archivo Histórico “Pablo L. Martínez”; en 2018 ganó el Premio Estatal de Crónica “Ciudad de La Paz”; poco antes, el concurso de Calaveritas del Día de Muertos… Su incursión en la Literatura podría ser un buen pretexto para esta entrevista, pero con tanto qué contar, nos conformamos con algunos pasajes de su vida en el periodismo, al que se ha dedicado toda su vida. Este 2018 que charlamos, el hombre cumplió 60 años, y prácticamente 50 años en la labor informativa.

Empezó vendiendo periódicos en la calle, y años más tarde, sería el Director General de ese medio: El Sudcaliforniano, un impreso que hasta la fecha goza de amplia circulación. Creí que era nacido en Ciudad Insurgentes, municipio de Comondú —donde por cierto, conocí su hermano, el profesor Heriberto, quien fue Director de la Corresponsalía—, pero no: nació en Santa Bárbara Rodeo, Durango, un poblado —según asegura él mismo— que parece extraído de la imaginación de Gabriel García Márquez. Con todo, sí se considera comundeño: “soy oriundo de Insurgentes”, es lo primero que le grabé en nuestra charla.

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Jesús Chávez Jiménez nació el 2 de septiembre de 1958. Tenía sólo 4 años cuando su padre los trajo de Durango a Sudcalifornia, y lo hizo huyendo de la violencia, “ya que mi padre sufrió un atentado y un segundo que sólo quedó en el intento, porque nos protegimos. Por esa razón nos vinimos para acá, para evitar que nos asesinaran, como querían asesinar a mi papá y a mi mamá, porque un cacique que no estuvo de acuerdo en que mi papá no le firmara unos documentos para él poder recibir un crédito que no merecía”. Llegaron a esta capital el 24 de agosto de 1964, en el recién estrenado Ferry. “Mi papá nos dijo, ‘les regalo esta tierra, ámenla, cuídenla, sírvanla, sin olvidarse de donde nacieron’. Y hasta la fecha mis hermanos y yo hemos sido leales a este principio, el cual hemos respetado de una manera cabal”.

Alma de reportero

Al preguntarle por sus inicios en el “perro oficio”, no duda en decir que fue acabando la escuela primaria, en 1971 ó 1972 —El Sudcaliforniano, que empezó a circular en noviembre de 1969, tenía apenas 3 años de fundación. “Con mucho orgullo digo que empecé en el ámbito profesional cuando tenía 12 años”; en Insurgentes. A esa edad fue trabajador de limpieza en los autobuses que estaban llegando de La Paz, donde llegaba también el periódico; lavaba los camiones y se quedaba con los impresos que dejaba la gente. “Un día a finales de junio, antes de salir de sexto grado, le marqué al Director del periódico desde una caseta telefónica que se acababa de instalar en Insurgentes; el Director fue quien me contestó y le dije que quería ser periodista. ¿Cuántos años tienes?, me respondió, Estoy por cumplir 12 y quiero ser periodista de ‘El Sudcaliforniano’”. Así, un buen día tomó un autobús y llegó a La Paz. Don Carlos Morgan —entonces Director de ese medio—lo recibió en su casa. “Me recibió como su hijo, me hospedó en su casa, me dio de comer y me dio todas las instrucciones, no para ser reportero, sino para ser voceador de El Sudcaliforniano.

La instrucción que más me gustó fue que me mandaría todos los días 150 periódicos con la única obligación de venderlos a un precio de 1.50 el ejemplar, y que yo me quedara con el dinero. Esa fue la instrucción de don Carlos, la cumplí y empecé a llevar sustento a mi familia”. El trato con el jovensísimo periodista incluía una pequeña columna: Pizca de noticias de El Valle. “A los tres años de ser voceador, empecé a hacer mis pininos periodísticos con una columna formal todos los días, y hasta la fecha escribo una columna política (…) A los 12 años escribí mi primera columna. Tenía “la manita pesada”, confieso que fui reprimido, una mano la tengo falseada por eso. Un policía —a quien yo adoro y ha sido personaje de mis cuentos—, me reprimió y me subió a una patrulla, como no tuve atención médica, la mano me quedó falseada. Fue la primera represión de muchas que he tenido en mi vida, entre las principales represiones está el hambre, la censura, y lo más cruel de mi vida periodista que es la autocensura, lo más deleznable, lo más perverso, lo más indignante”.

Gobernadores y narcos

Y hablando de censuras, declaró que fue despedido de ese periódico por el ex gobernador Leonel Cota Montaño. Dirigió dicho medio de 1998 hasta el 2001, pero “me presionaron para que publicara una nota que iba en contra de la sociedad sudcaliforniana; me negué como Director y, pese a que mis jefes me apoyaron, ellos cedieron a las presiones de Cota Montaño. Fui despedido con una liquidación paupérrima, vergonzosa, que no debió habérsele hecho al Director de una organización tan seria como la OEM.  Despedir a alguien es atentar contra la familia. Como Director del periódico, yo lo hice plural, impulsé la creación de un nuevo edificio, mi frase era: Yo no vengo a correr a ningún reportero, el reportero que se quiera ir, se va a ir sólo. Le di espacio a todas las voces, nunca censuré, la censura es un acto que nunca debe practicarse”.

