Eusebio Francisco Kino: La fe y la ciencia en las fronteras de la Nueva España

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Eusebio Kino nació el 10 de agosto de 1645 en Segno, un pequeño pueblo alpino del Tirol, entonces parte del principado de Trento en el Sacro Imperio Romano Germánico (actual Italia). Su nombre de pila era Eusebio Chini (o en italiano Eusebio Francesco Chini), y provenía de una familia de raíces italianas y alemanas, de allí que en algunas fuentes se le denomine Eusebius Franz Kühn. Desde joven mostró gran inteligencia y una profunda fe religiosa. Sus padres lo enviaron a colegios de la Compañía de Jesús (orden jesuita) en Trento y posteriormente en Hall, cerca de Innsbruck, Austria, donde recibió una sólida educación en letras, ciencias y matemáticas. Esta formación académica temprana, especialmente en astronomía y cartografía, sería fundamental para sus futuras exploraciones en América.

Con aproximadamente 20 años de edad, Kino ingresó formalmente al noviciado jesuita, iniciando el largo camino de formación espiritual e intelectual propio de la orden. Además de filosofía y teología, dominó disciplinas científicas, lo que luego le valdría el título de cosmógrafo real en Nueva España. Hacia el final de sus estudios teológicos, su prestigio intelectual era tal que el Duque de Baviera le ofreció una cátedra de ciencias en la Universidad de Ingolstadt. Sin embargo, Kino sentía la vocación misionera y había manifestado su deseo de evangelizar en tierras lejanas. Originalmente, pidió ser enviado a misiones en Asia (China), pero cuando llegó el momento, solo había dos destinos disponibles: Filipinas y México. Un sorteo decidió su rumbo, y a Kino le correspondió la misión en el Virreinato de Nueva España (América). Así, renunció a la vida académica en Europa y se preparó para llevar el cristianismo a las remotas fronteras del Imperio Español.

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La travesía de Kino hacia América estuvo llena de obstáculos y retrasos. En junio de 1678, partió de Italia con un grupo de 18 misioneros jesuitas, embarcándose en el puerto de Génova con destino a España. El objetivo era unirse en Cádiz a la flota que zarpaba anualmente rumbo a Nueva España, pero durante la navegación inicial sufrieron contratiempos: una densa niebla y fuertes corrientes desorientaron al piloto cerca de Gibraltar, llevándolos hacia la costa de África (Ceuta) y haciendo que perdieran tiempo precioso. Cuando finalmente llegaron a Cádiz a mediados de julio, la flota ya había partido sin ellos. Este contratiempo obligó a Kino a esperar en España dos años enteros hasta la siguiente oportunidad de cruce.

Durante aquella larga espera forzada en Cádiz, Kino no permaneció ocioso: perfeccionó su dominio del idioma español y aprovechó para continuar sus estudios científicos. En 1680 obtuvo finalmente pasaje en un galeón llamado El Nazareno. Sin embargo, de nuevo la mala fortuna lo acechó: el barco encalló a la salida del puerto de Cádiz (en un banco de arena conocido como el Gran Diamante), y acabó destrozado por una tormenta. Kino perdió todas sus pertenencias en el naufragio y debió pasar otros 6 meses en España antes de poder embarcarse de nuevo. Durante este periodo, observó atentamente el Gran Cometa de 1680 que surcó los cielos ese año y redactó un ensayo científico al respecto (Exposición astronómica del cometa), en el cual refutaba supersticiones populares sobre estos fenómenos. Esta publicación temprana evidenció su formación científica y le ganó reconocimiento intelectual incluso antes de arribar al Nuevo Mundo.

Finalmente, a finales de 1680, Eusebio Kino logró cruzar el Atlántico. Después de casi 3 años de vicisitudes, llegó a la Nueva España a principios de 1681 (su arribo oficial se registra en enero de 1681). Los superiores jesuitas, conociendo su preparación, lo destinaron a participar en una ambiciosa expedición a las entonces prácticamente inexploradas tierras de California, un proyecto que combinaba colonización y evangelización.

Primeras misiones en las Californias

La península de las Californias fue el primer campo misionero de Kino en América. Desde hacía tiempo, el Imperio Español buscaba colonizar esas tierras alNnoroeste de México (incluso Hernán Cortés había intentado un asentamientos sin éxito). En enero de 1683, Kino zarpó desde el puerto de Chacala (Nayarit) como parte de la expedición liderada por el almirante Isidro de Atondo y Antillón, acompañado por otro misionero, Matías Goñi. Desembarcaron en la bahía de La Paz, al Sur de la península de California, y fundaron un efímero asentamiento así como la primera misión de la península la cual llevó por nombre Nuestra Señora de Guadalupe de las Californias. Sin embargo, las condiciones resultaron muy adversas: la hostilidad de algunos grupos nativos —exacerbada en parte por la conducta imprudente de los soldados coloniales— y la escasez de suministros llevaron a que la colonia en La Paz se abandonara al poco tiempo. Kino se sintió profundamente decepcionado por esta retirada, pues veía en California un vasto campo para la evangelización.

Decididos a no rendirse, Kino y Atondo intentaron una segunda misión en las Californias más al norte ese mismo año, en el otoño de 1683. Establecieron la Misión de San Bruno cerca del sitio de Loreto, lo que marcó la fundación de la segunda misión en la península. Durante un año aproximadamente, los misioneros trabajaron intensamente: aprendieron las lenguas de los indígenas californios, bautizaron niños y moribundos, e incluso lograron cultivar la tierra en aquel entorno árido. Parecía que el proyecto finalmente prosperaría. No obstante, una severa sequía en 1685 arruinó las cosechas en San Bruno, dejando a la comunidad sin alimento suficiente. Ante la hambruna, Atondo y el resto de la expedición votaron por abandonar la empresa. Con gran tristeza, Kino tuvo que evacuar la misión en 1685, viendo desvanecerse su sueño de crear en California un rosario de misiones a lo largo de la península.

