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Rememora UABCS al historiador Miguel León Portilla

FOTO: Cortesía

La Paz, Baja California Sur (BCS). Este 22 de febrero de 2020, se celebra el natalicio de Miguel León Portilla, uno de los pensadores más ilustres que ha dado nuestro país y que apenas en octubre del año pasado falleciera, a causa de complicaciones de salud derivadas de su edad avanzada, informó la Universidad Autónoma de Baja California Sur (UABCS).

El autor de la gran obra “La visión de los vencidos”, falleció a los 93 años, en la Ciudad de México. Se desempeñaba como investigador emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México, en la Facultad de Filosofía y Letras; además de que era miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, el Colegio de México y de la Academia Mexicana de la Historia.

De acuerdo con el rector de la UABCS, el célebre historiador y filósofo siempre se caracterizó por ser un férreo defensor de las culturas originarias, aportando conocimiento muy significativo desde el ámbito académico y en su desempeño como investigador.

Mencionó que en el caso de Baja California Sur, León Portilla siempre expresó el gran cariño que sentía por estas tierras, no sólo por su tradición histórica, sino también por la importancia de sus comunidades y enorme riqueza natural.

Particularmente, destacó la relación que tuvo con la UABCS, a la cual siempre estará ligado por ser inspiración en la creación del área de Humanidades y porque junto al ex gobernador Ángel César Mendoza Arámburo, se convirtió en la primera persona en obtener el doctorado Honoris Causa por la institución.

“Siempre lo consideraremos como un Gato Salvaje más. Su contribución al pensamiento histórico, filosófico, antropológico y lingüístico es un legado invaluable que nos deja a los universitarios con la responsabilidad no sólo de preservarlo, sino más aún, de difundirlo a través de la enseñanza histórica y humanista”, subrayó Dante Salgado.




Miguel León Portilla. Una vida entreverada con la mítica California

FOTOS: Internet.

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Con suma tristeza nos enteramos del terrible deceso, para el mundo de los mortales, del gran filósofo e historiador mexicano Miguel León Portilla, acaecido el 1º. de octubre del año en curso. Sin embargo, para consuelo de aquellos que seguimos su obra desde hace muchos años, abrigamos sus hermosas palabras: Con el paso del tiempo me he reconciliado con la muerte. A lo mejor vivo 92, a lo mejor 100, no sé; pero ahora ya no tengo ningún miedo, porque he procurado trabajar hasta donde he podido” (Entrevista periódico Excélsior. 2016). Y así fue, el Dr. León Portilla fue un incansable escritor que nos legó una obra de por lo menos 16 libros, un sinfín de artículos, prólogos de muchísimos libros más, así como Instituciones de Investigación Histórica que fundó como fueron el Archivo histórico “Pablo L. Martínez” de Baja California Sur (1969) y el Centro de Investigaciones Históricas (UNAM-UABC) en Tijuana, B.C. en el año de 1975.

León Portilla narra en uno de sus escritos el influjo casi hipnótico que tuvo desde su más tierna edad por la California ancestral. Contaba él mismo que cuando estudiaba en el Colegio México, en la Ciudad de México, una profesora les habló durante la clase de historia de una California que había pertenecido a México pero que formaba parte de los Estados Unidos. Yo levanté la mano para decir que creía que era de México; ella contestó: “Ya te dije que toda California es de Estados Unidos, pues nos la quitaron en la guerra”. Insistí que formaba parte de nuestro país y entonces me sacó de la clase por rebelde. Cuando llegué a mi casa le pedí un mapa a mi padre y juntos confirmamos que pertenecía a México, pero ya no se lo dije a la maestra porque pensé que no sólo me iba a expulsar de la clase sino también de la escuela”. Como podemos darnos cuenta en esta anécdota tan interesante en la vida del Dr. Portilla, él desde pequeño, contaría con 9 o 10 años de edad, tenía un carácter sumamente curioso aunado a una actitud firme, en donde defendía su punto de vista aunque en ello le fueran castigos o regaños.