A propósito de los gobernadores del Estado, con quien tuvo una buena relación fue con Marcos Covarrubias Villaseñor: “lo conozco desde chico, tuvimos una relación de respeto. Fui fundador del Diario El independiente y se lo “achacaban” y decían que era de él, desmiento públicamente que haya tenido la propiedad o algún funcionario de su gobierno, quien lo diga que lo demuestre. Los nombres de los socios se están en el acta constitutiva que se encuentra en el archivo del Estado y los registros públicos de la propiedad, yo era uno de ellos y fui liquidado hace más de cuatro años”.

Pero su experiencia más fuerte fue en 1994, cuando fue amenazado de muerte. Ese año entrevistó en el Cereso de La Paz, a un capo del Cártel de Cali en México. “Me empecé a cartear con él y me dio la respuesta de que sí quería la entrevista, pero con una condición, que fuera sin foto. El carteo fue continuo, hasta que llegó la aprobación de la entrevista, y en la última carta me dijo Sin foto, y le dije Voy a ir preparado para que exista una foto, porque este trabajo sin foto, no es una entrevista. Llegó la fecha de la entrevista. Tuve un excelente diálogo con él, la plática fue afuera de su celda (en el Cereso de La Paz), una celda de privilegiados, porque tenía una pequeña alberca de plástico donde estaba disfrutando de sus ejercicios en el agua. Iniciamos un diálogo excelente, sobre varios temas: política, nacional, sus causas, sus razones, de su familia. Dimos por terminada la entrevista y de mi saco azul marino saco una cámara Pocket y le tomó una foto; intenté un segundo disparo, pero un manazo lo evitó, primero de él y después de uno de sus guaruras quienes intentaron pisar la cámara. Era un hombre tan poderoso que tenía tres o cuatro guaruras disfrazados de abogados. Antes de salir, él regresó a su celda y me dejó con los guaruras que querían destrozar la cámara, pedí auxilio al personal del Cereso de La Paz: Quiero que me protejan desde esta celda a la salida, y si no, lo denuncio al Gobernador, porque están cometiendo un atropello al tener personal de seguridad para un delincuente. Inmediatamente después de esto llegó la amenaza de muerte, su abogado personal me lo notificó: En cualquier momento vas a ser hombre muerto.  No dormí 21 días, pero me mandó una carta al día 22, y me dice que había analizado la situación, porque la entrevista le dio la vuelta al mundo, y que había leído el material mío y que le parecía justo, que me olvidara de cualquier agresión o mensaje que llegara de parte de él. Sin embargo, sí me autocensuré, no le volví a mover al tema pensando en mi familia (…) Entonces, creo que uno sí se autocensura, primero por la familia, luego por el temor, porque hay que aceptar que cambiar una vida sonriente por una bala es doloroso”. El abogado que le mandó el mensaje de muerte era Leonel Castro Cadena. El nombre del narcotraficante, por seguridad, lo omitió.

Desde Premios Nobel a recogedores de basura

Actualmente, Chávez Jiménez sigue ejerciendo el periodismo en espacios de Diario El Independiente, TV Azteca y Ola TV; en el caso de la televisión, entrevista a personajes de la vida política, social y cultural sudcaliforniana. Lo que no se le ha de olvidar fue la entrevista que le hizo a personajes clave de la historia mundial: al ex presidente de Estados Unidos, Henry Kissinger;  el Premio Nobel de La Paz, Normal Borlaug, el creador de la denominada “Revolución Verde” —a quien considera “un hombre extraordinario”—; a Amintore Fanfani, presidente del Senado italiano, “un hombre muy simpático, hubo empatía, una charla histórica que me voy a llevar a mi tumba. Hablamos de las semejanzas del Estado italiano y de México, me presumió que Italia tenía como BCS, la mejor gastronomía, las mejores playas, Pero hay una diferencia, me dijo, Tu estado ¡no tiene un tacón!, y ahí me ganó”; a Lawrence Klein, Premio Nobel de Economía, fue “el 27 de noviembre de 1980. Me acuerdo porque ese día nació mi hija. Era un hombre extraordinario; con él utilicé interpreté como lo usé con Kissinger, otro hombre fabuloso. Yo trabaja en el UnoMásUno como reportero corresponsal, en el Canal 10 y en un periódico local que se llamaba La Extra, entonces a mí me interesaba esa entrevista con Klein, y fui a un foro internacional que se estaba llevando a cabo, pasó la entrevista para después del desayuno, luego después de la comida porque iba a haber un receso en el foro, pero después del baile, como a las 11 de la noche, le dije Doctor, tengo las rotativas detenidas, y él  de muy buena manera le habló su interpreté y me llevó a una oficina. A esa hora mandé a UnoMásUno, al otro día la presenté con Francisco King. Fue una experiencia extraordinaria”.