Aunque el propio Padre Kino no logró consolidar las misiones en las Californias, su trabajo pionero sentó las bases para esfuerzos posteriores. A finales de 1685, tras el abandono de San Bruno, Kino regresó al territorio continental en Sinaloa. Ahora era un misionero sin misión fija, pero no por mucho tiempo. Sus superiores jesuitas valoraron su dedicación y experiencia, y consideraron que aún podía ser sumamente útil en otro rincón de la frontera: la vasta Pimería Alta, en el desierto de Sonora, donde urgía la presencia evangelizadora.

Evangelización en la Pimería Alta

En 1687, Eusebio Kino fue asignado a las misiones de Sonora, en la región llamada Pimería Alta (zona habitada por la nación indígena pima y otros grupos). Este territorio abarcaba el Norte del actual Estado de Sonora y el Sur de Arizona, en ese entonces una frontera remota de la Nueva España. Kino llegó primero a una ranchería llamada Cosari donde fundó, en marzo de 1687, la misión de Nuestra Señora de los Dolores. Según la tradición, la fecha de su llegada coincidió con un Viernes de Dolores, lo cual inspiró el nombre de la misión. Los Dolores se convirtió en la base de operaciones de Kino y residencia principal durante el resto de su vida. Desde allí, emprendió una incesante labor misionera, viajando a caballo por miles de kilómetros para fundar comunidades cristianas y explorar la región.

Entre 1687 y 1711, fundó o impulsó más de una veintena de misiones y visitas a lo largo del río Magdalena, el río Altar y otros valles fértiles en medio del desierto sonorense. Algunas de las misiones establecidas por Kino y sus compañeros jesuitas incluyen: San Ignacio de Cabórica, Santa María Magdalena, San José de Ímuris, San Pedro y San Pablo de Tubutama, Nuestra Señora de la Concepción de Caborca, San Xavier del Bac, San Gabriel de Guevavi, San Cayetano de Tumacácori, entre otras. Varias de estas fundaciones ocurrieron en territorios que hoy pertenecen a Arizona (por ejemplo, San Xavier del Bac y Guevavi fueron las primeras misiones en la actual Arizona, fundadas hacia 1691–1692). Debido a esta prolífica actividad, Kino es recordado como el “Padre de la Pimería Alta”, el principal artífice de la colonización espiritual y pacífica de esa región.

Kino aplicó un método misionero considerado ejemplar para su época. Prefería la persuasión y el ejemplo antes que la fuerza: enviaba mensajeros indígenas aliados para contactar a tribus distantes, luego visitaba personalmente sus aldeas, y finalmente los invitaba a conocer las misiones establecidas para ver los beneficios de la vida comunitaria cristiana. Enseñó a los nativos técnicas de agricultura y ganadería; de hecho, introdujo en la Pimería Alta los primeros rebaños de ganado bovino, equino y caprino, fomentando la creación de ranchos productivos en torno a las misiones. Este modelo atraía a muchos grupos pimas, que veían mejoras materiales en alimento y seguridad. Una vez ganada su confianza y amistad, Kino los instruía en la fe católica y administraba bautismos. Gracias a este enfoque, llegó a congregar pacíficamente a miles de indígenas bajo la protección de la Corona española: en informes al virrey, Kino afirmaba que unas 30,000 almas de diversas naciones (pimas, sobaipuris, yumas, cocomaricopas, ópatas, etc.) se habían aliado o al menos entablado amistad con los españoles a través de sus esfuerzos evangelizadores.

No todo fue idílico en la Pimería Alta. La región era escenario de tensiones constantes: algunas tribus nómadas, como apaches, janos y jocomes, hostigaban tanto a otros indígenas como a los colonos españoles, rehusándose a someterse. En 1695, estalló una revuelta en la que un misionero jesuita, el Padre Francisco Javier Saeta, fue asesinado en la misión de Caborca. Inicialmente se culpó a los pimas de la rebelión, pero Kino investigó y señaló que incursiones de apaches podrían haber instigado la violencia. Con paciencia, Kino logró apaciguar la situación evitando una represalia militar masiva, y continuó abogando ante las autoridades por un trato más justo hacia los indígenas convertidos. También enfrentó incomprensión por parte de algunos colonos españoles y funcionarios, que dudaban de la posibilidad de «civilizar» a los nativos. Sin embargo, Kino contó con apoyos influyentes: su amigo y colega jesuita Juan María Salvatierra respaldó sus iniciativas y colaboró en la visión de continuar la evangelización de California. De hecho, Salvatierra partió a la capital de Nueva España para gestionar recursos, mientras Kino se comprometía a buscar rutas para llegar a California por mar o tierra.

En reconocimiento a su labor, en 1695 la Compañía de Jesús reorganizó las misiones del Noroeste: la Pimería Alta fue erigida en un distrito misional autónomo, separado de las misiones del Sur de Sonora, con Nuestra Señora de los Dolores como cabecera. Kino asumió la dirección de este nuevo distrito, lo que le permitió administrar con mayor eficacia los recursos y el personal en la frontera. A pesar de las dificultades, su presencia durante casi 24 años en la región dejó una huella profunda: además de las comunidades cristianas establecidas, introdujo la ganadería extensiva, nuevos cultivos y conocimientos geográficos que integraron al noroeste mexicano dentro del mundo colonial.