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Conforme nuestro personaje fue creciendo, no sólo en edad sino en conocimientos, cursó estudios en diferentes instituciones tanto de México como del extranjero. Se nos menciona que en el año de 1943 y 1944 cursó el bachillerato en ciencias sociales en un Instituto de Ciencias regido por Jesuitas, en donde interioriza no sólo las virtudes que ellos profesan sino también su deseo por profundizar en las ciencias y las artes, y ¿por qué no? en las hazañas que cientos de años atrás llevaron a cabo ilustres miembros de esta Orden como fueron Salvatierra, Kino, Ugarte, Baegert, Venegas, Clavijero, etc.

León Portilla fue de los pocos historiadores de las tradiciones de los grupos indígenas del centro y sureste del país que hablaba perfectamente en Náhuatl. La razón de ello fue producto del encuentro con uno de los grandes estudiosos de los textos precolombinos, el sacerdote Angel María Garibay. Se dice que el encuentro de estos dos hombres se dio de la siguiente manera: “(Garibay) Cuando, enviado por la universidad se me presentó a preguntar si me hallaba en disposición de dirigir su tesis sobre la filosofía náhuatl con que tenía la pretensión de hacer el doctorado, yo le hice esta pregunta: “¿Conoce usted la lengua mexicana de los antiguos?”. (León Portilla) No, fue la respuesta. (Garibay) Amigo mío —le dije—, bien me sé que hay quien habla de la filosofía platónica, sin saber dos palabras del griego, y de la filosofía kantiana, sin conocer el alemán. Pero la seriedad de un doctorado pide algo muy distinto. Tiene usted que saber náhuatl. De otra manera, o niega lo que no conoce, o hará una preciosa novela de fantasías, como hacen muchos más, a base de datos incoherentes y vagos. Convino en que era necesario conocer, y con suficiente profundidad, la lengua y los documentos sin número que la diligencia de los primeros civilizadores nos acumuló”.

En menos de 6 meses, contando con el apoyo de tan célebre erudito, Miguel León Portilla aprendió el Náhuatl.

Fue en el año de 1956 que egresa de la UNAM con el doctorado en filosofía, con especialización en historia prehispánica. En su examen de grado obtuvo la mención de Summa cum laude, algo inédito en aquellos años. El regreso formal al romance del Dr. Portilla con la Antigua California se dio con la llegada a nuestra entidad del Lic. Hugo Cervantes del Río como Gobernador del territorio (1965-1970), se empezaron a realizar una gran cantidad de obras de interés público para tratar de resolver el gran atraso que existía en la entidad en este aspecto. Fue para el año de 1968 que acude a nuestro territorio el emérito investigador León Portilla acompañado de su esposa Ascensión Hernández Triviño, para dar una serie de conferencias ante la comunidad de historiadores. Durante su estancia, el historiador León Portilla empieza a indagar con las personas del gobierno territorial sobre la existencia de algún archivo o los documentos que se tuvieran sobre la historia de nuestra península. La tarea de buscar estos documentos le tocó al profesor Armando Trasviña Taylor, en ese entonces director de Acción Social y Cultural del gobierno del Territorio.

Las pesquisas dieron resultado y se tuvo conocimiento que en un cuarto del piso superior de lo que era la cárcel municipal y delegación (el Sobarzo) se encontraban almacenados todos esos documentos. De inmediato se dieron a la tarea de rescatarlos y clasificarlos para iniciar con lo que fueran las bases del Archivo Histórico del Gobierno del Territorio. Fue una labor titánica ya que los documentos estaban amontonados sin el menor cuidado, muchos de ellos deteriorados por el paso del tiempo y la nula protección ante los fenómenos atmosféricos, el polvo y la fauna nociva. Gracias a la paciencia y trabajo del profesor Trasviña Taylor y el Dr. León Portilla, los documentos quedaron debidamente resguardados y fue el 9 de mayo del 1969 en que el gobernador Cervantes del Río realizó la ceremonia en la que se da formal existencia a este recinto de la historia.