“He entrevistado, desde un Nobel con tanto prestigio, a un recogedor de basura. Éste llegó a la oficina cuando era Director de El Sudcaliforniano, y me dijo ‘entrevísteme, traigo una noticia muy importante. Mi novia hoy se casó con otro, le di 23 mil pesos para nuestra boda y me abandonó. No me dio mayor explicación, sólo que no me quería y yo vengo a contárselo a Usted, a denunciar a esa mujer, porque esa no es una actitud noble. Yo vivo de la recolección de basura, era todo mi capital y necesito que usted lo publique. Además, va a publicar algo más importante: me voy a suicidar’. Y lo entrevisté. El amigo todavía anda por allí, casi es mi vecino, no se suicidó, sigue recogiendo basura. La vida es de altibajos, y el periodista debe saber navegar entre una buena mesa o unos taquitos fríos, o nada, por la nota informativa”. Por último, expresó “no desaprovecho ningún foro para decir que me gustaría que los jóvenes mantengan la llama de la vocación, con vocación uno no tiene hambre, uno no tiene miedo, no tiene limitaciones. Que brote la chispa para que el periodismo vuelva a vivir”.

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*Esta es una serie de cinco entrevistas realizadas para el Centro de Artes, Tradiciones y Culturas Populares de Baja California Sur, institución que posee el derecho de autor de estas publicaciones.

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Legalizar las drogas, “ese es el camino”: Héctor de Mauleón

FOTO: Luis Roldán.

Por Modesto Peralta Delgado

La Paz, Baja California Sur (BCS). En 2009, cuando se enfrentó a la justicia a El Pozolero y se descubrió en las afueras de Tijuana un rancho en donde se disolvió en ácido —literalmente— a cientos víctimas de las que sólo quedaban las uñas, por lo que en el terreno había “un sembradero de uñas y dientes”, “parecía el colmo del horror, que habíamos llegado a lo inimaginable”, expresó el periodista Héctor de Mauleón en su conferencia Periodismo en tiempos de violencia, el pasado jueves 26 de octubre en La Paz, durante su participación en las Lunas de Octubre realizado por el Instituto Sudcaliforniano de Cultura.

Durante la plática, de aproximadamente una hora, ante un nutrido público que soportó el calor en el Centro Cultural La Paz, el columnista de El Universal habló del peligro que representa ejercer el periodismo en estos tiempos del combate al narcotráfico, desde el sexenio de Felipe Calderón, y que hasta la fecha, sumaría más de 200 mil víctimas —”200 mil historias atroces, de horror”. Dejo entrever que México aún no tocado el suficiente fondo del sufrimiento y ese ‘pozo’ puede seguir llenándose —”el fondo no llega hasta que uno no quiera”—, al recordar el caso de El Pozolero, el llamado Niño Sicario o el más reciente, el de las víctimas desolladas en Nayarit.

Al final de su charla, Héctor de Mauleón dejó sembrada la inquietud de que, tras once años, si no podríamos pensar que la guerra contra el crimen organizado fracasó y si no sería tiempo de poner sobre la mesa la discusión de legalizar las drogas. “Todo es peor, todo es más violento, todo es más sangriento; no hay avances, la droga sigue pasando, la muertes sigue ocurriendo, las lista de objetivos que tenía el Gobierno Federal (…) abatidos o presos, ¡y esto no termina! También la siguiente discusión socialmente responsable, sería ¿es ese el camino o esta probado que no es el camino? ¿No ha llegado la hora de ponernos a discutir la legalización del algunas sustancias? Da clic AQUÍ para el ver el video de la conferencia completa.

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Luego de la conferencia, CULCO BCS tuvo una breve entrevista con el periodista de la Ciudad de México, quien en 2016 ganó el Premio Nacional de Comunicación José Pagés Llergo por su trabajo sobre las bandas delictivas que operan en la colonia Condesa, en la CDMX. Sólo fueron dos temas. El primero: ¿cual es la visión desde el centro del país sobre la violencia en Baja California Sur? ¿Se sabe de ella o se sigue creyendo que es un paraíso?

“Yo creo que está muy claro que la violencia se ha disparado en los últimos años —dijo—, que la detención de El Chapo provocó una crisis en esta zona y que al mismo tiempo la incursión o el crecimiento desmedido que ha tenido en el sexenio actual el Cártel Jalisco Nueva Generación terminó golpeando la antigua calma, digamos, paradisíaca, de Baja California Sur. Se volvió un territorio de pugna entre los sucesores de El Chapo y este grupo que ha ido creciendo, que estaba formado por ser un brazo armado de otros capos y terminó apoderándose de 20 estados del país con operaciones internacionales y que es considerado, incluso, ya uno de los cárteles más poderosos del mundo”.

Héctor de Mauleón en la conferencia, fue presentado por Juan Cuauhtémoc Murillo. FOTO: Modesto Peralta Delgado.

