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Convertir la península de Baja California en una isla: el sueño de Modesto Rolland

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Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

La Paz, Baja California Sur (BCS). Nuestra maravillosa península de Baja California, un paraíso de flora y fauna, siempre ha sido codiciada por los estadounidenses y su política expansionista. Fuertes embates ha tenido que sortear la política mexicana para evitar que este brazo de nuestra patria caiga en manos de esa nación. Uno de los nobles hijos de esta tierra, el Ing. Modesto C. Rolland Mejía en su afán de evitar una factible anexión de nuestra península propuso una interesante solución que, a su ver, atenuaría el conflicto inminente que hasta el día de hoy se cierne sobre nuestra amada tierra.

En primer lugar, nos ocuparemos de hacer una muy breve semblanza de quién fue Modesto Rolland, para comprender su deseo de proteger y apoyar la causa de los pobladores de la península. Rolland nació en el Puerto de La Paz, territorio sur de la Baja California. En el año de 1881, muy pequeño tuvo la oportunidad de conocer este lugar, así como el centro minero de Santa Rosalía, donde se trasladó junto con su familia por motivo de trabajo de su padre. Al poco tiempo es enviado a Sinaloa donde estudió la carrera de profesor de instrucción primaria. Posteriormente, viajó a la Ciudad de México donde concluyó sus estudios de Ingeniero Civil, carrera que fue una de las grandes pasiones de su vida.

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Durante el movimiento de la Revolución Mexicana se integró a las filas maderistas como uno de los grandes propagadores de los ideales del movimiento. En los inicios de su vida profesional participó en la construcción del acueducto Xochimilco-México, así como dando cátedra en escuelas de formación de ingenieros. Luego del asesinato de Madero y Pino Suárez, viajó a Estados Unidos donde se unió al gobierno carrancista como coordinador de prensa y propagador de las ideas del movimiento constitucionalista en aquel país. Durante esos años, también participó en la dirección de los Ferrocarriles Nacionales y el gran movimiento agrario.

Fue presidente de la Comisión Nacional Agraria y de la Comisión de Puertos Libres Mexicanos donde desempeñó una carrera aliviando en gran medida los graves rezagos que había en estas áreas. Al mismo tiempo participó en la construcción de obras colosales como el estadio Xalapa y la Ciudad de los Deportes —en su primera etapa. Fue el precursor del cemento en México, escribió varios libros donde vertió sus amplios conocimientos surgidos de sus estudios acuciosos y su experiencia en obras construidas. Falleció en la ciudad de Córdova, Veracruz, el 17 de mayo de 1965, a la edad de 84 años.

El año de 1916, aproximadamente en la parte media del conflicto armado denominado como la Revolución Mexicana, el país se encontraba envuelto en un gran desorden propiciado por las facciones más numerosas de villistas y zapatistas, los cuales se negaban a reconocer al gobierno carrancista “de facto”. Fue en este año que los hombres de Francisco Villa realizaron una incursión a Estados Unidos provocando una serie de desmanes que nos tuvieron al borde de una guerra con este país. en este contexto, Modesto C. Rolland fue nombrado como vicepresidente de la Comisión de Paz Interamericana que tenía como objetivo buscar una solución pacífica al conflicto ya mencionado. Durante las negociaciones, pudo darse cuenta de la lamentable tendencia de muchos de los altos políticos y personas de gran influencia de aquel país por apropiarse de territorio mexicano a través de la invasión armada. Uno de estos objetivos era la península de Baja California.

Tal vez motivado por lo anterior, empezó a fraguar un plan que ayudaría, según su visión, a solucionar de forma tajante este sueño estadounidenses. En un ensayo escrito en este año, titulado Problema de la Baja California, reiteró muchos de los puntos que ya venía sosteniendo desde el año de 1911. Expuso la política imperialista que abanderaba los Estados Unidos con los países de Latinoamérica y hace un análisis de los motivos de la invasión de este país a México durante la guerra de 1846.

Su experiencia de haber vivido por varios años en Estados Unidos y estar muy de cerca con personas influyentes de la vida en aquella nación, le dejaron claro el deseo imperante por anexarse la península de Baja California ante la “mayor conexión de ésta con la California estadounidense que con el México continental”. Lamentablemente, el centralismo recalcitrante en la República Mexicana permitía que hubiera una comunicación “peligrosamente débil” entre esta parte de México y la capital del país.