Exploraciones geográficas y contribuciones científicas

Paralelamente a su obra evangelizadora, el Padre Kino realizó importantes exploraciones geográficas. Con un afán incansable, recorrió desiertos, montañas y ríos, generalmente a caballo y a veces acompañado solo de unos cuantos hombres. Su motivación principal era doble: por un lado, encontrar una ruta terrestre hacia las Californias (para retomar la evangelización allá), y por otro, fortalecer la presencia española en la frontera norte ante potenciales incursiones de otras potencias coloniales (ingleses, franceses o incluso rusos en la costa del Pacífico). Estas expediciones ampliaron enormemente el conocimiento cartográfico de la región. Se le atribuye la elaboración de al menos 30 mapas detallados de las Californias, Sonora y sus alrededores, algunos de los cuales circularon en Europa a comienzos del siglo XVIII.

Uno de los logros geográficos más notables de Kino fue haber demostrado la conexión terrestre de las Californias con el continente. Durante siglos, muchos mapas europeos representaban California como una isla separada. Kino sospechaba que esto era un error y estaba decidido a comprobarlo. Realizó varias expediciones hacia el Noroeste de Sonora, llegando hasta las orillas del río Colorado y el desierto que rodea su delta. En una de esas travesías, en 1702, Kino y sus acompañantes escalaron una alta colina (identificada como el cerro del Nazareno) desde la cual divisaron la confluencia del río Colorado con el río Gila y las llanuras hacia el poniente. Desde esa altura, utilizando un anteojo de larga vista, Kino pudo observar más de 30 leguas de terreno contínuo hacia el sur y oeste sin rastro de mar alguno, confirmando así que las tierras de California se unían con las de Sonora. Este descubrimiento fue plasmado en sus mapas: en cartografías posteriores dibujó la Península de California correctamente unida al resto de Nueva España, refutando la antigua leyenda de la «isla de California». Sus informes geográficos, enviados a la Ciudad de México, persuadieron a las autoridades virreinales y eclesiásticas de que era factible viajar por tierra hasta la Alta California.

Además de California, Kino exploró hacia el Noreste, buscando vías de comunicación con Nuevo México (la provincia del Moqui, donde los españoles ya tenían asentamientos desde hacía un siglo). En sus recorridos contactó numerosas etnias y registró cuidadosamente sus asentamientos, costumbres y las rutas entre ellos. También identificó recursos naturales valiosos, como fértiles valles para agricultura y yacimientos minerales, viendo en ello oportunidades para el avance colonial. Por ejemplo, navegó partes del río Gila y describió el río Colorado como el más caudaloso de toda Nueva España, imaginando que por sus riberas se podría llegar fácilmente hasta los pueblos Hopi (los “moqui”) en lo que hoy es Arizona y Nuevo México.

Kino aplicó sus conocimientos astronómicos a la exploración: determinaba latitudes con astrolabio, lo que le ayudó a ubicar regiones en sus mapas con bastante precisión para la época. También promovió la construcción de una pequeña embarcación en la misión de Caborca, con la idea de botarla en el Golfo de California y explorar la costa por mar. Si bien este barco nunca llegó a concretar un viaje a California (en parte por falta de apoyo y la muerte de Kino antes de lograrlo), el proyecto demuestra su creatividad en buscar soluciones logísticas.

En el ámbito científico, Kino dejó escritos significativos. Su exposición astronómica del cometa de 1680 ya mencionada fue un primer aporte. Su obra más importante es la Crónica de la Pimería Alta: Favores Celestiales, un extenso manuscrito donde narró las aventuras y desventuras de su vida misionera entre 1687 y 1706. En Favores Celestiales, Kino relata la fundación de las misiones, las costumbres indígenas, sus viajes, e incluye observaciones sobre fauna, flora y geografía, constituyéndose en una fuente histórica invaluable. Este texto no fue publicado durante su vida; permaneció en archivos jesuitas y fue redescubierto y editado por primera vez en el siglo XX. Asimismo, Kino escribió cartas e informes sobre la Vida del P. Saeta (su compañero mártir en 1695) y otros documentos, difundiendo las noticias de la frontera misional novohispana. Gracias a todo este legado documental, se pudo reconstruir con detalle su labor en Sonora y Arizona.

Muerte y legado

El Padre Kino continuó cabalgando y sirviendo activamente hasta el final de sus días. En marzo de 1711, con 65 años de edad, viajó al pueblo de Santa María Magdalena (Sonora) para asistir a la dedicación de una nueva capilla en honor a San Francisco Javier, construida por su amigo, el misionero Agustín de Campos. Durante aquella celebración, Kino se sintió mal de salud; esa misma noche, el 15 de marzo de 1711, falleció tranquilamente, asistido por el Padre Campos. Sus restos fueron sepultados en el piso de la capilla de Magdalena según la costumbre de la época. Con su muerte, las misiones de la Pimería Alta perdieron a su principal guía, pero muchas de ellas continuaron activas bajo otros jesuitas en las décadas siguientes.

Por casi 250 años, el paradero exacto de la tumba de Kino se perdió en la memoria colectiva. Fue recién en el siglo XX que historiadores y pobladores se dieron a la tarea de buscar sus restos. Finalmente, el 19 de mayo de 1966, un grupo de investigadores patrocinados por el gobierno de Sonora logró descubrir los restos del Padre Kino bajo la plaza central de Magdalena de Kino (la antigua Santa María Magdalena). El hallazgo ocurrió en las ruinas del antiguo templo y cabecera misional, frente a lo que había sido el palacio municipal. Para honrarlo, se construyó en ese sitio un mausoleo que preserva sus huesos, abierto al público. Toda la plaza fue remodelada en torno a este mausoleo, con jardines y portales, y actualmente Magdalena de Kino es un popular destino histórico y Pueblo Mágico en honor a su legado.