“Por otro lado —continuó—, se le dio la debida atención al caso de Max Rodríguez que ilustra, por otro lado, ya en detalle, el nivel de violencia que se vive en el Estado”. Invitado a participar también en el segundo día de las Lunas de Octubre: el viernes 27, el lunes siguiente publicó el El Universal el texto Correrá sangre en Baja Sur, donde da a conocer su impresión de lo que ha generado la violencia en La Paz, recorriendo el malecón.

Legalizar las drogas

El segundo tema, fue preguntarle directamente, si él creía que una posible solución para aminorar el complejo problema de la inseguridad en el país era legalizar las drogas. Él contestó “creo que es el momento ya, tenemos que avanzar hacia eso. Eso le quitaría una fuente grandísima, altísima de ingresos a los grupos del crimen organizado y sobretodo sacaría a los jóvenes de los callejones en donde están en contacto con los criminales para que los que quisieran adquirir lo que quisieran pues vayan a una farmacia o a una tienda, no tengan que estar en contacto con delincuentes que luego terminan reclutándolos, etcétera; y sobre todo plantear ya el asunto de que no podemos seguir siendo los policías de Estados Unidos. No podemos seguir poniendo los muertos, mientras ellos están en la fiesta y nos devuelven las armas (…) Yo creo que ese es el camino.

Urgen protocolos

Regresando a su conferencia Periodismo en tiempos de violencia, centrado en este oficio en medio de esta crisis de inseguridad en todo el país —que él denomina “loa años de horror, la historia negra del periodismo en México”—, habló de varios casos concretos —censura, chantaje, muertes y desapariciones de comunicadores— y de la necesidad de un protocolo de seguridad para reporteros.

Más de un centenar de periodistas han sido asesinados en lo que va del siglo —explicó De Mauleón—, y se han cerrado medios, por lo que además de todo, “una tragedia nacional que no hemos percibido, son las zonas silenciadas de México“. Contó historias de comunicadores que fueron, tanto literal como figurativamente, amordazados por los criminales, y que no existen autoridades confiables para sentirse protegidos. “La herida psicológica no la conocemos en esta generación”, dijo, y reiteró que “somos uno de los países más peligrosos del mundo para ejercer el periodismo”.

Ante la situación, urgió a que exista un centro nacional de protección a periodistas, “pero autónomo, ciudadano”; que haya talleres permanentes de capacitación y protocolos, para saber qué hacer en caso de amenazas; “no venderse, no pedir dinero, eso hace que no tengas compromisos”, aunque también habló de los sueldos “miserables” de los reporteros que hacen que unos acudan al llamado ‘chayote’. “Nuestra conclusión: vamos por un protocolo, vamos a cuidarnos entre los periodistas.”




No nos dejemos solos

Reciente foro sobre el peligro de ejercer el periodismo en México y en el Estado, realizado en la UABCS. FOTO: Modesto Peralta Delgado.