Es aquí donde plantea una solución bastante ingeniosa, y por decir lo menos, utópica, la cual se plantea en el libro Apóstol del progreso Modesto C. Rolland, el progresismo global y la ingeniería en el méxico posrevolucionario de la autoría de J. Justin Castro: Para contrarrestar la largamente-presente amenaza de E.U., Rolland ofreció una solución singular: el gobierno carrancista debía construir un canal en el norte de Baja California, desde la desembocadura del Río Colorado en el Mar de Cortés hasta el Pacífico cerca de Tijuana, convirtiendo a Baja California en una isla (aconsejó se formara una comisión para estudiarlo pues no encontró planos suficientemente detallados).

La justificación de esta acción así como los beneficios inminentes los plantea así: además de crear un nuevo límite físico, la vía acuática estimularía el desarrollo local en la región, conectando mejor el continente mexicano con Baja California y el comercio del Pacífico. Rolland específicamente indicaba que los estados de Sonora, Sinaloa, Durango y Chihuahua verían una ganancia económica significativa al facilitar su acceso al Pacífico y a los mercados de Mexicali, Tijuana y el oeste de Estados Unidos.

Para solucionar el grave obstáculo que representaría la forma en la que se financiaría esta obra, Rolland ofrece esta solución: estos estados mexicanos [Sonora, Sinaloa, Durango y Chihuahua], según Rolland, deberían recaudar dinero a través de préstamos, que en combinación con las ventas de bonos nacionales financiarían el proyecto.

A pesar de haber salido desde muy pequeño de su tierra natal, Modesto Rolland siempre estuvo en contacto con la gente de Baja California, así como con sus graves problemas. Realizó varios viajes de estudio y reconocimiento de estas tierras y mares por lo que no le eran desconocidas todas las bondades que tenía y que puso de manifiesto en este documento para ayudar a promover la realización de su plan: para endulzar el concepto, Rolland proporcionó una descripción de los recursos agrícolas, marinos y minerales de la península, especialmente en los valles de México que bordean Estados Unidos, que producen una amplia variedad de frutas y algodón. También promovía la explotación de la orchilla, usada para hacer un tinte púrpura, y el guano de excrementos de aves, usado para hacer fertilizantes.

A pesar de que sus ideas atrajeron a una buena cantidad de simpatizantes en el bando constitucionalista no fueron suficientes como para impulsar este proyecto más allá de la mesa de trabajo de Rolland. El país se encontraba sumido en una guerra civil, con graves carencias en la Hacienda y en muchas otras partes de un gobierno que aún no terminaba de concretarse. Debido a todo lo anterior, su proyecto sólo quedó en eso, pero sus llamados para que el gobierno central volteara hacia esta parte de México no fueron olvidados y de forma paulatina e inexorable serían escuchados.

Bibliografía:

Apóstol del progreso Modesto C. Rolland, el progresismo global y la ingeniería en el méxico posrevolucionario, de J. Justin Castro.

Problema de la Baja California, de Modesto c. Rolland Mejía.

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La Concesión Leese. ¿Una traición de Benito Juárez a Baja California?

Benito Juárez y Jacob Primer Leese. FOTOS: Internet.

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Sabido es por todos aquellos que hemos dedicado tiempo para analizar la historia de nuestra California Original, que el gobierno estadounidense, desde que se constituyó en Estado, ha mantenido una actitud colonizadora y expansionista, buscando de todas las formas posibles, desde la compra hasta la infame invasión filibustera, agrandar su territorio. México, por su colindancia con esta nación ha sufrido múltiples embates, en todos ellos hemos perdido más de la mitad del territorio que teníamos desde 1821 hasta 1848. La península de Baja California por su ubicación estratégica en el océano pacífico, ha sido codiciada por los estadounidenses, los cuales buscaban quedarse con ella en las negociaciones del Tratado Guadalupe-Hidalgo, así mismo se tienen documentos en el Archivo General de la Nación —por lo menos, más de 20— en donde solicitaron se les vendiera. En todas esas ocasiones fueron firmemente rechazados.

Sin embargo, existe un impase dentro de la historia de la California del Sur, en donde algunos historiadores sostienen que prácticamente la península fue “vendida”, por el entonces gobierno de don Benito Juárez a un empresario  estadounidense. Estamos hablando de la famosa Concesión Leese. A continuación vamos a describir de forma clara y concreta lo que ocurrió en ese tiempo y cómo se resolvió este controvertido asunto.

Corría el año de 1864. México se encontraba sumergido en una nueva guerra invasora por parte del imperio francés al mando de Maximiliano de Habsburgo. Desde el año de 1862, habían llegado miles de soldados enviados por Francia con el pretexto de cobrar al gobierno mexicano un adeudo que se tenía, sin embargo detrás de todo ello estaban por un lado los altos jerarcas de la iglesia mexicana sumamente disgustados por haber perdido sus propiedades y privilegios con la promulgación de las Leyes de Reforma; y por otro lado, los deseos expansionistas de Napoleón III el cual estaba deseoso de ampliar sus dominios hasta América y construir un imperio en México.