Posteriormente, en el año de 1971 trabaja y edita 3 documentos que dan origen a su obra Testimonios sudcalifornianos, el cual es un libro en donde su pasión por la California Mexicana comienza a dar frutos. A este libro le siguieron Historia de la Antigua o Baja California que fue una traducción del libro que cientos de años atrás realizara Francisco Javier Clavijero, el mismo Dr. Portilla hizo el prólogo así como interesantes anotaciones para un mejor entendimiento y análisis de esta obra. Los días 6, 13, 20 y 27 de julio de 1972 —siempre en El Colegio Nacional— ofrece varias charlas en torno a la etnohistoria de Baja California: “El testimonio de sus pinturas rupestres”, “Contactos con los nativos californianos durante los siglos XVI y XVII”, “La aculturación misionera” y “Acabamiento de la población nativa”. En Corona del Mar, California, el 5 de mayo ofrece la disertación The Contribution of Miguel del Barco (1706-1790) to the History of Baja California.

Algo digno de reconocerse es que León Portilla no fue sólo un historiador de escritorio, también fue de campo. En el año de 1973 viaja desde la ciudad de Tijuana hasta San José del Cabo, recorriendo la distancia de 1200 kilómetros en donde ofrece animadas charlas y conferencias acaecidas los días 25, 27, 30 y 31 de mayo: “Loreto, capital histórica de las Californias”, en Loreto; “Penetración al norte peninsular durante el siglo XVIII”, en Misión de San Ignacio Kadakaamán; “Los indígenas de Sudcalifornia en la región del Cabo”, en San José del Cabo; “Sudcalifornia en la tradición marítima de México”, en La Paz. Regresa a la Ciudad de México a continuar con su intenso trabajo de conferencista y redactor de libros y vuelve a nuestra península los días 23 y 25 de octubre, en la Sala de Convenciones de la Cámara Nacional de Comercio y bajo los auspicios del Club Rotario de Tijuana, diserta sobre “El antiguo mundo indígena de Baja California” y “Las grandes exploraciones de Baja California durante el periodo colonial”. Ese mismo año ve la luz una traducción del libro Historia natural y crónica de la antigua California, obra inédita del jesuita Miguel del Barco, escrita por él durante su exilio en Bolonia. También publica el artículo Voyages of Francisco of Ortega.

Un aspecto interesante y que hubiera tenido grandes repercusiones en la historia sudcaliforniana ocurrió en el año de 1974. Suceso que, por la trascendencia, debería ser rescatado y conocido por todos los habitantes de estas tierras y por sólo este hecho debería el nombre de Miguel León Portilla estar en la mente de sus habitantes. En ese año el presidente de la república, Luis Echeverría Álvarez, estaba realizando consultas entre los legisladores federales para cambiar el nombre de “Baja California Sur” por el de Benito Juárez o California de Juárez, seguramente motivado porque 2 años antes se había conmemorado 100 años del fallecimiento del Benemérito de las Américas.

Al enterarse de esta pretensión, nuestro ilustre investigador realizó una acalorada defensa de nombre de nuestra península, e incluso propuso que si éste irremediablemente debía de modificarse, que al menos tomara el nombre de Sudcalifornia: Hablar de sudcalifornia y llamarse sudcalifornianos es hacer rescate de un pasado con rica historia. Por otra parte “sudcalifornia” es vocablo correcto en castellano.