A botepronto

Por Gladys Navarro

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). “Esto se jodió”, pensé ese día en que reporteaba desde la mañana el hallazgo de un cuerpo en la colonia Agua Escondida, por la noche, una ejecución en la colonia Santa María, en La Paz, y todavía no llegaba a mi destino, pues había quedado de reunirme con unos amigos. No llegué. Porque en el camino hubo un tercer reporte: el hallazgo de tres cuerpos más, desnudos y amordazados sobre el pavimento, en el libramiento Oceguera, casi a la medianoche del 31 de octubre, con todo lo simbólico de la fecha. Mientras conducía, en la obscuridad, sola, pensaba en la treintena de personas ejecutadas desde hacía, justamente, tres meses. Y recordé entonces el primer reporte policíaco desde ese tipo, ese día, el 31 de julio de 2014. Era de noche y también conducía. Los reporteros pasamos mucho tiempo fuera, conduciendo –cuando se puede— y armando las notas en el camino, en el bloc de notas del celular, en la libreta, o de plano dictando si hay alguien en la Redacción que nos reciba. Me desvié y me dirigí a la salida a Los Planes, en la zona de Agua Escondida, donde ya estaba un retén. Confirmé con las fuentes y salió el primer reporte hacia las 10 de la noche. Ese momento se considera el inicio de una época compleja para Baja California Sur, obscura y roja. Si nos pareció fuertísimo lo que conocimos, ese enfrentamiento entre grupos de la delincuencia organizada, lo que ocurrió tres meses después, la “noche de brujas”, subió de nivel. A la mañana siguiente lloré. Observé los rostros familiares, inocentes, con esperanza, sin entender y sin conocer, aún, y pasé del llanto a la indignación. Por lo que sucedía entonces, no sólo derivado de la guerra entre grupos, sino del silencio que esperaban de nosotros, de los comunicadores; por los bloqueos informativos, con las confirmaciones oficiales tardísimas, con la falta de datos elementales; por los “sutiles” intentos de censura, por eso y lo que vino después, la intención de las autoridades, todas, de minimizar el problema, la falta de respuesta inmediata, la simulada coordinación y los resultados entonces negativos y sostenidos. A casi tres años de esos primeros reportes, sumamos al menos 600 homicidios en circunstancias violentísimas, y hemos visto escalar los niveles. Y nos ha dolido como periodistas, como docentes, como jóvenes, como mujeres, como profesionistas que intentamos observar el fenómeno de la violencia en su complejidad, porque entendemos que la responsabilidad es compartida, pero no podemos negar ni disculpar las complacencias y las omisiones de los responsables, de los tres niveles de gobierno, que la ley obliga a garantizar nuestra seguridad, porque es nuestro derecho. Pero la situación no se descompuso de la noche a la mañana en Baja California Sur, tan solo hay que recordar las detenciones de los últimos años de presuntos líderes de cárteles de la droga, entre 2006 y 2010. Autoridades federales y estadounidenses reportaron la detención de Francisco Javier Arellano Félix, “El Tigrillo”, tuvimos a Francisco Javier Arellano Félix, “El Tigrillo”; Alfredo Collins Ortega, principal operador de Jorge Briceño López, alias “El Cholo” –presuntamente muerto—, lugar teniente de los Arellano Félix; Gustavo Rivera Martínez, alias “El Gus”, responsable de la logística para el trasiego de droga a Estados Unidos del cártel de Tijuana; Teodoro García Simental, “El Teo”, en La Paz. En 2012, la agencia AP reveló que la Policía Federal casi detuvo a Joaquin “El Chapo”Guzman, en una residencia en Los Cabos, pero huyó días antes del operativo. Seguramente muchos sudcalifornianos traerán a su mente otros episodios vergonzosos en la entidad pero que daban cuenta de cómo se estaba configurando, del papel que ha venido jugando, en este gran rompecabezas en donde lo único que importa es el poder y la ganancia. Y si nos faltan más elementos para reconocerlo, hay que recordar las cifras del Subsecretariado Ejecutivo Nacional de Seguridad, sobre los delitos en aumento en los últimos 11 años. En el 2005, reportó casi 17 mil delitos denunciados, de los cuales 8 mil  fueron por el delito que más nos aqueja como sudcalifornianos, el robo en todas sus modalidades. Desde esta fecha, los delitos se han mantenido o aumentado; para el 2017, la cifra llegó a 19 mil 781; para 2010, hubo un ligero descenso, 15 mil 778, pero en el 2012, los delitos denunciados fueron 20 mil 889 y en 2016 esa cifra llegó a su máximo histórico, 24 mil 245, con un total de robos denunciados (hay que remarcar) de 11 mil 247. Este fenómeno delictivo tiene por lo menos una explicación: niveles mayores e inaceptables de impunidad, y se comprueba con la estadística del Índice General de Impunidad (IGI-MEX), coordinado por la Universidad de las Américas Puebla (UDLAP), en donde refiere que sólo el 99% de los delitos quedan sin castigo en este país, y Baja California Sur está en el grupo de entidades con un alto índice de impunidad. Y basta comprobarlo en nuestras cotidianidades, con los testimonios propios y ajenos. Todos quienes en algún momento hemos sido víctimas de algún delito que queda sin esclarecerse y peor aún, sin la reparación. En este contexto, el fenómeno de la violencia sigue creciendo en nuestra entidad, ahora concentrada en Los Cabos, que suma 178 homicidios de alto impacto, en siete meses, según los registros de la Procuraduría estatal. La cifra es alarmante, porque el Sistema Nacional de Seguridad, en su estadística municipal, no registró en 2011 en ese destino turístico, ningún homicidio doloso. El panorama luce obscuro y nada alentador, si a ello le agregamos solo unos datos más, los altos niveles de marginación que tenemos, porque en BCS también hay pobreza, aunque se pretenda minimizar. Cifras del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo (Coneval) indicaron en 2010 que el 40 por ciento de la población (86 mil 909 personas) tenían al menos alguna carencia social; casi 50 mil o sea, el 23 por ciento, considerados con pobreza moderada, y 12 mil vivían en extrema pobreza. Si bien, no podemos asumir que la pobreza es la causa de todos nuestros males, por supuesto que debemos entender que una persona vulnerable, en un contexto adverso, se vuelve más proclive a decidir satisfacer sus necesidades de la forma que sea, así sea cometiendo un ilícito. Si a eso añadimos que el crecimiento poblacional en BCS, y particularmente en Los Cabos, en los 90’s alcanzó una tasa del 10 por ciento y se mantuvo en ese rango hasta 2010, y consideramos solo el dato de que tenemos una Policía Estatal integrada por 200 elementos que se concentra solo en el sur del estado, y los policías municipales poco capacitados y con deficiente infraestructura, entonces quizá podríamos advertir que los tomadores de decisiones fallaron desde hace mucho tiempo. Es este el contexto que enfrentamos, no sólo el de las 600 muertes de alto impacto, sino el de las carencias, el de la violencia hacia la mujer que va en aumento, el de las colonias abandonadas por sus policías infiltradas, la mayor parte; el de los jóvenes que están siendo cooptados por los grupos “mejor organizados”, con las peores intenciones, jóvenes solitarios, con necesidades de todo tipo, muchas de ellas afectivas, porque sus padres deben trabajar jornadas extenuantes para poder medio sobrevivir. Y aún y cuando han existido tantas omisiones y decisiones tardías del Estado (basta recordar que el refuerzo federal a BCS llegó después de dos años de violencia en La Paz, justo cuando se trasladó a Los Cabos -que recibe 1.5 millones de turistas al año- a raíz de la presión de un sector empresarial poderoso y temeroso de un siguiente nivel en la alerta preventiva que mantiene ya el Gobierno estadounidense) las autoridades regresan el problema a las familias, señalándolas como lo hizo el gobernador, Carlos Mendoza Davis, acusando que el problema estaba en los hogares, por “la falta de valores”, por la falta de educación, por las adicciones; regresando, como hace poco compartía la investigadora, Lorella Castorena, el problema a las familias agobiadas, perdidas, con quienes las autoridades han sido indiferentes durante muchos años, a las que han dejado solas. Y en medio de toda la descomposición, ahí estamos los periodistas, intentando desarrollar –muchos— con verdadera convicción, un trabajo necesario, cuestionando, señalando, advirtiendo, alzando la voz, abriendo los micrófonos o narrando las historias, contabilizando los muertos, haciendo visible un problema complejo y grave, y sorprendiéndonos aún. Y de vez en vez, cuando se puede, seguimos compartiendo un café, en esas pausas necesarias para poner en común nuestra indignación y nuestra tristeza, y olvidando un rato nuestras soledades, recordando otra fecha y cómo la cubrimos, y pensando otra vez, en que esto se volvió a joder: a Max lo mataron el 14 de abril. No nos dejemos solos. Nos necesitamos.