El legado de Eusebio Francisco Kino se manifiesta de muchas formas, tanto en México como en Estados Unidos. En Sonora, la Bahía Kino (cerca de Hermosillo, donde él desembarcó en alguna expedición costera) lleva su nombre, al igual que la propia ciudad de Magdalena de Kino donde murió. En Arizona, su memoria es muy estimada: en 1961 el estado de Arizona donó una estatua de bronce de Padre Kino a la National Statuary Hall del Capitolio de los Estados Unidos, en Washington D.C.. Esta estatua representa a Arizona junto a otra figura ilustre, lo que subraya la importancia histórica transfronteriza de Kino (aunque Kino no era angloamericano, su trabajo en territorio que hoy es Arizona lo hace parte de la historia temprana de ese Estado). Asimismo, numerosas iglesias, escuelas, bibliotecas y organizaciones llevan el nombre de Padre Kino a ambos lados de la frontera, reflejando su papel como puente cultural y espiritual. Por ejemplo, la biblioteca de la Provincia Jesuita Mexicana en la Ciudad de México lleva su nombre.

Canonización del Padre Kino

Dentro de la iglesia católica, Eusebio Kino es recordado como un modelo de misionero. Su causa formal de beatificación fue abierta en 2006, lo que le otorgó el título de Siervo de Dios. Más recientemente, el Papa Francisco reconoció la santidad de la vida de Kino: el 11 de julio de 2020 el Papa firmó el decreto que reconoce las virtudes heroicas del Padre Kino, con lo cual este fue declarado Venerable. Este es un paso clave hacia una posible futura canonización (para la cual se requeriría la aprobación de un milagro atribuido a su intercesión). La declaración de venerabilidad confirma la relevancia de su ejemplo cristiano y ha renovado el interés por su figura tanto en México como internacionalmente.

Eusebio Francisco Kino dejó una huella indeleble en la historia de Sonora, Arizona y las  Californias. A lo largo de casi un cuarto de siglo, combinó de manera excepcional las facetas de evangelizador, explorador y científico. Fundó comunidades que con el tiempo se convirtieron en pueblos y ciudades, introdujo la ganadería y nuevos cultivos que transformaron la economía regional, y cartografió territorios vastos que hasta entonces figuraban en blanco en los mapas de Nueva España. Su respeto y empatía hacia los pueblos indígenas le permitieron forjar alianzas y difundir el cristianismo mayormente de forma pacífica, en contraste con otros episodios violentos de la colonización. Los conocimientos que aportó —desde mapas hasta crónicas detalladas— ampliaron las fronteras del saber geográfico en su época, corrigiendo conceptos erróneos (como la geografía de California) y sirviendo de base para expediciones posteriores.

Referencias bibliográficas

Herbert Eugene Bolton, Los confines de la cristiandad: una biografía de Eusebio Francisco Kino, misionero y explorador de Baja California y la Pimería Alta (trad. Felipe Garrido; ed. Gabriel Gómez Padilla), UCOL, 2001. Biografía extensa (781 pp.)

Charles W. Polzer, S.J., Eusebio Kino, S.J. padre de la Pimería Alta: biografía de Eusebio Francisco Kino, civilizador de Sonora, explorador de Arizona, misionero en la Pimería Alta, y una guía a sus misiones y monumentos (trad. José J. Romero y J. Olvera), Gobierno del Estado de Sonora / Southwestern Mission Research Center, 1981-1984 (distintas eds.).

Felipe Garrido (comp.), Aventuras y desventuras del Padre Kino en la Pimería, Secretaría de Educación Pública / Asociación Nacional de Libreros, 1986.

Alfonso Trueba, El Padre Kino: misionero itinerante y ecuestre, Editorial Jus, 1960.

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AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, ésto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




La Paz: Un proyecto colonial frustrado y el triunfo de la evangelización

IMÁGENES: IA.

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Los primeros intentos de establecer una colonia española en el puerto de La Paz, BCS, enfrentaron una serie de dificultades que impidieron el éxito de la empresa. A pesar de la disposición inicial de los californios, cuya acogida fue pacífica y amistosa, las respuestas violentas de los colonos desataron tensiones y resistencia entre los habitantes nativos, lo cual acabó frustrando los planes de la Corona Española en la península. Los enfoques militares, comunes en otras regiones del imperio español, no lograron imponerse en esta área. Fue la evangelización, en manos de los jesuitas, el medio que permitió finalmente el establecimiento de una presencia duradera y pacífica.

En 1697, los jesuitas iniciaron su labor evangelizadora en las Californias, fundando la misión de Nuestra Señora de Loreto, al Norte de La Paz. Este punto de partida se convirtió en el primer bastión de la expansión espiritual en la región. Con la fundación de esta misión, los misioneros jesuitas tenían como objetivo no sólo la conversión religiosa, sino también la introducción de una estructura social y económica que pudiera sostenerse en el tiempo y acercarse a las comunidades indígenas en términos pacíficos.