En el año de 1974, regresa a Baja California para disertar en La Paz, el 28 de abril y el 2 de mayo, sobre “La antigua California a mediados del siglo XVIII” y la “Significación de Baja California en la historia de México”. También a finales de ese año realiza una colaboración en el libro Historia de Baja California, así como la introducción y notas de Descripción y toponimia indígena de California. El 5 de febrero del año siguiente dicta su primera conferencia del año en el Museo Nacional de Antropología e Historia: “Baja California: su significado en el pasado y en el presente de México”. El 25 de julio, con la anuencia de los rectores Guillermo Soberón de la UNAM y Luis López Moctezuma de la UABC, se firma el convenio para crear el Centro de Investigaciones Históricas UNAM-UABC, la firma tiene lugar en el Observatorio Astronómico de San Pedro Mártir, a 3,100 metros sobre el nivel del mar. Lamentablemente, el revanchismo y la visión miope de un grupo de historiadores aficionados y cronistas locales provocaron un gran conflicto que desembocó en el incendio parte de las instalaciones de este importante centro.

A finales del año de 1979 participa en el prólogo de la interesante obra El régimen jesuítico de Baja California de Ignacio del Río, uno de sus grandes discípulos. De vuelta al noroeste de México, pronuncia tres conferencias en la ciudad de La Paz: “Historiografía acerca de los grupos indígenas prehispánicos de Baja California”, día 6 de noviembre de 1981; “La antigua California prehispánica”, día 8 y “Fuentes para la historia de Baja California Sur”, el día 13. En 1982 participa en la Primer Semana de Información Histórica de Baja California, de la cual se publica la memoria. El 2 de mayo de 1983 en La Paz, pronuncia en el Museo Antropológico, su disertación “Las lenguas indígenas de Baja California”. El amor por nuestra media península siempre lo llevaba con él, es por ello que el 28 de agosto, en la sala Lerdo de Tejada del Senado de la República, charla sobre la “Significación de Baja California Sur en las historias nacional y universal”. Es en el año de 1985 que publica su libro Hernán Cortés y la Mar del Sur, un texto de lectura obligada para quienes deseamos conocer ampliamente la influencia de este explorador español en la California. En abril de 1986, los días 21, 22 y 28 viaja y en la Universidad, en la Casa de Cultura de La Paz y en el Auditorio de la Casa de la Juventud ofrece sendas conferencias: “Exploradores jesuitas de la península de Baja California”, “Temas y problemas de la historia de Baja California” y “Trayectoria Cultural de Sud California”.

En octubre de 1994 viaja a nuestra media península para coordinar en San Ignacio Kadakaamán, la reunión sobre protección de las pinturas rupestres de Baja California, organizada por el INAH. El día 24 de marzo de 1995 —a instancias de la UABC— pronuncia en Ensenada la charla “Mi interés y mis libros acerca de Baja California”. En una muestra más del delicado afecto profesado a la historia de la antigua California, él y su esposa donan al Instituto de Investigaciones Históricas de la UABC su valiosa colección California Mexicana, acopio de más de 1,600 documentos —entre libros, revistas, folletos, sobretiros, mapas y planos de la península— construido en treinta años de búsquedas y pesquisas en librerías especializadas y estanquillos de libros de viejo, durante sus múltiples viajes por México y el mundo. Los bajacalifornianos expresaron su agradecimiento: Estamos ciertos de que la historia de nuestra California es lo que es, gracias a aquel niño que se negó a creer que nuestra península… no era mexicana (Aidé Grijalva. “La generosa donación incluyó joyas bibliográficas de los siglos XVIII y XIX y un mapa californiano original de 1824”).

León Portilla continuó haciendo viajes hacia esta península, principalmente a Tijuana y Mexicali donde dictó varias conferencias, sin embargo dada su avanzada edad, cada vez sus viajes eran más esporádicos y prefería dedicar sus fuerzas a la elaboración de nuevos libros o artículos de divulgación del mundo prehispánico.

Afortunadamente en el 2016 tuvimos la fortuna de que accediera a acudir a nuestra ciudad de La Paz, a la capital de la tierra de sus amores, para recibir dos grandes reconocimientos de manos de las autoridades representativas de los sudcalifornianos: El Doctorado Honoris Causa que le confería la UABCS, el primero que da en su historia, y un Homenaje por parte de los tres poderes del Gobierno del Estado el cual se realizó en la sala de Sesiones “José María Morelos y Pavón” del Congreso del Estado. El mencionado evento estaba programado para llevarse a cabo el 3 de mayo de 2016 pero tuvo que posponerse hasta el 25 de octubre.