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Miedo y vulnerabilidad, ejercer el periodismo en BCS: foro en la UABCS

UABCS. Fotos: Modesto Peralta Delgado.

La Paz, Baja California Sur (BCS). Hacia el mediodía de este miércoles 31 de mayo, en el foro de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma de Baja California Sur (UABCS), se llevó a cabo el Conversatorio Desyglo sobre la violencia hacia la libertad de expresión en México Un día sin periodistas; a pesar de iniciar con retraso y con duda de hacerlo debido a que hubo poca asistencia, el evento fue transmitido en vivo alcanzando miles de reproducciones en redes sociales, incorporándose a la charla algunos periodistas locales y tocando temas torales respecto a las dificultadores por las que pasa el periodismo en BCS.

Aunque la cita fue a las 11:00 horas, el foro lucía casi vacío, por lo que la maestra Lorella Castorena Davis propuso realizar el evento el próximo semestre; tras unos 25 minutos de espera, se animaron a dar la charla, a la que se fueron incorporando algunos comunicadores, y cuyo video transmitido en vivo alcanzó, sólo en la cuenta de Facebook del reportero Ezequiel Lizalde, más de 6,700 reproducciones.

El conversatorio puso especial énfasis en los asesinatos de Max Rodríguez en esta entidad, y el de Javier Valdez Cárdenas en Sinaloa, sin embargo, fue el punto de partida para que estudiantes del doctorado de Desyglo de la UABCS profundizaran en la vulnerabilidad por la que pasa el periodismo en BCS, en especial el de la nota roja, por lo que una palabra que se repitió en los testimonios fue el “miedo”.

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Diana Cuevas, en su ponencia sobre Agresiones a periodistas habló justamente de la vulnerabilidad de ejercer el periodismo en México, “una de las profesiones más peligrosas del país”. Entre las cifras que presentó —basada en Artículo 19—, señaló que sólo en 2016 se presentaron 426 agresiones hacia los comunicadores; que éstas aumentaron del 2015 al 16; que han muerto 36 periodistas en lo que va del sexenio de Enrique Peña Nieto; y que sólo en lo que va de este 2017, van siete, entre ellos, Max Rodríguez y Javier Valdez.

Por su parte, Carlos Ibarra contó su testimonio de haber cubierto la nota roja en Rosarito, Baja California, cuando tenía 24 años, y a pesar de que llegó a ser “adictivo”, empezó a notar las dificultades y emigró a este estado, poniendo así el título a su texto: Regresé a BCS porque acá no mataban periodistas. A pesar de que luego cubrió información respecto al Medio Ambiente, fue demandado, por lo que en broma y en serio, dijo que “tampoco funciona” y que el peligro de la censura o la agresión estaría en prácticamente cualquier tema en el que realmente investiguen o denuncien los reporteros.

Rodrigo Rebolledo, Lorella Castorena Davis, Carlos Ibarra, Gilberto Santiestaban y Diana Cuevas, en el conversatorio sobre la violencia a los periodistas. En la UABCS.