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El liderazgo del padre Juan María de Salvatierra fue fundamental en esta etapa. Su visión de la evangelización como una herramienta de integración y pacificación fue clave para las estrategias jesuitas. En 1716, casi veinte años después de la fundación de Loreto, Salvatierra dirigió una expedición de exploración a la bahía de La Paz, con la esperanza de acercarse a los guaycuras, una de las principales etnias de la región. Sin embargo, la desconfianza acumulada debido a experiencias previas, como la del almirante Isidro de Atondo y Antillón, dificultó el contacto directo. La memoria de las traiciones y agresiones sufridas en el pasado hacía que los guaycuras mantuvieran distancia con los visitantes. En 1717, sin lograr establecer la misión deseada en La Paz, Salvatierra falleció, dejando un legado de intención evangelizadora que continuaría años después.

Fundación de la Misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz

Finalmente, en 1720, después de varios intentos y más de dos décadas de consolidación en el Norte, los jesuitas consiguieron avanzar hacia el Sur. El 4 de noviembre de ese año, el misionero Jaime Bravo, junto con Juan de Ugarte, fundaron la misión de La Paz, bajo la advocación de Nuestra Señora del Pilar, patrona del puerto. La elección del lugar no fue casual: la misión se ubicó en una loma que dominaba la playa y el mar, lo cual ofrecía ventajas tanto de visibilidad como de acceso al agua y protección. Esta misión fue establecida entre los callejúes, un subgrupo de los guaycuras, quienes, con el tiempo, se incorporaron de forma pacífica al asentamiento.

La expedición jesuita llegó desde Loreto a bordo de la balandra El Triunfo de la Cruz, una embarcación construida específicamente para facilitar el transporte de personas y recursos. Una vez en el lugar, los misioneros comenzaron a construir infraestructuras temporales para dar cabida a la comunidad y a la iglesia. Además de las barracas para los padres y la iglesia, se construyeron alojamientos para los marinos e indígenas que ya se habían convertido al cristianismo. Para proteger el asentamiento, se levantó una trinchera de mezquites, la cual quedó terminada en diciembre de 1720.

La misión de La Paz no sólo cumplía un rol evangelizador, sino también estratégico. Desde ahí, se planeaban y coordinaban las actividades de expansión hacia el Sur, buscando acercarse y ganar la confianza de otros grupos indígenas.

Consolidación como centro de evangelización

En diciembre de 1720, la misión de La Paz recibió apoyo de una expedición terrestre procedente de Loreto, dirigida por el misionero Clemente Guillén de Castro. Esta colaboración reforzó el asentamiento y permitió la ampliación de su influencia en la región. En su papel de líder de la misión, el padre Bravo no se limitó a evangelizar en La Paz, sino que se adentró en otras áreas, explorando tierras al oeste rumbo al océano Pacífico. En 1721 fundó un pequeño pueblo de visita en la zona que hoy se conoce como Todos Santos, y estableció el sitio Ángel de la Guarda, cuya ubicación exacta aún es incierta.

La misión de La Paz se convirtió en el punto de partida para nuevas fundaciones jesuitas en el Sur de la península. Con el tiempo, se establecieron las misiones de Santiago y San José del Cabo, dirigidas al grupo indígena de los pericúes, quienes habitaban zonas del Sur peninsular. Estas misiones ampliaron significativamente el alcance de la evangelización jesuita en Baja California Sur.

La misión de La Paz y las misiones subsecuentes marcaban el inicio de una nueva etapa en la historia de la península de California. Lo que comenzó como una serie de intentos fallidos de colonización mediante la fuerza, evolucionó hacia una estrategia de evangelización que logró establecer un proceso de encuentro y transformación cultural.

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La fecha de fundación de la Misión de La Paz. Un enigma a desentrañar

FOTOS: Internet

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). En nuestra tierra californiana, la influencia del periodo jesuita fue definitiva para la consolidación del dominio de la Corona Española y la entrada de la cultura de esta nación en nuestras tierras. Sólo la fe inquebrantable y la obstinación propia de los misioneros de la Compañía pudieron ser rivales contra la aridez de nuestra península y la hostilidad de sus lugareños. Poco a poco, a partir de 1697, se fueron internando los misioneros en las entrañas de la California milenaria y fundando las famosas misiones, por medio de las cuales se planeaba la conversión de los californios en la religión que ellos ostentaban así como el cambio de toda su forma de vida.

Sin embargo, no siempre fue tarea fácil el poder datar con exactitud la fecha en la que se fueron fundando estos enclaves misionales, como ahora lo vamos a poder conocer en el caso que nos ocupa, que es el enigma de la fecha de fundación de la Misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz.

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Sin lugar a dudas, todos los historiadores de la California han tenido que remitirse a los textos que nos han heredado los misioneros jesuitas para poder tener una referencia de los diferentes sucesos que se dieron durante los 70 años que permanecieron en esta península (1697- 1768). Afortunadamente, existen repositorios en nuestro país en donde se han concentrado una gran cantidad de informes que rendían de forma constante y permanente los ignacianos a sus jerarquías dentro de la Compañía.  Estos repositorios son el Archivo General de la Nación, Fondo Antiguo de la Biblioteca Franciscana, Fondo Franciscano y la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco, etcétera. También a nivel internacional se cuenta con el Archivo General de Indias (Sevilla, España), Fondo Jesuita (Roma, Italia), y la Biblioteca Bancroft en Berkeley, California, entre otras.