Hombres como Miguel León Portilla no mueren, puesto que su vida ejemplar y sus obras quedan de forma perenne en la historia de un pueblo. Mientras hayamos sudcalifornianos que releamos sus libros, sus artículos, que los transmitamos a nuestros hijos e hijas, pero sobre todo que hagamos honor a su ejemplo y a su vida, el Doctor Miguel León Portilla seguirá vivo, aquí, con nosotros.

 

Bibliografía:

“Un nombre para el nuevo estado: Sudcalifornia” – Miguel León Portilla.

“Miguel León-Portilla. Apuntes para su biografía. 1956 – 2012”. Cruz Alberto González.

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Don Francisco de Ortega, el primer explorador submarino de las Californias

Campana de Domínguez. FOTO: Oficina Española de Patentes y Marcas.

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Hace unos días, leyendo el libro Obras de Miguel León-Portilla. Tomo VII La California Mexicana, encontré una referencia interesantísima sobre un explorador español que en los tres viajes que realizó a esta tierra californiana trajo consigo uno de los inventos más revolucionarios en la inmersión dentro del mar, “una campana de madera y plomo, artificio nuevo y traza del dicho capitán Francisco de Ortega, para que puedan ir una o dos personas dentro della a cualquier cantidad de fondo sin riesgo de ahogarse, aunque se esté debajo del agua diez o doce días…”.

Pero antes de pasar a describir este invento tan interesante hablaremos de la vida tan azarosa y fructífera, por lo menos para la California original, de este insigne español. Francisco de Ortega era natural de Villa de Cedillo, España. Probablemente nació a finales del siglo XVI, y a una edad muy temprana se trasladó de su tierra natal hacia la Nueva España, con el fin de hacer fama y fortuna. Muy pronto adquirió el oficio de “experto en construcción de navíos” y viajó a las costas de Nueva Galicia al mando de Melchor de Lezama para construir un barco con el que pretendía viajar hacia la California. Sin embargo la empresa se malogró quedando abandonado a su suerte en aquel lugar.

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Pero como siempre dicen, para un hombre ingenioso y con voluntad de salir adelante, no hay imposibles. Convenció a un grupo de amigos y durante 4 años se dedicó a construir el barco que había quedado en sus inicios con su antiguo empleador. Ya finalizada la empresa urdió una estratagema para poder viajar a la California, donde estaba seguro que encontraría una fortuna en perlas y oro y al fin vería recompensados sus afanes. Consiguió el permiso para partir hacia su aventura de manos del virrey Marqués de Cerralvo en el año de 1632. En este viaje y en los dos más que le siguieron siempre llevó consigo su singular invención, y a pesar de que no hay registro escritos de que la haya empleado, se desprende que sí lo realizó, ya que de otra manera no se explica el que la haya llevado en cada uno de sus viajes y dado el mantenimiento necesario.

El barco que construyó era una fragata y llevaba por nombre Madre Luisa de la Ascensión, navegando en ella recorrió las costas de la California bañadas por el Mar Bermejo. Desembarcó en una isla a la cual nombró Cerralvo. Tuvo contacto con los pericúes y guaycuras, con los cuales intercambió alimento, agua, pieles, perlas y a los que les entregó algunos cuchillos. En el segundo viaje que realizó visitó y nombró a las islas: la que hoy conocemos como San Francisco la bautizan con el nombre de San Simón y Judas. Más al norte descubre luego la isla de San José, de las Ánimas, y otras que bautizan con nombres que hasta hoy se conservan. Son éstas las de San Diego, Santa Cruz, Monserrate, del Carmen, Danzantes y San Ildefonso. Durante este segundo viaje que duró casi siete meses tuvo oportunidad de conocer y dejar escritos los rituales funerarios y demás costumbres de los grupos guaycuras, de sus guerras contra otras rancherías, las plantas de las que se alimentaban. Incluso llegó a enseñar a hablar español a un buen número de indígenas y él mismo aprendió el idioma de los guaycuras el cual consideraba como “fácil de aprender”.