Rodrigo Rebolledo aludió al libro Los huérfanos del narco de Javier Valdez, mencionando que estos “son malos tiempos para la niñez en México“, en un país donde los infantes tienen que agacharse en sus aulas cuando ocurren balaceras. Leyó un fragmento del citado libro, lo que conmovió a algunos de los participantes en la charla, cuyo tema fue despegando hacia la cruda realidad de las ejecuciones y cómo lo cubre la prensa local, que fue cuando tocó el turno a Gilberto Santiesteban, quien escribe la nota roja en El Independiente desde hace cuatro años, iniciando cuando estaba fácil, pues “sólo tenían que tomar fotos al choque más fuerte”.

El reportero contó las vicisitudes actuales de su trabajo, como el desamparo en que se encuentran pues aseguró que no conoce “un solo funcionario que dé una propuesta que sirva” para protegerlos, y que “no pasa de ser un simple discurso”; así como la actitud de la Procuraduría de Justicia de BCS para informar, la cual “no es de puertas abiertas”. “No te puedes hacer rico haciendo periodismo, pero te empodera, te das cuentas que lo que haces, lo que escribes, genera una reacción”, dijo Santiesteban.

Por último, Lorella Castorena Davis habló de la inquietud de realizar estas discusiones en torno al #NoAlSilencio que se generó tras la muerte del periodista sinaloense, aunque por supuesto, la historia de asesinatos a periodistas es larga y hasta el “Ya basta” se siente como una frase vacía, expresó. Hizo especial énfasis en la opacidad de las instituciones gubernamentales respecto al tema de la violencia, por ejemplo, que la página web de Gobierno del Estado no da información suficiente que permita hacer análisis o conclusiones.

Y tras la participación, con preguntas y testimonios, de periodistas, académicos y estudiantes presentes, la charla se llevó casi las dos horas de duración prevista, con el interés de repetirla y darle más difusión para el siguiente semestre. Si bien el foro no estuvo abarrotado nunca, como se mencionó líneas arriba, los videos en redes sociales han sumado a miles a oír los testimonios y las diferentes perspectivas de la problemática en torno a la violencia contra la libertad de expresión en México y en BCS.




Javier Valdez y una larga herencia de asesinatos en Sinaloa

El sombrero de Javier Valdez el día que lo mataron. Foto: Proceso.

Colaboración Especial

Por Leónidas Alfaro Bedolla

 

¿En dónde y quién incuba a la venenosa serpiente que ha impuesto la carta natural de la violencia en Sinaloa? Ésta y muchas otras preguntas surgieron a causa del terrible, pero más injusto asesinato de Javier Valdez Cárdenas, un culichi de estirpe guerrera y corazón alegre que conquistó a toda una nación al ejercer un periodismo valiente que sólo buscaba decir la verdad para que tuviéramos el valor de enfrentarnos al monstruo de la barbarie. Así lo hizo desde que ingresó como reportero en el Canal 3, luego trabajó para Noroeste, de ahí salió para cofundar Río Doce y luego se convirtió en corresponsal de La Jornada. En sus libros: Miss Narco, Los Morros del Narco y Narcoperiodísmo —escritos a lo largo de 20 años—, nos dejó un recuento, a la vez que un análisis de nuestra historia negra.

San José del Cabo , Baja California Sur (BCS). ¿En dónde y quién incuba a la venenosa serpiente que ha impuesto carta natural de la violencia en Sinaloa? Ésta y muchas otras preguntas surgieron a causa del terrible, pero más injusto asesinato de Javier Valdez Cárdenas, un culichi de estirpe guerrera y corazón alegre que conquistó a toda una nación al ejercer un periodismo valiente que sólo buscaba decir la verdad para que tuviéramos el valor de enfrentarnos al monstruo de la barbarie. Así lo hizo desde que ingresó como reportero en el Canal 3, luego trabajó para Noroeste, de ahí salió para cofundar Río Doce y luego se convirtió en corresponsal de La Jornada. En sus libros: Miss Narco, Los Morros del Narco y Narcoperiodísmo —escritos a lo largo de 20 años—, nos dejó un recuento, a la vez que un análisis de nuestra historia negra.

Una de aquellas muchas preguntas, fue esta: ¿Existen periodistas corruptos? Creo que una de las respuestas más claras sobre esta, la dio precisamente Javier Valdés cuando Enrique Mendoza Hernández, del semanario ZETA (2251 mayo 25), le preguntó: ¿Cómo ha sido recibido Narcoperiodismo en el gremio periodístico? Respuesta de JVC fue: “Yo siento que a los periodistas les vale madre los periodistas; que no hay una sociedad que acompañe al periodismo valiente y digno que se realiza en el país, entonces, mediáticamente bien pero no veo a los periodistas preocupados por lo que están pasando compañeros de Tamaulipas, Veracruz, Chihuahua, del extranjero porque se tuvieron que ir del país o Sinaloa (…) Si no eres de la Ciudad de México prácticamente no hay una condición en la que valoren tu trabajo, revisen, se preocupen; creo que el mejor ejemplo es Rubén Espinosa, que murió solo y desolado, abandonado en medio del páramo, refleja nuestra vulnerabilidad, nuestra fragilidad frente al narco, a la narcopolítica, como si no hubiera salvación; así siento yo que estamos (…) A los periodistas no le interesan los periodistas, no hay un proceso de revisión de que este libro o cualquier otro material sobre el trabajo que hacemos esté provocando una discusión, un debate, una revisión al interior, un ejercicio de autocrítica, absolutamente y eso me preocupa mucho, porque eso es más espantoso que estas historias que yo publico. Entonces, esa indiferencia social, esa apatía y la deshumanización se traslada al ámbito periodístico; yo al contrario, veo soberbia, veo arrogancia a este ejercicio de autocrítica”.