Antes de continuar con este derrotero en la búsqueda de la fecha exacta del establecimiento de la Misión de La Paz, es importante contextualizar al lector. Para definir la fundación de una misión, se llevaba a cabo todo un proceso que involucraba presupuestos, personal que se destinaría para su funcionamiento e incluso hasta el nombre que llevaría el mencionado establecimiento. Como bien sabemos, los jesuitas concertaron una autorización virreinal con el  marqués José Sarmiento y Valladares para poder trasladarse a la California e iniciar la conversión de los naturales. La mencionada autorización no fue fácil de conseguir, pero dado que los Ignacianos se ofrecieron a realizar esta conquista espiritual sin pedir un solo quinto a la Corona Española, esto fue lo que inclinó el fiel de la balanza a su favor. Sin embargo, este ofrecimiento representó, durante todo el tiempo que permanecieron en la California, un gran reto ya que tenían que ingeniárselas para conseguir el dinero suficiente para sostener a las misiones. Desde un principio esto lo consiguieron solicitando “donaciones” a las caritativas almas piadosas entre los ciudadanos más ricos de la Nueva España. No sin grandes dificultades pudieron poco a poco conseguir el dinero suficiente para iniciar y expandir su odisea en las Californias.

Una vez que se contaba con el dinero que garantizara el sostenimiento de una misión, se planeaba cuidadosamente el lugar en el que se iba a establecer procurando que fuera una ranchería muy poblada, con abundante agua y tierra para practicar la agricultura, aunque fuera de forma modesta. Posteriormente, se definía a qué sacerdote le correspondería el alto honor de realizar el recorrido hacia el paraje seleccionado y construir los incipientes edificios (templo, barracas, plaza de armas, almacenes, vivienda para el sacerdote y los soldados, etctérea) que darían pie a este nuevo enclave misional. Finalmente, se acordaba la fecha de partida, las personas que acompañarían al sacerdote en su travesía así como la mejor ruta para llegar al lugar marcado. Casi siempre los sitios seleccionados ya eran conocidos con antelación (dos o tres años anteriores), pero se esperaba hasta tener el suficiente sostenimiento económico y el personal necesario para iniciar la fundación de estos centros, lo anterior garantizaba que su permanencia en el tiempo fuera exitosa.

En el sitio del puerto de La Paz, ya este lugar había sido explorado desde el año de 1533 con la fallida y desastrosa expedición de Fortún Jiménez, dos años después arriba al lugar Hernán Cortés, el cual por casi 12 meses estuvo porfiando el lograr establecerse de forma permanente pero al final tuvo que retirarse sin haberlo logrado. En el año de 1683 también se había intentado fundar una nueva misión, la cual llevaría el nombre de Nuestra Señora de Guadalupe de las Californias, y a pesar de que durante dos meses una fuerza comandada en lo militar por Isidro Atondo y Antillón, y en lo espiritual por Eusebio Francisco Kino, permanecieron en el sitio, tuvieron que abandonarla abruptamente. En el año de 1716, el sacerdote Juan María de Salvatierra había organizado una expedición por la “Nación Guaycura” buscando un paso para llegar al puerto de La Paz y fundar una Misión, pero el carácter belicoso de los Californios de ese sitio se lo impidió.

Fue hasta el primer día del mes de noviembre de 1720 que los sacerdotes Jaime Bravo y Juan de Ugarte, a bordo de la balandra “El Triunfo de la Santa Cruz”, deciden emprender el establecimiento definitivo de una Misión en el puerto de La Paz. A ellos se les sumaría diez días después el sacerdote Clemente Guillén, el cual por tierra realizaría la travesía para encontrar a sus hermanos de Orden.

En estas fechas de salida de la expedición coinciden todos los historiadores, los cuales como ya mencioné, se han basado en los escritos que heredaron los misioneros jesuitas, tanto los tres que participaron, como sus hermanos ignacianos que estuvieron enterados de esta aventura. Sin embargo las discrepancias sobre la fecha de fundación de la misión ha sido motivo de diferencias, las cuales expondré a continuación.

El historiador y profesor Pablo L. Martínez, en su libro Historia de la Baja California menciona lo siguiente sobre este particular: La misión de La Paz fue fundada el 4 de noviembre de 1720, si por fecha de la fundación debe tomarse el día de la llegada de los fundadores, los PP. Ugarte y Bravo, quienes habían salido de Loreto en la balandra «El Triunfo de la Cruz» el día 1º. del referido mes de noviembre. Escogido el lugar apropiado «en una loma alta que domina las playas, a tiro de escopeta corta de aguaje, y de suelo duro y llano, con una mesa muy espaciosa», se dio principio al desmonte, el cual estuvo terminado en cuatro días. En otro de sus libros titulado Efemérides Californianas: 1533-1933, nuestro autor reafirma esta misma fecha como el aniversario de fundación de la Misión de La Paz. Como podemos apreciar, Martínez es categórico en la fecha de la fundación, sin embargo, tengo que hacer la siguiente consideración: casi ninguna de las misiones que se fundaron en la California toma como el día de este importante acto cuando arriban a un sitio. Según tengo entendido, la única Misión fundada el mismo día de la llegada a un lugar fue la misión establecida por E. F. Kino en el puerto de La Paz en 1683. Por lo general, el primer día de la llegada, los colonos se dedicaban a descansar, a reconocer el sitio para escoger el mejor lugar para construir la iglesia, las barracas, almacenes e incluso establos para los animales que les acompañaban. El desmontar el terreno y levantar todos estos inmuebles, por más frágiles y sencillos que fueran, les llevaba varios días, así que declarar el día de la llegada de la expedición a un paraje como el día de la fundación de la misión era un excepción rarísima.