IMAGEN: Museo Naval de Madrid “Colección Navarrete”, Tomo XIX.

Mapa de Islas nombradas por De Ortega. IMAGEN: Navegante Californio.

Es probable que en este viaje, que duró mucho tiempo, De Ortega tuvo la oportunidad de emplear su famosa “campana de madera y plomo”. Esta “máquina” consistía precisamente en un estructura de madera, perfectamente calafateada, para evitar que entrara agua y se fugara el aire que se inyectaba, la cual contaba con herrajes de plomo con el propósito de hacerla pesada y que se pudiera sumergir, llevando en su interior hasta a dos personas, las cuales podían durar varias horas bajo el agua sin peligro de muerte. Mientras esto pasaba, las personas sumergidas podían explorar el fondo marino y recuperar las ansiadas “madreperlas” con su valioso producto, las perlas.

Es muy probable que Francisco de Ortega haya oído hablar de este invento a través de la siguiente historia ocurrida en los primeros años de su llegada a la Nueva España: en 1622 se hundieron en la península de la Florida dos galeones con un importante cargamento de oro y plata. Tras infructuosos intentos de rescate, Francisco Núñez Melián dice tener un invento secreto con el que puede sacar del fondo de las aguas tesoros con gran facilidad. Este ingenio consistía en una campana de bronce de unos 300 kg., fundida en La Habana, provista de un asiento y una ventana para proporcionar iluminación. Con ayuda de este invento se pudo rescatar una parte importante del cargamento. Gracias al ingenio de Ortega no le fue tan complicado inventar su propia versión de “campana” con los materiales de que disponía.

Tonel. FOTO: Biblioteca Nacional de España.

El último viaje que realizó De Ortega fue en el año de 1636. Al arribar a la isla Cerralvo, su acostumbrado punto de llegada a la California, fue recibido por un violento e inesperado temporal que arrojó su fragata contra las rocas y la hizo pedazos. Afortunadamente no hubo pérdidas de vida, pero sí de alimentos y casi todo lo que llevaba para realizar su ansiado viaje. Sin embargo, esta situación que podría haber destrozado el ánimo a cualquier hombre, no lo logró con don Francisco de Ortega, era un hombre de gran temple y sobre todo vasto ingenio. De inmediato puso a su tripulación a recoger la madera que se salvó del naufragio y con ella, en un tiempo récord de 46 días, logró construir un modesto y funcional barco “mastelero” que le permitió trasladarse a tierra firme, al lugar que hoy conocemos como La Paz. Una vez repuestos de la tragedia decide embarcarse con algunos de sus hombre y continuar el recorrido por la costa de la California llegando en esta ocasión a la isla de San Sebastián, conocida hoy como de San Lorenzo, cercana al “canal de Salsipuedes” a unos 28.5 grados norte.

Sin armas, alimento suficiente y con un barco que si bien era funcional, no ofrecía la seguridad de una fragata, decide regresar a Sinaloa para dar los informes requeridos a la Corona. Durante varios años intentó conseguir autorización y capital para viajar a la California pero nunca se le concedió.

Y es así como finaliza una de las hazañas más interesantes de los primeros 100 años de la posesión de estas tierras por Hernán Cortés. La vida y obra de Fernando de Ortega son poco conocidas, pero no por ellos menos importantes. Con su ingenio y perseverancia contribuyó a que se conociera la forma en que vivían los indígenas en esta parte tan alejada del Virreinato de la Nueva España, que se supiera de sus inigualables playas y costas, y de las riquezas que encerraba. Así fue como se dibujó la leyenda de la tierra de Calafia.