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Intentando encontrar una respuesta a la ancestral violencia que nos lastima y denigra, que nos hunde en una nostalgia amarga y dolorosa. Voy a citar los recuerdos remotos y actuales de acontecimientos que nos han cimbrado, pero que a la vez nos ratifican como una entidad violenta; y esto se lo debemos a unos cuantos, entre los que destacan malos gobernantes.

A veces me pregunto si ello es una maldición. No sé que pasó antes del 29 de septiembre de 1531 en este lugar cuando aún no era una ciudad, pero sí un conglomerado que contaba con aproximadamente 10,000 habitantes, algo así como 200 poblaciones en lo que ahora abarca el municipio de Culiacán. Esto fue lo que encontró el conquistador don Nuño Beltrán de Guzmán, cuando en aquella fecha fundó La Villa de San Miguel de Culiacán. Tal hecho fue violento, ellos, los españoles, impusieron sus leyes y religión con base en la violencia, el despojo y el sometimiento. Ayapín era un aborigen, se reveló y les dio pelea. No pasó mucho tiempo cuando fue aprendido por las fuerzas españolas, y para que sirviera de escarmiento, se convocó a la población para que asistieran a la plaza, donde ahora está la Catedral, y vieran como fue descuartizado por cuatro caballos. El horripilante suceso y la sangre del caudillo se regó, causando el terror y el miedo perenne en la población de los tehuas. ¿Será aquella sangre la que nos mantiene la maldición de la violencia?

En el año de 1941, a las 2:10 horas en el hotel Belmar, lugar donde había un sarao de carnaval, fue asesinado el coronel Rodolfo T. Loaiza (1893-1944). Él era el Gobernador del estado, la causa de su asesinato quedó enredada y oscurecida por manipulaciones de sus enemigos políticos; para ello ligaron el caso con el narcotráfico que había sentado sus reales en Badiraguato, pero lo que sí quedó claro, fueron las recurrentes zancadillas que sus enemigos políticos atizaron durante su mando.  La muerte del coronel, fue una puñalada para la gente del pueblo, pues él había demostrado con obras que intentaba dar avance al progreso del Estado. Fue un político brillante que ocupó dos diputaciones federales, dos senadurías, la Secretaría de Gobernación y Jefe del Estado Mayor Presidencial.

El 1 de octubre de 1989, a las 9:45 a.m., por la carretera internacional No. 15, cerca del poblado de Tacuichamona, un camión pesado arroyó al ingeniero Manuel de Jesús Clouthier Del Rincón, “Maquío” (1934-1989). Fue un empresario de mucho éxito, ello se debía a que trataba a sus empleados, obreros y gente del campo en general, con justicia; les brindaba protección social y económica más allá de lo que dictaban las leyes. Ocupó puestos de líder en el sector campesino y empresarial. Al darse cuenta de la abusiva política impuesta por el unipartidismo, decidió participar y en 1988 fue candidato a la Presidencia de la República. Los resultados favorecieron holgadamente al ingeniero Cuahutémoc Cárdenas, pero el PRI se las ingenió para sabotear. Al día siguiente Maquío declaró: “la razón por la que cayó el sistema de cómputo fue que los representantes de los partidos de oposición descubrieron un banco de datos ya con resultados, esto fue apenas dos horas de concluida la jornada electoral”. Así se comprobó el fraude y Maquío inició la lucha civil, lo que a la postre le costó la vida. Para nadie es un secreto que su muerte fue un crimen de Estado.

15 de mayo de 2017, al filo de las 12:00 horas del día, muere asesinado, cerca de las oficinas del Semanario Río Doce, Javier Valdez Cárdenas. Sus asesinos intelectuales —bestias de panza insaciable y mente retorcida—, es posible estén en una cómoda residencia primaveral, de una playa o un rancho, tragando carne asada, mariscos, bebiendo cerveza o vino tinto con canapés de caviar. Entonces aquí surge esta pregunta: ¿Qué sigue? La respuesta es única: ¡Hemos de seguir el ejemplo de Javier! Alcemos nuestras voces, manifestemos nuestro repudio a los asesinos y exijamos al gobernador Quirino Ordaz Coppel, al presidente Enrique Peña Nieto y a todo el aparato gubernamental y político que respondan y castiguen a los culpables. ¡Entiéndalo señores! ¡Javier no debió morir! ¡Javier, estás con nosotros!