Es así como el legítimo gobierno de la República Mexicana, se encontraba sin dinero para sostener al ejército nacional en la lucha por expulsar de nuestras tierras a estos invasores, sin capacidad para comprar armas y municiones. En esas horas desesperadas para el gobierno juarista surge la propuesta, encabezada por el comerciante Jacob P. Leese para colonizar los terrenos baldíos de la Baja California en un área que abarcaba de los 24 hasta los 31 grados lat. Norte. A cambio de esta colonización, el Sr. Leese se comprometía al pago de 100 mil dólares. Algunas de las cláusulas del mencionado contrato eran las siguientes:

7ma. Dentro del término de 5 años, contados desde el día de aprobación de este proyecto de colonización, los empresarios introducirán en el territorio doscientas familias de colonos cuando menos…..

8va. Las salinas Ojo de Liebre y San Quintín, que al presente son rentadas por el gobierno, cuando el contrato presente haya expirado, serán rentadas a dicha colonia por el término de 20 años, con la condición de que serán pagados al gobierno 20 reales por tonelada de sal que sea exportada…..

10mo. Los colonos serán independientes en su administración municipal, en virtud de lo cual se les otorgará el poder para poder organizar libremente todas las instituciones que consideren adecuadas…..

El acuerdo fue firmado y durante los siguientes 7 años Jacob P. Leese y sus socios trataron de cumplir de formas chapuceras con el mismo. Difundieron en las principales ciudades de Estados Unidos carteles donde prometían la entrega inmediata a cualquiera que deseara dirigirse hacia la Baja California, de cientos de hectáreas de tierra, la cual era tan fértil que producía pasto el cual crecía tanto que podría sobrepasar la estatura de un caballo. Mencionaba que había una gran cantidad de caudalosos ríos los cuales bañaban las tierras y producían en cantidad sin necesidad de cuidarlas. Obviamente, cuando los pocos colonos estadounidenses engatusados llegaban a estas tierras de la California y se daban cuenta del engaño, exigían de inmediato ser devueltos a sus lugares de origen. Muchos de ellos fueron abandonados a su suerte en los Llanos de la Magdalena y de no ser por el socorro de los sudcalifornianos, hubieran muerto. Durante este tiempo, Leese descubre que en los llanos de la Magdalena o de Hiray crecía una gran cantidad de una planta tintórea de gran demanda en ese entonces en el mercado londinense, la orchilla, y decide dar un giro a sus propósitos empezando su explotación industrial.

Una vez restaurada la República, y ya estando Benito Juárez en posibilidad de atender a todos los asuntos que le demandaban desde todos los rincones del país, realiza una evaluación de la concesión que se hizo con el Sr. Leese, y al ver que éste no había cumplido con lo prometido, se rescinde el contrato de forma inmediata. Sin embargo, el chapucero Sr. Leese no queda conforme con esta decisión y presiona a través del gobierno de su país para ser “compensado” por los daños que se le ocasionaron por la cancelación de la Concesión; no queriendo entrar en una nueva confrontación bélica con los Estados Unidos, Juárez le ofrece un contrato para que explotara la orchilla.

Durante los siguientes 6 años, Leese y sus socios trabajaron estos productos en los llanos de Magdalena o Hiray. Al vencer este contrato, en el año de 1878, y ya siendo presidente de la República el general Porfirio Díaz, los terrenos orchilleros pasaron a poder del inglés Josep P. Hale.

Para efectos prácticos, la famosa Concesión Leese jamás puso en riesgo la soberanía mexicana ni tampoco estipulaba la “venta” de la península de Baja California. Simplemente era una forma en la cual el gobierno encabezado por Benito Juárez, se hacía de recursos para afrontar al peligro real que se cernía en ese entonces sobre nuestro país, la ocupación francesa. Incluso puedo apostar que Benito Juárez tenía conocimiento de los grandes retos a los que se enfrentaría Leese y sus socios al querer colonizar a la antigua California: la escasez de agua para fundar y sostener nuevos poblados, las dificultades para sembrar y hacer producir esos terrenos que aunque fértiles, carentes de agua, el clima extremoso. En fin, todas aquellas circunstancias con las que lucharan los jesuitas y los primeros colonos para continuar con la vida en esta región de México, y a la que los estadounidenses no estaban acostumbrados.

La California del Sur, esta tierra de ensueños y grandes retos, ha sido codiciada por un sinnúmero de naciones, sin embargo, pésele a quien le pese, ha sido, es y seguirá siendo orgullosamente mexicana.