Otro de los doctos investigadores que expresó la fecha de la fundación de la Misión de La Paz fue el Dr. Michael W. Mathes, el cual en su libro Las Misiones de Baja California  1683 – 1849 dice lo siguiente: La Bahía de La Paz, descubierta por Femando Cortés en 1535 y nombrada como tal por Sebastián Vizcaíno en 1596, fue explorada por el Almirante Isidro de Atondo y Antillón en 1683 y el Padre Juan María de Salvatierra en 1716, ambos en busca de un sitio apropiado para una misión. El sitio de la Misión Nuestra Señora del Pilar de La Paz fue escogido por los Padres Juan de Ugarte y Jaime Bravo el 13 de Noviembre de 1720, quienes habían salido de la Misión Nuestra Señora de Loreto, doscientos treinta y tres kilómetros al norte, abordo de El Triunfo de la Cruz. Dotada por el Marqués de Villapuente, la misión fue fundada el 3 de diciembre por los Padres Ugarte y Bravo, y tres días después la llegada del Padre Clemente Guillén contribuyó al éxito de la fundación. Aunque muy dependiente del servicio de El Triunfo de la Cruz para abastecerse, la Misión se extendió para incorporar las visitas de San Blas, Angel de la Guarda y San Hilario. Aquí podemos darnos cuenta de la discrepancia tan grande, de casi un mes, entre la fecha establecida por Pablo L. Martínez y el Dr. Mathes, sin embargo hay elementos de peso, que en breve describiré, para que el Dr. William Michael concluyera esta fecha de diciembre.

También el historiador y cartógrafo Carlos Lazcano Sahagún, en un artículo publicado en el diario El Vigía y titulado Misiones de las Californias X: Nuestra Señora del Pilar de La Paz Airipí expresó lo siguiente sobre esta importante fecha: El 13 de noviembre de 1720, los padres Juan de Ugarte y Jaime Bravo salieron en barco de Loreto hacia la bahía de La Paz con el fin de hacer un nuevo intento por establecer una misión la bahía. La navegación la hicieron en «El Triunfo de la Cruz”, el primer barco construido en California.  Así, gracias al patrocinio del Marqués de Villapuente y a la mejor disposición de los guaycura, el 3 de diciembre de dicho año, los padres Bravo y Ugarte pudieron fundar la misión de Nuestra Señora de la Paz, en un paraje que los indios llamaban Airipí. A los pocos días del establecimiento, llegó por tierra a la misión el padre Clemente Guillén, quien abrió el primer camino terrestre entre las misiones de Loreto y La Paz, lo que mucho ayudó a consolidar esta naciente misión”. Como se puede percibir, tanto Mathes como Lazcano coinciden en la misma fecha sobre la fundación de esta misión.

El profesor e historiador Leonardo Reyes Silva nos deja la siguiente información en su libro Tres hombres ilustres de Sudcalifornia, sobre la fundación de la misión en comento: Del establecimiento de la misión de La Paz en 1720 existen tres valiosos documentos escritos por los padres Jaime Bravo, Juan de Ugarte y Clemente Guillén rescatados por el doctor Miguel León Portilla, mismos que aparecieron en un libro editado por el gobierno de Baja California Sur en el año de 1989 con el título de “Testimonios sudcalifornianos”. En la introducción, el doctor León-Portilla dice: El padre Juan de Ugarte, que ejercía por ese tiempo el cargo de visitador, encomendó la empresa al recién ordenado sacerdote, pero ya veterano en estas misiones, padre Jaime Bravo. Salieron así ambos del puerto de Loreto el 1º de noviembre de 1720, estrenando la balandra construida en la península, “El Triunfo de la Santa Cruz”. En sólo dos días y medio llegaron a la gran bahía. El 3 de noviembre desembarcaron y al día siguiente, sin concederse reposo alguno, levantadas las primeras barracas, formalmente quedó fundada la Misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz.

El profesor e historiador Jaime Holmos Montaño relata en su libro Apuntes cronológicos de Baja California Sur y los Cabos esta información: Noviembre 4 Se funda en La Paz, la Misión Nuestra Señora del Pilar de La Paz, Airapí, por los padres Juan de Ugarte y Jaime Bravo, este último duró ocho años al frente de la Misión ya que fue llamado a Loreto para que ayudase al padre Píccolo, debido a que estaba muy viejo y enfermo.

El emérito profesor e historiador Gilberto Ibarra Rivera en su libro La Paz, ciudad y puerto mexicano. Origen, proceso histórico y símbolos emblemáticos, comenta lo siguiente sobre este asunto: Después de la fundación de Loreto hubo de pasar dos décadas y tres años para que fuese posible el avance de los jesuitas hacia el sur y lograr, al término de ese tiempo, la fundación de la Misión de La Paz, lo que sucedió hasta el 3 de noviembre de 1720, con la advocación a Nuestra Señora del Pilar de La Paz, patrona del puerto, establecida entre los callejúes, una rama del grupo guaycura.

Ahora bien, toca el momento de analizar fuentes primarias de la historia, los escritos de los jesuitas que participaron en este evento multicitado. Afortunadamente, los tres sacerdotes que tuvieron el papel protagónico en esta aventura de fundar la Misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz escribieron relaciones en donde contaban cómo se llevó a cabo este suceso.

El padre Juan de Ugarte narra este acontecimiento en la Carta del padre visitador Juan de Ugarte al excelentísimo señor Marqués de Valero, Virrey. Fundación de la misión de Nuestra Señora del Pilar, en el puerto de La Paz. Marzo 15 de 1721. En este documento no se consignan fechas y simplemente es un relato general de lo que realizaron los sacerdotes desde el día que partieron de Loreto hasta el mes de marzo de 1721.

El padre Clemente Guillén también dejó una relación la cual se titula Expedición por tierra desde la Misión de San Juan Malibat a la Misión de La Paz en el seno Califórnico, año 1720, por el padre Clemente Guillén y aunque es un documento muy detallado en fecha y sucesos es de poca ayuda para establecer la fecha de la fundación de la misión ya que cuando él arriba a La Paz, el 6 de diciembre, es muy probable que la misión ya estuviera fundada.

Finalmente, el sacerdote Jaime Bravo nos ofrece la relación más completa y al parecer es en la que se han basado todos los historiadores del siglo XX para concluir las fechas en que probablemente se funda la Misión de La Paz. El documento del sacerdote Bravo se titula ¿Razón de la entrada al puerto de La Paz: conquista de la Nación guaycura y fundación de la Misión de Nuestra Señora del Pilar en California, año de 1720, por el padre Jaime Bravo. En el mencionado documento el ignaciano comenta que efectivamente, en la tarde del día 3 de noviembre de 1720 llegaron al puerto de La Paz y que a partir de ese día hasta el 6, se dedicaron a desmontar un terreno cercano a la playa, sin embargo también precisa que encontraron un paraje muy a propósito para fundar la Misión, arriba de una loma. Los demás días los dedican a construir algunas barracas y almacén así como para realizar exploraciones a lugares cercanos por tierra y visitando las islas Cerralvo, San José y Espíritu Santo en busca de naturales que acudieran para ser catequizados.

El sacerdote Bravo menciona que, al mismo tiempo que una parte de sus hombres van a explorar, otra parte empieza a desmontar la “loma alta que habían encontrado” y finalmente concluye lo siguiente: Al mismo tiempo que llegó la canoa, estábamos mudando todo el tren de barracas y demás cosas a la loma que se había despejado. Y todo quedó en ese día compuesto, y en el siguiente día del glorioso Apóstol de las Indias, San Xavier, armadas las tres barracas dentro de una trinchera de estantería de mezquites, con su plaza de armas y a los alrededores sus casillas que hizo la gente de mar, cocina, y corral, todo junto dominando toda la bahía, palmar y dilatados llanos, con admirable vista.

Este mismo día, después de las misas, se enarboló el estandarte de nuestra redención, la Santa Cruz, hecha de dos palmas muy derechas y fuertes, y la principal quedó de once varas de alto, con lo que le corresponde de brazos, hechura de un buen carpintero, y con aparejos reales y cabrias, en que son Inteligentes los marineros, se plantó en un hoyo de estado de hondo, y como está en alto y despejado, se ve desde muchas leguas a la mar.

El día en que se celebra al “glorioso Apóstol de las Indias, San Xavier” es el día 3 de diciembre, por lo que es muy probable que todos los actos que relata Bravo que se llevaron a cabo ese día, hayan hecho concluir al Dr. W. M. Mathes, que no fue el 3 de noviembre, sino el 3 de diciembre de 1720, el día en que “formalmente” se fundó la Misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz Airapí.

Aquí abro un paréntesis para aclarar lo siguiente. En diversos sitios de Internet y documentos que circulan dentro y fuera de nuestro Estado, se dice que la actual Catedral de la Ciudad de La Paz (ubicada en la calle Revolución de 1910 entre Independencia y 5 de mayo) corresponde al templo de la “Misión” que fundó Jaime Bravo y Juan de Ugarte en 1720. Esto es totalmente falso. Este templo, el que ahora vemos en el centro histórico de la ciudad, inició su construcción en el año de 1861 y en su fase primaria se culminó cuatro años después. El sitio donde se erigió tampoco es el lugar donde se cree que estuvo la Misión de Nuestra Señora del Pilar. De todo esto hay constancia en el Archivo Histórico de Baja California Sur “Pablo L. Martínez”.

Como conclusión general podemos decir que, de acuerdo a los documentos que se conocen en la actualidad sobre los sucesos que ocurrieron en las fechas en que llegaron a este puerto de La Paz los sacerdotes Bravo, Ugarte y Guillén, no definen explícitamente una fecha específica para decretar la fundación de la misión del sitio, tal como sí aparece, por ejemplo, en la fundación de la Misión de Nuestra Señora de Loreto. A la mejor conclusión que podemos llegar es que fue el día 3 de noviembre (no el 4, como asegura Pablo L. Martínez) la fecha de la llegada del contingente de colonos que venían a fundar una Misión en este puerto de La Paz.

Bibliografía:

Pablo L. Martínez. “Historia de la Baja California”

Dr. Michael W. Mathes. “Las Misiones de Baja California  1683 – 1849”

Carlos Lazcano Sahagún. “Misiones de las Californias X: Nuestra Señora del Pilar de La Paz Airipí”

Leonardo Reyes Silva. “3 hombres ilustres de sudcalifornia”

Jaime Holmos Montaño. “Apuntes cronológicos de Baja California Sur y los Cabos”

Gilberto Ibarra Rivera. “La Paz, ciudad y puerto mexicano. Origen, proceso histórico y símbolos emblemáticos”

Juan de Ugarte. “Carta del padre visitador Juan de Ugarte al excelentísimo seño Marqués de Valero, Virrey. Fundación de la misión de Nuestra Señora del Pilar, en el puerto de La Paz. Marzo 15 de 1721”.

Clemente Guillén. “Expedición por tierra desde la Misión de San Juan Malibat a la Misión de La Paz en el seno Califórnico, año 1720, por el padre Clemente Guillén”

Jaime Bravo. “Razón de la entrada al puerto de La Paz: conquista de la Nación guaycura y fundación de la Misión de Nuestra Señora del Pilar en California, año de 1720, por el padre Jaime Bravo”.

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